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3. La costa sur
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3. La costa sur
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En la costa sur del Perú se desarrollaron un conjunto de curacazgos. Los más representativos son el de Huarco en Cañete, al sur de Lima, y el de Chincha en Ica. Ambos fueron investigados desde una perspectiva arqueológica y etnohistórica.
El Curacazgo de Huarco
Llamado también Señorío de Huarco. Se dice que dominó un territorio de unos 140 km² en el valle de Cañete y que estaba regido por un curaca. Limitaba con los de Lunahuaná por el Este, con quienes mantuvo relaciones amistosas; por el Sur, con los de Chincha; y, por el Norte, con los de Mala, cuyas relaciones fueron hostiles. Cerro Azul fue una comunidad de pescadores especializados, representativa de este curacazgo, que se ubicó sobre un promontorio rocoso de la bahía. Fue estudiado por Joyce Marcus y sus colegas. La información que reproducimos procede de sus investigaciones interdisciplinares.85
En el marco de una explicación general del escenario donde se desarrollan las comunidades de pescadores, se destaca que las condiciones ambientales de tipo costero desértico y la corriente marina, que acarrea masas de nutrientes para las especies mayores, facilitan todo tipo de actividades pesqueras. Se indica asimismo que, durante el Período Intermedio Tardío, los de Cerro Azul y los pescadores de otros asentamientos tenían acceso —además de los recursos marinos— a ganado de zonas alto andinas, a animales domésticos pequeños, a recursos agrícolas para su alimentación, aunque de manera diferenciada por sus respectivas posiciones sociales.
Si bien consumían productos agrícolas, los pescadores no se dedicaban a la agricultura, aunque dada su actividad especializada sí habrían cultivado totora y algodón. Tan especializada e importante era su actividad que una vez incorporados al Tawantinsuyu, los pescadores no cumplían la mita, que era una obligación de los grupos étnicos en tiempos incas.
Marcus indica también que los pescadores de Cerro Azul reconocieron tres hábitats costeros: la peña, la costa y la playa. De manera particular, aprovecharon de la playa la anchoveta y la sardina; y, en menor cuantía, la corvina y la lorna, entre otras especies, empleando redes para la pesca,
85. Marcus 1987; Marcus et al. 1999.
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a manera de las actuales atarrayas, además de la red de cortina. Se dice que familias nobles dirigieron centenares de pescadores que pescaban en cantidades que superaban las necesidades de la comunidad.
La extracción de recursos marinos tenía doble fin. Por un lado, servía para la alimentación de la población; y, por otro, la recolección de anchoveta y sardina se destinaba al intercambio económico regional. Por medio de este sistema, el excedente de pesca de ambas especies, previamente procesado (secado) y temporalmente almacenado en capas de arena al interior de los cuartos, se enviaba a las comunidades agrícolas. De esta manera, a través de los productos de mar, se podía tener acceso a otros bienes de zonas ecológicas diferentes. Así, los productos de la sierra se movilizaban a la costa y los productos de la pesca marina hacían lo propio en caravanas de llamas, realizando un intercambio que con el tiempo se configuró en un sistema económico regional complementario.
Otro rasgo importante de los pescadores de Cerro Azul concierne a la complejidad de sus actividades económicas domésticas. Excavaciones arqueológicas llevadas a cabo en varias estructuras residenciales de elite y de servicio evidenciaron que no solo se trataba de habitaciones, sino de unidades residenciales con funciones variadas, como indican las áreas de cocina, las áreas de trabajo y algunas edificaciones que servían como almacenamiento de pescado seco.
Las áreas de consumo evidencian igualmente el acceso a recursos procedentes de hábitats distintos a los de la costa. La llama fue uno de los importantes recursos alimenticios complementarios de los pescadores, procedente de zonas alto andinas. Se encontraron huesos de camélidos en edificios habitacionales, lo que señalaría consumo de carne de llama, fresca o transformada en charqui, insumo que se conseguía a través del trueque. Se encontraron solo 458 fragmentos de huesos en las estructuras habitacionales excavadas, escasa cantidad si se la comparara con la encontrada en basurales de sitios habitacionales del curacazgo de Lunahuaná, en la parte alta del valle. Los caravaneros llegaban a Cerro Azul en determinados periodos trayendo productos del interior y, de regreso, llevaban pescado seco.
Veinte de las grandes especies se capturaban para el consumo local: las elites prefirieron la corvina y el robalo; y los del común, el pezgato. Los basurales excavados revelan que el 80% de los restos identificados corresponden a anchovetas y sardinas. Las familias de elite prefirieron las sardinas, mientras que el común consumía anchoveta.
