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en los libros de texto escolares
Capítulo 2 Eurocentrismo y racismo en los libros de texto escolares
Desde las instituciones de enseñanza, esta forma de opresión, (el racismo) acostumbra a no considerarse como problemática. Tanto las autoridades políticas como los profesores y profesoras son frecuentes que se vean a sí mismos como personas “objetivas”, neutrales y que, por consiguiente no facilitan la producción y reproducción de comportamientos racistas. Sin embargo, cuando se realizan análisis etnográficos en el interior de las aulas, o se revisan los materiales curriculares, muy pronto aparecen ante nuestros ojos conductas que invalidan las autoimágenes de neutralidad que el sistema educativo ofrece. Torres santomé
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En primer lugar debemos destacar aquí, el carácter piramidal, eurocéntrico, impositivo, y el adoctrinamiento escolar hasta el día de hoy. Tampoco escapa la enseñanza secundaria y universitaria, al influyo eurocéntrico.
Si bien el racismo en los libros escolares se ha ido debilitando paulatinamente, aún permanecen ciertos residuos. Las manifestaciones actuales de racismo en los textos escolares son más sutiles. Según Van Dijk, no aparecen representados los inmigrantes, no se celebra la diversidad, se enfatizan las diferencias y no las semejanzas, se crean estereotipos de la pobreza, la falta de modernidad, y el atraso. El europeo sigue teniendo atribuciones positivas. El “nosotros” se emplea para referirse a las personas avanzadas tecnológicamente, informadas, y democráticas, en cambio, los “otros” son violentos, delincuentes, ilegales, consumidores de drogas, autoritarios, holgazanes, y atrasados. Los “otros” son representados como pasivos, se escribe y se habla acerca de ellos, pero no se les presenta emitiendo su propia opinión y menos aún criticando al “nosotros”. Se jerarquiza a la sociedad europea y “occidental”, y los llamados países del “Primer Mundo”.
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Un gran número de escritores se han dedicado a estudiar el contenido de los textos escolares en relación al racismo. En dichos textos se legitima el colonialismo, no se considera el conocimiento de las naciones originarias, se construyen realidades, se invisibiliza la explotación, se refuerza la hegemonía cultural. El afro descendiente y el “indio” no han sido protagonistas en la identidad nacional. El discurso produce y reproduce valoraciones ideológicas, justificaciones, se reproduce la injusticia y la discriminación, se habla con total naturalidad del “descubrimiento de América” y que los europeos han sido “exploradores”. Europa aparece como superior, una cultura universal. La historia surge de la presencia del europeo en nuestro continente. Estos manuales expresan una ideología encubierta, racista, discriminatoria y eurocéntrica.
El colonialismo ha construido una separación entre un “nosotros” y un “ellos”. El “nosotros” representa al europeo y sus colonias, y se impone como cultura, legítima, desarrollada y progresista. La lengua, la religión y la cultura, marcan el límite entre lo “nuestro” y lo del “otro”, lo “civilizado” y lo “salvaje”, lo verdadero y lo falso. “Nosotros”: el Primer Mundo tecnológico, moderno y desarrollado, y los otros, el Tercer Mundo, ineficiente, improductivo, rural y rudimentario, asimismo, se relaciona la descolonización con la mendicidad. La identidad nacional es una construcción cultural del “nosotros”, de pertenencia, y cohesión. Los manuales escolares son pues un dispositivo en la construcción de nacionalismos e identidades.
En sus comienzos, la geografía fue sumamente necesaria en el proceso colonizador y depredador de los continentes expoliados por las colonias europeas. Era necesario conocer la topografía de los continentes para poder entrar en ellos. Se usa para conjugar la relación de la raza y un medio geográfico determinado que produce una cultura individualizada. La geografía fue aplicada por el colonialismo como una forma de justificación científica y expansionista de la superioridad del europeo sobre los pueblos no europeos, entre el “nosotros” y el “ellos”. En los textos escolares, el clero aparece desempeñando una función independentista en la construcción del estado, y los “conquistadores de América” son construidos como protagonistas, hombres valientes, fieles, justos, héroes, hidalgos, abnegados, víctimas de los ataques de los “indios”, y designados por Dios para llevar la cultura, idealizados bajo un carácter mesiánico. La religión guía el proceso hacia la moral de la nación. El idioma español es el idioma hegemónico, y se le asocia con la armonía y claridad, siendo superior a otras lenguas. Los manuales escolares han sido vehículo de ideologías racistas, en los cuales, el hombre blanco, europeo y del norte se interpreta como una raza superior.
