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Conquista y reestructuración
LA MONEDA EN EL MERCADO INTERNO PERUANO COLONIAL | 205
personas que por las calles trajinan con productos (buhoneros) o expenden productos de todo tipo en puestos fijos (cajones y cajoncillos). Aunque de manera restringida, en este tipo de negocios circulan los cuartillos de real, así como en las transacciones de pago por trabajo entre los productores urbanos y rurales.
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Tal como lo resalta Luis Miguel Glave, buena parte de este espacio era netamente indígena, sin ciudades españolas o mestizas, y esto debe tener un significado al momento de evaluar los grados de comercialización (monetización) de la economía andina.12
Al ser la población indígena la mayoritaria, interesa saber por qué y cómo se ve involucrada en relaciones mercantiles. El sistema colonial impone a la población indígena el pago del tributo en especie, dinero y trabajo (mita), pero también una serie de servicios en beneficio de la Iglesia, los hospitales y la “República”. Estas obligaciones deben garantizar el funcionamiento del sistema en general y, en particular, el abastecimiento de los centros poblados con productos y la afluencia de mano de obra para las empresas privadas. El campesino andino se ve en la necesidad de relacionarse con el mercado para cubrir las exigencias de entregar los bienes o el dinero del tributo y cumplir los turnos del trabajo obligatorio (mita) en vez de quedarse en su pueblo, donde poseía su chacra o rebaño. No es, sin embargo, un proceso simple.
Deben tributar y mitar los indígenas varones entre 18 y 50 años de edad salvo los exonerados por tener un cargo en el pueblo o en el curato (parroquia rural). La tasación y el pago en los Andes es colectivo y solidario. Esto significa que lo que se debía entregar está relacionado con las cantidades de indígenas tributarios censados en las visitas y revisitas que se hacen para estos efectos. Si faltaban, la diferencia se debía cubrir por los presentes, y es fácil entender que las cargas podían ser superiores a las formales en medio de una brusca disminución poblacional en el siglo XVI y debido a la huida de tributarios de sus pueblos hacia otros pueblos, ciudades, haciendas y minas.13Al inicio, en el marco de una economía rentista, los tributarios deben entregar productos a sus encomenderos. Así, la misma economía local no sufre alteraciones mayores, pues
12. Mörner 1985: 67, Glave 1989: 34-45. 13. Zuloaga 2012. Los periodos intermedios entre retasas debieron ser muy duros para la población indígena, pues la baja en la población que experimentaban no era todavía atendida para establecer la nueva cantidad de indígenas tributarios en sus pueblos. Esto es lo que debió suceder, por ejemplo, en los 21 años que median entre la tasa toledana y la de 1596 en Ollantaytambo. La información de Luis Miguel Glave y María Isabel Remy muestra que entre 1575 y 1596 la población tributaria pasa de 207 a 83 y el dinero por pagar de 828 pesos ensayados a 332 pesos, y lo mismo ocurre con las cantidades de maíz, trigo y aves que debían entregar a su encomendero. El tributo en dinero se mantiene en 80% del total, lo que debió ser la norma (Glave y Remy 1983: 32-33, cuadros 1-16).
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los productos que entregan son los que ellos mismos producen en sus chacras y pastos. A estos productos pronto se agregan otros que sí requieren un trueque o “rescate” con otras zonas (coca, pescado, textiles, sal), ampliando de esta manera los ámbitos mercantiles de sus actividades. Sin embargo, luego se incluyen productos traídos por los europeos (trigo, cerdos, aves, huevos).
De manera paulatina, la economía colonial da un cambio significativo. La economía encomendera rentista va cediendo el paso a la economía productiva. Las minas de Porco y, sobre todo, Potosí tienen mucho que ver en esto, al proporcionar numerario para las transacciones que se van a imponer con una mayor participación de no encomenderos en la economía; así como la inviabilidad de la economía encomendera tanto por la catástrofe demográfica como por las acciones de la Corona en contra de la tendencia “feudalizante” de los conquistadores (rebeliones y perpetuidad de las encomiendas y el servicio personal).
Precisamente, la reforma hecha por Pedro de la Gasca en 1561 significa el establecimiento de montos tributarios muy bajos para los productos y el dinero que debía recibir cada encomendero. De un total de 1.758.563 indígenas calculados, cerca de 400.000 son tributarios y deben abonar tributos evaluados en 1.226.676 pesos o un poco más de tres pesos por cabeza. Si bien es cierto que en algunas partes del país la carga variaba por persona (casi cinco pesos en el Cuzco y La Paz, casi cuatro en La Plata, pero menos de tres en Arequipa, Huamanga, Trujillo, Huánuco y Lima),14 en todos los casos la carga resulta muy pesada por tratarse de una sociedad poco monetizada. Es decir, los indígenas tributarios tendrán que vender productos en el mercado y salir de sus pueblos a trabajar en actividades que les proporcionen dinero o acordar con sus patrones que den dinero por ellos para el pago de sus tributos y cumplir con otras las imposiciones coloniales y eclesiásticas.
Toca al virrey Francisco de Toledo establecer las bases para una economía colonial desarrollada en torno a la minería de la plata y el mercurio, y que debía incluir una serie de actividades productivas y comerciales conexas (haciendas agrícolas, estancias ganaderas, industria urbana y rural, redes mercantiles, finanzas, etc.). Para lograr esto, el virrey Toledo concluye el sistema de reducciones (creación y poblamiento de pueblos de indios) para facilitar la evangelización, el cobro del tributo y la organización de los turnos del trabajo de los mitayos en minas, haciendas, obrajes, chasquis, ciudades, etc. Además, Toledo ratifica en las haciendas un vasto contingente de trabajadores no remunerados (yanaconas) y establece los criterios de remuneración para los jornaleros indígenas en las actividades urbanas y rurales.15
14. Tantaleán 2001: 12-77. 15. Zuloaga 2012.