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II.2. EL HANAN PACHA Y LAS DIVINIDADES CELESTES
A través de los textos hemos apreciado una división del plano celeste diferente a la entendida hasta el momento. Es más que una parte que compone el plano superior de la cosmovisión centro andina. Éste se presenta como el escenario de las hierofanías primigenias, que se alternan con el movimiento de los astros en el universo. Es el lado antagónico, Hanan, de Hurin, y medio complementario del resultado de la polarización primigenia de la Potencia Primera, el Huevo Cósmico, Ser Creador, etc. Hemos advertido que las crónicas tienden a reproducir la información, posiblemente influidas por la doctrina católica, del hanan pacha comprendido éste como un solo cielo. En la cosmovisión centro andina pre-colonial aparece la idea de un cielo, un plano superior por donde paseaba Inti y otros astros. Hemos hallado más datos en los textos que confirman la percepción plural del hanan pacha. Por ejemplo, en la Oración primera al Hacedor que recopiló Cristóbal de Molina se halla lo siguiente: “...A estos que hiciste, guárdalos que vivan sanos y salvos sin peligro, viviendo en paz. ¿Adónde estáis? ¿Estáis en los alto del cielo o avajo en los truenos en los nublados de las tempestades?...” (Molina, Cristóbal de; 1989:82). En el rezo se perciben dos superposiciones del cielo, “lo alto”, y “lo bajo”, lugar donde se descubren los fenómenos atmosféricos, los truenos, nublados y tempestades. De igual forma en otras oraciones recopiladas por el mismo autor se pregunta por el Hacedor ubicándolo en los confines o cabos del mundo; en la lejanía, en un lugar inaccesible para los otros seres. Algunas de estas expresiones son: “Hacedor que estáis en el cavo del mundo... Vosotros, al Hacedor que está en los fines del mundo...”, “O Hacedor, señor de los fines del mundo153, misericordioso que das ser a las cosas, y en este mundo hiciste los hombres...” (Molina, Cristóbal de; 1989:84 y sig).
153 Se podría pensar que estas informaciones hacen referencia a las regiones o partes del mundo, denominadas en el texto como cabos. De esta manera la deidad podría haber sido percibida como regidor de las cuatro regiones, o rumbos del universo. El texto alude a los límites inaccesibles de la composición espacio-temporal.
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En el diccionario de Fray Domingo de Santo Tomás aparece traducido Hananpacha como las formas que se aprecian en el cielo, las formas de la atmósfera, “el cielo es todo lo que parece”. Además, del cielo estrellado, cuyllornioc o ticci camallipi (Santo Tomás, Fray Domingo de; 1951:38). De igual forma se podría advertir, en la interpretación de Fray Domingo de Santo Tomás, una referencia a la diferencia entre el cielo que se puede observar, y el cielo lejano, el que no se puede apreciar con la vista: no-visible o Universo Lejano. Es decir las estrellas, los truenos, los rayos, las nubes, etc. aparecen como agentes atmosféricos, como númenes sagrados de una Potencia que se ubica en el interior del Universo. El cielo inmediato, el visible, quizás fue percibido como pequeñas extensiones-manifestaciones de la Potencia Masculina. Pero, al ver que en los textos existía la posibilidad de descifrar que el hanan pacha no era una región mono-nuclear, nos preguntamos si existió alguna división más. Algunos pueblos andinos comprenden una división plural del plano celeste, como en la región de Colombia. Pero la peculiaridad básica que contradecía el análisis que estábamos realizando es que el pueblo andino regía su vida, y su muerte, teniendo en cuenta la observación del mapa celestial. De igual forma, en el Continente Americano existen otros pueblos que poseen una percepción del cosmos mucho más compleja, y esta característica nos sugirió la idea de buscar alguna información que se hubiese pasado por alto hasta el momento. Por ejemplo, en la cosmovisión mesoamericana existía una segmentación por la cual el cielo se dividía en trece separaciones, y el inframundo en nueve154. De alguna manera el panorama que hasta el momento hemos trazado es revelador, pero ¿existiría otra segmentación del cielo en la cosmovisión andina?. Por el momento, comprendemos dos zonas claramente diferenciadas, un universo lejano y otro cercano. El cronista Pedro Cieza de León anotó la siguiente información sobre el cielo: “… En cosas naturales alcanzaron mucho estos indios, así en el movimiento del sol como en el de la luna; y algunos indios decían había cuatro cielos grandes y todos afirman que el asiento y silla del gran Dios Hacedor del
154 Espinosa Pineda, Gabriel, Curso: Religión, cosmología y naturaleza en Mesoamérica, Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, impartido en la Sede de Salamanca, España, año 2002.