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La elite, como el común, tenía acceso diferenciado a la carne de camélidos. Las familias de la elite obtenían ocasionalmente camélidos enteros o porciones de charqui de manos de los caravaneros visitantes, mientras los del común solo conseguían charqui. También se consumía carne de cuy en Cerro Azul, un uso alterno al empleado en contextos ceremoniales. Se encontraron 377 fragmentos de huesos en ambos complejos excavados, según reporte final de Marcus.
Para incrementar con más información relevante y reciente sobre la implicación del Enso (Fenómeno de El Niño) en la vida económica de las poblaciones de períodos prehispánicos, se indicarán datos recuperados y analizados por Daniel Sandweiss del sitio llamado Lo Demás, un asentamiento de pescadores de tiempos incas que se ubica muy cerca del sitio de La Centinela en Chincha Baja, en Ica; el cual, no obstante, habría sido ocupado desde el Período Intermedio Tardío.86
Se señala que el régimen de anchoveta corresponde a condiciones frías costeras y de baja frecuencia de eventos Enso, mientras que el régimen de pesca de sardinas está asociado a condiciones más templadas y alta frecuencia de Enso. En Lo Demás, se documenta el paso o desplazamiento de la pesca dominante de anchoveta a la de sardina hacia el 1500 d.C. Este cambio se correlaciona con el crecimiento de la frecuencia Enso; de modo que el cambio obedece a una variabilidad natural.
El Enso tiene una frecuencia de 2 a 7 años. Durante el fenómeno de El Niño se reduce dramáticamente el flujo de nutrientes. Un efecto crítico durante el Enso es la baja captura de anchoveta. El stock de anchoveta es muy sensible a las condiciones ambientales. Los autores acuden también a información procedente de un evento reciente para señalar que, durante El Niño de 1982-1983, se produjo un dramático descenso en la producción primaria de fitoplancton, motivo por el cual —entre otras consecuencias— decreció la supervivencia de la anchoveta (porque los adultos se alimentan de fitoplancton, baja su multiplicación y disminuyen también las larvas).
El stock de sardinas es menos sensible al Enso que la anchoveta. En Lo Demás, la presencia de anchoveta dominó los estratos inferiores en los dos complejos excavados (B y C), mientras que las sardinas fueron más abundantes en los niveles superiores. Esto significaría un cambio de régimen de pesca de anchoveta de clima frío al régimen de pesca de sardina de ambiente más
86. Sandweiss et al. 2004.
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templado entre los 1480 d.C. y el 1540 d.C., y se descarta así que el cambio se haya debido a un asunto tecnológico.
El Señorío de Chincha
El Señorío de Chincha dominó el escenario político de la costa sur durante el Período Intermedio Tardío. La ocupación del valle de Chincha fue intensa, continua y con una población numerosa. Los complejos piramidales y las aldeas caracterizan el sistema de asentamientos chinchanos. Los primeros fueron núcleos residenciales, centros ceremoniales, tumbas y centros administrativos, mientras que las aldeas fueron pequeños conglomerados habitacionales ocupados por poblaciones comunes.
Existen dos complejos piramidales contemporáneos llamados La Centinela de Tambo de Mora, ubicado en la parte norte del valle, y La Centinela de San Pedro, en el lado sur. Según algunos arqueólogos, estos dos complejos fueron los núcleos que habrían definido el patrón de distribución de los sitios chinchanos; de tal manera que habrían sido los referentes arquitectónicos de otros pequeños complejos habitacionales o de centros ceremoniales menores.
Adicionalmente, la disposición de los asentamientos en todo el valle estaba aparentemente organizada y distribuida a partir de una percepción simbólica del espacio.87 Se observa un sistema de distribución radial de caminos que se originan tanto en la huaca La Centinela como en la de San Pedro. Los caminos están articulados con un conjunto de asentamientos y centros cívico-religiosos correspondientes al Período Intermedio Tardío y al Horizonte Tardío. Sobresale un camino extenso que une estos dos centros cívico-ceremoniales y que corre paralelo a la playa entre Chincha y Pisco.
Esta configuración de caminos, sugiere Wallace, no solo fue usada en contextos religiosos, sino que también facilitó el flujo de bienes económicos en todas las direcciones, integrando quizá regiones como Pisco, Ica y Nazca; Topará y Cañete; y la sierra, ya que se presume que aquellos caminos identificados para el valle chinchano se extendían hasta regiones distantes. Por tanto, el sistema de caminos tendría una función doble: la de permitir el peregrinaje a los centros religiosos y la de facilitar el tránsito de tratantes. Así, peregrinos portando ofrendas y mercantes transportando bienes habrían sido los usuarios de estas rutas.
