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EPÍLOGO
Golpes de Estado, perduración ilegítima del gobierno, corrupción del Poder Judicial, avasallamiento del Congreso, intimidación policial a la población, represión a los opositores, malversación de los fondos públicos, son, dentro de otras muchas taras, la herencia que hemos recibido de nuestros primeros años republicanos. ¿Para qué sirve saberlo y recordarlo? No para resignarse diciendo que nada se puede cambiar, que al fin y al cabo los países tienen los gobiernos que se merecen. Tampoco para concluir cínicamente que así somos los peruanos, que nos gusta que nos manden, que no estamos preparados para la democracia. Esperemos, más bien, que una revisión de nuestra historia republicana, haciendo énfasis en las dañinas consecuencias del militarismo, nos lleve a exclamar un BASTA YA. Basta de romantizar la historia con enseñanzas de falsos héroes, de no llamar las cosas por su nombre, de no llamar a Bolívar tirano, racista, usurpador, enemigo número uno del Perú. Y a Riva-Agüero golpista, personaje patético e irresponsable. Basta de adular a dictadores sin subrayar el mal ejemplo que han dejado a las nuevas generaciones. Basta de olvidarse de héroes civiles y militares, que también los hubo, que arriesgaron sus vidas en aras de la democracia.