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La era del patrón oro libre, 1898-1914
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ayudó que, para los exportadores, una libra esterlina cara era de un resultado ambiguo, ya que si, por un lado, aumentaba sus ganancias, por el otro encarecía la compra de los bienes de capital requeridos para la modernización de sus operaciones de extracción y refinación del azúcar, el algodón y los minerales.
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El gobierno de Nicolás de Piérola (1895-1899) fue el momento político en el que la coalición defensora de la estabilidad de la moneda nacional se impuso sobre la facción que favorecía la devaluación y la inacción frente a la caída del precio de la plata. El 9 de abril de 1897, un decreto supremo suspendió la libre acuñación de la plata, que fue el primer paso para la adopción del patrón oro en el Perú, que recién culminaría en diciembre de 1901. Las operaciones de la Casa Nacional de Moneda pasaron a ser controladas directamente por el Estado, suprimiéndose “el sistema de contratos por subasta”, mediante el cual, para la fabricación de las monedas en dicho establecimiento, se contrataba a empresarios particulares.23 Con la finalidad de limitar el ingreso de monedas de plata al país, el mismo decreto impuso un tope de cincuenta soles por pasajero que desembarcase en él.24 El 18 de diciembre de 1897, otra ley autorizó la acuñación de monedas de oro con el mismo peso y ley de la libra esterlina inglesa, al tiempo que declaró la libre exportación de monedas de oro, medida que fue complementada por otra ley, del 10 de enero de 1898, que estableció como nueva unidad monetaria nacional la libra, que comenzó a ser acuñada en la CNM en los meses siguientes. El cambio del patrón plata al oro estaba consumado, aunque más que libras peruanas lo que circulaba en el “alto comercio” eran las libras esterlinas, que, desde agosto de 1897, habían sido declaradas el único medio de pago de los derechos de aduana, con la equivalencia de diez soles por una libra inglesa (quienes pagasen estos derechos con soles de plata sufrirían un recargo de 5%).25
Paralelamente se “desmonetizaba” la plata, como se denominaba el acto de fundir los soles de plata en barras o convertirlos en moneda fraccionaria: principalmente quintos de sol (pesetas), dineros y medios dineros (reales y medios reales en el lenguaje de la población), que continuaron siendo de plata. Los bancos ayudaron en la desmonetización de la plata, recogiendo 500.000 soles (en monedas de un sol) que fueron llevados a Londres por el Banco del Perú y Londres para ser fundidos en lingotes y vendidos como mercancía. De esta forma se quiso acelerar la sustitución del sol de plata por la libra de oro. El 11 de octubre de 1900, una nueva ley formalizó el cambio de la Lp por diez soles de plata, otorgándole el carácter de unidad monetaria de curso forzoso y poder
23. Camprubí 1965: 28. 24. Memoria del Ministro de Hacienda Adrian Ward, 1902, anexo. 25. Moll y Barreto 1943: 9-10.
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cancelatorio ilimitado, con el mismo poder que la libra inglesa, a cuyo valor se equiparaba en las ventanillas del Estado. Las monedas de plata solo podían ser de aceptación forzosa hasta el límite de cien soles y las monedas fraccionarias de cobre de uno y dos centavos hasta el límite de diez soles.26 Desde entonces nació la peruana costumbre de llamarle “libra” a los diez soles. Ello se volvió muy práctico en los mediados del siglo XX, cuando arreció la inflación y la mayor parte de los precios de uso cotidiano eran sumas como treinta u ochenta soles. La hiperinflación de los años ochenta acabó con este uso lingüístico.
