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Bibliografía
Capítulo 5
Plata y guerra en el Perú. La Casa de Moneda de Lima en tiempos de la independencia, 1808-1830
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Dionisio de Haro Romero
La guerra de la independencia supuso un punto de inflexión en la historia de la Casa de Moneda de Lima. La compleja situación monetaria derivó, con el inicio de la guerra y la crisis minera, en una absoluta parálisis del circuito interior. En este frágil entorno de estrechez, exportación y atesoramiento monetario se desenvolvió la Casa de Moneda de Lima a partir de la proclamación de la independencia. La guerra se extendería aún tres largos años más, con el consiguiente distanciamiento y ruptura de las vías de comunicación entre los centros mineros y la fábrica de acuñación, condenando a esta última a una grave crisis que la acabaría postergando a la irrelevancia institucional. Unido al grave dilema al que tuvieron que enfrentarse las nuevas autoridades en torno a las máquinas sin plata se sumó la precaria existencia del papel moneda, el cobre y finalmente el silencio en el que quedó sumida la institución hasta la finalización del conflicto. El retorno a la normalidad se convirtió en un camino repleto de obstáculos y el restablecimiento de la ceca tardó en consumarse en una nación aún por construir.
La política monetaria imperial a inicios del siglo XIX
Desde el siglo XVI, España se transformó en el principal proveedor de metales preciosos para los mercados europeos, y la unidad monetaria del sistema castellano, el real de a ocho, también conocido como peso, tras un rápido y amplio proceso de difusión, se erigió con autoridad como la principal moneda demandada en los pagos internacionales. Sevilla y su antepuerto de Sanlúcar se convirtieron en el epicentro de un imperio monetario capaz de inyectar
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liquidez a modo de dinero mercancía desde Amberes hasta los lejanos mercados de Oriente.1 Asimismo, el fuerte impulso que experimentó el comercio con América en el siglo XVIII, a través del progreso tecnológico en los centros mineros, la implantación de las oficinas de fielato en las casas de moneda y la liberalización comercial de 1778, acabó por consolidar un potente y complejo sistema monetario de carácter internacional que acompañó en su formación a la economía mundo.2
Sin embargo, el revés del proceso implicó para el Imperio una constante preocupación, la continua escasez de metales preciosos y una estrecha circulación de monedas de oro y plata, agravada de forma progresiva por el persistente déficit crónico en la balanza comercial española. Las reiteradas disposiciones sobre permisos, pagos de derechos y guías de circulación se mostraron como ineficaces medidas con las que disuadir la masiva exportación de capitales. La contradicción residía en que la exportación metálica se fundamentaba en el predominio de un criterio fiscal sobre la política monetaria, consistente en bajas tarifas de las casas de moneda, altos derechos de acuñación y equivalencias oro/plata, sensiblemente desfasadas con respecto a Europa, subvalorando la plata, y, por consiguiente, defendiendo las existencias de oro, aunque dicha política empujase a la plata a la exportación a gran escala o su retirada de la circulación para formar parte de los tesoros particulares.3 A lo largo del tiempo, lo que abundó no fue el oro o la plata, sino las deudas contraídas con banqueros extranjeros, la inflación con moneda envilecida, la deflación cuando aquella había perdido la confianza y debía ser retirada, el papel contra rentas que no siempre lo garantizaba y un sinfín de tribulaciones en las que la nota común era siempre la misma: la falta de numerario. La política borbónica dieciochesca, basada en la centralización y reorganización del sistema, solo consiguió corregir parcialmente la tendencia general.
En definitiva, el Imperio se desenvolvió en torno a la moneda fuerte articulando una política que, lejos de ser considerada absurda y antieconómica, era consecuente con la demanda de dinero por parte de estructuras económicas propias del Antiguo Régimen.4 Pero a la vez, su pervivencia suponía crecientes tensiones en un mundo económico internacional que comenzaba a desenvolverse bajo nuevas pautas. A principios del siglo XIX, el hecho de que España
1. Domínguez 1974: 318-319, Hamilton 2000 [1934], Morineau 1985, Cipolla 1999: 112,
Tedde 2009. 2. Wallerstein 1998. 3. Vadillo 1846: 51. 4. Luis Angel Rojo, prólogo de la obra de Sardá 1998 [1948]: VI. Asimismo, en Vilar 1980a y 1980b: 135-163 puede encontrarse un interesante estudio en torno al Imperio y sus límites, y el bullionismo.
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hubiera dejado de ser la potencia que había sido no facilitó las cosas, si acaso las empeoraba, porque el margen de maniobra se iba estrechando sobremanera con las dificultades crecientes que encontraba el flujo metálico ultramarino y la desarticulación comercial, y la única aspiración fue, para perpetuar un sistema periclitado y desbordado, la de mantener una posición disminuida.
Los límites de la economía virreinal (1784-1821)
El virreinato del Perú experimentó en el último tercio del siglo XVIII una serie de transformaciones que terminaron por definir al “Perú Borbónico” hasta la independencia. Los tres hitos de la implantación de la reforma borbónica consistieron en la creación en 1776 del virreinato del Río de la Plata, la promulgación del Reglamento para el comercio libre de 1778 y la reforma administrativa de 1784, basada en la introducción del sistema de intendencias.5 Las reformas borbónicas, de profundo calado territorial, administrativo y económico, permitieron una relativa reestructuración del sistema colonial, con notables éxitos en cuanto a la expansión monetaria, comercial y fiscal.
La economía del Perú se dotó de un modelo de crecimiento basado en la exportación primaria, focalizado en la plata y en menor medida en el azúcar. En términos globales, por una parte, el sistema en su conjunto seguía adoleciendo de un importante límite, la débil demanda interna; pero por otra, operaba un mercado de productos comerciales cuyos sectores más dinámicos conectaban con los mercados internacionales. La expansión comercial que se produjo a raíz del Reglamento para el comercio libre de 1778 supuso para la economía del virreinato un impulso para el crecimiento. El Reglamento, pieza estratégica del reformismo borbónico, condujo a una extraordinaria revitalización del comercio entre España y América, aunque los objetivos modernizadores acabaron siendo limitados.6
Desde una perspectiva económica, la plata dominó la estructura del virreinato antes y después de las reformas borbónicas.7 La expansión del sector influía decisivamente en el ciclo económico, su dinamismo sostenía al Tesoro Real y su orientación exportadora lo convertía en un factor determinante en la integración en la economía mundial. El marco en el que se desenvolvió la economía minera estuvo caracterizado por la estrecha vinculación y subordinación al sistema monetario y comercial imperial español. La producción de metales preciosos desde los principales centros mineros era rápidamente transferida hacia la capital para su conversión en la ceca limeña en pesos acuñados con el objeto de atender, por
5. Fisher 1981. 6. Fontana y Bernal 1987, Fisher 1993: 18, 20. 7. Deustua 2009: 48-66.