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5. La ley de imprenta

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EPÍLOGO

EPÍLOGO

del gobierno, en otras hablan sobre los ministros con los que Heres tenía muchas veces fricciones, tal es el caso del ministro de Relaciones Exteriores José María Pando.

“Con el señor Pando había sus cosillas, porque lo tenían por godo, sin mérito para el destino y por insociable; de las dos primeras tachas hablé yo mismo á V.E. Entretanto, yo creo al señor Pando tan patriota como el que más (…) Si algo me picaba de Pando, era el peruanismo que lo cegaba, y a un amor a la patria, mal entendido, según mi comprensión, lo sacrificaba todo. A pesar de esto aquí lo acusan de antiamericano y españolizado. Diré á V.E. francamente que al gobierno no le tienen ningún respeto, ni él hace por donde se lo tengan. Las trazas de mis compañeros es una razón para esto”.25

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Con tantos cambios en los ministerios era imposible mantener una política estable en la administración de la nación. A la volatilidad de los ministros

se añadía la injerencia directa de Bolívar mediante decretos que no eran consultados con los responsables de las carteras ministeriales. Por eso es sorprendente que muchos historiadores hagan una larga lista de los logros obtenidos durante la etapa bolivariana. Habría que decir que ninguna ley funcionó, salvo las disposiciones irreversibles que medraron el erario público, los bienes de la nación y de los indígenas. Tomando prestado lo dicho alguna vez de alguien, sobre Bolívar se podría decir: “en el Perú hizo el bien y el mal. El mal que hizo lo hizo bien, y el bien que hizo lo hizo mal”. Veamos algunos ejemplos de ello.

5- LA LEY DE IMPRENTA.

La mayoría de los historiadores se empeñan en describir la Ley de Imprenta como uno de los mayores logros de Bolívar a pesar de que fue una ley que no funcionó nunca26. Es más, en lo único que creyó Bolívar fue en reprimir

toda fuente que lo desfavoreciera. Basadre dice que gobiernos autoritarios como el de Bolívar “impidieron de hecho el ejercicio de la prensa de la oposición”. El reglamento de esa ley condenaba a seis años de prisión a los autores de los escritos que el gobierno considerase como subversivos, y prohibía las sátiras contra disposiciones gubernamentales. La intimidación a la libertad de expresión parece que tuvo éxito, Luna Pizarro desde su destierro en Chile protestó en una carta al presidente del Consejo de Gobierno en estos términos27 :

Nada más elocuente que el silencio profundo de los pensadores, silencio que me atrevo asegurar no será interrumpido por la nueva ley reglamento sobre imprentas; pues con mayores garantías aquí [Chile], yo mismo he creído conveniente guardarlo, no resolviéndome a escribir una línea. Repito que me complacía mereciesen mis conceptos una justa calificación de error, cuando de no serlo, presentan un porvenir poco o nada lisonjero.

La obsesión por mantener incólume su imagen, unida al desparpajo más absoluto por las formas, hizo que ordenase la publicación de artículos sugeridos en detalle por él para que fuesen firmados por alguno de sus incondicionales. Copiamos abajo un párrafo de la carta28 que el Libertador escribió al venezolano Heres, cuando éste era ministro del Consejo de Gobierno. (…) bueno sería dar un artículo en “La Gaceta de Gobierno” combatiendo a “El Sol” a nombre de un colombiano, diciendo que los colombianos no quieren estar más tiempo sin mí; y que los señores argentinos se pueden componer como quieran sin mí, puesto que son tan ingratos, y que el Libertador no debe meterse en nada tocante al Río de la Plata. Haga Vd. que el general Salom dé el artículo para que lo firme un oficial como Alzuru, que habla, escribe y pelea. El artículo debe comenzar recapitulando todas las injurias que han

hecho a la división de Colombia llamándola montonera como lo han

dicho en Buenos Aires; y después todas las que me han hecho a mí. Después de todo esto debe caer sobre “El Sol” diciendo que ahora pretende que el Libertador se vaya a meter como mediador entre los congresos de Chuquisaca y Buenos Aires para privarlo así a su país que está clamando por él; y que las tropas de Colombia no pueden vivir sin él, y sobre todo esto debe extenderse en amores y requiebros. (…) El artículo debe decir todo con moderación y gracia, a

fin de que pueda entrar en la Gaceta como remitido por un colombiano.

Como “La Gaceta de Gobierno” era un periódico oficial, por lo tanto sujeto a sospechas de parcialidad, Bolívar decide tener un periódico privado que lo apoyara y defendiera. Por supuesto, subvencionado por el Estado. Leamos los consejos que le da al ministro Heres: Algunas cartas en “El Observador” podrían decir lo que se ha omitido [se refiere a varios artículos publicados en su defensa por sus incondicionales] con estilo picante, digno y gracioso; suponiendo que son unos interesados que se quejan. “El Observador” en un pequeño cuaderno no está bien. Mejor aparecería en un pliego entero. (…) Todo el papel debe estar dividido en sus diferentes departamentos, digámoslo así. Se trata de hacienda, hacienda, se trata de rentas, hacienda. Se trata de Fernando VII, tiranía o fanatismo, según sea el negocio. Se trata de un hecho raro o desconocido se pone: anécdota estupenda, curiosa o escandalosa, según sea. Cuando se hable del gobierno, con respeto, y cuando se trate de legislación, con sabiduría y gravedad. Yo quiero que se proteja el periódico, pero no aparezca Vd. como principal, más bien que sea el gobierno, o Larrea [ministro peruano] o un amigo,

pero que se organice con elegancia, gusto y propiedad. Pídale Vd. dinero a Romero para proteger las letras.

No debe sorprender que Bolívar haya amordazado la libertad de prensa que le era desfavorable. En el Capítulo II se menciona cómo antes de llegar al Perú le daba quejas a La Mar, que era presidente de la Junta Gubernativa, por la forma en que la prensa limeña lo atacaba y cómo lo urgía a reprimir a los autores o atenerse a las consecuencias. Más tarde, cuando estaba pensando en regresar a Colombia, le escribe a Santander sobre los ataques que recibe de la prensa ecuatoriana: “La hermosa libertad de prensa, con su escándalo, ha roto todos los velos, irritado todas las opiniones. (…) En Guayaquil, que no es fuerte, hace repetidos ataques. (…) La libertad de imprenta la causa y, por lo mismo, es incurable, no sé que hacerme en este negocio,

semejante a la llaga del amigo de Teseo, que la irritaban cuantos remedios se le ponían, esta llaga cubre toda la república.

Los dictadores no permiten otra clase de prensa que la favorable y servicial. En muchos casos alegan que lo hacen en “defensa de la patria”, en otros para “preservar los valores de la nación”, siempre dicen que es para salvaguardar el honor y la verdad. Pero lo que hacen es eliminar las voces discordantes al gobierno y el derecho que tienen los ciudadanos a estar informados. La libertad de expresión no podía tener restricciones, eso lo sabían los peruanos ya que desde la Revolución Francesa se dejó claro que así como hay libertad de pensamiento del mismo modo debe haber libertad para expresar dicho pensamiento. Durante el régimen de Bolívar la oposición no tuvo la oportunidad de hacer oír su discrepancia. Esto representó un paso atrás en el proceso iniciado por San Martín en el Estatuto Provisional y las disposiciones sobre la libertad

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