En 1901, cuando la transición al patrón oro había quedado consumada con la circulación de las Lp, a la par que la libra inglesa y, finalmente, con la ley del 14 de diciembre del mismo año, que consolidó todas las disposiciones anteriores respecto de la unidad monetaria del país, sus características físicas y su cambio o equivalencia con los antiguos soles, se celebró una “Conferencia Monetaria” en Lima entre los gerentes de los bancos de la capital y el ministro de Hacienda, Adrián Ward. En dicha reunión afloraron dos puntos de debate interesantes, por las nociones en uso que revelan entre la élite financiera peruana. Uno, tal vez más anecdótico, fue cierta resistencia a cambiar la denominación de la unidad monetaria, juzgándose el abandono del sol por el de la libra un capricho extranjerizante. Alejandro Garland fue uno de quienes expresó esta opinión:
No se puede sostener señor Piérola, al menos en mi concepto que la unidad monetaria es la libra, la unidad hasta hoy continúa siendo el sol, y respecto á este punto recordaré que ya en otras ocasiones en el Poder Legislativo se ha discutido extensamente el punto y no se ha aceptado el cambio de la unidad monetaria. Si es verdad que el mayor número de habitantes usa, piensa y calcula en soles. ¿Por qué se quiere complicar estérilmente esta reforma, introduciendo una nueva moneda, esto es una nueva medida? Semejante procedimiento equivaldría á exigir á un pueblo acostumbrado á calcular por el sistema métrico, cambiar su régimen y adoptar el sistema anticuado que toma por base de medida la unidad pie. No ha habido nación en el mundo que deliberadamente sin razón plausible, haya complicado su reforma monetaria, creando una nueva unidad monetaria y denominación monetaria.27
Quienes pensaban como el señor Garland propusieron la creación de un sol de oro que se acuñaría en oro y se cambiaría a razón de tantos soles de plata, mencionando el ejemplo alemán que había procedido de esa guisa con el marco. Frente a ello, los defensores de crear la Lp agitaron el argumento de la confusión que se crearía con dos monedas llamadas sol: una de plata y otra de oro. Tanto
26. Ibíd. 27. Memoria del Ministro de Hacienda Adrián Ward, 1902, anexo 30, p. 61.
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Moneda de 1 Lp acuñada en oro a partir de 1898, con la representación del inca Manco Cápac. Colección BCRP. En la imagen se aprecia una libra de 1899.
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Era tan difícil obtener “vuelto” de una libra peruana, que en los mercados de abastos funcionaban puestos que hacían el cambio por “sencillo”, cobrando una pequeña comisión. Revista Actualidades de 1906. Cortesía de Alejandro Salinas.
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ante este como frente al otro punto salió a relucir la elocuencia y el prestigio de José Payán. Arguyó que el Perú era desde 1872 “el único país monometalista plata del mundo civilizado [que] no tiene unidad de moneda de oro […]”. Lo corriente, desde que se decretó la inconvertibilidad de 1875, fue hacer contratos y pagos en libras esterlinas. Esta fue, en la práctica, nuestra moneda de oro:
He dicho que el Perú no tiene unidad de valor legal de oro y que por consiguiente hay que crearla, y que al crearla debemos darle su propio nombre y no el nombre de otra moneda de otro metal que ya existe, porque esto daría lugar á mil confusiones en los contratos y que en ellos tuviera que expresarse, cuándo se trata de soles de oro y cuándo se trate de soles de plata. En apoyo de la conveniencia de seguir usando la unidad monetaria denominada sol se invoca lo que ocurre en otros países como Francia, Alemania, Estados Unidos y el Japón. El apoyo es muy débil, porque se trata de naciones que no encontrándose en la misma situación monetaria que el Perú no podían por lo tanto proceder en sus reformas monetarias con la misma libertad que nosotros. Todos esos países eran bimetalistas de derecho, y tenían, por consiguiente, una unidad monetaria que indiferentemente se representaba con un gramo de oro ó con 15 ó gramos de plata; de manera que sobrevenida la depreciación de la plata no tuvieron otra cosa que hacer que limitar la acuñación de ésta y seguir contando con la representación del mismo nombre que contenían sus monedas de oro. Nuestro caso es totalmente distinto.28
El segundo punto fue la duda que afloró en quienes se resistían a la desaparición del sol y su reemplazo como unidad monetaria del país por la Lp en torno a si en el Perú la masa monetaria en ese momento (1901) estaba predominantemente acuñada en oro o en plata. Los defensores de la plata decían que, siendo la mayor parte del valor del circulante monedas de plata, no podía todavía asumirse el patrón oro:
Si hay doce millones en plata, no se puede decir que el oro es la moneda principal y viceversa si hay diez millones en oro y dos en plata entonces sí se podrá decir que la moneda de plata es subsidiaria; pero tener como moneda subsidiaria una cantidad que excede á la moneda principal, imposible.29
Nuevamente, Payán tomó la palabra para explicar que la cantidad de moneda de oro o de plata circulante no debía importar para definir cuál era el patrón de la moneda. Una cosa era la moneda como signo, de modo que siendo de plata podía representar una determinada cantidad de oro existente en la bóveda
