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Tallando el motivo
para así minimizar la posibilidad de cualquier error5. Como demostró el experimento, una plantilla puede haber sido la solución al problema. Con una, el motivo era fácil de trazar y transferir (con un medio como la pintura) a la superficie de la piedra (figura 5.6). Considerando las numerosas repeticiones de motivos en Tiahuanaco, una plantilla reusable de este tipo hubiese podido facilitar mucho el trabajo6 .
Postular que los tiahuanaco utilizaron plantillas no es para nada exagerado. Hay varios ejemplos de uso de planillas en los Andes. Se han descubierto sellos cilíndricos del estilo Chavín Temprano, hechos de cerámica, a lo largo de la toda la costa del norte del Perú (Rowe, sello Chavín, comunicación personal, 1996). En Chile, se descubrió una plantilla cilíndrica de estilo tiahuanaco, hecha de hueso de llama. Aunque estos sellos cilíndricos son más pequeños que cualquier motivo que se encuentre en las piedras de Tiahuanaco, el mismo sistema podría haber sido diseñado a mayor escala.
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Tallando el motivo
Una vez que el motivo fue trazado, surgió el problema de cómo y dónde comenzar a tallarlo. Utilizando varios tamaños de percutores redondeados de granito y cuarcita, Nair logró martillear buena pate del interior del motivo de cruz (figura 5.7). Se dejó un mínimo de 4 a 5 milímetros de piedra excedente alrededor del contorno para evitar golpearlo demasiado y ocasionar un daño irreparable. El contorno del motivo provee una guía clara de la extensión del motivo; sin embargo, no es claro cuán profundo debe tallarse el motivo. Aquí, el mampostero debe interrumpir el martilleo cada cierto tiempo para medir la profundidad y evitar tallar demasiado de la piedra. Con la superficie de la piedra alrededor del motivo como un plano de referencia, controlar la profundidad del área de trabajo resulta sencillo, siempre que la superficie de la piedra que rodea el motivo sea perfectamente plana y homogénea. Cualquier irregularidad en la superficie alrededor del motivo genera errores en la medición de la profundidad.
5 Se hicieron varios intentos de realizar el trazado del motivo directamente en la piedra con una regla y un artefacto para marcar en el experimento. Sin embargo, esto no solo demostró consumir demasiado tiempo y ser excesivamente laborioso, sino que la superficie irregular y naturaleza porosa de la piedra hizo difícil la medición y dibujo. Independientemente de los medios evaluados, fueran secos o húmedos, el diseño y borrado sobre la superficie se convirtieron en un proceso frustrante que consumía tiempo de manera excesiva 6 En el experimento, una plantilla de madera, una brocha fina y yeso probaron ser medios efectivos para reproducir el motivo «cruz» en la piedra. El trazado del motivo en la piedra era exacto al milímetro con respecto a la plantilla con una excepción. Debido a que la superficie de la piedra no era del todo plana en una esquina, el yeso tendía a escurrirse bajo la plantilla de madera en dicha área. Este error destacó la necesidad de una superficie perfectamente plana. El resto del motivo fue reproducido sin problemas.
Figura 5.6. Plantilla de madera colocada sobre una superficie de piedra. El motivo pintado está en proceso de ser martilleado. Figura 5.7. Percutores redondos utilizados en el experimento. Nótese el cuerpo suave y de un tamaño fácil de sostener y las variaciones sutiles en el tamaño de la cabeza de las herramientas.
De martillos a cinceles
Después de algunas horas de golpear las piedras, se logró una depresión de forma similar a un cuenco en el interior del motivo, con la mayor profundidad aproximadamente en el centro. El siguiente paso era limpiar el material de las esquinas. Los martillos de piedra redondeados, útiles en las primeras etapas, se volvieron demasiado torpes para este fin. Se necesitaba un martillo largo con una cabeza delgada para penetrar las áreas más angostas. Lo que mejor sirvió fue una herramienta delgada de grauvaca: su cabeza, angosta pero fuerte, sirvió para trabajar las esquinas, mientras que su cuerpo alargado y curvado podía ser utilizado con facilidad (figura 5.8)7 .