mundo es en los cielos” (Cieza de León, Pedro; 2000:96). En el texto Cieza de León ha elogiado los conocimientos del pueblo inca, para informar de las concepciones indígenas que tenía. Así, primero se habla del conocimiento que tenían los nativos sobre el firmamento, para después introducir la percepción del hanan pacha dividido éste en cuatro cielos grandes. En los escritos de Huamán Poma de Ayala también hallamos otro dato muy interesante al respecto. Éste escribió lo siguiente: “que el dicho inga no tubo tierra ni pueblo que aya parecido ni aver parecido padre ni casta. Dizen que la madre fue mundana y encantadora, la primera que comensó a servir y tratar a los demonios. Y aci que como puede hazer hijo del sol y la luna de treze grados del cielo questa en lo mas alto del cielo es mentira y no le venía por derecho de Dios ni de la justicia...” (Poma de Ayala, Felipe Huamán; 1987:75). Según el cronista se entiende que el grado trece del cielo era el más elevado, donde habitaban el Sol y la Luna. En definitiva, lo que nos interesa de este texto es que el autor de la obra parece introducir una división del cielo, o al menos una ordenación, en este caso segmentado en trece, donde habitan los astros. Hernando de Santillan escribió lo siguiente sobre el cielo andino: “... lo que comúnmente creían y tenían por fe es que el que era bueno, cuando moría volvía a donde había venido, que era debajo de la tierra, y que allí vivían los hombres y tenían descanso; y que el que era muerto por justicia o hurtaba, o hacía pecados, cuando se moría iba al cielo, donde hay fuego, y allí pagaban por ellos...” (Santillán, Hernando de; 1968: 32).
En el diccionario de Glauco Torres Fernández de Córdoba hemos hallado los siguientes datos sobre la segmentación del cielo: "… hizo en un instante el Sol, i el Día; el cual mandó que con su veloz movimiento rodeáse i diese vuelta a todo el Mundo. Luego hizo la Luna, planetas y Estrellas, que están en el Octavo Cielo, i firmamento. Mas porque podría alguno preguntar, cuando crió este Viracocha la Tierra i Gente, que vivía en aquella oscuridad, i la que salió con él de la Laguna. Dicen los Indios, que antes de eso havía salido de la Laguna el Contice Viracocha, i entonces crió el Cielo, i la Tierra, dejándola sin Sol, i sin Luz, que alumbrase, i hizo á los que con él salieron, i la Gente que en aquella sazón havía, la cual hizo cierto desercicio al Viracocha; por esta causa salió enojado esta voz postrera…"(citado en Torres, C., William; 2000:8).