28. Memoria de Hacienda de 1902, anexo 30, p. 62. 29. Ibíd., p. 54. Intervención del señor Barreda.
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de un banco; y otra era la moneda como mercancía; en este caso su valor sí depende de su ley y su peso. La cantidad de monedas de plata en circulación no debía preocupar; solamente que los bancos cambiasen sus reservas de plata correspondientes a sus cheques, vales y pagarés por reservas de oro.30
Las monedas de oro y las de plata eran la analogía de la moneda buena y la moneda mala. La preocupación de algunos gerentes bancarios en la Conferencia de 1901 era que en las provincias del Perú (e incluso en Lima) no hubiese suficientes monedas de oro para cancelar una obligación grande (recuérdese que la plata solo podía cancelar hasta cien soles, o diez Lp), situación que obligaría al pagador a entregar al acreedor una cantidad mayor por la falta de bancarización en el interior. Las objeciones de algunos representantes de los bancos fueron, sin embargo, minimizadas por el ministro al final de la Conferencia, avanzándose con la ley de diciembre del mismo año, que oficializó y confirmó todo el paquete de reforma monetaria del cambio al patrón oro.31
Desde 1898 hasta 1914, la moneda peruana fue totalmente metálica: siendo de oro las monedas de 1 Lp, media Lp y un quinto de Lp, y de plata las de un sol, medio sol, 20 centavos, 10 centavos y 5 centavos. La Lp era un disco de 8 gramos de oro, como llevamos dicho, mientras el sol era de plata de 25 gramos. Dado el cambio existente entre el oro y la plata en ese entonces (1 a 35 en promedio), existía una correspondencia entre la equivalencia de los signos monetarios (en que diez soles eran igual a una Lp) y el valor comercial del soporte físico de las monedas. En 1906, ocurrió una apreciación de la plata, que llevó al repliegue de su circulación como moneda, especialmente con las monedas de un sol. El Gobierno reaccionó con la emisión de la moneda de un quinto de libra (equivalente a dos soles), hasta que el precio de la plata volvió a caer dos años más tarde.32
Las denominaciones monetarias se volvieron complicadas en el Perú de entonces, ya que un precio podía tener hasta tres órdenes: libras, soles y centavos. Por ejemplo, un traje podía costar 4 Lp 5 S/. y 48 cts, lo que significaba 4 libras, 5 soles y 48 centavos (del sol, se entiende), o 45 soles con 48 centavos, que era lo mismo. Esto ocurrió en la escena oficial, ya que en la vida cotidiana y popular la gente seguía expresándose en soles, reales y centavos; de las Lp no se sabía más que el nombre. Una Lp era tan difícil de cambiar que, en las entradas de los mercados, había puestos que cambiaban una de estas monedas de oro por
30. Ibíd., pp. 56-57. 31. Concluyó así el ministro Ward: “Veo con placer que todos los señores, están, con excepción de dos ó tres, conformes en la necesidad que tiene hoy el país de entrar en el régimen del oro, adoptando las medidas prudenciales que la implantación de toda reforma requiere […]”. Memoria de Hacienda de 1902 de Adrián Ward, anexo 30, p. 69. 32. La Ley n.° 335 del 16 de noviembre de 1906 autorizó la emisión de monedas de oro de un quinto de Lp.
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el “sencillo” de plata, a fin de que las personas pudieran hacer sus transacciones (véase foto de p. 376).
Hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914, la exportación e importación de oro en barra o amonedado fue libre, sorteándose ciertas coyunturas críticas, como las de 1902, 1908 y 1913, en que las exportaciones disminuyeron por caídas en los precios de nuestros principales productos (véase gráfico 2).33 La adopción del patrón oro metálico (gold coin standard) fue una decisión arriesgada, ya que privaba al Gobierno de alguna capacidad de maniobra para estabilizar la economía en caso de problemas en la balanza de pagos. Si el Gobierno no podía comprar oro para acuñar, no había forma de inyectar liquidez. Hasta cierto punto fue, sin embargo, una opción forzada, ya que la experiencia de la hiperinflación de la guerra del salitre dejó escaldada la memoria popular en materia de moneda fiduciaria. Cuando caían las exportaciones y se presentaba un déficit en la balanza comercial, había que retirar circulante de la economía, lo que debía conducir a una deflación de los precios; cuando ocurría lo contrario (un superávit en la balanza comercial), la moneda abundaba y los precios tendían a subir.
