34 minute read

II.4.4. Conclusiones sobre los rumbos del cosmos y sus posibles cualidades

Next Article
III.4.1 Pachacamac

III.4.1 Pachacamac

II.4.4. Conclusiones sobre los rumbos del cosmos y sus posibles cualidades.

La geometría del universo es una abstracción de conceptos y simbología que se percibe de manera muy compleja, debido a los escasos datos de los que disponemos. Caracterizar las entidades que se presuponen sagradas, y delimitadas a segmentos, es un medio de asociación, comprensión y dinámica cultural y social, pero no lo comprendemos como una manera de socializar el espacio a modo de control y comprensión; como otros autores (Moore, H.; 1996; García, 1976; Vacas Mora, V.; 2007). Los espacios no visibles, los estados alterados de la conciencia y un sin fin de métodos no aplicables a la sociabilidad presentan el universo de una manera rigurosamente estudiada. Así, la cartografía del universo, el mapa conceptual que pretendemos elaborar, pertenece, en cierta medida, a formas de pensar y determinar el entorno ajenas a nosotros. Posiblemente todas estas tentativas de entender, escudriñar o formar ambiciosas hipótesis se alejen de la percepción que el hombre andino pudo haber tenido. Los colores poseen unas características determinantes. Así, existen colores cálidos y colores fríos. Por ejemplo, los colores rojo y naranja son colores relacionados con el fuego; el amarillo y blanco con el aire; el verde con el agua; el negro y el marrón con la tierra; el azul con el espacio (Chevalier, J., y Gheerbrant, A.; 2003:317). Pero la gran diferencia es su ubicación cultural y regional. Cada comunidad posee su propio patrón de conocimiento. En una región el arco iris, por ejemplo, posee tres colores, en otras cuatro, seis, etc. Las cualidades del universo, caracterizadas por los colores, son manifestaciones que se repiten en multitud de cosmovisiones de América. Por ejemplo, en la cosmovisión maya el color rojo está asociado con el este; el blanco al norte; el negro al oeste; el amarillo al sur; y el centro con el color verde, con la Ceiba. Para los mexicas el norte se asocia al color negro; el oeste, al color amarillo; el sur, al color azul; y el este, al color rojo. Además, los cuatro colores desprenden sustancia; y poseen características masculinas y femeninas245. Asociados a los cuatro rumbos cardinales los Kogi, señala R.

Advertisement

245 Espinosa Pineda, Gabriel, Curso: Religión, cosmología y naturaleza en Mesoamérica. Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, México, impartido en la Sede de Salamanca, España, año 2002

Dolmatoff, poseen una larga lista de conceptos, personajes míticos, animales, plantas, colores y actitudes. Los colores se distribuyen de la siguiente manera: el Norte está asociado al azul, el Sur al rojo, el Este al blanco y el Oeste al negro (Reichel Dolmatoff, Gerardo; 1992:583). Esta percepción, además de otros ejemplos ilustrativos de regiones Suramericanas, nos hizo preguntarnos sobre la posibilidad de hallar un modo similar de percibir el cosmos en la región andina, en la época prehispánica. El investigador Tom Zuidema comprende que no se conocen asociaciones de dioses y colores a direcciones del universo, en el área centro andina (Zuidema, Tom; 1997:251). Por el contrario, entendemos que estas percepciones sustanciales sí existieron, pero éstas se hallan “escondidas” en la información, causa por la que han pasado inadvertidas hasta el momento; además de olvidadas. Por ejemplo, Bernabé Cobo observó que los colores de las ofrendas estaban relacionados con los tiempos en los cuales se efectuaban éstas. El cronista observó el siguiente dato sobre las ofrendas: “…ofrecíanle conchas de todos los colores, conforme a los tiempos…” (Cobo, Bernabé; 1956:175). Al igual en el periodo de luto, espacio-tiempo invadido por fuerzas inframundanas, se usaban prendas negras, y no se encendía el fuego en la casa del difunto (Cobo, Bernabé; 1956:274). Posiblemente, los espacios, el tiempo segmentado en el universo es invadido de sustancia-potencia; caracterizadas por los colores. Si advertimos que el cosmos se concebía segmentado, habitado por diferentes númenes, y caracterizado; los colores podrían haber estado unidos a los rumbos, al espacio-tiempo. Posiblemente una de las citas más antiguas que poseemos sobre los colores, su ubicación, y la segmentación del universo, se halla en el texto de Huarochirí. El texto narra que desde un cerro Pariacaca Cuniraya Viracocha hizo caer lluvia de “… granizo roja y amarilla...” y huevos de nieve, lo que arrasó con los hombres (Figura 26) (Ávila, Francisco de; 1975:45). En párrafos posteriores el autor añade lo siguiente: “...como Pariacaca estaba formado por cinco hombres, desde cinco direcciones hizo caer torrentes de lluvia, amarilla y roja, de las mismas cinco direcciones empezaron a salir rayos, pero, desde el amanecer hasta la tarde, Huallallo Carhuincho permaneció vivo, como fuego