87. Wallace 1991.
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Los reconocimientos arqueológicos realizados en diferentes sectores de distintos complejos arquitectónicos señalan que, algunos de ellos, se componen de un gran templo, de probables áreas para celebrar ritos religiosos, políticos y sociales, de viviendas de elite y de edificaciones para el almacenaje, respaldando así, la posibilidad de la doble función señalada.
Wallace postula también, que “el sistema de caminos puede ser visto como una expresión física de integración de factores ideológicos, económicos y sociopolíticos”,88 de modo que pudo ser un eficiente mecanismo para movilizar bienes y también peregrinos entre el valle chinchano, la sierra andina y los valles costeros del sur; quizá, diríamos, un tráfico en el área de prestigio de la huaca chinchana, hija de Pachacamac.
La Centinela de Tambo de Mora, considerado por Menzel y Rowe como capital de este reino,89 tiene unas 32 hectáreas de extensión; y en tiempos del Período Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío debió ser más grande, pues hay restos de estructuras en un área aproximada de 60 hectáreas. Entre las construcciones piramidales destacan dos, por su ubicación y sus atributos monumentales. La primera corresponde al montículo más grande, con casi 50 metros de altura; en la parte superior se observan algunos frisos en plano relieve y murales pintados con motivos propios de la tradición estilística local. La segunda corresponde a un conjunto de construcciones incaicas que reproducen el más fino de los estilos de la arquitectura inca de barro. Los otros montículos, si bien corresponden al Período Intermedio Tardío, presentan evidencias alfareras y arquitectónicas de haber continuado funcionando durante la ocupación inca. Wallace señala que este sitio fue un centro de actividades ceremoniales, de residencia de elite y de “funciones económicas concomitantes”.90
La economía de subsistencia se sostenía en el aprovechamiento de recursos marinos, de frutales y de otros bienes agrícolas producidos en las amplias tierras irrigadas del valle. Evidencias de este consumo diverso se encuentran en basurales y en pisos habitacionales excavados por arqueólogos en algunos de los montículos de La Centinela, de Tambo de Mora y en otras pequeñas aldeas en el interior del valle.
88. Wallace 1991. 89. Menzel y Rowe 1966. 90. Wallace 1991.
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Los datos más verosímiles sobre actividades económicas proceden de la etnohistoria, y se debe a M. Rostworowski la descripción más acuciosa sobre el tema.91 Y, si bien corresponden a la época inca, se postula que las actividades desarrolladas eran similares a las realizadas durante el periodo anterior a la ocupación incaica y que fue incorporada sin cambios por el Estado inca. Las fuentes revelan la existencia de una significativa población en el valle con actividades económicas diferenciadas. Se habla de 30 mil tributarios, de los cuales 12 mil eran agricultores, el grupo más numeroso cuyas actividades satisfacían las necesidades de toda la población.
Debe destacarse una información que grafica la fertilidad de la región, la cual señala que el valle de Chincha tiene unas 22 mil hectáreas de tierras cultivables por riego, con un litoral costero de unos 25 kilómetros y una entrada hacia el piedemonte, por el que se accede a la sierra y por donde —a su vez— bajan los ríos para el riego directo, lo que permite el almacenamiento de la napa freática para la utilización posterior a través de pozos de agua. De modo que se puede afirmar que el riego está asegurado de manera permanente y que el valle constituye el área más extensa de siembra en esta parte de la costa sur del Perú, como indican algunos investigadores.
Por otro lado, se menciona la existencia de pescadores en número de 10 mil, igualmente una cifra elevada y que correspondería tanto a los pescadores de Chincha como a los de Pisco, ya que se trata de un litoral continuo en el que se habrían organizado en distintas caletas. La pesca en gran volumen, lograda por los pescadores, satisfacía también la demanda de pobladores de algunas regiones serranas, adonde fue transportada después de su procesamiento previo.92 Se presume que los pescadores y sus familias vivían, separados de otros grupos de trabajadores, a ambos lados del gran camino que corre paralelo al litoral marino y une La Centinela con San Pedro.
