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7. El fin del bolivarismo en el Perú
lado por una Cámara de Censores dirigida por Montesinos. Todo esto de por vida. La Cámara de Censores también debía elegir a los miembros del Tribunal Supremo de Justicia, y debía proteger la libertad de imprenta, dentro de otras atribuciones.
También eran parte del Poder Legislativo, la Cámara de Tribunos, con atribuciones semejantes a una Cámara de Diputados, y la Cámara de Senadores que tenía algunas funciones de control de prefectos y promulgación de Códigos de Justicia. No hay duda de que la Constitución Vitalicia contenía algunas partes interesantes, como la elección popular de prefectos y gobernadores de provincias, la inviolabilidad de domicilio, etc., pero todo esto iba a valer muy poco debido al montaje de autoritarismo que la praxis política de un Presidente Vitalicio establecería.
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En resumen, el disfraz republicano de esta constitución no podía ocultar que tener un presidente todopoderoso de por vida, sin responsabilidad legal ni política por los actos de su gobierno, iba a ser una desgracia para el Perú. Muchos de los gobiernos que siguieron a Bolívar imitaron su atropello: destruyeron los fundamentos democráticos, y dedicaron sus afanes a perpetuarse en el poder en vez de concentrarse en mejorar al país.
7.- EL FIN DEL BOLIVARISMO EN EL PERU
Si los pueblos supiesen la facilidad con que se disuelve todo el aparato de represión que crean las tiranías, y como se evapora lo que parecen pétreas estructuras de Estado, se arriesgarían anticipadamente a desbancar al dictador. Luego de las caídas o muertes de los dictadores, desaparecen casi por arte de magia todas las estructuras políticas y policiales que crearon. Recuérdese lo poco que duró el franquismo después de Franco, o lo que sucedió en Francia a la caída de Napoleón, o en Alemania a la muerte de Hitler,
o, en nuestro caso, recordemos como se disolvió el fujimorismo a las semanas de huir el tiranuelo.
La elección fraudulenta de Simón Bolívar como Presidente Vitalicio del
Perú así como su respectiva Constitución duró apenas 48 días. No fue, desgraciadamente, debido a las presiones de peruanos, ni a los amotinados colombianos que se levantaran en armas contra Bolívar porque habían recibido dinero de los aristócratas limeños, como algún historiador colombiano supone 33. Qué orgullo tendríamos en decir que fueron los mismos peruanos quienes pusieron término a la dictadura. No, los peruanos poco tuvieron que ver con el derrocamiento bolivariano.
Muchas veces las causas más célebres tienen un origen bastante prosaico y terrenal. En el caso que nos ocupa, fueron las mismas tropas colombianas quienes depusieron a sus jefes en Lima, los tomaron presos, y los enviaron de regreso a su patria, dejando libre al país de sus opresores. Varias fueron las razones para el levantamiento en Lima de la 3ª División Colombiana, muchas de ellas de poco lustre político. Aunque los colombianos recibían mejores pagas que las tropas peruanas, sus salarios estaban atrasados, incluidos los premios otorgados por el Congreso a los vencedores de Ayacucho. A esto añádase el malestar creado por la diferencia astronómica entre lo que recibía la tropa y lo que ganaban sus jefes. Todo eso los llevó a cometer atropellos, robos y saqueos criminales, ganándose merecidamente la animadversión de los limeños. Es verdad que algunos colombianos habían formado familia en el Perú y estaban en proceso de integración, pero dada su mala reputación la gran mayoría seguía soltera, con pocas posibilidades para encontrar pareja. Otro factor de descontento fue la falta de actividad; acabada la guerra el acantonamiento era insoportable, ya no existía un enemigo común que aglutinase a las tropas colombianas con la población civil. Las broncas eran frecuentes, una de ellas, la de los festejos por el año nuevo de 1827, acabó en una trifulca en la cual participaron también soldados peruanos y que acabó con muertos y heridos34 .
