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La educación pública
Siglo x i x
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en una letrilla Manuel Atanasio Fuentes, zahiriendo al presidente general Ramón Castilla:
A Chorrillos fue Ramón lleva naipes, lleva dados, también música y soldados,
En 1835 recobró Lima la jerarquía en suspenso desde 1821, al ser preconizado el franciscano fray Jorge Benavente para ocupar la sede vacante, y así resultó el primer arzobispo del periodo republicano. En 11 de diciembre de 1839 se promulgó un nuevo Reglamento de Policía y Moralidad para la urbe. En él, dentro de un ritmo de vida todavía patriarcal y sosegado, se diseñaba la estructura orgánica del ramo y se disponía sobre la seguridad pública, salubridad, ornato, higiene y costumbres morales. Entre los detalles, importa recoger la obligación de los serenos que desde las diez de la noche debían de anunciar las horas e indicar el estado del tiempo. Siete faroles alumbraban cada calle. Después de la expresada hora de las diez de la noche, estaban prohibidos bailes y reuniones bulliciosas en tiendas, conventillos y lugares públicos. En estrecha relación con el anterior está el decreto de 11 del mes precedente, en que se consignaban normas sobre el toque de campanas. En efecto, la verdad es que las campanas regulaban la vida pública y doméstica. Al toque del alba, el vecindario comenzaba a ponerse en movimiento, toda vez que había que aprovechar las horas de luz diurna, y el de ánimas era la señal para el término de la jornada. C on arreglo al citado decreto los repiques intempestivos quedaban circunscritos a rebato en casos de incendio o de anegación peligrosa; los clamoreos para convocar a los fieles a las distribuciones religiosas sólo se permitirían hasta las ocho de la noche. A las nueve de la mañana y a las seis de la tarde la catedral dejaba escuchar un toque, al cual se arrodillaban los transeúntes, y en el segundo era cortés desear a las personas más cercanas «buenas noches» o aguardar que la de mayor edad o representación pronunciara la salutación. Entre los acontecimientos insólitos es del caso señalar que el 24 de septiembre de 1840 el argentino José M.a Flores subió en la plaza de toros del Acho a un globo aerostático de lona y descendió en las