Para remover eficientemente el material, es importante que el albañil golpee la piedra a lo largo de los planos de clivaje o, como se dice, trabaje «con la carne»8 . Para descubrir los planos de clivaje, el mampostero no solo varía los ángulos de ataque, sino también la dirección de los golpes. En el experimento, Nair movió con frecuencia la piedra y alternó el martilleo del bloque en ángulos de entre 30 y 70 grados. Debería notarse que es más fácil tallar medio motivo que un motivo completo. En medio motivo, el mampostero tiene dos lados en ángulos rectos entre sí desde los que atacar la piedra. Trabajar desde ambos lados facilita generar cordoncillos o bordes en la piedra que pueden ser quebrados con poco esfuerzo. Por el contrario, si se trabaja solo desde un lado, el mampostero trabajará siempre «contra» la piedra. El resultado es que la superficie de la piedra será lentamente pulverizada (con mucho esfuerzo) en lugar de quebrarse rápidamente (con relativa facilidad).
7 Un ágata larga y delgada funcionó igualmente bien. 8 Estamos en deuda con George Gonzales, un escultor y mampostero, por esta expresión, así como por las ideas y pistas que nos dio sobre los secretos del tallado en piedra.
Conforme el trabajo progresó, incluso las cabezas de los largos y delgados martillos de grauvaca y ágata se volvieron demasiado grandes para las esquinas cada vez más angostas. Más aún, el martilleo hizo difícil la percusión en un punto preciso, debido a que la longitud del trayecto necesario para que el martillo pudiera golpear con la fuerza suficiente tan solo le permite al mampostero realizar un estimado aproximado sobre dónde aterrizará el martillo. En esta etapa del trabajo se vuelve muy importante que el mampostero pueda colocar el borde cortante de la herramienta en el punto exacto antes de impactar la pieza de trabajo (Stocks, 1986, parte 3, p. 28). Pasar de martillos a herramientas tipo cinceles parecería deseable para llegar a las áreas cada vez más angostas de las esquinas internas, así como para golpear las bandas cada vez más delgadas de los bordes externos.
Pero, ¿qué podrían haber utilizado como cinceles? La herramienta tendría que haber sido suficientemente larga como para sostenerse con por lo menos dos o tres dedos y debió haber tenido una punta filuda o una hoja muy delgada en un extremo y una plataforma de percusión en el otro. Al quebrar nódulos de pedernal, jaspe y obsidiana, Nair obtuvo las herramientas que necesitaba para tallar ranuras rectas y delgadas (figura 5.9). Gracias al índice de rotación excesivamente alto de los cinceles, no fue necesario tallar las herramientas. Ninguna herramienta pudo utilizarse por más de tres o cuatro golpes con un percutor antes de que el extremo de trabajo fuese pulverizado o que esta se partiera en pedazos. Los mazos de madera, que absorbían algo de la fuerza de estos golpes, extendieron la vida de las hojas solo de manera mínima.
Figura 5.8. Herramienta tipo martillo larga y angosta (arenisca gris) utilizada extensivamente después de que las herramientas tipo martillo redondeadas demostraran tener una cabeza de trabajo demasiado ancha. El cuerpo largo también permitió un mejor control direccional en el proceso de martilleo.
Figura 5.9. Motivo en las etapas iniciales de ser tallado. El área en la parte posterior y a la izquierda ha sido trabajada con varias herramientas tipo martillo, mientras que el área a la derecha también ha sido trabajada con cinceles de tamaño medio, tal y como el que se muestra en la parte superior de la piedra.
Al trabajar las esquinas y los bordes, se hizo evidente que las distintas esquinas, aquellas definidas por dos planos cruzados, el exterior y el interior, y aquellos formados por la intersección de tres planos, nuevamente interior y exterior, presentaban problemas específicos y, por lo tanto, requerían procedimientos específicos. La experiencia nos demostró que, para trabajar los 4 o 5 milímetros alrededor de los bordes externos (dos planos) que quedaban después del martilleo, los cinceles no permitían acercarse mucho más que 2 milímetros a lo que debía ser el borde final. Con dos planos rebajados, la esquina exterior se vuelve excesivamente frágil. Intentar acercarse más con los cinceles genera daño permanente al borde. Por el contrario, los bordes de trabajo interior (dos planos) no presentaban estos problemas. Al utilizar hojas de jaspe y luego de pedernal y obsidiana, Nair logró trabajar dentro del rango de medio milímetro de la línea final (figura 5.10).
Punzones
Las esquinas internas en la conjunción de los tres planos eran mucho más difíciles de trabajar. Para alcanzarlas, el cincel debía tener una punta muy fina y un cuerpo lo suficientemente largo como para que pudiera ser sostenido para golpear más allá de los frágiles bordes expuestos del motivo. Lo que se necesitaba era un «punzón» o cincel aguzado. La obsidiana actuaba como el mejor punzón, pero era demasiado frágil y solo duraba uno o dos golpes. Las esquinas externas en la conjunción de los tres planos, por otro lado, no podía trabajarse cerca de la superficie sin riesgo de dañar los bordes, incluso con una punta fina.
