
8 minute read
5. El proyecto de desmembramiento total del Perú
5.- EL PROYECTO DE DESMEMBRAMIENTO TOTAL DEL PERÚ.
No había pasado un año de la batalla de Ayacucho y el Perú ya había sido dividido para siempre, pero eso no era suficiente ante los ojos del Libertador. La oposición soterrada de los peruanos era latente y exageradamente temida por él. Esta paranoia la suelen tener todos los dictadores. Por lo tanto para reinar había que dividir más al Perú, era necesario, pues, quitarle su posibilidad hegemónica frente a las repúblicas vecinas, para que él, como Presidente Vitalicio con derecho a nombrar heredero, mandase sobre todos. El Libertador comenzó su campaña de desmembramiento del Perú apenas regresó a Lima después de su glorioso viaje a Bolivia —donde fue recibido con homenajes mayores a los que habían recibido los virreyes. Mas que eso, Basadre dice37 que “fue recibido con tanta pompa y obsequiosidad que a su lado, los homenajes a los Incas resultaban sobrios”. Fueron muchas las reuniones que tuvo con sus colaboracionistas en Lima, entre ellos, Unanue, Pando y, posteriormente, Santa Cruz. Dos objetivos aparentemente opuestos deseaba Bolívar para su mayor gloria. Por un lado quería una Federación que unificase Venezuela, Colombia, y Quito (llamado después Ecuador) con Perú y Bolivia, quedando él como presidente vitalicio. Pero creía que esa Federación no se podía hacer sin dividir nuevamente al Perú ya que los otros países corrían el riesgo de ser absorbidos por ser más débiles. Fue así como decidió separar al Perú en dos, segregando los departamentos del Sur para formar otro Estado. El marco legal que uniría a los países de la Federación sería la Constitución Vitalicia que redactó Bolívar para Bolivia, y que enviaría al Congreso del Perú para su aprobación y posteriormente a la de la Gran Colombia. Para lograr la separación del Sur del Perú, Bolívar contaba con los prefectos de esos departamentos, en especial con el de Arequipa. El general Antonio Gutiérrez de La Fuente, llamado generalmente La Fuente por los historiadores, era un dócil e interesado elemento para llevar acabo tal empresa. La carta que a continuación copiamos íntegramente se explica por sí sola, pero
Advertisement
observemos los consejos que le da para utilizar a la prensa a fin de imponer sus ideas.
Magdalena, 12 de mayo de 1826 Señor general don Antonio Gutiérrez de La Fuente. Mi querido general: Al fin he terminado la constitución de Bolivia, y mando a mi edecán a que la lleve al general Sucre, para que él la presente al congreso del Alto Perú. Es, pues, llegado el momento en que yo diga a Vd. que esta constitución va a ser el arca que nos ha de salvar del naufragio que nos amenaza por todas partes, sobre todo, por aquella por donde Vd. menos piense. Ahora pocos días ha llegado el señor Pando, de Panamá, y el cuadro que me ha hecho de los negocios en general, y de la situación actual de Colombia, ha excitado toda mi atención, y por algunos días me ha tenido sumergido en las más angustiadas meditaciones. Ha de saber Vd. que los partidos tienen dividida a Colombia; que la hacienda está perdida; que las leyes abruman; que los empleados aumentan con la decadencia del tesoro, y, últimamente, ha de saber que en Venezuela claman por un imperio. Este es el verdadero estado de las cosas por allá, trazado muy a la carrera; pero lo bastante para que Vd. pueda calcular lo que yo siento en tan complicadas circunstancias. No es esto todo, mi querido general; lo peor es que quedando las cosas como van ahora, en el Perú también sucederá lo mismo en el curso del tiempo, y que, en una y otra parte, veremos perderse la obra de nuestros sacrificios y de nuestra gloria. Después de haber pensado infinito, hemos conve-
nido entre las personas de mejor juicio y yo, que el único remedio que podemos aplicar a tan tremendo mal es una federación
general entre el Perú, Bolivia y Colombia, más estrecha que los
Estados Unidos, mandada por un presidente y vicepresidente y regida por la constitución boliviana, que podrá servir para los estados en particular y para la federación en general, haciéndose las variaciones del caso. La intención de este pacto es la más perfecta unidad posible bajo una forma federal. El gobierno de los estados federales o particulares quedará el vicepresidente con sus dos cámaras para todo lo relativo a religión, justicia, administración civil, economía y, en fin, todo lo que no sea relaciones exteriores y guerra. Cada departamento mandará un diputado al congreso federal y éstos se dividirán en las secciones correspondientes, teniendo cada sección un tercio de diputados de cada república. Estas tres cámaras con el vicepresidente y los secretarios de estado, que serán escogidos en toda la república, gobernarán la federación. El Libertador, como jefe supremo, marchará cada año a visitar los departamentos de cada estado. La capital será un punto céntrico. Colombia deberá dividirse en tres estados Cundinamarca, Venezuela y Quito: la federación llevará el nombre que se quiera; habrá una bandera, un ejército y una sola nación. De cualquier modo que sea, es indispensable que se dé principio a este plan por Bolivia y el Perú. Después me será fácil hacer que Colombia adopte el único partido que le queda para la salvación.