Llegó el momento en que lo único que querían los soldados colombianos era cobrar lo que se les había prometido y regresar a su patria. En esto coincidían con sus jefes, como el general Jacinto Lara que pidió varias veces la vuelta a casa, pero que no fue autorizado por Bolívar, ni por los colaboracionistas peruanos que sabían que el régimen caería si se fuesen los colombianos.
Sin embargo, el factor desencadenante del levantamiento vino desde Colombia, el largo brazo de Santander soterradamente azuzó a las fuerzas colombianas a rebelarse en el Perú contra sus jefes, que eran en su mayoría venezolanos. Sabía muy bien Santander que si la presidencia vitalicia de Bolívar tenía éxito en el Perú, podía extenderse a Colombia. Por el contrario, si el Perú se rebelara contra Bolívar, la presencia del Libertador en Colombia se debilitaría gravemente y no podría recuperar la presidencia a la que Santander siempre aspiró. El ajedrez político fue jugado sagazmente por el vicepresidente colombiano, socavó la retaguardia del Libertador rebelando contra él a las veteranas tropas colombianas vencedoras de Junín y Ayacucho. Fue así como el 26 de enero de 1827, el coronel colombiano José Bustamante encabezó a los rebeldes que tomaron presos a los jefes venezolanos, incluyendo al fiero general Jacinto Lara, y, ocuparon el Palacio de Gobierno, la Plaza de Armas y varios emplazamientos claves. Ese día el Consejo de Gobierno, salvo Pando, se encontraba con otros altos funcionarios y autoridades veraneando en el balneario de Chorrillos. José Pando, que era el único miembro del Consejo que estaba en Lima, intentó ingresar a Palacio en su calidad de ministro del Interior, pero lo único que consiguió fue ser despedido con cajas destempladas por los colombianos. Se le urgió tomar su caballo y dirigirse a Chorrillos. Los rebeldes sólo querían mantener comunicación con el Presidente del Consejo de Gobierno, general Santa Cruz, pero no con sus ministros.
La población limeña se mantuvo cauta y tranquila ante los acontecimientos, pero Vidaurre y algunos liberales, entre ellos Mariátegui, rompiendo la prohibición convocaron una reunión extraordinaria del Cabildo de Lima, que había sido suspendido por el gobierno. Así como dos meses atrás, el gobierno presionó a este cabildo limeño a aprobar la validez de las actas de los Colegios Electorales, función que ellos en un momento rechazaron manifestando que no les correspondía decidir a nombre del país, y que, sin embargo, terminaron aprobaron dichas actas ante las fuertes medidas de coerción. En esta gloriosa mañana del 26 de enero, los miembros del Cabildo de Lima, basados en las mismas atribuciones que les había dado en una oportunidad el gobierno, decidieron declarar nulas las elecciones del Perú aboliendo por lo tanto la Constitución Vitalicia y la Presidencia Vitalicia de Bolívar. También decidieron destituir a todos los ministros, no así al Presidente del Consejo de Gobierno, a quien llamaron urgentemente para hacerse cargo de la situación. Otras medidas que se tomaron en ese importante día fue la de restablecer la Constitución de 1823 y convocar a unas nuevas elecciones antes de tres meses. Mientras tanto, el Consejo de Gobierno se reunía alarmado en Chorrillos. No tenía tropas para enfrentar a los colombianos, el ejército peruano había sido calculadamente desarmado y mal aprovisionado para debilitarlo ante ellos. Por igual razón la Marina había sido desarbolada, no tenía el poderío de hacía unos meses atrás porque Bolívar la había considerado peligrosa para Colombia. Sin fuerzas para oponerse y sin poder contar con el mando de venezolanos por estar presos, a lo único que podían aspirar los ministros era a preservar sus vidas. Nos imaginamos la desazón que tendría ese día el ministro de Guerra, el general venezolano Tomás Heres, que tanto daño causó a los peruanos. Al día siguiente, el 27 de enero de 1827, el Cabildo de Lima convocó a todos los ciudadanos a una asamblea popular donde, luego de encendidos discursos, la multitud aprobó con genuina alegría y júbilo todos los acuerdos