Figura 5.10. Motivo en proceso. Nótense las cicatrices de gran tamaño en el área más a la izquierda, que ha sido martillada, en comparación a las cicatrices más pequeñas en los muros en el medio y a la derecha.
Paredes biseladas
Debido a que las esquinas interiores de cualquier tipo (un área entre dos o tres planos) podrían ser trabajadas dentro del rango de un milímetro de su profundidad final, mientras que las esquinas exteriores solo podrían ser talladas dentro del rango de unos pocos milímetros, se generaron paredes laterales biseladas (casi) imperceptibles alrededor del motivo (de forma que los bordes exteriores sobresalen por encima de la esquina interior). Protzen sugirió que el biselado podría ser parte de la secuencia de tallado. De hecho, un borde sobresaliente sería más fácil de tallar con precisión que uno en una piedra maciza, ya que hay más superficies expuestas, lo que facilita una eliminación más rápida. Nair probó una versión de este enfoque para nivelar los muros finales. Al señalar el borde final de la superficie de la piedra con una línea incisa de aproximadamente 1 milímetro de profundidad, los casi 2 milímetros que se proyectan podían ser fácilmente quebrados por una línea incisa que golpea el área de forma muy cuidadosa y delicada con un pequeño cincel. Si bien este proceso permite remover áreas pequeñas, no puede ser replicado a una escala más grande, como sucede en el biselado de Kantatayita. Los muros biselados (si bien extremada y claramente visibles) son muy comunes en las cruces escalonadas no terminadas del Kantatayita. Cuando Nair intentó martillear un sobresalido tan grande, la piedra se rompió en bloques incontrolables, lo que generó un daño desastroso y permanente. Este ejercicio evidenció el hecho de que cada etapa del proceso de tallado tiene condiciones específicas que requieren procesos de trabajo específicos y que estos procesos no pueden ser transferidos con facilidad.
Incisión
La incisión fue utilizada para terminar los bordes internos. Los cortes más finos pudieron haberse hecho con microlitos de pedernal y obsidiana. La mayoría de las hojas utilizadas no eran más que subproductos de la fabricación de cinceles; no se necesitó de ningún esfuerzo para cortar nuevas hojas (figura 5.11). Las hojas fueron utilizadas durante dos o tres minutos de raspado constante. Debido a que se trata de un proceso muy lento, las incisiones requirieron una gran cantidad de nuevas hojas9 . Al final, las esquinas internas pudieron ser afiladas y trabajadas a su medida correcta gracias a este procedimiento.
9 La acumulación de polvo se volvió un problema e hizo necesaria una limpieza periódica de la base de la piedra.
Pulido
Después de terminar con el martilleo, cincelado y las incisiones, y de lograr la forma prevista para el motivo, la piedra continuaba teniendo una apariencia bastante tosca. Todavía no tenía el aspecto liso y limpio que distingue la mampostería tiahuanaco. Para remover las marcas de herramientas, hubo que pulir la piedra. El método tradicional de moler una piedra grande y plana y un material abrasivo suelto sobre una superficie no parecía práctico. Las pequeñas superficies interiores, con sus múltiples bordes, no permitían suficiente espacio de maniobrabilidad para poder aplicar esta técnica, ni parecía posible mantener el material abrasivo suelto sobre las superficies verticales. Lo que se necesitaba era un pulidor pequeño y ligero, con un material abrasivo filudo adherido a él, algo parecido a una lima.
Nair no tenía idea de qué material podría funcionar aquí. La arenisca sirve muy bien para triturar, pero no como pulidor. Sin importar qué tan finos sean los granos de arena, son demasiado ásperos como para pulir adecuadamente. Probó diversos materiales, incluyendo cuarzos y piedra pómez, y todos dieron los mismos malos resultados. Luego obtuvimos una pista: Carolyn Loss Winter mencionó que la obsidiana suele hidratarse con el tiempo, lo que otorga a su superficie una apariencia vesicular y similar a la de la piedra pómez (Winter, comunicación personal, 1996). Nair decidió probar si este cambio en la piedra afectaba el uso de las herramientas. Consiguió pedazos de viejas obsidianas hidratadas en Berkeley y las probó sobre la riolita (figura 5.12). Los resultados fueron dramáticos. La áspera superficie de la obsidiana funcionó como lija sobre la madera. La obsidiana logró pulir la áspera superficie de la piedra con delicadeza, aunque de forma muy efectiva. Las piezas de obsidiana rindieron entre 10 y 15 minutos de uso constante antes de perder sus cualidades abrasivas.