Opinamos que existe la posibilidad de que el hanan pacha fuese concebido, entre las poblaciones prehispánicas, al menos en dos magnitudes, la cercana y la lejana, y probable, además, segmentado en varias estratificaciones. El cronista Pedro Cieza de León habla de cuatro regiones, Huamán Poma de Ayala de trece regiones, Hernando de Santillán habla de una zona del cielo destinada para los difuntos que habían cometido algún delito, y Fernández de Córdoba escribe sobre, al menos, ocho divisiones. Es decir, posiblemente existió una percepción plural del hanan pacha, entendida como una región estratificada. En todas estas divisiones los cronistas han ubicado al gran Ordenador, al Sol, la Luna, las estrellas y demás formas o númenes de índole celestial. Por el momento, no tenemos más información sobre esta división, pero opinamos que expande la percepción que se tenía hasta el momento sobre el cielo andino. Éste, posiblemente, fuese concebido dividido en varios estratos, o al menos no se componía de la imagen mono-nuclear que hemos considerado hasta el momento. En este punto de la investigación hemos creído conveniente continuar con el análisis del cielo andino examinando las divinidades que han sido relacionadas con este plano del cosmos. Entender sus cualidades sustanciales y tener, así, alguna característica más de este plano. Antes de comenzar la explicación de cada deidad realizaremos una introducción de cómo entendemos el panteón andino en general. El investigador Segundo Moreno ha escrito lo siguiente sobre el tema: “Es posible afirmar que el panteón superior andino no se componía de “dioses” y que podría ser descrito como un conjunto divino englobador, constituido por infinidad de aspectos individuales que podían combinarse y permutarse en un número indefinido de formas, entendidas como subconjuntos o grupos de aspectos. El Estado inca concedía gran importancia a tres subconjuntos del dios del firmamento: un organizador o demiurgo, Viracocha Pachayachachic; el dios sol, Inti y el trueno o dios del tiempo denominado Illapa” (Moreno Yánez, Segundo; 1996; 257)
El autor, como se puede apreciar, destaca el aspecto plural del panteón. Si bien, pensamos que el panteón centro-andino es un acopio compuesto por diferentes formas de aspectos afines, pero no iguales. Estas característicaspotencias se pueden combinar infinítamente, creando, así, un complejo mapa conceptual de las formas sagradas. Distinguir los dos principios que sostienen el equilibrio cósmico es ir ordenando el cosmos de manera inversa a lo creado-
ordenado por el “Ordenador”. Dentro de los límites que tenemos, intentaremos clasificar y ordenar según estas pautas. El análisis se presenta dificultoso, pues la cosmovisión centro-andina fue reducida en gran parte con la evangelización. De esta manera las deidades se caracterizaron bajo los parámetros del catolicismo, cuando el complejo ordenamiento pre-hispánico fue sustituido por una forma menos elaborada, de la que se había gestado a lo largo de milenios en los Andes. La complejidad que supone el análisis de las deidades fue descrita en la colonia por Juan de Betanzos, que al respecto observó que : “…como dijese una veces que era el sol, y a otros en otras partes decí que era la luna, y a otros que era su Dios y Hacedor, e a otros que era su lumbre que los calentaba y alumbraba, e que ansí lo verían en los volcanes de Arequipa; en otras partes decía que era el Señor que había dado el ser al mundo, y que se llamaba Pachacama, que dice Dador de ser al mundo...” (Betanzos, Juan; 1968:31). En general es complicada una división con resultados óptimos pues, las crónicas se presentan de manera confusa. Por ejemplo, Diego de Mendoza escribió lo siguiente: “…los mas adoraban al sol, y Luna, mas cada uno tiene en los campos su especial ídolo, y mochadero...y así en común a nadie adoran, y en particular son idólatras grandes...” (Mendoza, Diego; 1664, cap.XIII:fol.81.B.N.M). Se entiende que la confusión que provocaban las creencias indígenas en las poblaciones extranjeras estimulaba estos comentarios, que pudieron, además, influir en los perfiles que tenía la cosmovisión prehispánica. Para empezar el análisis, nos hemos fijado que las divinidades situadas en el hanan pacha se caracterizan por vincularse con los poderes sobrenaturales de carácter masculino, relacionados con el fuego celeste, el rayo, los truenos y relámpagos; con aquellas hierofanías surgidas en la atmósfera. Dentro de estas formas celestes destacamos la información del cronista Bernabé Cobo, el cual escribe que: “…debajo del trueno, o como adherentes a él adoraban al rayo, al relámpago, al arco del cielo, las lluvias, el granizo y hasta las tempestades, torbellinos y remolinos de viento…” (Cobo, Bernabé; 1956:160). Para algunos investigadores estos son dioses de la fertilidad, (la lluvia, los mantenimientos, el aire) porque personifican las fuerzas sobrenaturales que garantizan la subsistencia del hombre (Girard, Raphael; Tomo IV, 1976: 2175).