inmenso que ardía y alcanzaba hasta el cielo” (Ávila, Francisco de; 1975:53). Los poderes del cielo, las potencias que alberga el hanan pacha, se manifiestan en forma de lluvia, roja-amarilla, contra los poderes de la tierra, que se manifiestan en forma de fuego. Se aprecian las dos energías principales, que dominan el cosmos, en lucha. El hecho de que estas dos formas etéreas se desorbiten es la formación de catástrofes, que terminan con unos periodos temporales y comienzan con otros; con la supremacía del fluido celestial frente al terreno. Todos estos periodos están caracterizados en los textos por tonalidades, principalmente, bajo el binomio oscuridad-luz. Hemos advertido que las conchas ofrecidas en los rituales mantenían un criterio clasificatorio, basado en su color, que respondía a su destino como ofrenda (Cobo, Bernabé; 1956:175). Saber exactamente cómo fueron utilizadas estas conchas sería muy interesante, pero lamentablemente desconocemos tal información. Si concebimos que el Ordenador fuera uní-genésico, pero en su ser formaba las cinco regiones del cosmos, como detallan los textos246, nos hemos preguntado si existía la posibilidad, al igual que con el resto de lo creado, de concebir estos cinco rumbos junto a cinco jaguares, u otras entidades sagradas, portadoras de sustancia-potencia ubicadas en estas regiones. De esta manera, los colores se podrían haber percibido como una forma más de clasificación y ordenación del mundo, realizada por el Ordenador. Pero no los hallamos de una manera clara y precisa. Las crónicas narran que se usaban, para asperjar sobre las huacas, Huatcuna, polvos rojos de las minas de Huancavelica llamados Paria; azules llamados Binzos; polvos verdes, llamados llacsa; y polvos de color amarillo llamados Canvamuqui (Arriga, Pablo José; 1968:211). Pero, si bien estos colores son mencionados, no se expresa para qué deidad u ocasión fueron utilizados. Sólo nos vemos capacitados para afirmar que se manipulaba una distinción del color, aunque no sabemos cuál era la base de su procedimiento. Podemos intuir, teniendo en cuenta los datos recopilados para la presente investigación, que con cierto predominio aparece el color rojo, el amarillo, y el azul vinculados a los sacrificios en honor a las regiones celestes; y con cierto

246 Ávila, Francisco de; 1975:53 y sig.

predomino aparecen las tonalidades oscuras, el negro o morado, vinculados a las regiones intra- terrenas. Pero sería un dato de gran valor saber concretamente para qué se utilizaban, qué polvos se soplaban en los diferentes rituales que se realizaban; pues nos suministraría un apoyo más para trazar un panorama mayor sobre la sustancia que se percibía en éstos; y sobre los planos del cosmos. Si bien, deducimos que estos sacrificios participaban de un complicado sistema de valores que desconocemos. Por ejemplo, el fuego que se realizaba en Cuzco, junto al templo del sol, se encendía con “… cierto género de leña olorosa y muy labrada y pintada” (Cobo, Bernabé; 1956:204). Juzgamos, a través de los datos de Bernabé Cobo, que el fuego celeste, el fuego sagrado que cuidaban las acllas, era encendido con una leña que respondía a una serie de prescripciones que atendían a su olor y color. Pero nos preguntamos si estas prescripciones se mantenían en todos los fuegos realizados para quemar las ofrendas, o bien, sólo en determinados sacrificios. De la información recopilada sobre el llauto podemos deducir que el inca portaba un llauto multicolor, el hijo amarillo y en el luto se portaba uno negro. Es significativo que los colores del inca, el multicolor y el amarillo, se relacionen con el hanan pacha y el llauto portado en un espacio-tiempo dominado por las potencias inframundanas fuese negro. Se podría afirmar que el color exponía, en el llauto, el estatus social del que lo portaba, y el periodo en el cual lo portaba. Eleonora Mulvany, además, propone una relación entre los tocados de flores y los colores, cuyas características determinaban, a través del colorido, rasgos de la personalidad del individuo, como son: la mesura, destreza, moderación, cordura. Algunos de los datos analizados exponen que los colores poseían cierta sustancia, o cualidad, que era deseada haciendo uso de estos mediante tocados de flores, ofrendas, o tejidos, como elemento profiláctico. Se aprecia una cierta relación entre el color y las cualidades relacionadas, concebimos, estrechamente con los conceptos de guerra, suerte, protección; con cualidades designadas a las deidades celestes, al concepto de hanan, o a deidades intraterrenas, vinculadas al concepto de hurin. Como muestran los datos de la colonia, y los trabajos de campo actuales, los colores también se usaban para realizar actos relacionados con el mal. Es decir, pensamos que existían colores usados para ejercer ciertas influencias negativas hacia determinados seres.

