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2. El interés de Bolívar por el Perú
habido otro país latinoamericano que haya pagado por su independencia más de un millón cien mil kilómetros cuadrados? Bolívar no se contentó
con despojarnos de Guayaquil y el Alto Perú, también pretendió apoderarse de Jaén y Maynas ⎯que en esos tiempos abarcarían más de cien mil kilómetros cuadrados, esto es el 10% del territorio nacional actual⎯ y regalar a Bolivia la costa del Sur desde Tacna a Antofagasta, como veremos en su oportunidad. Otros pagos por nuestra independencia el año 1824 fueron: el continuo atropello a la Constitución, el mancillamiento del parlamento, la traición a la población indígena, la restauración de la esclavitud, y lo peor de todo — peor aún que la pérdida de la mitad del territorio nacional— fue el mal ejemplo de caudillaje militar que dejó un Libertador quien, a pesar de su carisma, indudable genio e inteligencia, no fue capaz de comprender que el Perú no necesitaba en esos tiempos un modelo como él ni como el de Napoleón ni el César sino como el de Washington o Jefferson. Por eso Bolívar al morir no dejó ni herederos ni herencia, sólo burdos imitadores y caos.
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2.- EL INTERÉS DE BOLÍVAR POR EL PERÚ.
La ambición de Bolívar por desplazar a San Martín como el libertador del Perú surgió a medida que fueron aumentando sus triunfos, aunque realmente fue consecuencia de un proceso que estuvo latente en su mente desde hacía mucho tiempo atrás. El conocimiento de la historia de los pueblos latinoamericanos —que el Perú por su riqueza encabezaba— había sido inculcado desde temprana edad por sus maestros Andrés Bello y Simón Rodríguez. De allí nació en él una mezcla de admiración y envidia por la riqueza del Perú, unido a un justificado desprecio a la acomodaticia sociedad limeña, que a veces extendía inmerecidamente a la población en general. Todos estos sentimientos desembocaron en un temor a que el Perú, luego de su independencia, pudiese alcanzar en América del Sur la hegemonía
que ya había ejercido el siglo anterior en desmérito, principalmente, de la Gran Colombia.
Mucho antes de sus triunfos en Venezuela y Colombia, leemos cartas que escribió desde Jamaica el año 1815, en las que hace referencia tanto a la historia de la conquista del Perú por los españoles, como alusiones a su riqueza y a sus clases sociales. Esas cartas también muestran algunas estrategias que utilizará después en su campaña libertadora. Por ejemplo, en la carta12 a Maxwell Hyslop encontramos —dentro de algunas referencias tangenciales que hace sobre el Perú— su increíble desparpajo para disponer de territorios y pueblos ajenos, en esta oportunidad Panamá y Nicaragua, años más tarde serían Guayaquil y el Alto Perú. Así, argumentando su pedido de ayuda a Inglaterra para independizar Venezuela y América del Sur, escribe: Los montes de la Nueva Granada son de oro y de plata, un corto
número de mineralogistas explotaría más minas que las del Perú
y Nueva España, ¡qué inmensas esperanzas presenta esta parte del Nuevo Mundo a la industria británica! (…) Ventajas tan excesivas pueden ser obtenidas por los más débiles medios: veinte o treinta mil fusiles; un millón de libras esterlinas; quince o veinte buques de guerra; municiones, algunos agentes y los voluntarios militares que quieran seguir las banderas americanas; he aquí cuanto se necesita para dar la libertad a la mitad del mundo y poner al universo en equilibrio. (…) Con estos socorros pone a cubierto el resto de América del Sur y al mismo tiempo se puede entregar al gobierno británico las provincias de Panamá y Nicaragua, para que forme de estos países el centro del comercio del universo por medio de la apertura, que rompiendo los diques de uno y otro mar, acerque distancias más remotas y hagan permanente el imperio de Inglaterra sobre el comercio.
13 En otra carta , que después fue conocida como la Carta de Jamaica, hace un sesudo análisis de los países de América del Sur y las probabilidades que tienen para resolver los problemas políticos, económicos y sociales. Sobre el Perú dice entre otras cosas lo siguiente: (…) El virreinato del Perú, cuya población asciende a millón y medio de habitantes, es sin duda el más sumiso y al que más sacrificios se le han arrancado para la causa del rey, y bien que sean vanas las relaciones concernientes a aquella proporción de América es indudable que no está tranquila, ni es capaz de oponerse al torrente que amenaza a las más de sus provincias. (…) Chile puede ser libre. El
Perú, por el contrario, encierra dos elementos enemigos de todo género justo y liberal: oro y esclavos. El primero lo corrompe todo; el segundo está corrompido por sí mismo. El alma de un siervo rara vez alcanza a apreciar la sana libertad; se enfurece en los tumultos o se humilla en las cadenas. (…) Supongo que en Lima
no tolerarán los ricos la democracia.