Dentro de este análisis dejamos dioses de gran importancia, como Pachacamac, porque pensamos son aspectos bifocales-antagónicos de la misma divinidad, pero en otros planos del universo, como hemos indicado en el capítulo anterior. Pachacamac está relacionado, a nuestro parecer, con las fuerzas ctónicas de la tierra. Aclaramos este método divisorio porque algunos autores podían pensar que es equívoco, así, nuestra base no es la división, por ejemplo, en dioses mayores o menores, sino en las cualidades que éstos tienen y el medio en el que las desarrollan. Entre otras muchas razones hemos elegido este método porque es similar al utilizado por el “Hacedor-Ordenador” para realizar la taxonomía existente (Ávila, Francisco de; 1975: 26-301). Y porque tanto en los textos como en el pensamiento de las comunidades andinas se aprecia que la naturaleza fue la madre empírica del conocimiento y clasificación de la cosmovisión, entre otros muchos factores. Comprendimos que entender el medio en el cual los seres, o las potencias sobrenaturales, desarrollaban sus hábitos o funciones, era conocer el ordenamiento primero narrado en los mitos, saber la segmentación del universo por categorías y sustancias. Aunque, la complejidad la hallamos, además, en tener en cuenta que el universo, lo creado, era percibido como una entidad con vida, con transformaciones o movimientos que provocaban el desplazamiento de los seres y las potencias en los diferentes planos. De esta manera una divinidad, o un ser, se ubica en un determinado plano, pero, no es una forma inamovible, sino en constante trasformación. Por lo tanto, observamos que teníamos que destacar la complejidad de las formas de la cosmovisión andina, que fluyen y se filtran en el universo.
En el ámbito celestial las divinidades dominan el cielo inmediato, la atmósfera y sus fenómenos. El investigador Federico Kauffman considera que existió una deidad suprema en el panteón andino, y escribió lo siguiente: “… la permanencia de una misma imagen esencial de la deidad suprema, que en el transcurso de los milenios sólo experimentó modificaciones formales de segundo orden...es el Dios del agua andino...” (Kauffman, Federico; 2002, tomo I: 23). El investigador basa su tesis en el entorno áspero y seco de los andes, y añade que éste carece de tierras fértiles. Esta carencia se demandaba, al igual
que la lluvia, a las deidades. Así; explica el autor; los dioses supremos son los del sustento, los que proporcionan las lluvias. Como hemos indicado, las formas de la naturaleza, tanto las manifestaciones de los dominios celestes, como de los dominios inframundanos, son muestras del poder del Hacedor-Ordenador, son hierofanías de las fuerzas antagónicas que rigen el ordenamiento actual. El cronista Bernabé Cobo observó que las estrellas eran tenidas como arquetipos de los seres de la tierra. “ ...la adoración de las estrellas procedió de quella opinión en que estaban de que para la conservación de cada especie de cosas había un Criador señalado...de todos los animales y aves de la tierra había en el cielo un símil que atendía a la conservación y aumento dellos, atribuyendo este oficio y ministerios a varias constelaciones de estrellas.” (Cobo, Bernabé; 1956:159).Cada estrella velaba por los seres que tenía bajo su tutela. Por ejemplo, los pastores adoraban a Lira, Urcuchillay, en el que veían un carnero de muchos colores que les ayudaba en la prosperidad y aumento del rebaño. También adoraban a Catachillay, y a otra estrella que hay junto a ella menor, pues veían un carnero y su hijo. En las montañas, y en la zona de yungas, adoraban a Chuquichinchay, que protegía al “tigre”, al oso, y al león, y a los viajeros que tenían que