
10 minute read
El problema de la Democracia, José Luis Bustamante y Rivero
Humanismo y revolución. Lima: Casa de la Cultura del Perú, 1969. Extractos seleccionados, págs. 92-94, 97-98, 102-109, 136-137, 139, 141-146.
Humanismo y revolución
Advertisement
Francisco Miró Quesada

Presidente de la Sociedad Peruana de Filosofía e ideólogo del Partido Acción Popular en los años sesenta. Destacado internacionalmente por sus investigaciones en lógica jurídica.
,96 , 148 CARETAS 2002
ero el humanismo significa también una actitud de respeto profundo por el ser humano, es la afirmación del valor incondicional de la condición humana. Esta afirmación es una actitud de enfrentamiento porque en las sociedades históricas, pasadas y presentes, no existe una organización que permita a los hombres realizar plenamente su valor humano. Las sociedades reales han estado generalmente divididas en dos grupos, un grupo minoritario que se ha considerado a sí mismo como la encarnación suprema del valor yde la dignidad y otro grupo mayoritario considerado por el primero como inferior, cuyo valor ha sido minimizado y hasta negado. El grupo que se considera a sí mismo superior es el grupo dominante o privilegiado, el que ocupa las jerarquías sociales; el grupo considerado inferior es el grupo dominado, utilizado como medio o instrumento por los que detentan el poder. Por el solo hecho de pertenecer a los grupos superiores, los privilegiados desconocen el valor de los que no son privilegiados. Todo privilegiado en una sociedad, al aceptar su condición acepta que otros no lo sean. Es decir, considera que tiene cualidades extraordinarias que no tienen los miembros de los grupos inferiores yque por eso merece vivir de manera superior. Y al sentir y proceder como un hombre que tiene cualidades que lo diferencian de las mayorías, desconoce estas cualidades en otros hombres, niega el valor intrínseco de su condición, regatea su valor humano. Por eso el humanismo consiste en reconocer al hombre como hombre. Frente al privilegiado que separa a los hombres en dos grupos, los superiores y los inferiores, el humanista se yergue para afirmar la unidad de todos los hombres, para reconocer la dignidad y la nobleza de su condición humana, para luchar por su liberación total ydefinitiva.
De todas las grandes creaciones de Occidente, el humanismo es probablemente la más característica. Ninguna civilización no occidental ha producido movimientos políticos de grandes dimensiones dirigidas de manera consciente yracionalmente fundada contra los grupos de dominio para lograr la liberación de los hombres. Es que el humanismo es producto de las dos raíces más profundas de la Sociedad Occidental: el Cristianismo yel Racionalismo. De todas las religiones superiores el Cristianismo es la que eleva más alto el valor del hombre. Las religio-
nes orientales, cuya importancia no negamos, buscan la liberación del hombre a través de la disolución de la conciencia individual. El hombre se salva mediante un proceso negativo, mediante una fusión desindividualizadora con el gran todo. En cambio el cristianismo concibe la liberación del hombre como hombre, del hombre individual de carne y hueso. Para el cristiano la salvación no es la disolución de la personalidad sino, al contrario, la perduración eterna de su yo consciente. El destino del hombre es trascendente: es la salvación mediante el acceso al ámbito de la divinidad. Por eso, frente a los demás hombres, todo hombre adquiere un valor incondicionado. Ningún hombre tiene el derecho de disponer del destino de los demás. El primero de todos los deberes cristianos es amar y servir a nuestros semejantes. Frente a las concepciones paganas de la vida que colocaban el valor del hombre en el poder y en la gloria, el Cristianismo coloca el valor supremo en la capacidad de servir a los demás y en la humildad. El Sermón de la Montaña es la expresión más sublime ydefinitiva del reconocimiento humano, de la revelación del valor universal del hombre. Porque allí se dice, por primera vez en la historia, que el mayor valor no está en los poderosos sino en los humildes. Alos hombres y mujeres del pueblo, despreciado por los soberbios, Cristo dice: vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo.
Afines del siglo XVIII, destruidos por la filosofía todos los prejuicios y todas las falacias en los que se fundaba el poder de la aristocracia, la vieja estructura social de Europa se derrumba. La política entra en una nueva etapa en la que las grandes mayorías comienzan a participar del poder y los partidos tratan de justificar su acción mediante planteamientos racionales. En esta etapa crucial de la historia, a fines del siglo XVIII y comienzos del XIX en que la filosofía de Occidente alcanza la madurez en su marcha hacia el humanismo, Manuel Kant, logra abstraer su esencia de todas las envolturas adjetivas y expresarla a través de una formulación abstracta. Para Kant el principio supremo de la ética, la norma de conducta de la cual se derivan todas las demás, prescribe que todo hombre sea considerado como un fin en sí y no como un medio o instrumento de otros hombres. Todo lo que es medio para conseguir algo, es una cosa o queda reducido a una cosa. Las cosas tienen precio, nos dice Kant en frases inmortales, pero lo que sólo puede ser fin en sí mismo y nunca medio, no tiene precio porque no es cosa sino persona, y tiene, por eso dignidad. Llamamos a este principio, formulado de manera definitiva por Kant, principio de la autotelia.