Asimismo, se señala que el Señorío de Chincha manejaba una economía básicamente de intercambio y que en ella radicaba la verdadera riqueza y opulencia de dicho curacazgo. Además, el intercambio se considera como la actividad más compleja entre todas las desarrolladas durante la época precolombina. Este sistema habría tenido repercusiones económicas en otras entidades menores contemporáneas. Posteriormente, los incas com-
91. Rostworowski 1977. 92. Wallace 1991.
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prendieron las implicaciones político-económicas de esta actividad, por lo que todo el sistema pasó a la administración estatal y, parece ser, que el Estado inca monopolizó todo el sistema de intercambio.93 Para tiempos incas se menciona la existencia de 6 mil mercantes, evidentemente, una cantidad poblacional alta para una sociedad preindustrial.94
Este sistema consistía en el intercambio de bienes recolectados o producidos en la cuenca chinchana y en otras regiones de ambientes distintos, a través de un sistema de comunicación integrado por el cabotaje marino y por las caravanas de llamas. Estaba a cargo de grupos de personas especializadas llamadas “mercaderes” que, en muchos casos, habrían usado como medio de cambio para sus transacciones una suerte de “moneda primitiva”, hecha de cobre de procedencia serrana. Esta actividad hizo posible la articulación económica de la costa ecuatoriana, de casi toda la costa peruana y de las tierras alto-andinas del Titicaca, de acuerdo a documentos etno-históricos. Durante el Período Intermedio Tardío, esta actividad comprometió también la participación de “mercaderes chimú” para alcanzar “mercados” de territorios septentrionales. Se cree, entre los investigadores, que inclusive formaban parte de una suerte de “liga de mercaderes”. Resulta aún especulativo, sin embargo, el postulado que sostiene que el intercambio a larga distancia comprometía también territorios de Centroamérica.
Entre los bienes de prestigio se traficaba el mullu (concha spondylus) que circulaba entre la costa ecuatoriana y la peruana. El circuito incluía también el Cuzco y el Collao. Rostworowski menciona asimismo el tráfico de bienes menores como mates y otros pequeños ornamentos. Se señala también que, como parte del intercambio, circulaban metales preciosos, gemas y esmeraldas del norte andino. Se trataba de bienes que no tenían que ser transportados en grandes cantidades para ser ventajoso o lucrativo y, además, requerían solo de un mínimo de almacenaje.95
Los documentos etnohistóricos no mencionan la existencia de “mercados” en sí, de modo que se sugiere que el intercambio de bienes locales habría ocurrido en La Centinela o muy cerca de ella, en períodos de temporada alta de peregrinos. Sin embargo, desde una perspectiva más amplia y elaborada, Wallace señala que el sistema económico chinchano puede ser
93. Murra y Morris, comunicación personal. 94. Wallace 1991. 95. Rostworowski 1977.
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visto dentro del modelo planteado por la escuela de Karl Polanyi, quien denomina “puerto de mercado” a un centro de intercambio políticamente neutro que evita el colapso de la red de mercados durante una disputa política. Su poder, en términos materiales —agrega— pudo ser estrictamente económico, mientras que el éxito de sus actividades de intercambio a larga distancia pudo incrementarse por su postura no militarista. El éxito se encontraba en el grupo móvil de mercaderes.96
Si se acepta la existencia de un sistema de intercambio económico extensivo aparejado con una estudiada neutralidad política, este resulta ser un modelo distinto o contrario al existente en la sociedad chimú, dada su centralización urbana y su política expansiva, mientras que Chincha fue —más bien— internamente descentralizada.97 De manera que el poder y prestigio del Señorío de Chincha no radicaba en el manejo de un gran territorio producto de su expansión y posterior dominio territorial —como sucedió con el modelo político Wari o Tiwanaku—, sino en el manejo del sistema de intercambio económico de bienes esenciales.
El estatus elevado de los señores de Chincha, la riqueza acumulada y, sobre todo, el manejo del intercambio a larga distancia por los curacas hicieron que el Estado inca adoptara mecanismos diplomáticos para su introducción al sistema político-administrativo imperial. El privilegio otorgado a estos Señores se ve, por un lado, en la incorporación de elementos arquitectónicos cuzqueños en sus nuevas residencias, como el complejo La Centinela de Tambo de Mora.98 Este mismo fenómeno sucede con sus vajillas. Por otro lado, el uso de ciertos objetos y las atenciones dadas a los señores chinchanos eran similares al de los reyes incas, como se ve en la descripción hecha de una escena en la toma de Cajamarca por Pizarro, donde los dos únicos personajes que eran conducidos en literas eran el Inca Atahualpa y el Señor de Chincha: “Cuentan que un día le preguntó Francisco Pizarro al Inca cautivo la razón de este privilegio, a lo que respondió Atahuallpa que se trataba de un amigo suyo, del mayor Señor de los Llanos, y que disponía de cien mil balsas en la mar”.99
96. Wallace 1991. 97. Wallace 1991. 98. Morris y Santillana 2007. 99. Pizarro 1944: 186, citado en Rostworowski 1977: 107.