La información obtenida, hasta el momento, nos hace pensar que el color rojo (Figura 27), y posiblemente el azul y el amarillo, fue el color por excelencia del Inca, del concepto hanan; reacuérdese el dato encontrado en un manuscrito de la Biblioteca Nacional de Madrid que denominaba al rojo como “rojo inca” (Mss 2010.fol.54v.B.N.M). Hemos percibido que casi todos lo datos de los que disponemos, y hemos analizado en párrafos anteriores, muestran cierto predominio de estos colores con las regiones celestes (Cobo, Bernabé; 1956:202, Murúa, Fray Martín de; 2001:418, Molina, Cristóbal; 1989:98 y sig; Trabajo de Campo, Potosí, Bolivia, septiembre 2006) Estudiando y examinado las fuentes de las que disponemos se advierte cierto interés por los colores y su relación con el entorno. Hemos observado que las fiestas ofrecen aspectos característicos. Por ejemplo, las vestimentas utilizadas en las fiestas portaban un significado, al igual que los sacrificios realizados en éstas. En las crónicas advertimos que según la fiesta analizada, es decir según el periodo temporal que se celebraba, se ofrecía un determinado sacrificio (Murúa, Fray Martín de, 2001:417-418). Si entendemos que las regiones, o rumbos del cosmos, están estrechamente vinculadas con el tiempo, es decir con el espacio-tiempo del que aquellos son portadores, hallamos en las fiestas una información muy valiosa. Sugerimos que las celebraciones, y los colores utilizados en ellas, fueron asociadas predominantemente a la sustancia o cualidades que se concebía para dichas regiones, o dioses. Pero desconocemos los datos con exactitud. Analizar estas fiestas podría ayudar a mostrar ciertos aspectos sobre los rumbos del cosmos y las sustancias que se opinaba regían en éstos durante el periodo prehispánico. Pero hemos mostrado un panorama muy limitado por la escasa información de la que disponemos. En Huanacauri, por ejemplo, huaca ancestral y pacarina de los incas, era venerada a través de un carnero blanco con una camiseta colorada. Éstos colores son, en cierta mediada, portadores de esencia, así, por el momento, el rojo y el blanco se vinculan con la panaca real (Cobo, Bernabé; 1956:202, Murúa, Fray Martín de; 2001:418, Molina, Cristóbal; 1989:98 y sig.). Además, hemos podido observar que los cambios producidos a lo largo del ritual se otorgan a su vez a la persona que lo realiza. La transmutación del joven en adulto se expresa, en cierta medida, por cambios en la apariencia física incorporados por los colores que muestran las

vestiduras. Esta transmutación se manifestaba por al ausencia de negro en las nuevas vestiduras. Así, para la primera fase del ritual se observa una vestimenta oscura que denota, en cierta medida, un estado de transición, pues el joven, se inicia desde el estado de barbarie, de no-adultez. Esta manifestación de lo bárbaro junto a un determinado color, o aspecto de la persona, no es nueva, pues la analizamos en el texto de Huamán Poma de Ayala. Por otro lado, cuando el joven se opina que ha pasado el ritual éste es cambiado de vestimenta, a partir de ese momento sus ropas muestran colores relacionados con el Hanan pacha y los ancestros. Éstos son, básicamente, el rojo, el blanco y el azul. Los colores advierten del estado de la persona, si es una persona joven, caótica e inexperta; o si es una persona ordenada, adulta, etc. Así, los colores se restringían a la persona y su evolución espaciotemporal; de manera similar a la evolución de la historia cósmica. Comprendemos que habría colores que los adultos podrían exteriorizar, y otros que no; al igual, habría colores reales, colores que para el resto de la población estarían prohibidos. Colores masculinos, y colores femeninos, como muestran las ropas que llevan las mujeres en la actualidad en determinadas zonas; colores de invierno y colores de verano (Figura 28). Además, hemos observado que la huaca de Huanacauri se ubica en la región del Collasuyu, región que hemos catalogado como Hurin-Hurin. A su vez advertimos que esa región se vinculaba con el tiempo primigenio, como vimos, con los ancestros, y con el sur; pero sobretodo con las cualidades adscritas al hurin pacha. Teniendo en cuenta los parámetros propuestos con anterioridad, por los cuales concebíamos la división bipolar de la Creación, es decir el dominio bipolar del espacio blanco-negro, hemos creído oportuno asignar las tonalidades oscuras a esta región, destacadas en multitud de textos. Así, hemos percibido que durante la primera etapa del ritual, los actos desarrollados en Huanacauri se vinculan con las vestimentas de color negro. Si bien, para algunos actos, cuando se veneraba al Sol y a los ancestros, la camisa usada y las cintas eran rojas, o se ofrecía un carnero blanco con camisa roja. Se advierte la expresión del ritual por medio de los colores. Los jóvenes han subido al cerro con colores oscuros, propios de las regiones inframundanas, colores que muestran la fertilidad en la tierra, y colores que aluden a la esencia del rumbo elegido. En cambio cuando suben al

cerro Anaguanque, ubicado en el condesuyu o cutisuyu, en el oeste, región de las aguas del mar y relacionada con la zona que hemos denominado hanan- hurin, los jóvenes visten con los colores que estamos designando a las dos regiones hanan del Tahuantinsuyu: rojo y blanco. Podemos afirmar que en las narraciones se advierte un interés por mostrar tanto la transmutación del individuo, como la ubicación territorial, expresadas mediante las tonalidades de las vestimentas. Hemos hallado cierto predominio en los meses relacionados con hurin, con periodos dominados por las potencias inframundanas y con la fertilidad, con ofrendas de color oscuro. En cambio, el predominio de los meses relacionados con hanan, con periodos dominados por las potencias celestes, es con ofrendas de color claro. Por una parte, se hallaba el periodo hanan, del equinoccio de marzo al solsticio de junio, y del solsticio de junio al equinoccio de septiembre. Y, por otro lado, los meses regidos por hurin, del equinoccio de septiembre al solsticio de diciembre y del solsticio de diciembre al equinoccio de marzo. Así, en el verano, por ejemplo, la estación en la que predominan las lluvias, caracterizado por la ausencia de Inti, es un periodo “femenino”. Por otra parte, la época de invierno es un periodo “masculino”, caracterizado por la presencia de Inti. Pero un dato decisivo, que solidifica los cimientos de la presente tesis, lo hemos hallado en las Averiguaciones que Polo de Ondegardo realizó para el Concilio de Lima de 1584. Ondegardo, manifiesta la utilización del color, entre otras muchas cosas, como factor decisivo para el sacrificio; que involucraba un acto de conocimiento del propósito selecto, es decir, el color respondía al dominio al que se apelaba (Ondegardo, Polo de; Averiguaciones, Concilio de Lima, 1584, cap. XIIIi, fol. 15. B.N.M) Al igual, el color, durante los periodos regidos por las fuerzas inframundanas, en determinados casos, se usa como medio profiláctico. Estos colores, como nos explicó el médico tradicional Alberto Camaqui, reflejan y ahuyentan a los espíritus inframundanos (Trabajo de campo, Potosí, Bolivia. 2006). Concebimos la idea de que si los colores de las ofrendas conllevaban la información del espacio-tiempo al cual eran ofrecidos, éstos debían ser