Cuando Bolívar menciona los esclavos y siervos del Perú, aludía principalmente a los indígenas. Respecto a los limeños, Bolívar tenía suficiente conocimiento de que el virreinato del Perú contaba con el apoyo de la aristocracia criolla, cuyo mayor temor no era la autoridad virreinal sino un levantamiento indígena que acabase con sus privilegios. Más adelante, en agosto de 1821, cuando todavía estaban tibios los muertos de su victoria en la batalla de Carabobo y la proclama de la independencia del Perú por San Martín resonaba en los balcones limeños, Bolívar envía
una carta
14 a Santander, vicepresidente encargado de la presidencia de Colombia, en la que pide tropas para independizar al Perú cuando ningún peruano consideraba siquiera la posibilidad de pedir su intervención:
Pero cuidado, amigo, que me tenga Ud. adelante 4 o 5,000 hombres para que el Perú me dé dos hermanas de Boyacá y Carabobo. No iré si la gloria no me ha de seguir, porque yo estoy en el caso de perder el camino de la vida o de seguir siempre el de la gloria.
Para llenarse de gloria en el Perú y desmembrarlo tenían que ocurrir primero dos eventos: uno, que San Martín fracasara, y dos, poder atravesar Quito, llamado después Ecuador, que estaba en poder de los españoles. Bolívar se encargó de allanar ambos obstáculos. En octubre de 1821, a pocos meses de la carta de Bolívar a Santander arriba indicada, se produce en Lima, en condiciones sumamente oscuras, un intento de rebelión contra San Martín en las que participa el coronel venezolano Tomás Heres15. Puesto al descubierto en su reprobable complot, Heres acude a San Martín y acusa a sus acusadores de ser ellos los que propiciaban su derrocamiento, argumento bastante inverosímil dado que esos militares eran argentinos y habían acompañado al Protector en sus varias hazañas, entre ellos estaban los jefes de su estado mayor Gregorio de Las Heras y Rudecindo Alvarado. Puestos cara a cara por San Martín los que mutuamente se acusaban, se dejó claro que los rumores que decía haber escuchado el venezolano Heres, no fueron confirmados por las personas involucra-
das
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. El resultado de este embrollo terminó con el dictamen del Protector
que, de manera generosa, dio las gracias por los servicios prestados al coronel venezolano y lo alejó de Lima, enviándolo a Guayaquil. Este oficial fue acogido con estimación por Bolívar y, luego del retiro de San Martín, vino nuevamente al Perú con las tropas colombianas sirviendo de ojos y oídos del Libertador. El uso de infiltrar agentes en fuentes enemigas era parte imprescindible de la estrategia de Bolívar, tal como escribe en su carta al inglés Hyslop transcrita en un párrafo anterior.
Si es especulativo y por lo tanto puede parecer injusto vincular a Bolívar en el intento de Heres para desestabilizar el Perú, en el caso de Mosquera que veremos a continuación la acusación está sustentada.
A comienzos de enero de 1822, Bolívar envía una carta
17 a San Martín en la
que entre otras cosas dice: (…) V. E., colocado al frente del Perú, está llamado por una suerte afortunada a sellar con su nombre la libertad eterna y la salud de América. Es V .E. el hombre a quien esa bella nación deberá en su más remota posteridad, no solamente su creación, sino su estabilidad social y reposo doméstico. (…) La asociación de los cinco grandes Estados de América es tan sublime en sí misma, que no dudo vendrá a ser motivo de asombro para la Europa. (…) Tal es el designio que
se ha propuesto el gobierno de Colombia al dirigir cerca de V. E.
a nuestro Ministro Plenipotenciario senador Joaquín Mosquera. (…) Dígnese V. E. acoger esta misión con toda bondad. Ella es la expresión del interés de América. Ella debe ser la salvación del Mundo Nuevo. Acepte V. E. los homenajes de la alta consideración con que tengo el honor de ser V. E. su obediente servidor.
La misión de Mosquera tuvo un objetivo más inmediato que formar una federación de naciones. Bolívar le encomendó desestabilizar al Perú, trabajo que Mosquera consiguió con poco esfuerzo debido a que la misma sociedad limeña ⎯con personajes como el Gran Mariscal Riva-Agüero y el marqués de Torre Tagle⎯ no estaba a la altura de las circunstancias. Las instruccio-
nes por escrito
18 que recibió el agente de Bolívar fueron las siguientes: Es preciso trabajar porque no se establezca nada en el país y el modo más seguro es dividirlos a todos. La medida adoptada por Sucre de nombrar a Torre Tagle, embarcando a Riva-Agüero (…) es excelente. Es preciso que no exista ni simulacro de gobierno y esto se consi-