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12. Las tierras

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EPÍLOGO

EPÍLOGO

crisis política de la Gran Colombia. Ecuador había imitado a San Martín aboliendo el tributo indígena; esto causó los siguientes comentarios63 del Libertador: “me aseguran que los indios no trabajan no teniendo contribución que pagar (…) ¿Creerá Vd. que los indios están inquietos temiendo mayores vejaciones porque se les ha quitado el tributo? Tal es el espíritu de nuestra pobre humanidad, que no crece, seguirá siendo niña”. Al ver lo sucedido en Ecuador el Libertador debe haberse congratulado de su espíritu visionario al haber restablecido el tributo del indígena en el Perú. ¿Habrá habido en la historia algún dictador arrepentido? Sólo cuando la inesperada riqueza del guano infló las arcas del Estado y Castilla necesitó del apoyo indígena en su revolución contra el presidente Echenique, fue abolido el tributo de los indios por el mariscal, (Ayacucho, 1852). El tributo de las castas había sido abolido trece años antes.

12- LAS TIERRAS.

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En plena campaña por la independencia, Bolívar necesitó proveerse urgentemente de fondos por un lado, y ganar el apoyo de los indígenas por otro. Estos dos objetivos los quiso lograr con el decreto del 8 de abril de 1824, que sería la primera reforma agraria del país. Mandaba el Libertador que se pusiesen a la venta las tierras del Estado “por una tercera parte menos de su tasación legítima”. Esta desesperada medida fue dolorosa, ya que la venta estaba sujeta a una dudosa tasación, que en tiempos de guerra era imposible controlar y menos esperar que fuese justa debido a que los visitadores y tasadores de aquellas tierras pertenecían o eran susceptibles de ser corrompidos por la clase criolla pudiente. Al bajo precio que pondrían a las propiedades, se les debía reducir una tercera parte de su valor. Además de los civiles que todavía tenían dinero, hay que recordar que eran militares los que manejaban los fondos, joyas, y valores incautados, tal como lo vimos en su oportunidad.

En el mejor de los casos por ignorancia, también es posible que por el desprecio que tenía Bolívar por los indígenas como gente valiosa para el desarrollo del país, el Libertador ordenó que las comunidades indígenas repartiesen las tierras entre los comuneros y se declaren a éstos “propietarios de ellas, para que puedan venderlas o enajenarlas de cualquier modo”65. Esto es: para que los criollos adinerados puedan extender sus haciendas comprando por fin tierras a las comunidades indígenas que durante la Colonia estaba prohibido vender. Terminada la guerra, ante el desconcierto que causó el reparto y la venta de tierras comunales, Bolívar emite varios decretos y circulares64 tratando de menguar el impacto y ordena que las ventas no podían tener lugar antes de 1850. Dice un historiador de esta época65 que “El resultado de este monstruoso decreto fue que las tierras del Estado y de comunidad fueron a acrecentar los grandes latifundios acuñados por la república”. Aunque una pequeña parte de las comunidades indígenas sobrevivió al decreto de Bolívar gracias a la cordura de sus miembros, la gran mayoría de los propietarios indígenas vendieron sus tierras y se pusieron a trabajar para los latifundistas en penosas condiciones. Por ejemplo, en el departamento de Abancay los indios sin tierras propias eran sólo el 3% de la población en tiempos de Bolívar. Diecinueve años después, en 1845, esa proporción aumentó ocho veces 66 . Los indígenas, pongos* o yanaconas * que trabajaron las haciendas que el Estado confiscó a los españoles o las que revertieron a él por razones de herencia o jurídicas, no participaron en la repartición de tierras. Los yanaconas y pongos siguieron existiendo hasta más de la mitad del siglo XX

* Pongo era el siervo que prácticamente no recibía salario. Yanacona era el que trabajaba forzadamente en las haciendas o encomiendas coloniales.

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