conocidos por los chamanes247, o curanderos, para realizar con óptimo resultado sus rituales. Con estos datos entendemos que los colores son de origen sagrado, y que su manifestación está cargada de poder trasformador. Se aprecia que en estas curaciones el color es de suma importancia, porque repercute en la composición, es comunicador de cierta información que se halla intrínseca. Los rituales, como forma de comunicación, tienen que disponer sus ofrendas bajo una rígida y estudiada composición, que repercute en la acción que se pretende hacer llegar. Las ofrendas tienen un destinatario que es necesario reconocer para hacerle llegar sus necesidades o reclamos. Cuando realizamos el trabajo de campo, en la región quechua de Potosí, preguntábamos sobre las propiedades de los colores; principalmente nos interesaba saber el papel de los colores en la enfermedad. De inmediato todos nuestros informantes nos hablaban de las plantas. Entendimos que las plantas son portadoras de los colores, y que la distinción que poseemos nosotros sobre el color y la planta, no era la más acertada para indagar sobre las sustancias de los colores. Se concibe que la planta sea la portadora de la sustancia del color que posee, así, a través de los tintes, la sustancia-potencia de la planta se transmite al objeto elaborado. En nuestros días se opina que los colores provienen de las plantas, y éstas, todas, pueden curar, ayudan al médico a disponer la curación auxiliados por la sustancia del color elegido. Además, se piensa que el color cura, que posee sustancia-potencia. La utilización de los las ofrendas de colores, para la cura, además de su ubicación en la mesa, dividida por regiones, es un acto antiguo e involuntario, sale cotidianamente. Esta característica implica que su estudio es dificultoso, porque no se comprende el concepto de color asociado a una segmentación del entorno (Trabajo de campo, Potosí, Bolivia, 2006). El color, enferma o ayuda, protege y ahuyenta a los espíritus malos. De esta manera, concebimos que existan colores que de alguna manera

247 Los navajo atribuyen que la práctica de los diseños realizados con tierras de diferentes colores, empleadas en la medicina mágica, les fue revelada por las divinidades subterráneas. El viento reveló al hijo de la primera pareja de navajo, llamado Polen, que el uso de tierras simbólicas servía para proteger a la figuras en ellas representadas por medio de genios y plantas mágicas (Pardal, Ramón; 1998:84).

contribuyen a la curación, que ahuyentan a los espíritus malos, y otros colores que no ahuyentan, dejando al paciente expuesto a la enfermedad. Los colores, al ser portadores de sustancias, se perciben con un uso restringido, así, el uso de objetos, seres, o tejidos que portan colores sagrados sólo fueron utilizados en rituales, vedados a los actos de la vida común. Por lo general uno de los colores más restringidos en la vida común es el morado; que asociamos al inframundo. Por ejemplo, Xosé Mariño ha observado que para la tierra cultivada, y no cultivada, se ofrece maíz blanco en la comunidad de Chaquilla, y morado para el rayo. El autor advierte que este tipo de maíz no se utiliza para la alimentación, pues sólo es utilizado en determinados rituales, junto con sal (Mariño, Xosé; 1989:93). Teniendo en cuenta que la missa, sobre las bases propuestas por el investigador de F. Ochoa, podría entenderse como la realización de un microcosmos, podemos entender que hay dos colores predominantes. Un color claro, que probablemente se vinculase con el norte, y un color oscuro, que probablemente se vinculase con el sur. Estos tejidos, al igual que los vocablos que facilita el diccionario de Fray Diego González Holguín sobre missa y alqa (González Holguín, Fray Diego; 2007: 45 y 166), podrían hacer referencia a la división primaria del espacio; a la diferencia entre luz-oscuridad que se ocasionó en el cosmos tras la creación. Esta percepción denota una gran ritualidad, y es por este motivo por el cual, entendemos que estos tejidos sólo se usan para los rituales. Además, la missa representa un microcosmos, un espacio sagrado que responde a una serie de movimientos que el oficiante opina correctos para el objetivo marcado, pues cada problema reclama un ritual diferente, que concebimos potenciado por el color. Éste proporciona sustancia que caracteriza la mesa con unos determinados caracteres, requeridos por el propósito del ritual. Esta percepción dual del espacio-tiempo, que percibimos podría haber sido mucho más compleja, ha sido observada, al igual, por la investigadora Verónica Cereceda que comprende que la imagen de allqa ha sido un código que ha funcionado por siglos. El código posibilita la expresión de ideas de disyunción o contrariedad, dependiendo del contexto (Cereceda, Verónica; 1990: 69) El diseño de los tejidos, advierte el investigador F. Kauffman, “tenían como función básica expresar símbolos de contenido mágico” (Kauffman,