Gráfico 2 BALANZA COMERCIAL PERUANA, 1898-1922 (MILES DE LP)
Fuente: Dirección General de Estadística del Ministerio de Hacienda 1925.
33. En 1902, bajó el precio del azúcar, la plata y el caucho; en 1908, se trató sobre todo de la plata, el caucho, las lanas y el algodón. Véase Thorp y Bertram 2013: 408-409.
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La balanza comercial entre 1908 y 1930 siempre fue superavitaria; en algunos años por un margen en el que las exportaciones casi duplicaron a las importaciones (por ejemplo, en los años de 1900, 1912, 1915, 1916, 1918-1920 y 1928-1929). Se trató de una época de bonanza exportadora inscrita en un ciclo de expansión de la economía mundial. La economía peruana tuvo así oro en abundancia hasta 1914, cuando el estallido de la guerra mundial cambió las condiciones.34 En su historia de la moneda en el Perú del siglo XX, Rómulo Ferrero expresó del periodo 1900-1914: “En todo sentido, ésta fue la época dorada de nuestra moneda”.35
El cambio de la Lp frente a la libra esterlina y el dólar norteamericano se mantuvo ciertamente estable, con pequeñas variaciones hacia arriba o hacia abajo, que nunca alcanzaron a ser mayores al 7% antes de 1915.36 Sin embargo, los precios internos debieron subir ante la abundancia de oro y de Lp. No existe estadística oficial sobre el curso de los precios en estos años, pero una reconstrucción realizada por Rosa Troncoso encontró que sobre una base de cien para el año 1913, los precios de los alimentos en Lima pasaron de un valor de 71 en 1897 a uno de 113 en 1908, pero en los años siguientes cayeron hasta llegar a un valor de 89 en 1912.37 Entre 1913 y 1920, los precios que determinaban el costo de vida en Lima y Callao más que se duplicaron.38
Tampoco existen estadísticas completas de los salarios de los trabajadores para esos años. En el campo, el jornal en los primeros años del siglo podía oscilar entre los 20 y los 95 centavos, correspondiendo aquellos salarios al sector agrícola orientado al mercado interno, y estos al sector minero, dirigido al mercado internacional.39 Pero a lo largo de la primera década del siglo XX, los salarios fueron ascendiendo. En el caso de las minas de Morococha, a 140 kilómetros al este de Lima, se duplicaron entre 1904 y 1913. En los campos azucareros del norte, los jornales se elevaron de 0,60 a 0,80 soles hacia 1895 y a 1,25 soles en 1912.40 Pero esto ocurrió sobre todo en el caso de la mano de obra
34. Entre 1901 y 1910, se acuñó 1.290.000 Lp, fuera de una importación neta de oro de 3.605.000
Lp. Entre 1911 y 1920 se acuñó 4.968.700 Lp y se importó en términos netos 6.248.600 Lp.
Alfageme 1992: 45. 35. Ferrero 1962: 126. 36. Alfageme 1992: 45, 49. 37. Alfageme et ál. 1992: 129. 38. Dirección General de Estadística del Ministerio de Hacienda 1925, cuadros 62 y 63. 39. Para el sector minero, véase Masías 1905: 1-124. Para el sector agrario, Deere 1992. En el caso de la agricultura, al salario monetario se añadía, por costumbre, cantidades de carne o de grano, que podrían representar un 50% de salario adicional. 40. Para el caso de Morococha, véase Blanco 1930: 12. Para el azúcar en el norte, véase Hunt 2001a: 204.