pasar por tierras fragosas y de intenso boscaje. La estrella Machay velaba por la conservación de las culebras, serpientes y víboras, “… de cada especie de animales conocían una estrella en el cielo...” (Cobo, Bernabé; 1956:160). La información analizada nos indica que, quizás, las manifestaciones, el poder del cielo, se relacionaban con un animal, que a su vez, velaba, como ser arquetípico, de las formas ubicadas en el Kay Pacha. Pero, las estrellas velan tanto al bueno como al malo, por ejemplo, en el diccionario de Fray Diego González de Holguín hallamos la siguiente definición: Mirccuni, traducido como “comer a su padre o madre que por ser peccado estupendo le dieron vocablo propio, y en el cielo vieron una estrella contraria a este peccado y que influye contra los que lo hazen, que llaman Maman mirccuc cuyllur, que dize Estrella de los que comen a su padre o madre” ( González Holguín, Fray Diego; 2007: 169)
No sólo se albergaban en el cielo las estrellas que velaban como formas arquetípicas de los seres del Kay pacha, sino que además, creemos que el
cielo era el destino de ciertos individuos. Este rasgo lo veremos cuando analicemos el capítulo sobre el Hurin pacha y el viaje del difunto. De esta manera encontramos estrellas que se opinaba ostentaban cierta afinidad con animales que poblaban el plano terrestre, y que además eran sus custodios, estrellas que se pensaban eran antepasados, estrellas que se relacionan con determinados difuntos, seres “elegidos”, y quizás, otras características de estrellas que desconocemos. Pero, en cualquier caso los datos analizados nos informan de que el cielo, y sus seres o manifestaciones, se comprendieron como potencias que custodiaban el kay pacha. Cualquier manifestación natural es sustento de los seres que ordenó el “Hacedor”.Por ejemplo, las manifestaciones meteorológicas son represtaciones sagradas, divinidades que sustentan lo creado, parte divina del germen creador. El hombre se adaptó a su territorio porque pertenece a éste, la divinidad le suministró las pautas para explotarlo: acequias, andenes, pozos, canales, etc. Y la Pachamama, u otra divinidad según la fuente consultada, se sacrificó para alimentar a las poblaciones. Blithz Lozada Pereira entiende que el concepto de divinidad en los Andes trasciende cualquier límite conceptual “…adquiriendo una fisonomía ambigua, ocupando varios espacios y provocando en los hombres y la comunidad efectos contrarios” (Lozada Pereira, Blithz; 2003: 10). Además, cada deidad incluye configuraciones opuestas, así, Tunupa o Viracocha son “términos complejos” que incluyen oposiciones de creación y conservación (Lozada Pereira, Blithz; 2003: 10). La investigadora diferencia dos formas de deidades, por un lado se hallarían aquellas que corresponden a la “configuración metereológica”, donde se ubican las deidades asociadas a lo de “arriba”, el exterior, lo atmosférico, el movimiento inyectivo, el agua y la fecundidad. Por otro lado, opina la “configuración uterina” que es aquella que representa los poderes de las deidades asociadas a lo de adentro, lo de abajo, lo ctónico, el movimiento eyectivo, la oquedad, la luz y el agua vinculada a la producción (Lozada Pereira, Blithz; 2003:15). Rafael Larco opinó que no existía una jerarquía entre las divinidades andinas, sino un culto, extendido por todos los pueblos del antiguo Perú, hacia el dios felino antropomorfo, así, “…en el templo de Pachacamac residía el gran Dios Pachacamac, que no es otro que Viracocha, y que el ídolo que se
