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4. Los cazadores de las punas y los desiertos meridionales

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de Ayacucho. Allí, la cuenca desciende de las punas bravas de Cangallo y Castrovirreyna. Luego, se va angostando hacia el norte, con cerros cada vez más altos y fondos de ríos cada vez más bajos, hasta Huanta, donde se abre el valle más ancho de la cuenca —al pie de las áridas punas de Huancavelica— hacia el oeste, y las bien irrigadas punas de Iquicha y Tambo al oriente. Allí, la cuenca queda reducida al cauce del río Huarpa, encerrado en una garganta hasta unirse con las aguas del Mantaro, que también ha descendido más de 2,000 metros en unos 300 kilómetros de recorrido desde sus orígenes en las punas de Junín.

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Es este el espacio que escogió Richard S. MacNeish, a fines de la década de los años sesenta, para montar un proyecto que permitiese mostrar una secuencia del proceso de domesticación de animales y plantas en los Andes. Era una especie de continuación de un proyecto sobre domesticación de plantas que él condujo en condiciones similares en el valle de Tehuacán, en México. Uno de los resultados fue el hallazgo de la ocupación pleistocéni ca de Pikimachay; el otro fue la secuencia del Holoceno con cinco fases “pre-cerámicas”: Puente (8500-6500 a.C.), Jaywa (6500-5500 a.C.), Piki (5500-4200 a.C.) y Cachi y Chihua (4200-1750 a.C.).

En la primera fase, se verificó la existencia de una población de ca zadores de cérvidos, camélidos y roedores, parecidos a los de la puna y —según sugiere MacNeish— con formas de actividad trashumante que al menos cubrían la cuenca del Huarpa y las punas vecinas. En realidad, se trataría de desplazamientos de una o dos jornadas a pie, entre lugares distantes, y de unas pocas horas entre paisajes diferentes, pero vecinos. Más próximo a un modelo “semi-sedentario”, como el que planteó Rick para la meseta de Junín, que a un modelo de trashumancia propiamente dicho. Un grupo de cazadores-recolectores puede vivir en lugares como Pikimachay, cerca de los 2,000 metros de altitud; y, mientras algunos de sus miembros recolectaban frutas y otras plantas en el valle de Pacaicasa, que está al pié de la cueva, otros podían subir por las alturas de Quinua y retornar en dos o tres días con presas de la puna y frutos o animales del ambiente suni. En el invierno —estación seca y fría—, cambia la vegetación en varias partes, pero el valle sigue con agua y los animales se mueven entre la puna baja y la alta: todavía en la actualidad, hay cérvidos y camélidos.

El equipo de MacNeish encontró que en la fase siguiente —Jaywa (ca. 6500-5500 a.C.)—, aparecían algunos indicios de domesticación de camélidos, pues hay restos de esos animales junto a otros desechos de los ocupantes de la cueva, tales como semillas de achiote y restos de Crescentia

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cujete, que pueden ser plantas recolectadas en los pisos más bajos de la cuenca.33 Es muy poca información, pero suficiente para saber que esta gente estaba en contacto con plantas que luego serían cultivadas. En realidad, solo en el posterior período Piki (ca. 5500-4200 a.C.) hay evidencias más directas de domesticación de plantas, aunque la actividad dominante parece seguir siendo la caza. Hay restos de quinua (Chenopodium quinoa), amaranto, ají (Capsicum sp.), calabazas y zapallos, junto con evidencias más claras de camélidos domésticos y de cuyes (Cavia porcellus).

Es interesante observar que no se reproducen aquí los mismos cultígenos que se encontraron en la cueva de Guitarrero, como si se tratase de dos experiencias de domesticación diferentes. Se puede suponer que las plantas estaban en proceso de domesticación, aún silvestres, aunque es evidente que los hábitos de consumo son parecidos a los que tendrán los habitantes de la cuenca varios milenios después. Les faltan los tubérculos y el maíz, que en la secuencia de MacNeish aparecen recién en la fase Chihua, del cuarto milenio de la era pasada (3800-1750 a.C.). En Chihua, se agregan, además, la lúcuma (Lucuma bifera), los frijoles, el maíz y el algodón (Gossypium barbadense). Al parecer, ya eran cultivadores y quizá pastores, aunque seguían viviendo en cuevas y con la caza como la forma principal de adquisición de los recursos de supervivencia.

Algo similar a lo que ocurría en Ayacucho debió estarse produciendo en la cuenca de los ríos que forman las sierras occidentales de los Andes, sobre Huarochirí, Yauyos, Lucanas y otros territorios aun más áridos al sur. Ocurría lo mismo en Apurímac y Cusco. Faltan investigaciones, aun cuando recientemente hay hallazgos iniciales en el Cusco con indicaciones sobre los procesos propios de la época. Son regiones muy ligadas a la puna.

4. Los cazadores de las punas y los desiertos meridionales

La ausencia de papa en los períodos antiguos de Ayacucho es intrigante, aunque puede deberse solo a carencias en la muestra excavada. Cerca, en la puna de Huarochirí, hay papa (Solanum tuberosum) junto con olluco (Ullucus tuberosus), en una capa de desechos de la cueva de Tres Ventanas. Tanto la papa como el olluco (o melloco) han sido sometidos directamente

33. MacNeish 1969: 26.

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