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EPÍLOGO

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EPÍLOGO

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Golpes de Estado, perduración ilegítima del gobierno, corrupción del Poder Judicial, avasallamiento del Congreso, intimidación policial a la población, represión a los opositores, malversación de los fondos públicos, son, dentro de otras muchas taras, la herencia que hemos recibido de nuestros primeros años republicanos. ¿Para qué sirve saberlo y recordarlo? No para resignarse diciendo que nada se puede cambiar, que al fin y al cabo los países tienen los gobiernos que se merecen. Tampoco para concluir cínicamente que así somos los peruanos, que nos gusta que nos manden, que no estamos preparados para la democracia.

Esperemos, más bien, que una revisión de nuestra historia republicana, haciendo énfasis en las dañinas consecuencias del militarismo, nos lleve a exclamar un BASTA YA.

Basta de romantizar la historia con enseñanzas de falsos héroes, de no llamar las cosas por su nombre, de no llamar a Bolívar tirano, racista, usurpador, enemigo número uno del Perú. Y a Riva-Agüero golpista, personaje patético e irresponsable. Basta de adular a dictadores sin subrayar el mal ejemplo que han dejado a las nuevas generaciones. Basta de olvidarse de héroes civiles y militares, que también los hubo, que arriesgaron sus vidas en aras de la democracia.

Basta no sólo de Riva-Agüeros y Bolívares, sino también de Leguías, Sánchez Cerros, Benavides, Odrías, Velascos, Fujimoris. Todo lo que han hecho los dictadores en contra del Perú nos ha impedido tener una tradición democrática, una tradición de partidos políticos. Así, cuando hemos tenido que ejercer nuestro derecho de voto, ha sido fácil equivocarnos eligiendo a presidentes por necesidad advenedizos, que no representaban otra cosa que su carisma.

Habría que tener presente que quienes arguyen que la gran masa del Perú es ignorante, y por lo tanto no está preparada para la democracia, no son sustancialmente más cultos.

El recorrido para conseguir una tradición democrática es largo y está sembrado de obstáculos que hacen difícil la travesía. Desconfiamos de la ruta al menor contratiempo. Muchas veces es suficiente tener un presidente civil incapaz o corrupto para aceptar o pedir nuevamente la instalación de un gobierno duro que empeorará sin duda alguna la situación y evitará que las fuerzas democráticas vayan aprendiendo la manera de resolver sus conflictos.

Con prudente optimismo alabamos las medidas del presidente Toledo al nombrar en el año 2001, por primera vez en la historia del Perú, civiles a la cabeza de los ministerios de las Fuerzas Armadas y Policiales, práctica común en todos, absolutamente todos, los países avanzados. Pero, una golondrina no hace verano, muchas son las condiciones que se requieren para afincar una tradición democrática. Una de ellas es indispensable: la revisión de la enseñanza de nuestra historia para demostrar que el militarismo no ha sido la solución a nuestros problemas, sino el mayor impedimento que ha tenido el Perú para progresar.

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