Federico; 2002, tomo VI: 876). La función “mágica” de los tejidos se ha observado desde un punto de vista meramente iconográfico. Pero hemos apreciado, además, que existe un contenido “mágico” que es mucho más complejo que un sistema de combinación de imágenes alegóricas. El tejido en sí es un producto del inframundo, la gran tejedora, Quilla, realiza esta función, desde la creación y ordenamiento del Hacedor, en sus aposentos inframundanos; mientras el Sol calienta el plano terrestre. El telar realiza un movimiento que asemeja el movimiento de los astros, además, los colores, cargados de sustancia, se plasman en el tejido elaborado por el movimiento que se generó en los tiempos primigenios. Así, los tejidos son formas sagradas, son la manifestación de lo divino. Posiblemente, los tejidos missa, además, aludían a la hierofanía Sol-Luna. Las ofrendas de la “mesa” se decoran según la región. En Chucuito, observó la investigadora Ana Mª Mariscotti, el papel dorado hace alusión a la derecha, mientras que el papel plateado se relaciona con la izquierda (en Mariscotti, Ana Mª; 1978: 104). Estos colores se relacionan respectivamente con el Sol y con la Luna desde el periodo prehispánico, como indicamos. Podríamos entender que el tejido, en ultima instancia, hacia alusión a la relación del Sol y la Luna, pues los dos se relacionan con la elaboración de éste; con el establecimiento de la ordenación presente. . Por ejemplo, como ha indicado la investigadora Teresa Gisbert, en las ordenanzas del virrey Francisco de Toledo se prohibieron las imágenes paganas y las figuras que tuviesen que ver con la imaginería indígena, pues se intuía cierto paganismo (Gisbert, Teresa; 2006: 146). Anne Paul observó que las ropas que aparecen en las tumbas de Paracas, como hemos indicado, aportaban información sobre el oficio de la persona que era enterrada, su ubicación en la comunidad (Figura 29) (Paul, Anne; 1993:270). Se podría concebir que el color, la vestimenta, los símbolos utilizados en ésta, y el entorno hubiesen sido una fuente de información primaria. El textil se percibe, en las fuentes coloniales, como una tela que aportaba información vital sobre el propósito para el cual era realizado. Es decir, si la tela se utiliza para curar, para realizar una missa andina, como hemos visto, la tela representa un microcosmos que debe definir una serie de cualidades para las que se usa; mostradas éstas a través de los objetos

utilizados y de los colores. Por otro lado, si la tela se utilizaba para un fardo funerario, su color y su simbología “hablarían” de las cualidades del difunto. Al igual, las telas de los difuntos presentan al mismo en su nueva disposición geográfica: el inframundo. Los colores comunicaban, a través del textil, la información que era requerida, un entierro, ropa de viuda, objeto apotropaico, si era una mujer, o un hombre, un joven o un adulto, etc. Algunos de los datos analizados nos hacen pensar que los colores oscuros, por ejemplo, negro, marrón, están relacionados con el inframundo, con la fertilidad y con el grado de humedad de agua que estos contienen; por otro lado, los suelos claros, amarillo, blanco, están relacionados con la sequía, no son fértiles porque carecen de agua, y “las plantas no los quieren”. La clasificación responde, además, a la metodología anunciada en el análisis sobre la segmentación del universo. Es decir, existen animales que pertenecen a Supay, los rebaños silvestres; por el contrario a los rebaños domesticados. Existen animales, plantas, tierra, agua, etc. que se opina se percibían bajo esta división de conceptos abstractos y empíricos. Por ejemplo, Fray Martín de Murúa observó que al sacrifico consagrado a las huacas se ofrecían animales domesticados, no silvestres (Murúa, Fray Martín de; 2001:408). Animales que hubiesen criado y domesticado; que poseyesen unas determinadas cualidades vinculadas con el destino que se requería, es decir, las potencias de hanan. Entendemos que los poderes celestiales, a los cuales iban estos sacrificios, respondían al sacrificio de animales que el Ordenador había clasificado. Las potencias ubicadas en hanan se alimentaban del alma de animales no inframundanos. De esta manera se deduce, además, la diferencia que había en los sacrificios de la colonia, en los cuales para los españoles se sacrificaba sebo de cerdo, y para los nativos sebo de llama. Esta diferencia ha sido pasada por alto, pero conlleva una complejidad ritual. Así, el sebo de cerdo era el alma de los españoles, mientras el sebo de llama era la de los nativos. Los sacrificios respondían a la ordenación primigenia. El Ordenador poseía sus rebaños, que eran los animales domesticados, y los poderes del inframundo, asociados a Supay, poseían sus rebaños que eran animales silvestres. El sacrificio del sebo, de parte de la composición anímica del animal respondía a la alimentación de la deidad. De esta manera los españoles se asociaban a los