encontró en ese templo es la divinidad felino antropomorfa” (Larco, Rafael; 1966:234). Posteriormente el Dios de los Varas de Chavín fue asimilado por la cultura de Tiahuanacu. Carlos Ponce sugirió que los templos monumentos “adoptaron” la iconografía “típica”, en Tiahuanacu, pues originalmente no tenían la imagen del Dios de los Báculos, y fueron renovados, hacia el Horizonte Medio, con fachadas y esculturas repletas de esta figura (citado en Davies, Nigel; 1999:63). De la región de Huancavelica se demandaba obsidiana para hacer cuchillos en Chavín y Cupisnique, llegando hasta el sur de la costa, donde tomaron contacto, los de la región de Huancavelica, con el Dios de las Varas, que Luis Guillermo Lumbreras asocia al algodón. El investigador comprende que el Dios de las Varas es un una deidad sureña (Lumbreras, Luis Guillermo; 1999:235 y sig.). Para Julio Tello en el arte mochica se aprecian representaciones del dios felino portador de lluvia, granizo, trueno, rayo y fertilidad, en última instancia representa una manifestación de Viracocha, como ha señalado el investigador Federico Kauffman (Kauffman, Federico; 2002, tomoV: 744). Además, como vimos en el texto de Huarochirí, Pariacaca dona en representación de su persona, un gato (Kaulicke, Peter; 2001:348). Imbelloni y Kauffman estiman la importancia del felino en la figura del Qhoa, titi (Kauffman, Federico; 2002, tomoV: 747). Walter Alva opinó que el Dios de los Báculos se extendió desde la costa norte de Perú, hacia la costa sur y de allí subió al altiplano, donde se manifiesta en la cerámica de Pukara, Tiahunacu o Huari (según Kaulicke, Peter; 2001:299). De todos estos rastreos culturales se puede afirmar que el felino155 se hace patente desde las primeras manifestaciones materiales de la cultura andina. Éste es un animal que hace referencia tanto al mundo celeste como al inframundo, por lo tanto no es de extrañar, opinamos, que fuese una
155 No podemos asegurar con certeza el felino al cual se refieren los textos, las cerámicas, etc. Por este motivo hemos generalizado con la palabra felino. Esta metodología puede parecer poco específica, pero, preferimos decir felino que no hacer referencia a un animal que no es correcto. Por ejemplo, en Mesoamérica deben distinguirse el jaguar del puma, que son contrastantes, quizás opuestos entre sí. El puma es un animal solar, mientras que el jaguar es un animal terrestre. En este caso no se puede generalizar. Espinosa Pineda, Gabriel, Curso: Religión, cosmología y naturaleza en Mesoamérica. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, impartido en la Sede de Salamanca, España, año 2002
representación animal de los poderes de la divinidad creadora, ya que el felino, el felino mítico, al igual que Viracocha, podía trasladarse por los diferentes planos del cosmos. Hemos considerado la idea de que el felino fuese una manifestación de las potencias sagradas del cosmos, con cualidades bipolares que le caracterizan como un animal de gran contenido sobrenatural. Éste representa tanto el agua como la oscuridad, principios de lo creado. El Ordenador suele aparecer en los textos como el dador de vida, de camac o impulso vital. En el texto de la Doctrina Cristiana, que se realizó para el Concilio provincial celebrado en Lima en 1583, situado en la Biblioteca Nacional de Madrid, observamos la siguiente cita, “…Ruraqueman, es el Criador, adviertase que en el Creador se pusó ruraque, que es Hacedor, y no camaquen. Lo uno porque es equivalente a camaque o camac que también significa el alma, y podría entender el indio que Dios es alma del mundo, lo cual es incoveniente grande.” (Lima R/ 39016:77r, B.N.M). Esta explicación nos ha hecho pensar si el texto se refiere a una adaptación de las doctrinas causada por la evangelización, para evitar, así, confusiones y simplificar el pensamiento nativo sobre el concepto de camac y su origen. Pero también