Unidos el Alto y Bajo Perú, Arequipa será la capital de uno de los grandes departamentos que se formen a manera de los tres de Colombia.
Este es el plan que hemos concebido y el cual debemos adoptar a todo trance, aunque sea haciéndose algunas modificaciones que nunca destruirán la base. Por lo mismo, es preciso, mi querido general, que Vd. haga escribir mucho sobre esto, a fin de persuadir a aquellos que se quieran oponer a él, pues no faltarán opositores. Diré, además, que la reunión del Alto y Bajo Perú es necesaria a los intereses de América, porque sin esta reunión no se consigue el plan
de la federación general; que esta última interesa al Perú y, últimamente, que ningún otro departamento debe estar más interesado
en ella que el de Arequipa, porque le asegura la preponderancia mercantil, que naturalmente iba a perder con la separación del Alto Perú, ganará infinito con la reunión de los departamentos de Cuzco, Puno y Arequipa que están destinados a formar uno de los estados de la Unión y cuya capital deberá ser Arequipa.
En fin, mi querido general, medite Vd. por un solo instante las ventajas que nos va a producir esta federación general; medite Vd. el abismo de males que nos va a librar, y no le será a Vd. difícil conocer con cuánto es el interés que debemos todos tomar en un plan que asegura la libertad de América, unida al orden y a la estabilidad y, últimamente, acuérdese Vd. que nuestro destino puede abreviarse,
abreviándose la realización de un proyecto en el cual puede Vd. tener mucha parte.
Soy de Vd., mi querido general, amigo de corazón. Bolívar.
Independientemente del grado de lealtad que tuviera el general La Fuente con el Libertador, la posibilidad de convertirse él en Presidente del nuevo estado que proyectaba Bolívar era suficiente atractivo para que el prefecto de Arequipa apoyase decididamente la separación de los departamentos del Sur. La campaña periodística que lanzó desde los diarios arequipeños se concentró en dos objetivos: “El Zancudo Preguntón” y “El Compadre del Zancudo” se dedicaron a desacreditar el centralismo limeño. Por otro lado, el periódico “El Federal” propiciaba abiertamente la separación del Sur del Perú.
Antes de partir para Colombia en setiembre de 1826, Bolívar había creído dejar bien atada su permanencia en el Perú. La presidencia vitalicia estaba a punto de ser aprobada en el congreso, las fuerzas colombianas seguían en el
país, el ministro de Guerra era el venezolano Heres, el de Relaciones Exteriores era el colaboracionista Pando y el Presidente del Consejo de Gobierno era el general Santa Cruz, incondicional del Libertador. Fue este Consejo quien envió a Bolivia al colombiano Ortiz de Zevallos para que junto al tratado de límites, que vimos anteriormente, firmase un tratado federativo con ese país. En el caso de la Federación, Pando, Ministro de Relaciones Exteriores, dio al embajador plenipotenciario del Perú instrucciones por escrito en las cuales debía basarse el tratado, pero Bolívar se había adelantado a ello dándole las órdenes verbalmente. Al llegar Ortiz de Zevallos a Bolivia, el asunto de la Federación recibió una fría acogida por parte de Sucre y de las autoridades, sin embargo, quizá obedeciendo al Libertador, el 16 de noviembre se firmó un tratado sujeto a ser aprobado en 90 días por los respectivos gobiernos. Pocos días después los bolivianos que participaron en la negociación fueron los primeros en oponerse a lo que habían firmado. Estos eran el ministro de Relaciones Exteriores, Facundo Infante, y el vocal de la Corte Suprema, Manuel Orcullu. También se opuso el inefable Casimiro Olañeta que en un momento estuvo a favor de la federación con el Perú. No hay duda que todos los bolivianos estaban respaldados por el Mariscal de Ayacucho, jefe del gobierno boliviano. En una carta a la cancillería del Perú, Ortiz de Zevallos revela la decisiva oposición de Sucre a la Federación hasta que el Perú no se dividiera en dos Estados. Sucre le indicó que: “solo bajo aquel plan podría Bolivia no temer que el Perú se la absorbiese, como sucede cuando un Estado pequeño se liga con otro mayor y más fuerte”. 38 Jugando más fuerte, el Mariscal de Ayacucho, héroe de la independencia del Perú, acreedor a generosos premios y alabanzas, amenazó al país que lo había honrado buscando una coalición con Chile y Argentina. Afortunadamente, su plan no obtuvo acogida en esos países debido a problemas inter-
nos
Las maniobras separatistas contra el Perú no acabaron con la caída de Sucre ni de Bolívar, la semilla de maldad ya estaba sembrada y la cosecha no demoró. Numerosas guerras fratricidas mantuvieron al Perú en caos durante varios lustros, cada militar de cierto prestigio se creyó digno de independizar el departamento en el que tenía influencia. En el orden internacional la relación con Bolivia dio origen a invasiones por parte del Perú y, luego, terribles enfrentamientos con Chile que acabaron con el despojo de Arica y Tarapacá y la cruel invasión a Lima. Lo único que obtuvimos de la guerra con Chile fue llenar nuestras plazas de héroes, militares, lógicamente.