rebaños de Supay, no domesticados, bárbaros, oscuros, etc. De igual forma, posiblemente, los colores se relacionaban con estos sacrificios. Como hemos detallado, en las crónicas aparece información de los quipu teniendo en cuenta características como el color, su valor numérico y posicional. Éstos expresaban el tiempo y las características del espacio temporal que se elegía. Es decir, si era un año bueno o malo, si hacía frio o calor, muerte, enfermedades, si se refiere a un Inca bueno, o malo (Murúa, Fray Martín de; 2001:360). Parece ser que el carácter diferenciador se podía averiguar en los quipu, los elementos cuantificados y los cualitativos eran detectados y anotados. Opinamos, al respecto, que el color, soporte del pensamiento abstracto, poseyó un papel de suma importancia, además, en el quipu (Ver el análisis de la relación del quipu y los ceques) Si bien hemos mostrado un pequeño panorama en el cual se advierte una tendencia que vincula los colores con sustancias intrínsecas, relacionadas, a su vez, a la geometría del universo, hemos hallado, además ciertas formas que fueron muy utilizadas durante el periodo inca, y que manifiestan una clara tendencia a la diferenciación por el color, que sería muy interesante conocer, pero, que por desgracia, desconocemos. En el texto de Huamán Poma de Ayala, por ejemplo, existe una pequeña alusión a la figura del quilca camayoc, que era el encargado de la iconografía “estos dichos secretarios tenían quipus de colores teñidos...” (Poma de Ayala, Felipe Huamán; 1987: 362). Comprendemos que obtener mayor información sobre el funcionario encargado de los quipu de colores, ayudaría para ampliar el conocimiento que posemos sobre los colores en la época del incanato. Podríamos saber el contenido en las formas artísticas visuales, pues el significado de una obra de arte se expresa, a menudo, por objetos o figuras que el artista incorpora, y muchos de éstos tienen un significado específico. De igual forma hubo una flor amarilla que fue muy apreciada, que Poma de Ayala menciona, y que tenía encargados para su recogida (Poma de Ayala, Felipe Huamán; 1987:183 y 184). Saber su significado expresaría, además, ciertas formas de la cosmovisión. Para adorar las huacas Fray Juan San Pedro observó que se hacían unos “...cestos de muchos colores para las huacas principales, donde se introducían la huaca vestida. ...” (San Pedro, Fray Juan; 1992:169)

Entendemos que conocer el patrón taxonómico por el cual se elegían los colores referidos a los cestos, además, de los colores elegidos para vestir a las huacas aportaría una valiosa información. Asimismo, entender de qué color eran los tejidos utilizados como alteres, y si éstos poseían alguna función mágica, añadiría más información al estudio. Federico Kauffman examinó un lugar llamado Chuncu. Éste fue un lugar con cámaras subterráneas donde se han hallado multitud de placas con pinturas. Están pintadas post-cocción, en una de sus superficies, con caracteres curvos, rectos, antropomorfos, figuras abstractas, etc. Federico Kauffman observa que se realizaron con fragmentos de grandes cántaros. Opina que son del periodo pre-inca, posteriores a Tiahuanacu-Huari; una expresión regional de Arequipa (Kauffman, Federico; 2002, tomo III: 503). No se sabe muy bien a qué hacen alusión dichas piedras pintadas. En las crónicas hay referencias a ciertas prácticas rituales en las cuales se utilizaban piedras pintadas como ofrendas; ésta podría ser una interpretación. Pero por igual desconocemos la función del color utilizado en las piedras destinadas a los rituales. Fray Martín de Murúa hace alusión a las “minas de colores con que hacían sus pinturas” (Murúa, Fray Martín de; 2001:357). Saber cuáles eran los colores mas utilizados, porqué y cómo se utilizaban, nos ayudaría muchísimo. Francisco de Ávila escribió que “tenían en una casa del sol llamada Poquen Cancha, que es junto al Cuzco la vida decada uno de los yngas y de las tierras que conquistando pintado por sus figuras en unas tablas, y que origen tuvieron...” (Ávila, Francisco de; Mss.3169:fol.115.B.N.M). Analizar estas tablas nos mostraría una gran información sobre aspectos de la región centro andina. Por ejemplo, en la región boliviana, sería muy interesante, igualmente, saber de qué color fueron las Chullpas, cuáles fueron los colores mas utilizados y si había alguno que no se utilizaba. En definitiva cuál era el criterio de clasificación. Por el momento, la investigadora Teresa Gisbert opina que las Chullpas, estaban blanqueadas y pintadas de colores, cuya simbología desconocemos. Predominan los colores rojo y blanco (Gisbert, Teresa; 2006: 60)