Figura 5.11. Hoja de un incisivo en uso. Figura 5.12. Herramienta de obsidiana utilizada como pulidor.
El pulido con la obsidiana hidratada requirió algunos patrones de movimiento muy específicos. Al comienzo, Nair logró solo obtener superficies curvas. Esto fue, en parte, debido a las superficies redondeadas de la obsidiana y al movimiento único que aplicaba al restregar las cortezas hidratadas contra la piedra. Después de experimentar con distintas formas de herramientas, las hojas de obsidiana pequeñas y planas demostraron ser lo mejor. Eran fáciles de controlar incluso en áreas muy apretadas y permitían variar los patrones de movimiento inclusive en áreas pequeñas. El pequeño tamaño de la obsidiana también implica que el mampostero tenía contacto táctil directo con la superficie sobre la que estaba trabajando. Como mencionamos antes, la habilidad del mampostero de percibir las abolladuras en la superficie de la piedra desaparece gradualmente conforme estos montículos se hacen más pequeños, por lo debe depender cada vez más y más en el tacto de la piedra para detectar cualquier irregularidad.
Al trabajar con pulidores de obsidiana, Nair realizó otro descubrimiento. Mientras pulía con la cara hidratada de las hojas, advirtió que era posible utilizar los bordes afilados de la obsidiana para crear incisiones en las líneas interiores durante la misma operación (figura 5.13). Aun así, pulir es proceso lento. Por ejemplo, a Nair le tomó seis horas terminar la esquina exterior del tercer muro. El pulido tampoco permite remover todas las marcas de las herramientas; se mantienen las roturas subsuperficiales producto del martilleo. La evidencia que queda es muy sutil, pero sí es posible ver la diferencia entre la superficie que fue picada (antes de que el experimento comenzara) y martilleada. Las áreas que no habían sido martilladas, como las frágiles esquinas exteriores, mostraron un menor grado de daño subsuperficial.
Con un motivo correctamente dimensionado y pulido, lo único que restaba era aplanar las abolladuras que todavía quedaban en los planos interiores. Dejó esta tarea para el final, ya que asumió que se trataba de un toque final. Esta suposición, sin embargo, fue una seria equivocación de cálculo. Emparejar la superficie interna resultó ser una tarea muy difícil que nunca se logró10. Más bien, se hizo evidente que el emparejamiento de la superficie debe realizarse en una etapa previa y de forma simultánea a otras tareas de tallado. Los experimentos posteriores de Protzen sugieren que grandes superficies de piedra podrían haber logrado esta uniformidad. Se necesitan más experimentos para descubrir la técnica adecuada para lograr superficies interiores pequeñas.
10 Los percutores continuaron creando pequeños montículos y hendiduras en la superficie de la piedra. Cambiar los percutores no mejoró la situación. En lugar de eso, dejó hendiduras de distintos tamaños sobre la andesita. El pulido solo creó montículos suaves y ligeramente más pequeños, sin lograr eliminarlos. Nair experimentó con varias técnicas; alternó entre el martilleo, el cincelado y el pulido, y aun así no logró obtener una superficie plana. Llegó a un punto en el que ya no podía continuar removiendo material, debido a que el motivo había obtenido sus medidas esperadas.
Figura 5.13. Obsidiana utilizada como pulidor e incisivo.
Sin duda alguna, el experimento demostró que motivos similares a los descubiertos en Tiahuanaco podrían ser tallados con herramientas de piedra simples (figura 5.14). No necesitamos de teorías complejas para explicar el tallado en piedra de Tiahuanaco. Utilizando herramientas líticas, Nair logró reproducir muy bien los logros de los mamposteros tiahuanaco: precisión dimensional, ángulos rectos y bordes y esquinas afiladas tanto en los motivos interiores como exteriores. Lo único que no se logró reproducir fue la uniformidad perfecta de las superficies tiahuanaco. Aproximadamente cuarenta horas fueron necesarias para completar tres de los cinco muros del motivo de la media cruz. Mucho tiempo, evidentemente, fue destinado al ensayo y error. Con ciertos conocimientos previos, estimamos que esta misma cantidad de trabajo podría lograrse en cerca de 25 horas. Armados con lo que habíamos aprendido de la experiencia, regresamos al campo para comparar nuestros descubrimientos con la información de campo y para buscar tipos y marcas de herramientas y procesos de tallado de piedra que pudieran corroborar o refutar los resultados de Nair.