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Carlos Contreras Carranza

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en sus 450 años

en sus 450 años

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Firmado el acuerdo de paz de Ancón en 1883 y desocupado el territorio nacional, los gobiernos de la posguerra volvieron al sol de plata como signo monetario del país, ya para cobrar los impuestos, ya para organizar el presupuesto de la nación. Los billetes, que alcanzaron denominaciones de hasta cien y quinientos soles, no serían más recibidos en las ventanillas del Estado a partir de 1887, creándose hasta 1889 en las aduanas un canal por el que se los recibía para su incineración posterior.17 Los peruanos volvimos así a la moneda metálica, con la confianza de que de esta guisa estaríamos al abrigo de las falsas promesas de conversión de las monedas de papel que hacían los bancos o gobiernos y de la consiguiente desvalorización de su poder de compra.

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Sin embargo, pocos años atrás había comenzado en el mundo un proceso de desvalorización de la plata, que inicialmente se pensó temporal, pero que terminó manifestándose como una tendencia de largo plazo. Entre 1830 y 1873, el precio de la plata en el mercado internacional se había ubicado en 1,32 dólares la onza, con variaciones de unos pocos centavos hacia arriba o hacia abajo, pero desde aquel último año el precio fue cayendo, hasta situarse por debajo de un dólar la onza a partir de 1886 (véase gráfico 1). Hacia 1890, el precio de la plata se recuperó como resultado de los esfuerzos del Gobierno de los Estados Unidos, uno de los grandes productores de plata en el mundo, pero cuando dicho esfuerzo terminó, con la adopción del patrón oro por parte de ese país en 1893, la depreciación se aceleró, hasta llegar a un valor de 0,59 dólares la onza en 1898; vale decir, menos de la mitad de 25 años atrás. Esta caída hizo que la relación entre el valor de una onza de plata frente a una onza de oro cayese de 1 a 16, como había sido entre 1830 y 1873, a una relación de 1 a 35 en 1898.18

17. Para ello se aumentaron los derechos de aduana en 5% (un porcentaje que en los años siguientes se fue elevando), exceso que debía pagarse en billetes fiscales. Véase nuestro trabajo La economía pública. 18. Meller 1932.

DE LA LIBRA DE ORO AL NUEVO SOL | 371

Gráfico 1 PRECIO DE LA ONZA DE PLATA EN US$, 1873-1930

Fuente: Meller 1932: 24.

A lo largo de ese decenio trágico para la plata, diversos gobiernos del mundo que hasta ese momento se habían mostrado reacios a seguir a Gran Bretaña en su cruzada por adoptar el patrón otro para sus monedas, como el imperio austrohúngaro, la India, Rusia, Japón y, finalmente, los propios Estados Unidos, abandonaron el patrón plata. Perú era un país que, junto con otras naciones hispanoamericanas como México o Bolivia, había sido tradicionalmente productor de plata, por lo que al comienzo se había mostrado renuente a abandonar al metal blanco como base de su sistema monetario, al que, además, acababa de volver con tantas ilusiones después de su desafortunada guerra con Chile, pero la fuerte devaluación ocurrida a partir de 1891 despertó el debate en los círculos gubernamentales y comerciales acerca de qué debía hacerse.19

Acuñado en plata, el sol peruano se depreció al compás de la caída del valor del metal argénteo, lo que favorecía la venta de las exportaciones peruanas, especialmente en economías como la británica, con monedas basadas en el patrón oro. Para los exportadores mineros y agropecuarios del país, que luchaban por reconstruir la explotación minera y agraria después de medio siglo de olvido durante la era del guano y el salitre, la devaluación de la plata era un oportuno

19. El debate fue iniciado por José Payán (1892). Véase también Alfageme, Gálvez, Ponce y

Troncoso 1992: 82 y ss., donde se da cuenta de una “reunión de notables de Lima en el

Ministerio de Hacienda en 1892”.

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y poderoso bálsamo que disminuía sus costos en relación con el precio de venta que recibían en los mercados internacionales: pagaban sus costos en plata devaluada, al tiempo que cobraban sus ventas en la moneda que venía apreciándose.20 Una libra esterlina inglesa, que en la década de 1880 se había cambiado a razón de 6 a 6,5 soles, se cambiaba en 1897 a razón de 10 soles.

La devaluación de la moneda nacional encarecía, de otro lado, las importaciones, tan necesarias en dicha coyuntura para el consumo de la población urbana y la modernización de la misma producción minera y agropecuaria. En efecto, hacia 1890, la economía del país apenas producía algo que pudiera satisfacer el consumo urbano moderno: únicamente alimentos y servicios muy básicos de construcción de vivienda; el grueso de la ropa, recubrimiento de pisos y paredes, y el amoblamiento de las viviendas, toda la papelería y material requerido por las oficinas y una parte importante, incluso, de la alimentación (trigo, harina, manteca, arroz) y bebidas cotidianas provenían del comercio importado. Precisamente el encarecimiento de los bienes importados propició en la década de 1890 un impulso industrializador en torno a la fabricación local de bebidas y alimentos, curtiembres y hojalatería.21

De otro lado, aunque el contrato Grace suscrito en 1889 había limpiado la mayor parte de la deuda externa peruana, persistían algunas obligaciones financieras con el exterior, que se volverían más gravosas conforme se depreciara la moneda nacional. Los consumidores urbanos podían ser pocos numéricamente hablando (ya que se reducían a poco más de un cuarto de millón de personas en un país de tres y medio millones de habitantes), pero tenían una “voz” poderosa, de fuerte llegada a las instancias de gobierno. A ellos se sumaron los intereses financieros del Gobierno y los de la renaciente banca comercial que floreció en Lima en los años de la posguerra. Ante la escasez de capitales locales, entidades financieras como el Banco del Perú y Londres, el Banco Internacional y el Banco Italiano exploraban atraer capitales europeos que pudieran colocarse como préstamos entre los empresarios de exportación locales, para lo que requerían de una moneda nacional estable que garantizara la devolución de los capitales a los acreedores en Europa.22 La coalición de consumidores urbanos e intereses financieros estatales y privados terminaron imponiéndose sobre el frente de exportadores mineros y agropecuarios en esta coyuntura de los años finales del siglo XIX, un resultado que no sería el más frecuente en el siglo siguiente. A ello

20. En el debate ocurrido en la Cámara de Diputados el 2 de diciembre de 1902, proclamó Antonio Miró Quesada: “No debe olvidarse que los más decididos partidarios de la moneda de plata son, en la actualidad como lo han sido siempre, los que reciben sus rentas en oro y pagan a sus peones en moneda blanca”. Citado por Basadre 2005, XI: 97. 21. Thorp y Bertram 2013, cap. 3. 22. Quiroz 1989. Véase también del mismo autor “Desarrollo de la banca central”.

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