Saber la asignación de los colores según las regiones, durante el periodo pre-colonial, escapa el alcance de este trabajo, pues no hay información suficiente para esbozar un estudio completo. Además, es un conocimiento que nos aportaría información sobre los aspectos culturales de las primeras manifestaciones del Perú antiguo, pues los primeros textiles aparecen en Huaca Prieta. Por ejemplo, hemos visto que la ropa posee aspectos apotropaicos para el que la porta, los colores oscuros reflejan y asustan a los espíritus malos. De igual forma, en la ropa se manifiesta parte de la sustancia de la persona que la porta, de esta manera en los rituales para la curación uno de los pasos más importantes, es dejar la ropa impregnada con la enfermedad en un cruce de caminos (Arriga, Pablo José; 1968: 206). Tanto en la vida como en la muerte la ropa, su color, benefician o perjudican a su portador. En nuestros días una de las regiones que ha guardado celosamente el mundo mítico y subterráneo en sus tejidos es Tarabuco (Figura 30) Respecto a las tonalidades de las regiones aparecen indicios por los cuáles tendemos a pensar que sí existió un criterio taxonómico por el cual la sustancia era relacionada con una deidad. A su vez, esta deidad se relaciona con un espacio-tiempo sagrado. A simple vista conocer las ofrendas, y sus destinatarios sería el paso previo para entender dicho entramado conceptual, el problema es que carecemos de datos. Pero, existen ciertos perfiles que podemos exponer. Por ejemplo, Pariacaca, Viracocha, se vinculan al calor, a la región norte y a los colores rojo y amarillo. En casi todos los textos analizados en los cuales se describía la relación de los objetos de hechicería, con sus colores, se confirma la importancia de la tierra amarilla, anaipuio; que se ofrecía para la reproducción de las llamas y de las tierras. Estas ofrendas se debían renovar cada cierto tiempo, teniendo en cuenta el contrato de reciprocidad que existe entre la comunidad y la deidad o númen solicitado. Entendiendo que todos los datos que hemos podido recopilar relacionan el amarillo y el rojo con los dominios del hanan pacha. Como hemos apreciado, las fuerzas que rigen el cosmos, la fría y la cálida, en cierta medida invaden éste. Y como consecuencia existen colores que se relacionan con el fluido cálido, lo femenino, la oscuridad, y el hurin pacha. De esta manera, si comprendemos la enfermedad como un desequilibrio de los fluidos cálido-fríos, el tono rojo, color del inca, por ejemplo,

se utiliza, entendemos, porque es un tono cálido. El aquejado, cuando está enfermo del ánimo, se enfría, por lo que se utilizaran colores que restituyan, por la composición de contrarios, los fluidos248. Por otra parte, hemos advertido cierto predominio de tonos oscuros relacionados con el inframuno: morado, negro, marrón. En algunos casos se utilizan o bien para demostrar el estado de viudez; para trasmitir maldiciones, enfermedades o para ver la calidad de la tierra, si es fértil o no. Observamos cierto predomino entre los tonos cálidos y la salud, pues la ausencia del ánimo provoca el frío; y los colores oscuros y la enfermedad. Posiblemente, los colores cálidos se podrían haber entendido ubicados en el hanan pacha y los colores fríos en el hurin pacha249. Así, el color amarillo, rojo y blanco fueron colores relacionados con el hanan pacha. Por ejemplo, el uncu o cahua harputha cachua era una camiseta azul hasta las rodillas y de ahí hacia abajo roja, era propio de los incas, y Teresa Gisbert entiende que los colores rojo y azul podrían ser colores reales (Gisbert, Teresa; 2006: 62). Con los datos que poseemos sólo nos vemos capaces de exponer ciertas tonalidades a dos zonas del espacio, el norte y el sur. Con las informaciones que tenemos hemos apreciado cierta vinculación entre el norte y el color rojo y el amarillo; mientras que el sur, de alguna manera se podría relacionar con el negro y el morado (Figuras 27). Pero, si bien se aprecia una tendencia en las crónicas en relacionar colores con fiestas, ofrendas, tejidos, etc., tenemos que tener en cuenta que el color depende, además, de: .- Si analizamos las informaciones halladas en los mitos, en este caso, el color mencionado suele ser el rojo y el amarillo, para las potencias que podíamos ubicar en el hanan pacha, como la divinidad Pariacaca. .- Si hablamos del Inca, en este caso, el color, indiscutiblemente es el rojo, el “rojo inca”.

248 Consultar subcapítulo IV.5: La enfermedad. 249 Por ejemplo, los mineros de Potosí, que viven en un constante desequilibrio, pues no saben cuando van a morir, para evitar enfermedades toman leche de burro negro, no de otro color, negro. Este color se asocia al inframundo, los mineros como bajan a las entrañas de la tierra, al hurin pacha, deben presentar, honrar, aquellas cualidades del lugar en el que trabajan, primero challan con Supay, con el Tío, y beben leche de burro negro, pues, se facultan con la potencia del mundo oscuro; y además, les sirve como medida profiláctica.

.- Las informaciones que tienen que ver con la familia real y determinados rituales de ésta, se relacionan con la combinación de dos colores: blanco con rojo. .- Si analizamos la actualidad, el negro es el color del luto, pero en algunos casos es el blanco. .- Si miramos la oposición blanco- negro, hanan- hurin, los datos varían entre la actualidad y la colonia. El blanco es un color en oposición al negro, según los textos de la colonia, pero como tonalidad clara, que nosotros entendíamos relacionada con las potencias ubicadas en el hanan pacha, hemos apreciado que se podría relacionar, además, con las potencias del hurin pacha; en algunos casos. De esta manera los colores se presentan sumamente complejos. .- Si hablamos del arco iris, en la actualidad aparecen unos colores, pero en la colonia aparece una imagen diferente, en este caso, nos hemos fijado, que, posiblemente, el arco iris se relacione con colores cálidos, de fuego, pertenecientes a las potencias del hanan pacha, y colores fríos, del hurin pacha: como el negro. Pero, no podemos dar datos concretos. El rojo y el amarillo son colores repetidos en el arco iris. .- Las ofrendas, tejidos, etc., multicolores se relacionan tanto en la colonia como en la actualidad con el rayo, con las potencias del hanan pacha. .- Entender los colores claros relacionados con el hanan pacha y los colores oscuros, fríos, con el hurin pacha, es incorrecto en numerosos análisis, de esta manera podemos decir que no es una afirmación del todo correcta. En muchos casos la distribución de los colores no responde a un patrón bipolar hanan-hurin. Por ejemplo, nos hemos fijado que el morado, que en la actualidad se relaciona con Supay, pero, no es mencionado en las fuentes coloniales; que hemos consultado. Si bien es un color oscuro, no podemos afirmar que durante la colonia se percibiese de forma similar. .- Con los datos que tenemos podemos apreciar cierta tendencia entre algunos colores y las regiones cardinales, pero es una investigación que, aun, estamos lejos de realizar con óptimos resultados.