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más calificada y en el sector de exportación. En la agricultura orientada hacia el mercado interno, los salarios persistieron en torno a montos de 20 centavos (0,20 soles) hasta los años de la Primera Guerra Mundial, aunque el ajuste hacia arriba vino por el lado de las raciones alimenticias y otros componente no salariales de la remuneración.41
Resulta difícil evaluar el impacto que tuvo la adopción del patrón oro en el desempeño de la economía peruana durante la fase liberal de 1898-1914. De un lado, es innegable que la estabilidad económica y de los precios que la nueva moneda transmitió, junto con la confianza que cobraron los empresarios peruanos y extranjeros en que sus ganancias y capitales podrían fluir libremente hacia adentro o hacia afuera, trajeron el aumento de las inversiones que impulsaron la producción minera y agropecuaria en diversas regiones del país. Las exportaciones, que prácticamente habían colapsado durante la guerra con Chile, a raíz de la pérdida de Tarapacá y la captura de las islas guaneras por el ejército del vecino del sur, se recuperaron desde un nivel de 21 millones de soles en 1896 hasta uno de 94 millones en 1912.42 Ello aumentó el empleo en el sector exportador, e, indirectamente, en el sector Gobierno, beneficiado por el aumento de los ingresos fiscales entre las mismas fechas, de 11 a 40 millones de soles.43 El sector industrial o manufacturero también registró crecimiento hasta aproximadamente 1907.44 La reconstrucción del producto bruto interno realizada por Bruno Seminario concluye en un ascenso de este indicador, desde un nivel de 1934 millones de dólares Geary-Khamis en 1896, a uno de 4291 en 1912 (el per cápita habría acrecido de 560 a 1059 dólares; o sea que casi se duplicó en 16 años).45 Esto equivale a una tasa de crecimiento anual de 5,1% durante un lapso de casi dos décadas, pocas veces visto en la historia moderna del Perú.
Dicho crecimiento no tuvo que ver con una elevación de los precios de las exportaciones, ya que si estos mejoraron en algunas ocasiones entre tales fechas, como en los casos del algodón, las lanas, el cobre y el caucho; en otros casos sufrieron en cambio un deterioro (caso del azúcar, la plata y el café).46 El ascenso obedeció al aumento de la producción, guiada por el robusto crecimiento de las exportaciones. Este aumento no deja de resultar un tanto extraño, y por lo mismo más meritorio, dado el hecho de que, en el contexto de una economía como la peruana, una fijación del tipo de cambio de la moneda (en
41. Deere 1992: 120; datos para la región ganadera de Cajamarca. 42. Véase Dirección General de Estadística del Ministerio de Hacienda 1925. 43. Ibíd. 44. Thorp y Bertram 2013: 156. 45. Seminario y Alva 2013: 129-130. 46. Thorp y Bertram 2013: 408; precios hasta 1910.
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la práctica el cambio de la Lp frente a la libra inglesa o el dólar norteamericano quedaba congelado) habría desincentivado más que estimulado la producción de exportaciones. Históricamente la moneda peruana se había depreciado, en vez de lo contrario, frente a las monedas que dominaban el comercio internacional. La expectativa de que esta tendencia dejara de ocurrir tendría el efecto de desalentar a los exportadores. Ello querría decir que, al menos para el sector exportador, la promesa de estabilidad económica y política que resultó de las reformas de la década de 1890 fue más fuerte que el desincentivo que implicó la adopción del patrón oro.47
Los perjuicios provocados por la adopción del patrón oro tuvieron que ver con la distorsión causada por el aumento de ciertos precios internos en relación con los vigentes en los socios comerciales, que no podían ajustarse con la tasa de cambio debido a la rigidez del sistema monetario. La falta de una investigación detenida en relación con dichos precios nos previene de ser más enfáticos en este punto, pero ciertos indicios documentales transmiten el dato de cierta inflación de precios entre 1898 y 1914, especialmente en los años finales de la década de 1890 y entre 1904 y 1908. La bonanza exportadora llevó a la sustitución de cultivos de panllevar por cultivos de exportación en la costa, como el azúcar y el algodón, con la consiguiente escasez de alimentos. Bienes básicos como el trigo, fruta, manteca y carbón debían ser importados desde los países vecinos.48 Algunos testigos, como el cónsul británico Alfred Saint John, señalaban el mejoramiento de la economía de las familias como causa del alza de los precios.49
El economista norteamericano John Sheahan ha sido el autor más claro en su crítica a la adopción del patrón oro como “un cambio deliberado de estrategia económica”, a su juicio, poco feliz. Añadió que el impacto no fue inmediato, pero sí se percibió veinte años después, cuando “los efectos negativos de la tasa de cambio fija sobre la producción y la balanza comercial empezaron a mostrarse severamente […]”.50 Igual que sus colegas británicos Rosemary Thorp y Geoffrey Bertram, Sheahan concluyó que el patrón oro desalentó la inversión en industrias manufactureras sustitutas de las importaciones, puesto que no había forma de deprimir los costos locales frente a los de la industria extranjera.