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Los esclavos afrodescendientes, son presentados como retrasados mentales, se silencia el tema de la esclavitud, se oculta el comercio de esclavos, se interpreta la “civilización” como construcción frente a la “barbarie”, se reconoce el asesinato de miles de “indígenas”, pero como un sacrificio “lamentable” que posibilitó el desarrollo de la “civilización”.
En los textos escolares, los “indígenas” son interpretados como incorporados a la naturaleza, como un animal peligroso y exótico, como seres incompletos, enemigos, antagónicos, peligrosos, feroces, caníbales, pobres y miserables, que no siente sufrimiento, en cambio, la violencia de los españoles y en sentido lato la de los colonizadores en sí misma, se describe como natural.
El “nosotros” es adoptado por la ideología dominante atribuyendo cualidades positivas a ciertas élites o colectivos: belleza, civilización, riqueza, bondad, hidalguía, progreso, en cambio, a los “otros” se los contempla como seres inferiores. Estos manuales establecen límites entre “nosotros” y “ellos”: entre los ricos y los pobres, los blancos y los negros, los europeos, y no europeos, los heterosexuales, y los homosexuales. Generalmente se habla de hombres blancos, heterosexuales, casados y ricos, y se les hace ver como incuestionables, excepcionales, inteligentes y con grandeza moral.
La mayoría de los personajes son masculinos, las mujeres aparecen sólo como compañeras del varón o en apoyo de éste. Se dilatan las cualidades del personaje y se reducen o desdeñan sus errores. Con frecuencia, el personaje que se presenta como compasivo puede ser despótico o cruel y autoritario. A los colectivos subordinados se les subestiman, y se les adjudican cualidades pasivas, vicios, se les ve como seres groseros, vulgares, y pobres. Se expone y se impone el tipo de hombre y de mujer que es conveniente a las clases dominantes.
Se naturaliza la desigualdad social, se omite hablar sobre la explotación laboral, se promueve la idea que Europa es el modelo de civilización, se le relaciona con lo tecnológico, civilizado, culto, democrático, y se le identifica con el cristianismo, la libertad y el progreso, y se expone como cultura universal favorecida por las condiciones geográficas, un continente “civilizado” y de raza blanca la cual se asocia a un estado de perfección moral y material, y se justifica el colonialismo como expansión necesaria, culturalmente y económicamente. La expoliación a las naciones conquistadas, se interpreta como una misión civilizadora necesaria.
La presencia de los europeos en “América”, es una victoria del cristianismo, del progreso y la tecnología en contra de la “barbarie”. Se supone que la identidad del continente y la historia nacional, comenzó con la llegada de los europeos. No hay ilustraciones ni de negros ni de indígenas, estos son secundarios, pasan desapercibidos históricamente, aparecen como fondo y el europeo
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como figura. La evangelización ha sido destinada para que los “otros” aprendan la verdadera religión y entren al mundo “civilizado”, para ser incorporarlos a la “civilización” cristiana, y darles su lengua y su cultura, justificando la violencia al afirmar que no hubo otro medio para imponer la cristianización.
Se considera la existencia del español, conquistador europeo, occidental, del Primer Mundo, armonioso, próspero, generoso, equitativo, en comparación con el resto del mundo incivil. La cultura europea aparece en los manuales escolares, asociada a la civilización, ocultando, justificando o silenciando la dominación y validándose al mismo tiempo como portadora de “civilización”. La colonización aparece como un medio necesario para alcanzar ese “progreso”.