El principio supremo del humanismo es, de acuerdo con lo expuesto en las páginas que anteceden, que todo hombre debe ser considerado como un fin en sí y jamás como un instrumento o como un medio para los otros hombres. Si se analizan todas las consecuencias que se derivan de este planteamiento se llega a una conclusión sorprendente: este principio, que hemos llamado principio de la autotelia, es suficiente para que el humanismo quede constituido. Todos los demás principios se pueden deducir de él por medio de la lógica y del análisis semántico. Sencillas consideraciones muestran que las tesis que, tradicionalmente se han considerado humanistas, están contenidas implícitamente en dicho principio. Por ejemplo, el principio de la solidaridad. Si todos los hombres deben ser fines en sí, nadie tiene el derecho de utilizar a otro en provecho propio. Pero como ser hombre es tener metas y proyectos, y estos fines no pueden cumplirse de ninguna manera mediante la acción solitaria, todo individuo necesita de la acción de los demás para realizarlas. La única manera como puede lograr que los demás contribuyan a la realización de sus propios fines, es contribuyendo a los fines de los demás. La relación entre los individuos del conglomerado social sólo puede ser aceptada, si todos contribuyen a la realización de los fines de todos. El individuo queda, en esta forma integrado plenamente en el grupo social, cada individuo sólo puede realizarse como hombre, a través de los demás y los demás sólo pueden realizarse a través de él. El individuo ocupa así un lugar insustituible en una colectividad, en que los demás son también insustituibles. La única jerarquía del individuo se funda en su capacidad de servir, es decir, en su capacidad de hacerse imprescindible a los demás, en su capacidad de encauzar libremente sus propios fines para que los demás puedan realizar los suyos. Esta relación interhumana en que cada uno contribuye a la realización de los fines de los demás al realizar sus propios fines, en que todos actúan en relación con todos, se denomina solidaridad. Otro principio importante que se deriva también , 149
CARETAS 2002
de nuestro principio es el antirracismo. El racismo significa que una raza dominante reduce a una condición de inferioridad a los miembros de otra raza. La colectividad se divide en dos grupos, la raza superior y la raza inferior.
En una sociedad racista los miembros de la raza “considerada” inferior son obligados a trabajar en condiciones tales que la raza “considerada” superior se beneficia con ese trabajo sin retribuir adecuadamente al grupo productor. Es evidente que la raza dominante está utilizando a la dominada como medio para sus propios fines. La condición de “dominado” le es impuesta contra su voluntad, y por eso pierde la capacidad de decidir por sí misma quedando reducida a la condición de instrumento.
Otro principio que se deriva de manera inmediata del principio de los fines, es el anti-imperialismo. El imperialismo consiste en el dominio que ejerce una nación sobre otra. Este dominio significa que la nación dominante tiene el derecho de utilizar a la nación dominada como medio de enriquecimiento. O, lo que es lo mismo, los miembros de la nación dominante, utilizan el trabajo de los miembros de la nación dominada para aumentar su riqueza.
Partiendo del principio de que todo hombre debe ser un fin en sí y no un medio para los demás, se llega asimismo a una sociedad en que no deben existir ni explotadores ni explotados. Porque la explotación consiste, precisamente, en el hecho de que unos hombres toman como medio a otros hombres para aumentar su poder, su prestigio o su riqueza. Explotar significa eso y nada más que eso: tomar a otro como medio para nuestros fines sin tener en cuenta cuáles son los fines del otro.
Pero si el principio de los fines (autotelia) lleva a una sociedad sin explotación, conduce inescapablemente a una sociedad sin clases. Porque en una sociedad en que existen las clases, existen diferencia de oportunidades entre los hombres. Para que haya clases, debe haber por lo menos una clase superior y una o varias que son las clases inferiores. En toda sociedad de clases hay un grupo dominante o supraordinado y un grupo dominado o subordinado. El dominio puede variar desde la esclavitud, la forma más brutal de todas, hasta los más sutiles dinamismos, consistentes por lo general en complicados procesos de presión económica o de presión política basada en el poder yen el prestigio personal. Por eso en una sociedad con clases las jerarquías son arbitrarias, es decir, se fundan en la pertenencia de clase yno en cualidades intrínsecas.
Es cierto que en muchas sociedades clasistas, los mecanismos democráticos de la participación en el gobierno limitan el poder de la clase supraordinada. En muchas de ellas las clases han adquirido gran porosidad y numerosos elementos de las clases inferiores ascienden a las clases superiores. Pero esto no significa sino que dichas sociedades están en alguna etapa de la evolución hacia la sociedad humanista justa. Porque mientras existan clases siempre habrá hombres que, por el solo hecho de su nacimiento, tendrán mayores oportunidades de realizar sus posibilidades humanas. Y para realizarlas utilizarán, queriéndolo o sin querer, el trabajo de las clases subordinadas que se convierten así, en instrumento para aumentar las ventajas que los miembros de la clase superior tienen en el punto de partida.
Por eso para que una sociedad sea verdaderamente justa, para que todos los hombres puedan realizar en ella plenamente sus posibilidades, las jerarquías no deben fundarse en condiciones de clase, es decir, de familia, de posición social, de situación económica, etc. No deben basarse en condiciones extrínsecas a la persona humana sino en condiciones intrínsecas. Las jerarquías deben fundarse única y exclusivamente en la capacidad de servir y la capacidad de servir se determina por la capacidad intelectual yla prestancia moral de las personas. Por eso el humanismo conduce de todas maneras a la sociedad sin clases. Y siempre ha sido así. Desde sus primeros comienzos, la ideología enciclopedista plantea claramente la sociedad sin clases al sostener que el poder emana del pueblo. El ideal democrático moderno, expresado en constituciones como la de Francia, de los Estados Unidos, de los países latinoamericanos yahora, de casi todos los países del orbe, que se inspiran, en última instancia, en los principios de la ideología enciclopedista, plantea de manera directa la sociedad sin clases. No otra cosa significa la igualdad de los hombres ante la ley y la eliminación de los privilegios. Que este ideal no haya podido realizarse es cuestión aparte. Pero el hecho es que existe yque ha sido planteado desde el comienzo. El marxismo, al plantearlo también, no hace sino seguir la corriente del pensamiento humanista occidental.