47. Entre las reformas que beneficiaron al sector exportador, figuraron, prominentemente, la desgravación fiscal a las exportaciones y la promesa de mantener la exoneración por 25 años, hecha en 1890 (véase nuestro trabajo La economía pública). También fue importante la alianza o pacto de 1895 entre el civilismo y el pierolismo, que habían sido enconados rivales entre las décadas de 1870 y 1890. Este acuerdo dotó de estabilidad a la política peruana hasta los años de la Primera Guerra Mundial. 48. Alfageme et ál. 1992: 129 y ss. 49. Véase Bonilla 1975-1977; testimonio del cónsul Alfred Saint John, vol. II, p. 121. 50. Sheahan 2001: 74.
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No obstante, de haber sido así las importaciones tendrían que haber crecido y habrían sobrepasado a las exportaciones, que hubieran decrecido, volviendo deficitaria la balanza comercial; pero eso no sucedió. Las exportaciones continuaron al alza y las importaciones siempre estuvieron muy por debajo. La apreciación de la moneda peruana no obedeció solamente a la rigidez del patrón oro, sino a la bonanza de las exportaciones.
Siguiendo a Sheahan y Thorp y Bertram, el patrón oro habría sido útil para apuntalar una economía basada en la exportación de materias primas, pero no para inducir una transformación de la economía hacia la producción manufacturera. Sin embargo, cabría añadir que cuando en épocas posteriores del siglo XX un nuevo sistema monetario sí permitió la posibilidad de jugar con el tipo de cambio para inducir la industrialización del país, los resultados fueron tan desastrosos que probablemente mejor era una economía primario exportadora robusta y estable que una en trance de industrialización. Pero las economías primario exportadoras, como se sabe, están condenadas a la inestabilidad, y las condiciones del mercado mundial bien pronto cambiarían después de 1914.
El estallido de la guerra en Europa en 1914 provocó la suspensión del comercio internacional del oro. Para reemplazar el sistema monetario peruano basado en la moneda metálica, se recurrió a la emisión de “cheques circulares” por parte de los bancos de Lima, con la promesa de su convertibilidad una vez superada la emergencia. Una Junta de Vigilancia integrada por representantes del Gobierno, los gremios empresariales y los bancos supervisó la emisión de los cheques y velaría por la promesa de su convertibilidad. Esta quedó, empero, en el aire. En 1918, la guerra terminó y un año después la paz fue firmada, pero la convertibilidad de los billetes al oro nunca se restableció. Al menos, hasta 1931, y solo efímeramente. A partir de 1914, sin ser conscientes de ello, los peruanos habíamos entrado en la era de la moneda fiduciaria e inconvertible.
La moneda fiduciaria no basa su valor en su soporte físico, como en el caso de las monedas de oro o plata, sino en la fe que se deposita en su convertibilidad al metal precioso, a otras monedas que sí sean convertibles al metal precioso o simplemente a la confianza en que serán aceptadas por las demás personas como medio de pago. La volatilidad del valor de la moneda fiduciaria tiende a ser grande, puesto que las entidades que garantizan la convertibilidad suelen ser gobiernos que se reservan el derecho de cambiar la cantidad de metal precioso o de moneda extranjera equivalente por la unidad monetaria, o de suspenderla indefinidamente por variopintas razones.51 El peso del siglo XIX y el sol que lo sustituyó
