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9. La minería

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EPÍLOGO

EPÍLOGO

mer préstamo solicitado inicialmente por San Martín y finalizado por RivaAgüero. Luego de pagar comisiones, descuentos y otras deducciones sólo se recibió el 75% del préstamo de un millón doscientas mil libras esterlinas, esto es £ 900,000. Pues bien, en el tiempo de Bolívar se negoció un préstamo también con Inglaterra del que sólo se recibió el 25%41. La diferencia se debió, según el ingenuo comentario de Basadre, a “errores y actos irregulares”42. Por supuesto, el Perú tuvo que pagar íntegramente el 100% del préstamo y los intereses de ese monto. La correspondencia de esos tiempos refleja el grado de descontrol de la Hacienda Pública y la desconfianza que tenía el Libertador sobre el ministro de Hacienda de turno, pues era el venezolano Heres, el ministro de Guerra, a quien pedía cuentas. Un ejemplo de esto es la respuesta que da Heres sobre los fondos del Estado. Según un análisis detallado que aparece en la nota 43 al final del capítulo, se puede ver que mientras Bolívar dice que había por cobrar 480,000 pesos. Heres analiza los detalles y le dice que sólo son 156,633.

9- LA MINERÍA.

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Durante la Colonia el rey de España, a título personal, era el propietario de las minas, y éstas se entregaban para su usufructo a empresarios españoles o criollos que diesen garantías de eficiencia, trabajo y honestidad. El rey, a través de una eficiente red informativa y de control, que iba desde el virrey hasta el más humilde corregidor44, se aseguraba el pago del 20% (los quintos) del valor de la venta de los minerales, sin deducciones de ningún tipo. Para asegurarse de que las minas tuviesen mano de obra suficiente se utilizaron las mitas, es decir, el trabajo obligatorio de los indígenas durante una tercera parte del año. Generalmente este periodo se extendía, y no eran raros los casos en que los indígenas llegaran a trabajar cuatro años seguidos si es que no morían durante este periodo de esclavitud.

Eliminada con la independencia la propiedad del rey de España, el Perú, mejor dicho su gobierno, se convirtió de la noche a la mañana en dueño de todas las minas del país. Una oportunidad perdida para construir una sólida economía como muchas otras oportunidades que vendrían más adelante: el guano, el petróleo, la pesca, y ahora la ilícita riqueza originada por el narcotráfico. Estos golpes de fortuna han servido para hacernos olvidar que la única fortuna que tiene un país no es la riqueza de su naturaleza sino de su gente, en ella es en que habría que invertir y desarrollar, pero dejaremos este punto por el momento para regresar al asunto de las minas durante el gobierno de Bolívar. La entrega a los ingleses de las más importantes minas del Perú era algo que se podría prever desde los primeros contactos de Bolívar con esa potencia. Si en su carta desde Jamaica diez años antes a los acontecimientos en el

Perú, ya les ofrecía unas minas no exploradas de Nueva Granada, era lógico que minas como las del Perú irían a parar a manos de los ingleses. “Los montes de la Nueva Granada son de oro y plata, un corto número de mineralogistas explorarían más minas que las del Perú y Nueva España; ¡qué inmensas esperanzas presenta esta pequeña parte del Nuevo Mundo a la industria británica”45 .

La situación económica por la que el Perú atravesaba no pudo ser más propicia para esta entrega. Los fondos de la nación estaban exhaustos, los intereses por la deuda extranjera eran inmensos, la deuda interna estaba igualmente saturada, el país estaba arruinado por la guerra y ahora, en el tiempo de paz, había que pagar los desproporcionados premios a los vencedores, mantener al ejército de Bolívar y la guerra que hacía éste para terminar la resistencia realista en el Alto Perú. En vista de eso se comenzaron a pagar las deudas con minas y venta de bienes raíces confiscados a precios que levantaron sospechas. Todo esto en el mayor desorden y caos que siempre

favorecen los malos manejos. A estas medidas las llamó Basadre “soluciones genéricas peligrosas”46 . Las consecuencias de algunas concesiones otorgadas por Bolívar llegaron al siglo XX. El asunto de la Brea y Pariñas ⎯que se convirtiera ese siglo en la Internacional Petroleum Company⎯ fue causa de revoluciones, desaforos y corrupción. Para conseguir las minas, los pretendientes extranjeros incurrieron en una serie de maniobras que escandalizaron hasta al mismo Bolívar. Una de las prácticas para obtener el favor de los contratos era sobornar a los ministros en forma de “préstamos”. Ante los reparos del Libertador en cartas desde el Cusco, su ministro Heres se defiende47 responsabilizando a los mismos mineros, en especial a la compañía inglesa Cochrane: “no sólo ha entrado sino que tiene miles de proyectos más y quisiera tomarse cuantas minas tiene el orbe y tragárselas para tenerlas seguras”. La acción de la empresa inglesa en procura de yacimientos mineros, como Cerro de Pasco, rivalizó con inversores americanos, de los que Heres dice: “Estos caballeros son los que se llaman honrados y critican á otros, llamándolos pícaros”. Y, para defenderse, agrega que vive en la pobreza; también defiende a Unanue que era presidente en funciones del Consejo de Gobierno. En cuanto a Pando, ministro de Hacienda, acepta que puede haber recibidos préstamos: Volviendo ahora a los empeños[préstamos] diré á V.E.: que he oído que Pando los había tenido con Tudor [Cónsul de EEUU], pero yo tengo más opinión de la honradez de Pando que de la de todos, todos juntos, los que han dicho.