Van Dijk analizó textos de ciencias sociales dirigidos al segundo y tercer año de la educación secundaria Obligatoria de España, escritos en lengua castellana y catalán, publicados en 2002 y 2003. Expresa que hay una categorización de un “nosotros”, los del Norte, los de Europa, los de España y un “ellos” los del Sur o del Tercer Mundo. Este concepto polarizado entre Sur y Norte, resulta de la influencia hegeliana y heliodrómica, la cual ya hemos visto. Las naciones desarrolladas aparecen como democráticas, tecnológicas avanzadas, las fotografías muestran a gente blanca intelectual, trabajando en el ordenador y a la familia de clase media, blanca adinerada, bien vestida y sonriendo.
En los manuales escolares, Europa aparece teniendo una misión regeneradora mundial. “la carga del hombre blanco”, obligada a “civilizar” por el bien de la humanidad, teniendo la misión de expandir el “progreso” al “Tercer Mundo” mediante acciones humanitarias. En el discurso hegemónico, se omiten hechos fundamentales que comprometen al “nosotros”: se distorsiona la interpretación, no se explican detalles de por qué sucedieron ciertos hechos, se los omite, se mitiga el racismo, se desvía la atención hacia otro lugar, hacia los “otros”, se alude a la complejidad y su dificultad para conocer el tema, se acude a la censura, a la generalización, a los estereotipos, se construyen enemigos, se descalifica, se proyecta el odio, la crueldad y la codicia, sobre otro, silenciando, omitiendo, descartando y menospreciando lo positivo del otro. No se profundizan las situaciones, se enfatiza las diferencias y no las similitudes. Se confunde la integración con asimilación a una supuesta cultura Madre. Las culturas “inferiores” se convierten en necesarias para establecer la superioridad de algo. No se puede ser superior de la nada, necesitamos que algo o alguien se conviertan en “inferior” para sentirnos seguros, valiosos, superiores, adelantados, civilizados, cultos, ordenados, y para ello, debemos construir un objeto ante el cual compararnos, someterlo y someternos mediante un vínculo de dependencia.
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Se les enseña a los jóvenes que realmente hubo un descubrimiento de un continente al cual se le llamó “América”, y nadie puede dudar que los pueblos que habitaban en ese continente eran “salvajes”, además existía una diferenciación dentro de los “salvajes”, en la cual habían otros pueblos en México, Perú y Cundinamarca que no eran “tan salvajes”, porque “tenían cierto grado de cultura”. El proceso de construcción de los Estado nación se solidificó en base al racismo, la discriminación, y el desprecio hacia las minorías, con la finalidad de lograr la homogeneidad con la lógica europea y la eliminación de todo lo que no corresponda a esta lógica. La imposición de la religión cristiana, la castellanización, y en definitiva, la pérdida de la identidad de las naciones originarias, representan causas importantes para lograr la asimilación.
Ya he señalado, que el concepto de racismo no sólo debe interpretarse en base, a determinados rasgos fenotípicos como por ejemplo el color de la piel. Este concepto de racismo es en gran medida el destino de una formación transmutada históricamente, de un racismo muy anterior al siglo XIX de carácter religioso, manifestado bajo fuerzas monoteocéntricas, las cuales comprimen potencialmente en sí mismas estas tendencias embrionarias y en cierta medida adormiladas en el tiempo. Del mismo modo, los Estados nación impelidos por estas mismas fuerzas monoteocéntricas antiguas, consideraban que la poliglosia es en realidad una carga, un obstáculo a la consciencia. De tal manera que la misma existencia, lejos de ser diversa, variada, heterogénea, múltiple, tiene que responder a la autoritaria unidad de todas las cosas, bajo la potestad de un único poder absoluto, donde se rechazan la diversidad y lo heterogéneo.
Arturo Jauretche expresa notablemente esta carencia en la enseñanza normalista escolar. Comprende a la escuela como un instrumento colonizador, que contribuye a la disolución de la identidad nacional, asimilando una identidad foránea, se constituye en reproductora del esquema sarmientino de “civilización” y “barbarie”. La escuela no está dirigida a formar hombres y mujeres, sino ciudadanos.
