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El imperio de la justicia

E l apogeo virreinal

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dentro de su ámbito manzanas enteras en el convento del Nombre de Jesús, aparte del de Guadalupe y del primer cenobio en que se guardaba la regla más austera, el de Nuestra Señora de los Ángeles (hoy los descalzos); los dominicos se instalaron en el convento de Nuestra Señora del Rosario, al que se fueron agregando posteriormente nuevas fundaciones (la Recoleta, el Colegio de Santo Tomás y el llamado de Santa Rosa de los Padres); los agustinos, en 1551, fundaron el convento de Nuestra Señora de Gracia, asimismo seguido del Colegio de San Ildefonso y el de Nuestra Señora de Guía, y por último, los jesuitas, aparte del Colegio Máximo de San Pablo, tuvieron a su cargo el C o legio de San Martín, el Noviciado y un centro de formación para los hijos de curacas (el Colegio del Príncipe). En materia de congregaciones femeninas, a los cuatro conventos existentes desde el siglo xvi, en la centuria siguiente se sumaron el de Santa Clara (1606), el de Santa Catalina (1624), el de las descalzas (1629), el del Prado (1640), el del Carmen (1643), el de las trinitarias (1682), y ya en el siglo x v iii, el de Jesús María (1707), el de Santa Rosa (1708), el de las mercedarias (1718) y el de las nazarenas (1730). Las elecciones de superiores eran motivo para enconadas contiendas entre los «cucucos» (o tradicionalistas) y los «libres» («progres», en la terminología moderna); en los monasterios de monjas los bandos se distinguían por el color de sus divisas: encarnado o verde, respectivamente. No menos ásperas eran las rencillas entre los religiosos de origen peninsular y los de extracción local, pues aunque ya desde principios del siglo xvn existía en algunas órdenes el sistema de la «alternativa», con arreglo al cual un periodo de mando correspondía a los primeros, y el siguiente a los criollos, en no pocas ocasiones los intentos de quebrantar ese ritmo llevaron a bulliciosas algaradas en las que hubo que intervenir la autoridad para imponer la tranquilidad alterada por las facciones rivales, que contaban con frecuencia con la adhesión del populacho.

La fe com o fuen te d e las obras ben éfica s

No puede pasarse por alto que el ramo de la asistencia social en ese entonces corría casi exclusivamente a cargo de la Iglesia, y por tanto resultaba impregnado de un hondo sentido caritativo y de una arrai

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