51. Moll 1938.
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desde 1863 mantuvieron un importante poder de compra por casi una centuria, por ser discos de metal precioso. Cuando fueron acuñados en papel, como sucedió en la década de 1870, su valor se depreció, hasta tener que cambiarse a razón de 120 soles papel por un sol de plata. El retorno a la moneda de papel a partir de 1914 reiteró esta experiencia. Sin embargo, tampoco era ya posible en el siglo XX manejarse con una moneda metálica: el precio del oro y la plata se volvió errático a partir de los años veinte, y surgieron dudas acerca de si la producción de dichos metales podría incrementarse a un compás parecido al de la producción, y si su comercio fluiría libremente (las grandes naciones tendían a acaparar las reservas de metales preciosos, prohibiendo eventualmente su salida).52
Las primeras consecuencias de lo que finalmente se convertiría en la Primera Guerra Mundial fueron negativas para la economía, por la parálisis del comercio, la caída de los ingresos del Gobierno (que dependían fuertemente de las aduanas) y el retiro de oro de los bancos.53 El Gobierno reaccionó decretando feriados bancarios del 3 al 7 de agosto de 1914. El 8 de agosto, se reanudó la actividad bancaria, prohibiéndose la exportación del oro bajo pena de comiso.54 La medida provocó el retiro de las monedas de oro de la circulación; incluso las monedas de plata salían difícilmente de los bolsillos. La situación amenazaba paralizar el comercio.
La secuencia natural de esta sobrevaluación del oro y la plata tendría que haber sido una deflación o caída de los precios. Ello habría derivado en una situación de recesión económica, pero que seguramente habría sido temporal en la medida que buena parte de la población requería de todos modos hacer compras para asegurar su manutención y tendría que haber devuelto finalmente a la luz las apreciadas monedas metálicas. La sobrevaluación del tipo de cambio a que esto habría conducido perjudicaba, sin embargo, los intereses de los exportadores, puesto que sus azúcares, algodones, cobres y otros minerales resultarían cotizados a precios poco competitivos en los mercados, al tiempo que los bienes importados resultarían, en cambio, sumamente baratos, arruinando a la industria interna.
El Gobierno y la élite económica acordaron como medida de emergencia emitir un circulante de papel que trató de evitar la palabra “billete”, de infame memoria por el amargo recuerdo que del billete fiscal aún guardaba la población de mediana y avanzada edad.55 Se le llamó “cheque circular”, y no sería
52. Meller 1932. 53. Quiroz 1989b: 110. 54. Moll y Barreto 1943: 14. 55. En la década de 1880, el billete fiscal se depreció fuertemente, y al final fue repudiado por el mismo gobierno que lo había emitido, rechazándolo como pago de los impuestos por parte
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emitido por el Gobierno, sino por los bancos privados existentes en Lima. Para su emisión, los bancos deberían ofrecer un 35% de respaldo en oro y el 65% restante en otros activos.56 Estos cheques serían redimidos por la moneda metálica de oro seis meses después del fin de la guerra. Se dispuso un tope de emisión de 1.100.000 Lp, que en 1918 fue elevado hasta los tres millones (Ley N.° 755).
La vigilancia de estas disposiciones fue confiada a una Junta de Vigilancia del Cheque Circular integrada por cinco miembros: dos representantes del Poder Legislativo, uno del Gobierno, uno de los bancos y otro de la Cámara de Comercio de Lima.57 Inicialmente se emitieron billetes de una, cinco y diez Lp; posteriormente se sacaron también a la luz billetes de media Lp. La aceptación de estos billetes en el comercio de las principales ciudades llevó a un relajamiento de las restricciones impuestas para la emisión. En el mes de septiembre, el Gobierno obligó a los bancos a un préstamo de 500.000 Lp en cheques circulares,58 y en octubre la Ley N.° 1982 rebajó a solo un 20% de respaldo en oro; lo restante podía dividirse en 30% de cédulas hipotecarias y 50% en otro tipo de valores aceptados por la Junta de Vigilancia.
