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en toscos letrones de color verde, «¡Qué haces ciudad, que no procuras tu libertad!» y «Viva la Francia, viva la libertad». Simultáneamente, los obispos del Cuzco y de Huamanga recibieron desde Lima por correo carteles cuyo texto rezaba: «Prevalezca por siempre el gran Dios. Viva la libertad francesa y muera la tiranía española». Entre las tres docenas de franceses avecindados en la ciudad, se sindicaron como los más exaltados voceadores el dentista Manuel Porrey y el relojero Juan Tremalle, a los que el virrey Gil de Taboada se apresuró a deportar a la metrópoli, así como el peluquero Juan Alejo Poté, natural de Cerdeña. En el mes de julio del mismo año, las demostraciones revistieron distinto cariz, pues en el bodegón de Carlos Fournier, en la calle de los Plateros, se reunieron una noche a cenar el panadero Pedro Le- blanc, Clemente Sabino y Juan Berrier. En el alboroto de la francachela, los comensales entonaron una canción sediciosa (La bomba que estalla en el aire) y celebraron con gran algazara la decapitación de Luis XVI. Tales expansiones no eran exclusivas de individuos de esa nacionalidad: cierto sujeto, apellidado Jaramillo, «decentemente portado, con capa grana y buen sombrero», cuando se enteró de la muerte de María Antonieta, buscó a un panameño, Joaquín Alzamora, que había estado en Francia, y en la misma fonda de Fournier brindaron por el regicidio. De hecho, la Revolución Francesa despertó curiosidad, pero también provocó estupor y rechazo. En 1793, la Gazeta de Lim a denunció a los que asolaban Francia con el terror, y varios artículos del Mercurio Peruano criticaron duramente la Convención Nacional y el proceso de radicalización que llevó a Luis XVI y a su consorte a la guillotina y desató las persecuciones contra los nobles, los terratenientes y el clero.

La Gazeta, con su tono polémico, llenó el espacio que dejara libre una revista de la ponderación del Mercurio, que prefería abordar temas locales y del resto del país desde una perspectiva ilustrada.

E l R eal C o n v icto r io d e San C arlos

El Convictorio Carolino desempeñó papel estelar en la labor de zapa entre los círculos intelectuales y en sus aulas se formó el contingente ideológico acaso más nutrido de adeptos a la corriente separatis

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ta. Fue ese centro de educación superior el único subsistente después de la clausura de los planteles regentados por los jesuitas y desde él se propagaron, con mayor o menor precaución, las doctrinas inspiradas en teorías reformistas. Ya desde su creación se configuró como un instituto cuya orientación en el fondo recogía los principios inspiradores de la reforma educativa implantada en Sevilla por el limeño Pablo de Olavide, de tal suerte que la mentalidad de un vasallo evolucionara hasta metamorfo- searse en un ciudadano capaz de conducirse con «buen gusto». Rector del Convictorio desde 1786 hasta 1817 fue el clérigo Tori- bio Rodríguez de Mendoza, precursor ideológico de la independencia. Efectuó una decisiva renovación del plan de estudios, desplazando la rigidez del escolasticismo (aunque no la indispensable teología), e introdujo disciplinas más acordes con los desarrollos de la Ilustración. Favoreció la enseñanza de las matemáticas; para auspiciar las prácticas de las ciencias naturales y la física gestionó de España maquinarias y laboratorios; reclamó la creación de asignaturas consagradas a la historia y la geografía del país, y difundió los principios del derecho natural y de gentes y los del derecho constitucional (éste con el título de filosofía moral, para no despertar sospechas). Com o texto oficial impuso el de Heinecke. Se empeñó en que antes de profundizar el conocimiento del derecho romano, debían de estudiarse las leyes del país. Rodríguez de Mendoza, en consonancia con el espíritu progresista de la Ilustración, enarboló como principios básicos de su magisterio la libertad de criterio, declarándose abiertamente opuesto al vetusto sistema aristotélico, y se preguntaba:

¿Será justo obligar a los jóvenes de edad y literatura a que expongan unos libros que no han leído, unos libros digo, que aun meditados con la escrupulosa y detenida atención [...] han sido y serán siempre la tortura de los mejores ingenios?

El plan de estudios puestos en práctica por Rodríguez de Mendoza es una pieza valiosa en la historia pedagógica y filosófica peruana. Aparte de la introducción del sistema newtoniano, se pretendió también el estudio de la botánica, la química y la mineralogía. Puede sin exageración aseverarse que el solícito preceptor fue el impulsor de una ciencia directa y nacionalista aplicada al medio local.