La escuela nos enseñó una botánica y una zoología técnica con criptógamas y fanerógamas, vertebrados e invertebrados, pero nada nos dijo de la botánica y la zoología que teníamos delante. Sabíamos del ornitorrinco por la escuela y del baobab por Salgari, pero nada de baguales ni de vacunos guampudos, e ignorábamos el chañar, que fue la primera designación del pueblo hasta que le pusieron el nombre suficientemente culto de Lincoln. Es sabido que nada ayuda tanto al progreso como el nombre gringo, según lo estableció Sarmiento al rebautizar Bell Ville a Fraile Muerto. (Jauretche, 1975, pp. 165-166)
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Sin embargo, el europeocentrismo se extiende mucho más allá de la enseñanza primaria, de tal manera que comprende la enseñanza en sí misma, su totalidad: la secundaria y la universitaria. El eurocentrismo se ha convertido entonces en un influjo naturalizado, internalizado y acrítico, cuyo cuestionamiento es prácticamente impensable. Ha sido absorbido culturalmente, habitando en nuestro inconsciente ya desde nuestra tierna infancia. Hemos nacido con él, forma parte de nuestra cultura y se ha venido construyendo durante siglos. Cuestionar el eurocentrismo implica darnos cuenta de su existencia, mirarnos a nosotros mismos, cuestionar nuestra cultura, todo lo que tocamos nos deja en las manos el tinte eurocéntrico. Científicos, escritores, psicólogos, historiadores, sociólogos, educadores, filósofos, artistas, docentes, y en sentido general, todos en cierta medida estamos influidos por esta lógica difícilmente detectable y por lo tanto cuestionable.
Jauretche se preguntaba a finales de la década del sesenta:
¿Qué decir ahora de la formación de nuestras llamadas clases superiores, en la que los padres entregaban a institutrices y colegios extranjeros la depuración de todo rasgo que pudieran heredar?
Conocido es que Victoria Ocampo necesita pensar en francés y traducirse al español. Alicia Jurado en su biografía de Borges nos ha informado que su personaje aprendió a leer primero en inglés que en nuestro idioma, tal vez porque el inglés y el francés son idiomas cultos. No así el italiano, el polaco y aún el mismo español. Si esto pasa entre los escritores, ¿qué podía pasar en el resto de la alta sociedad de fines del siglo pasado y principios del corriente? Eton, Harrow, de difícil acceso, los internados suizos y franceses, completaban la labor de las institutrices o si no las escuelas religiosas de las órdenes extranjeras. (Jauretche, 1975, p. 181)
El europeo entendía por “salvaje”, en primer lugar a toda cultura que no sea europea. En segundo lugar, estos pueblos eran juzgados como ignorantes porque no eran cristianos, no pertenecían a esta religión que se había consolidado como la religión europea. Les molestaba que estos pueblos “no tengan vida de familia”, y que “el matrimonio y la familia cristiana fueran desconocidos” es decir, la familia tipo tal como la concebía el europeo: el esposo, la esposa y los hijos. Además se consideraban” paganos” e “idólatras” aquéllos que tenían otras creencias religiosas que para el europeo eran ajenas. Asimismo les incomodaba la desnudez que muchos pueblos tenían cono práctica, entendiendo que se cometía una ofensa ante Dios, ya que en el Génesis, Adán y Eva se taparon las partes pudendas al tomar conciencia de su desobediencia. En tercer lugar desde el punto de vista tecnológico, muchos de estos pueblos
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eran considerados seniles, sin tomar en cuenta otras riquezas y conocimientos. Desde los aspectos inconscientes, esta forma de juzgarles como inhumanos o menos humanos, significó una forma de racionalización, de desculpabilización, que habilitaba de alguna manera la opresión y la expoliación. Es decir, si ellos no son humanos, no deberíamos sentir culpa, ante el vilipendio, cuanto mayor es el acercamiento filogenético con los animales, mayor será la justificación opresora que ampara al opresor.