El espacio, entendido como una mixtura de sustancias-potencias de arriba y de abajo, cuyo denominación es el tiempo, se concebía como fases de

la madre naturaleza, en las cuales primaba una sustancia por encima de otra, una fuerza por encima de otra. Estas formas de la naturaleza imprimían en los actos de creación, por ejemplo en el nacimiento, una sustancia determinada, una serie de características vitales en la composición del individuo, en su vida y en su muerte. De esta manera, podemos advertir que los colores, en cierta medida, en algunos casos, siguen el mismo patrón clasificador desde tiempos prehispánicos, pues, los colores amarillo y rojo, por ejemplo, estaban asociados al hanan pacha, desde el texto recopilado por Francisco de Ávila; mientras que los tonos oscuros, como el negro, pertenecen al hurin pacha; en ciertos casos. Al igual, el color se presenta adjunto a unos determinados códigos de comunicación que advierten sobre la cosa, animal, figura, tela, etc., que los porta. El color menciona, al relacionarse con cualidades intrínsecas a su ser, actitudes sobre sus filiados: sin son fuertes, débiles, secos, etc. Estas muestras de un código antiguo y comprendido en algunas ocasiones, reacuérdese la diferencia hallada entre los colores oscuros y los colores claros, se presentan extremadamente complejas. Pues, si bien advertimos una gran diferencia entre los colores claros y oscuros bajo la denominación allqa, opinamos que este código, en cierta medida, pudo no ser el único, pero no lo sabemos. En las fuentes históricas se aprecia un un sistema de clasificación y división de los espacios, determinado por el color de las ofrendas. Esta característica determina un interés por los tonos, que, probablemente, desprenda cierta información del periodo prehispánico. Existen un sin fin de incógnitas en las cuales se puede percibir que el color fue de gran importancia para determinación originaria de las poblaciones, unida a la geografía, pero no somos capaces de entender, por la escasez de datos, una conexión mas profunda.Si bien deducimos que los sacrificios, los periodos temporales, los tejidos, las ofrendas, etc. Participaban de un complicado sistema de valores que desconocemos, cuya base principal se apoyaba en el color de la ofrenda. La utilización del color se manifiesta, entre otras muchas cosas, como factor decisivo para el sacrificio; que involucraba un acto de conocimiento del propósito selecto, es decir, el color respondía al dominio al que se apelaba. Como conclusión concebimos que los colores, durante el periodo prehispánico, se nos presenten ubicados en las regiones, o en los objetos, por medio de una ordenación que podríamos calificar como cultural. Además, estas

clasificaciones se apoyan en una fuerte base empírica, como hemos señalado. Esta ordenación responde a una dimensión metafísica que dota al objeto, a la región o dirección geográfica elegida, de una característica más anímica que empírica. Percibimos, por lo tanto, dos formas de entender el cosmos, una material, cuyas características son las propias que la materia expone; y otra anímica que dota a las cosas, o seres, de unas cualidades intrínsecas y abstractas. Así, a cada región, o zona, se asocian ciertas cualidades que en parte son derivadas, apunta Ulrich Köhler, de la observación de la Naturaleza y en parte son el resultado de especulaciones místicas (Köhler, Ulrich; 1992:588). En los textos hemos apreciado que, dentro de las tareas del OrdenadorHacedor se hallaba la de otorgar un nombre y quizás un color a lo creado. Así, concebimos la posibilidad de comprender que el nombre, como el color asignado por la divinidad creadora, a la vez que nutre a los seres de una entidad interior y sagrada, les otorgaba potencias diferentes, o diferenciadores. Pero debemos mencionar que, si bien el color es un determinante, un código identificatorio, ésta cualidad va unida a otras muchas consideraciones: al espacio con el cual se vincula, al animal con el cual se vincula, la zona del tejido en el cual se presenta, etc. Luego el color se presenta como entidad diferenciadora, vinculada a otras cualidades, que constituyen un código complejo. Es decir, si el amarillo lo hemos relacionado de alguna manera con las regiones celestes, en ciertas ocasiones éste color puede ser un código que anuncia todo lo contrarío a lo que suponemos. Así, el color no determina, sino que advierte, comunica una lectura dentro de un contexto, como lo atestiguan los rituales que se realizaban a la huaca de Huaruchicu, o el análisis que Verónica Cereceda realizó sobre el pájaro allqamari (Cereceda, Verónica; 1990).

This article is from: