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Los medios de comunicación
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En la imposibilidad de inventariar en su totalidad el caudal bibliográfico generado en las imprentas locales durante la época de la dominación española, nos ceñiremos exclusivamente a espigar la producción terrígena, esto es, la que se concibió y elaboró en la ciudad, sin dar entrada a traducciones o a obras cuyos autores originales fuesen extranjeros. En punto a materias, el surtido es abrumador, a partir de eruditísimos tratados de la reina de las ciencias, la teología, sin excluir la moral y la de casos de conciencia, de los que son cabal muestra los densos volúmenes del jesuita Olea (1693 y 1694, con más de millar y medio de folios) o la crítica del probabilismo, de Rodo (1772). La literatura se hizo presente con el poema Arauco domado, de Oña (1596); la Miscelánea Austral, de Dávalos y Figueroa (1602), verdadero cajón de sastre en que se entremezclan toda clase de asuntos y temas; el Poema del assalto y conquista de Antequera, de Carvajal y Robles (1627); el canto triunfal de Lima, de Salinas (1630); el Poema sobre la Virgen de Copacabana, de Valverde (1641), así como la Vida de Jesuchristo, del mismo (1657); el Apologético de Góngora, de Espinosa Medrano (1662), la poliantea De lo bueno lo mejor, de La Fuente (1693); el Poema sacro de la Pasión de Nuestro Señor, del conde de la Granja (1717), y la Lima fundada, de Peralta (1732). También el arte escénico se benefició, pues el libreto de la ópera E l escudo de Per seo, del virrey marqués de Castelldosrius (1709), y loas, como las de Alarcón (1744), salieron en letras de molde. La historiografía cuenta en su haber con cuatro piezas de primera magnitud: las tres crónicas conventuales de Córdoba Salinas (1651), de Calancha (1653) y de Torres (1657), y la monumental Historia de España vindicada, de Peralta (1730). El asunto central de la obra sobre el santuario de Copacabana, de Ramos Gavilán, justificaría su inclusión en este grupo, en el que también habría que dar cabida a las biografías de los arzobispos Arias de Ugarte, por López de Lisboa (1638), y Almansa, por Solís y Valenzuela (1646), así como la hagiografía del padre Ber- nedo, por Meléndez (1675). De la producción sobre materias jurídicas merecen entresacarse el tratado sobre los servicios personales, por el franciscano Agia (1604), la Curia Philipica (1603) y el Labyrintho de comercio naval y terrestre (1617), de Hevia Bolaño, manuales que alcanzaron numerosas reediciones y que fueron utilizados hasta mediados del siglo pasado en los ambientes forenses de España y América. El Voto consultivo, de Bravo de Lagunas