Bolívar no se deja engañar y sibilinamente contesta a Heres: “Por esta causa se ha dado el decreto para enrolar a los extranjeros que le han echado la culpa a Vd.; apenas se dio la mina a Cochrane y sus compañeros no se habló más que de Vd. y un poco de So-

yer: de suerte que de Pando, que era ministro de Hacienda y el presidente [Unanue] nada se ha dicho”48 .

El Libertador pudo ordenar a Heres que tomase medidas retroactivas para remediar el malbarateo de las minas, pero no lo hizo. Lo que no sabría Heres es que Bolívar tenía interés personal de ayudar a la empresa de Cochrane, eso se llama hoy “conflicto de intereses” que es una de las tantas maneras como los políticos inescrupulosos se enriquecen. En el valle de Aroa, Venezuela, el Libertador intentaba negociar la venta de una inmensa propiedad suya de 260 mil hectáreas. Como dato comparativo diremos que la superficie de todas las haciendas cañaveleras juntas49 del Perú a mediados del siglo XX, era de 245,000 hectáreas. Leamos la carta50 de Bolívar del 18 de octubre de 1825 dirigida desde Potosí a J. D. Cochrane:

Estimado señor:

He tenido la satisfacción de haber leído la carta que Vd. ha tenido la bondad de dirigir al coronel Uzlar a ruego del señor Peñalver con objeto de informarnos sobre la contrata de las minas de Aroa. Yo he aprobado esta contrata en todas sus partes, y me constituyo a cumplirla, sin la mayor alteración. Mientras tanto, hallándome yo en servicio público, y, por lo mismo, deseoso de separarme de asuntos personales y negocios propios, he determinado ofrecer a Vd. la venta del valle de Aroa en toda su ex-

tensión, y en toda propiedad por la suma que convengamos, oídas que sean las proposiciones que Vd. o sus amigos quieran hacerme. La rica y hermosa posesión de Aroa, es una de aquellas que ofrecen más ventajas para una colonia sobre las costas del mar, por las siguientes consideraciones:

1º- Su extensión es circular con treinta y dos leguas de circunferencia.

2º- Tiene ríos navegables que desembocan en el mar. 3º- Sus minas de cobre son las mejores del mundo, y el metal más fi-

no.

4º- Contiene minerales de todas las especies según investigaciones que se han hecho por personas instruidas en la materia. 5º- Produce maderas abundantes y preciosas. 6º- Sus territorios son los más fértiles de la tierra para sembrar productos europeos y americanos. 7º- Las exportaciones al mar, son facilísimas, hacia el puerto Cabello, y si se quiere hacia las Antillas, o a Europa. 8º- El rédito que debe producir esta propiedad es del valor de cuatrocientos o quinientos mil pesos en el estado actual; y, por lo mismo, cuando ella sea explotada, cultivada y poblada, valdrá millones. Después de estas consideraciones, espero que Vd. tendrá la bondad de hacerme ofertas que Vd. juzgue conveniente a sus intereses y a sus miras.

(…) Espero que Ud. tendrá la bondad de responderme lo que tenga sobre este negocio. Soy & (…)

Bolívar ocultó a Cochrane que los títulos de propiedad estaban en disputa tal como aparece en la carta que envía a su hermana ocho días después de la carta al inglés: “Mi querida hermana: He recibido tu carta de 28 de abril en la cual me dices que el señor Lazo y Estéves me ponen un pleito por las minas: ¡Qué escándalo! Si esto hacen conmigo, qué harán con los otros, razón tienes de quejarte de nuestras leyes y de nuestros jueces. A los

amigos que escriban sobre esta materia que es una de las más importantes. (…) apura a mi tío Feliciano para que pague lo que debe (…) y amenázalo de vender la hacienda si no paga pronto: a un hombre terrible que lo moleste día y noche en la hacienda (…). Me parece bien que acabado el pleito de Aroa, te presentes en mi nombre con los documentos del caso, pidiendo declaración del tribunal sobre a quién pertenece la herencia del mayorazgo de la Concepción” (…).

Desgraciadamente para Bolívar su propiedad no pudo venderse, mister John Dundas Cochrane (no confundir con Lord Alexandre Cochrane jefe de la escuadra que trajo a San Martín al Perú) murió de fiebres durante el viaje que hizo para evaluar el Valle de Aroa, y su sucesor en la empresa, mister Lowry, también falleció meses más tarde a causas de las mismas fiebres en un viaje a esa misma región. Esto no desanimó a Bolívar, quien al dejar el Perú le escribió a un amigo que tenía en Inglaterra pidiéndole que se interese por la venta de sus minas en Venezuela: “No me cansaré de recomendar a la bondad y eficacia de Vd. el negocio de mis minas: crea Vd. que en el mundo no tengo otra cosa de que vivir ni con que pagar mis empeños”51 . Bolívar ⎯de familia muy adinerada, en un tiempo dueño de dos mil esclavos en Venezuela⎯ murió pobre, hasta el punto de que para enterrarlo tuvieron que pedir prestada una camisa. No hay ningún indicio de que el Libertador se haya enriquecido durante su dictadura en el Perú. Creemos que aparte de su honradez, él creyó que un pueblo generoso y agradecido como el peruano ⎯que le había prometido ya un millón de pesos⎯ jamás le iba a dar la espalda. Pocos dictadores siguieron su ejemplo, al contrario, aprendieron del desgraciado final de Bolívar y para evitar sorpresas se enriquecieron mientras les duró el poder.

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