del Cabildo. A eso de las dos de la tarde hizo su aparición Santa Cruz y sus ministros, a quienes se les leyeron las decisiones, sin que ninguno de ellos protestase. Se cuenta que cuando Pando oyó su destitución, “sonrió, se quitó el sombrero y saludó”35. Sabría que los liberales no lo iban a fusilar a los opositores como hubiera hecho Bolívar. Una de las primeras decisiones que tomaron las tropas colombianas y el Cabildo de Lima fue deshacerse de los generales venezolanos. Fue así como a los pocos días todos ellos fueron embarcados rumbo a Colombia. La era bolivariana había llegado a su fin. No obstante, el cónsul colombiano y la fiel amante de Bolívar, Manuelita Sáenz, que se había quedado momentáneamente en Lima, complotaron e intentaron seducir a las tropas colombianas con ofertas de dinero en “cantidades muy crecidas” según un testigo de la época36. Todos los esfuerzos por cambiar el rumbo de los acontecimientos no llegaron a prosperar y finalmente, el 18 de marzo de 1827, las tropas colombianas partieron del Callao para no regresar jamás. La noticia corrió por todo el mundo. Santander se traicionó al celebrar con ostentación la caída bolivariana en el Perú, fueron varias las manifestaciones públicas que se organizaron en Bogotá para festejar ese acontecimiento. Bolívar, por su parte, se alarmó cuando conoció los hechos. Realmente lo tomó por sorpresa que fueran sus más fieles tropas, aquellas que le dieron honor y gloria, las que lo traicionaran. El Libertador sabía quiénes eran sus enemigos, abiertos o disimulados, pero lo que menos se imaginaba era que sus fuerzas pretorianas serían las que pondrían en peligro su liderato en América.
Bolívar, que se encontraba en Venezuela tratando de evitar su independencia de la Gran Colombia, comenzó a desconfiar inmediatamente del apoyo de los mandos colombianos. En la carta que escribió al coronel Blanco, el Libertador expone toda su alarma:
Caracas, 14 de abril de 1827 Al señor Coronel José Félix Blanco
Mi querido Coronel: Anteayer ha llegado a esta capital un oficial comunicándome la noticia de insurrección del ejército colombiano en Lima contra sus jefes u oficiales venezolanos. Esta ocurrencia ha producido la prisión del general Lara y veinte jefes venezolanos que han sido remitidos a Bogotá, un teniente coronel granadino [colombiano] llamado Bustamante ha sido nombrado comandante general de aquel ejército. Este
movimiento me ha alarmado infinito con respecto a lo que pu-
diera suceder aquí. Y por lo tanto me apresuro en comunicar a Vd. esta noticia a fin de que procure tomar todas las medidas de precaución que le sugiera su juicio. Desde luego, debe Vd. tener la mayor vigilancia sobre los jefes y oficiales granadinos que existan en su departamento y que pudieran tal vez conspirar contra Venezuela ya que los granadinos [colombianos]en el Perú han manifestado un odio tan exaltado contra los venezolanos. Todo esto procure Vd. hacerlo con el mayor silencio y circunspección a fin de no inspirar desconfianza y celos. Soy de Vd. Affmo, amigo Bolívar
La derrota de la Presidencia Vitalicia en el Perú fue el comienzo del fin del
Libertador. De allí en adelante su sueño se derrumbaría como un castillo de
naipes. Antes de tres años moriría abandonado por todos y con una camisa prestada. La historia se volvía a repetir: los dictadores llegan a una altura de donde lo único que les queda es caer. Lamentable es que dejan destrozados países y envenenadas las futuras generaciones con su mal ejemplo.