hemos evaluado la posibilidad de que para las creencias prehispánicas el Criador, ubicado en el Hanan Pacha, fuese el encargado de otorgar sustancia celeste, camac, percepción ésta que se adapta a la tesis planteada en el capítulo sobre el Kay pacha. Los investigadores Federico Kauffman, Pierre Duviols, María Rostworowski y Henrique Urbano opinan que el mito de Viracocha fue manipulado para catequizar a las poblaciones. En extensión nosotros opinamos que la cosmovisión andina fue reducida y reelaborada por los párrocos de indios para adoctrinar a las poblaciones mediante similitudes elaboradas artificialmente. Existen numerosas hipótesis sobre la identificación de la deidad, o deidades “supremas”. Para el investigador F. Kauffman, por ejemplo, Viracocha es lo mismo que Illapa o Inti-Illapa, es una de las representaciones del Dios del Agua (Kauffman, Federico; 2002, tomoV: 747) Si bien se puede afirmar que Viracocha responde a la denominación de un héroe cultural, cuyo trasfondo aparece en la capa celeste como el Sol, opinamos que estas divinidades son dos formas sinónimas de un mismo concepto. Hallamos similitud entre Illapa,
Inti, y Viracocha porque son númenes, formas sagradas de la región celeste, pero entendemos que son hierofanías diferentes de un mismo germen creador. Por lo tanto, son entidades celestes, pero representan perfiles diferentes en la cosmovisión. Por ejemplo, el Sol no produce la lluvia, mientras que Illapa sí; pero Inti marcó el comienzo, el renacer de un nuevo periodo. Quizás esa deidad Suprema no es sólo el Dios del agua, sino que podría existir una diferencia entre los fenómenos atmosféricos, como fraccionamientos de la Potencia Primera, pues disfrutaban de poder sobre los fenómenos diurnos, identificados éstos, a su vez, con diferentes deidades: Illapa, Inti, felino volador, etc. Y una potencia que habita el Universo Lejano. De esta manera todos los fenómenos del cielo visible se podrían identificar como uno solo. F. Kauffman opina que Illapa es el Dios Agua, también Yaro, Libiac, Catequil, Paricaca, Chuquilla, Tunupa, Viracocha, Pachacamac, Inti. Pero esta división habría que matizarla, pues, si bien los fenómenos atmosféricos responden a una misma ubicación, hanan, algunos de éstos tienen connotaciones femeninas, como muestra el Cosmograma de Juan de Santa Cruz. En éste se aprecia que el granizo, por ejemplo, lo ubicó el autor en el “lado femenino”, siendo expulsado por la boca del felino. Posiblemente, como hemos indicado, ciertos fenómenos atmosféricos tengan si origen en el inframundo. Es decir, las nubes, la lluvia, el granizo, son productos inframundanos, por eso en el Cosmograma aparecen en el lado femenino, pero al trasladarse por el espacio se masculinizan. El felino se identificaría con las manadas de supay, pues es un animal silvestre, que se ubica en la montaña, y que escapa por los aires. Pero, si analizamos el rayo, el sol o cualquier otro fenómeno caracterizado con atributos hanan, observaremos que también posee atributos femeninos. Por ejemplo, el sol se trasforma, pierde potencia celeste, y se introduce en el inframundo por el contisuyu; el rayo desciende de las capas celestes para introducirse en el hurin pacha. Se podría interpretar que, si bien el cosmos fue segmentado bajo unas formas y leyes determinadas, éste a su vez responde a una determinación genética que caracteriza las divisiones como potencias vivas, sagradas y andróginas. De esta manera podemos ubicar a los dioses como formas femeninas o masculinas, por ejemplo, pero no podemos afirmar que estén compuestos de una esencia mono-formal, sino de formas cambiantes y ambiguas: ejemplo es el arco iris. Es decir, una deidad no se la puede definir