Paralelamente, el Gobierno había procurado aumentar la acuñación de soles de plata, pero como esta también huía del mercado, una ley (Ley N.° 2426, de 1917) dispuso la emisión de cheques circulares de diez centavos de Lp, o sea un sol, hasta por medio millón de Lp, mientras otra ley (la Ley N.° 2435 del 10 de agosto del mismo año) dispuso la acuñación de monedas de níquel de diez, veinte y cinco centavos.59 Por su semejanza con la plata, fue fácil la introducción de estas monedas entre la población popular. La moneda fiduciaria (la moneda de níquel, aunque de metal, era también fiduciaria en la medida que no existía una correspondencia entre su soporte físico y su valor) continuó así su obra de desplazamiento del circulante metálico. El 18 de enero de 1919, ya terminada la guerra, la autorización para la emisión de billetes se volvió ilimitada en cuanto a la cantidad, siempre y cuando contasen con un respaldo en oro del 100%.60
Durante la guerra, a pesar de la desaparición de la moneda de oro y su reemplazo por los cheques circulares, ocurrió una apreciación de la Lp con
de la población, situación que provocó protestas sociales y crisis políticas. Véase nuestro trabajo La economía pública. Sobre el deseo de esquivar la palabra “billete”, véase Dargent 1979. 56. Los cheques circulares fueron impresos en Lima a cargo del litógrafo alemán Teodoro
Scheuch. Dargent 1979. 57. Ley N.° 1968 del 22 de agosto de 1914. Moll y Barreto 1943: 14-15. 58. Alfageme 1992: 13-77, 57. 59. Moll y Barreto 1943: 17. Véase también Memoria del presidente del BCRP de 1935. 60. Ibíd., p. 19.
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respecto a las principales monedas del mundo, que eran las de los países envueltos en el conflicto. De un cambio de 4,85 dólares por Lp vigente antes del conflicto, se alcanzó niveles de hasta 5,65 dólares por Lp en 1918; en cuanto a la libra esterlina británica, se pasó de un cambio de 239 peniques por Lp en 1914 a uno de 292 peniques en 1918.61 La tendencia se hizo notoria a partir de 1916, y obedecía a los fuertes superávits de nuestra balanza comercial. Para contrarrestar la apreciación de la moneda, que encarecía las exportaciones peruanas, se restableció desde marzo de 1916 la libre exportación de oro.62 Pero la apreciación no se detuvo hasta el final de la guerra, dada la fuerte tendencia expansiva de las exportaciones. El mismo conflicto había provocado la elevación de los precios de los metales, el azúcar, algodón y otras exportaciones peruanas.
La elevada desigualdad económica y la estructura social de un país que un viajero europeo de unas décadas atrás había descrito como carente de clase media63 contribuyeron al retraso de las importaciones durante la bonanza exportadora de la Primera Guerra Mundial. La economía peruana era de tipo bajo absorbente.64 De acuerdo a lo que en economía se conoce como la Ley de Say, es imposible que aumente la producción en una región sin que paralelamente aumente su consumo, puesto que para incrementar la producción es menester adquirir insumos y herramientas, como pagar mayores salarios y otras gabelas. Quienes venden los insumos a los productores y cobran los salarios que estos pagan volcarán al consumo sus ingresos, equilibrando los platillos de los dos lados de la economía. Sin embargo, cuando se trata de sectores productivos que emplean poca mano de obra o existe sobreoferta de esta, y cuando es posible aumentar la producción sin expandir la capacidad instalada, pueden ocurrir situaciones como la vista en el Perú de la Primera Guerra Mundial. Entre los quinquenios 1910-1914 y 1915-1919, el promedio anual de las exportaciones peruanas pasó de 84 millones de soles a 187 millones de soles (de una moneda que, además, se había revaluado). Las importaciones crecieron en los mismos periodos de un promedio anual de 53 millones a uno de 94 millones. Aquellas se elevaron 123%, mientras estas solo lo hicieron en 77%.
Este saldo superavitario tenía como causa el elevado grado de concentración de la riqueza en el sector exportador: pocos grandes propietarios o empresarios, recibiendo porciones significativas de las ganancias, al lado de miles de trabajadores cuyas remuneraciones no montaban una tajada tan importante
61. Una libra esterlina era igual a 240 peniques. 62. Ley N.° 2727 del 20 de marzo de 1916. Moll y Barreto 1943: 17. 63. Se trató de Charles Wiener; véase su obra Perú y Bolivia. Relato de viaje, seguido de estudios arqueológicos y geográficos y de notas sobre la escritura y los idiomas de las poblaciones indígenas (1993 [1880]). 64. Kindleberger 2000.
DE LA LIBRA DE ORO AL NUEVO SOL | 387
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Cheque circular de 1 Lp, de 1914. Colección BCRP.