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4. Riva-Agüero visto por los historiadores Cuadro 2. Eventos importantes desde la llegada de San Martín hasta el

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EPÍLOGO

EPÍLOGO

que no debe ser un presidente ni un militar. Desgraciadamente la Historia se enseña pero no se aprende. La mayoría de los historiadores menciona que no fue traición entablar negociaciones con el virrey porque tanto San Martín —por su interés de establecer una monarquía constitucional— como Bolívar —por estrategia para ganar tiempo— también establecieron conversaciones con el enemigo. En vez de hacer énfasis en el golpe militar y en los males que ocasionó, Riva-Agüero es visto por nuestros historiadores como el primer presidente que tuvo el Perú, y quizá por ese hecho es tratado con simpatía e indulgencia. Basadre cubre extensamente la labor de Riva-Agüero dando la impresión de que los decretos en sus cuatro meses de gobierno fueron obras cuando sólo eran intenciones. Sobre su personalidad, Basadre dicexxxviii : Considerábase Riva-Agüero como adalid de la libertad y de la independencia peruanas frente a la ocupación extranjera (…) Le movían, junto con sentimientos nacionalistas, atávicos vínculos a la metrópoli [Madrid], olvidados en horas juveniles, pero nunca extintos. Sobre su capa de conspirador se había puesto la banda presidencial; pero sin quitarse la aristócrata casaca de marqués. Su espíritu de casta se conmovía ante la lucha que no resultaba fácil, sino larga y cruenta, y tras de cuyo final vislumbrábase que predominarían, si no los extranjeros, en el mejor de los casos, nacionales indeseables. Además, Riva-Agüero sentía una sensación de chasco y escamoteo. Él había sido el prohombre de la revolución peruana si San Martín no lo hubiera eclipsado, y ahora se sentía desplazado por Bolívar. Como Satán, no quiso ser tan sólo el Arcángel preferido. Al pecar, fue el suyo el pecado de Satán, la soberbia.

Pedro Dávalos y Lisson, un erudito de la historia republicana, escribióxxxix por el año 1937 el siguiente retrato de nuestro primer presidente: Caballero, bien nacido, de buenos modales, teniendo cultura y talento, hablaba y escribía con notable facilidad y corrección. Carecía de sosiego, de juicio, aunque no de penetración y astucia. Con tales condiciones su dinamismo y su extrema confianza le fueron adversos. Era un revolucionario, pero su mirada no fue nunca lejos. No sabía esperar y faltándole ecuanimidad, su falta de percepción fue siempre manifiesta en sus actos trascendentales. Perturbado por sus alucinaciones, sin estudios militares ocupaba sus ratos de ocio en hacer fantásticos planes de campaña. Era audaz y a veces temerario, pero en el fondo ligero y superficial, motivo por el cual sus promesas no inspiraban confianza. Sin darse un momento de reposo en sus concepciones políticas, medía con inexactitud las distancias que le separaban del propósito ambicionado, y como tampoco apreciaba el tamaño de los obstáculos, siempre se quedaba a la mitad del camino.

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Es decir, según Dávalos, Riva-Agüero era un desastre, sin embargo, esto no era obstáculo para que el mismo historiador dijese de él que “sólo actuando como Presidente del Perú en época normal, hubiera pasado como un buen gobernante”. Argumento difícil de aceptar, de otra manera tendríamos que un político de buenos modales, pero carente de sosiego, de juicio, corto de mirada, perturbado por sus alucinaciones, pudiese ser buen gobernante en época normal. Eso parece imposible, aunque no vaya a ser que en el futuro algún historiador diga que Alan García, con características similares, gobernó bien al Perú. El cura Vargas Ugarte, educador jesuita e historiador de prestigio, pero de indudable corriente conservadora, dice que Riva-Agüero era virtuosoxl . Enseñar así ha contribuido a crear figuras históricas que, al ser imitadas,

nos han acarreado las trágicas consecuencias. Muchos golpistas y traidores han tenido abiertas las puertas del cielo, recordemos si no, la asociación del cardenal Cipriani con Fujimori. Mariano Paz Soldán dice, al comentar los inicios de la acción política de Riva-Agüero, que no le faltaba talento, honradez y grandísima actividadxli . Luego el lector duda de la honradez de Riva-Agüero cuando Paz Soldán dicexlii que al ver “que el Congreso le era hostil, quiso disolverlo; para halagar a los diputados que tenían mayor influencia, proyectó una junta de siete diputados con el nombre de Senado Consultivo, y a los demás darles embajadas o destinos lucrativos y honrosos”. Es decir, intentó darse un auto golpe, tal como el que se dio Fujimori, y para lograr ello compró la conciencia de la oposición en el Congreso. Sobre la negociación de Riva-Agüero con el virrey para entregar el Perú, Paz Soldán dicexliii :

¡Qué grande se hubiera presentado Riva-Agüero resignándose á lo dispuesto por el Congreso, sin entrar en la legitimidad de sus actos! El Perú no habría visto sostener una guerra civil al frente del enemigo de nuestra independencia, y ese hombre, que sin duda fue uno de los más activos e inteligentes obreros para preparar nuestra independencia, no hubiera eclipsado sus glorias* con sus intentos de entregarla con disfraz a sus enemigos capitales, antes de verla en poder de sus enemigos personales. ¡Lamentables extravíos y debilidades humanas que pierden la honra y tranquilidad perpetua!

Quizá por su temeridad, carisma o abolengo, Riva-Agüero ha sido tratado con un tanto de admiración por los historiadores. Su paso por la historia la enfocaron más con relación a su personalidad que al daño que causó al desarrollo democrático del país. No hay que olvidar que su golpe de estado contra la Junta Gubernativa originó el exilio de Luna Pizarro y el

* No sabemos a qué glorias de Riva-Agüero se refirió Paz Soldán que no sea el escrito de la “24 causas”.

alejamiento de varios diputados. La desmoralización del Congreso fue tal que cuando Canterac tomó Lima, nueve parlamentarios se pasaron a las fuerzas realistas. Riva-Agüero recibió el mismo pago, puesto que su destitución fue prácticamente otro golpe de Estado. El Congreso que lo echó del gobierno estaba reducido a 28 representantes de los 79 elegidos y sometido a los intereses de Sucre y Bolívar. Por nuestra parte creemos que Riva-Agüero debe ser visto y enseñado no tanto como el primer presidente del Perú, sino como el primer golpista, el iniciador del bochornoso y desgraciado militarismo que nos ha llevado a estar como estamos y ser lo que somos: un país sin tradición democrática. Riva-Agüero tenía, además, toda la picardía limeña, esa cualidad tan perversa como inútil que en repetidas ocasiones ha hundido al país y que, sin embargo, es fomentada y hasta inculcada en nuestra educación.

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