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Fue tan profunda la transformación ideológica realizada por Rodríguez de Mendoza, que los carolinos adquirieron fama de insurgentes, y tras una inspección que se practicó por orden del virrey Pezuela, las autoridades creyeron inaplazable expedir un decreto por el que se clausuraba el plantel.

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Al continuar concentrada exclusivamente en Lima la actividad tipográfica desde su implantación en 1584, es congruente interesarse por los medios de comunicación y su impacto en el periodo de la agitación revolucionaria. En los tramos iniciales de la libre emisión del pensamiento, vale decir a partir de 1810, la prensa doctrinaria asume una función didáctica y aspira a guiar la mentalidad de los círculos en los que influía imbuyendo los criterios liberales. La Constitución de Cádiz atribuye a la libertad de imprenta una función educativa y así la consagra en el Título 18 (De la Instrucción pública). Com o ha señalado un autor, «la prensa no reflejaba, sino generaba opinión», que a la postre dio margen para un auténtico desborde de publicaciones noticieras. Fue un verdadero raudal el que se precipitó entre 1810 y 1814. Intentaremos dar cuenta panorámica de ese mosaico de papeles, de importancia desigual, contra los cuales el virrey Abascal (1806-1816) se las vio y deseó para contener sus demasías. La Gazeta del Gobierno de Lim a (octubre de 1810 a febrero de 1821) era el órgano oficial y el sagaz mandatario lo proclamaba como «la barrera fuerte que ha detenido los planes de la seducción y del engaño». Dada su índole de vocero oficial se mantenía en un terreno puramente noticioso, aunque no es difícil adivinar que se diera cabida en sus columnas sólo a aquellas informaciones que convinieran en cada caso a los planes de Abascal. En cuanto a las demás hojas, pueden seleccionarse con toda nitidez según las tendencias ideológicas profesadas en sus columnas. Desde luego, los periódicos más serios se proclaman fieles al liberalismo

4 A. Martínez Riaza, L a Prensa doctrinal en la independencia del Perú, 1811-1824, Madrid, 1985.

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moderado y descartan toda eventualidad de autonomía política, se adhieren al nuevo orden que se estaba construyendo en el seno de las Cortes gaditanas y no ocultan su opinión favorable a un reformismo encauzado dentro de la estructura de la Constitución doceañista. En este grupo cabe incluir E l Verdadero Peruano (septiembre de 1812 a agosto de 1813), cuyo contenido era mayormente cultural, en la línea del antiguo Mercurio Peruano. Fue el órgano que utilizó Abascal para contrarrestar la prensa opositora (El Peruano y E l Satélite del Peruano). Similar tesitura endosaban el semanario E l Argos constitucional (febrero- marzo de 1813); E l Cometa (diciembre de 1811); el bisemanario E l Investigador, notable por su larga duración, pues alcanzó a publicar 180 números (julio de 1813 a diciembre de 1814), que daba la preferencia a la información local; E l Semanario (julio a diciembre de 1814); El Español libre, reedición del que se editaba en Cádiz, y E l clamor de la verdad (marzo a junio de 1814), publicado por «un peruano amante de la religión y de la patria». Desde la trinchera opuesta disparaban con artillería de grueso calibre otras publicaciones, de las que también es justo hacer mención.

Destaca en este grupo E l Peruano (septiembre de 1811 a junio de 1812), bisemanal, cuyos responsables eran el flamenco Guillermo del Río y el español Gaspar Rico y Angulo. Notable por sus planteamientos político-doctrinarios, se definió a las claras liberales y se enfrentó abiertamente al régimen personificado por el virrey Abascal, y erigiéndose en vocero de la opinión pública, declaró plena adhesión al liberalismo de las Cortes de Cádiz, cuya existencia jaqueaba el quehacer del mandatario, que utilizó, como queda dicho, otro papel para impugnar las opiniones de E l Peruano. E l Satélite del Peruano (marzo a junio de 1812) aparecía mensualmente como portavoz de la Sociedad Filantrópica, y complementaba al Peruano desarrollando aquellos temas que por su complejidad no podían hallar cabida en este último. En E l Satélite del Peruano, amparado por un lema de Jovellanos, apareció la temeraria definición de patria, probablemente fruto de la pluma del bogotano López Aldana: «Por patria entendemos toda la vasta extensión de ambas

Américas» —excluyéndose implícitamente a España—. El periódico fue denunciado ante la Junta de Censura y no volvió a ver la luz pública. Aparte de algunos «indecentes papeluchos» como calificó E l Investigador a varios de ellos, tales como E l ramalazo (1813), por su extremismo francamente revolucionario, hay que recordar E l Diario Secreto

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