3 minute read
La rebelión en el sur y en el norte y la actitud singular de la Marina
mArIAnO HOLgUÍn (1860-1945)
en marzo de 1931, el religioso arequipeño presidió la junta política y civil ante la cual renunció el presidente Luis m. sánchez Cerro. Luego de este hecho, se eligió un gobierno provisorio compuesto por el presidente de la Corte suprema de Justicia, ricardo Leoncio elías, el jefe del estado mayor del ejército, manuel A. ruiz bravo, y el comandante general Alejandro vinces.
Advertisement
Un decreto ley especial declaró en estado de sitio la provincia constitucional del Callao y la provincia de Lima.
Según una información publicada por el diario El Perú y de acuerdo con otros testimonios, Sánchez Cerro hizo que llevaran ante su presencia al general Martínez que estaba prisionero y le escupió. Otra versión es que la tropa vencedora se ensañó con los policías vencidos, por la rivalidad que en aquella época existía entre el ejército y la fuerza auxiliar.
Recuerda Carlos Miró Quesada Laos en su libro Sánchez Cerro y su tiempo haber visto a este caudillo el día de la sublevación del Real Felipe uniformado de blanco, esperando noticias en el Patio de Honor, sentado sobre una ametralladora con un chicotillo entre sus manos. Agrega que pretendió ir al Callao a caballo, atravesando el jirón central de Lima hasta la carretera a fin de incorporarse a sus tropas.
El general Martínez y sus camaradas fueron puestos en libertad por la Junta que presidió el doctor Ricardo Leoncio Elías. Salió aquel de la prisión decidido a llevar adelante el lance de honor que pensaba plantear al comandante Sánchez Cerro. Debido a la intervención del capitán de Navío Vinces, aceptó postergarlo. La Junta de Gobierno que vino en seguida, por orden del comandante Jiménez, expatrió al general Martínez.
LA rebeLIón en eL sUr y en eL nOrTe y LA ACTITUd sIngULAr de LA mArInA.-
El estallido subversivo del Callao no quedó como un hecho aislado sino resultó un chispazo que, al servicio de otras gentes y de otros intereses, se propagó en el país. La opinión pública, aunque hostil a una posible restauración leguiista, tampoco quería la autoelección de Sánchez Cerro. Bajo la dirección de Manuel J. Bustamante de la Fuente, la noche del mismo 20 de febrero los comandantes Carlos Beytia y Antonio Dianderas sublevaron la guarnición de Arequipa, la misma que había encumbrado a Sánchez Cerro. En la lucha murieron el comandante Manuel J. Gamarra, comandante general de la Región y el capitán Manuel Gómez Sánchez, jefe de una de las reparticiones del ejército. En el entierro de ellos se congregó una enorme multitud. Aparecieron también brotes subversivos en el Cuzco, en Piura (este último con el coronel Valdeiglesias) y en Lambayeque con el coronel Eulogio Castillo.
El decreto ley Nº 7036 de 26 de febrero de 1931 declaró sin vigor el estatuto eleccionario sustentado por los decretos leyes de 8 y 19 de noviembre, 12 y 18 de diciembre de 1930 y 6 de febrero de 1931 e inspirándose en “un amplio espíritu de concordia”, convocó a una constituyente con representantes provinciales y departamentales cuyo número y designación quedó para el futuro y con el objeto de dictar la nueva Constitución del Estado y las leyes de elecciones generales y municipales y fijar la fecha de convocatoria para las elecciones de presidente de la República. Sánchez Cerro, además, renunció expresamente a su candidatura.
Una expedición viajó al norte al mando del coronel Antonio Beingolea y otra, más numerosa, fue embarcada al sur en los buques de la armada Rímac y Apurímac. El jefe de esta última fue el comandante Gustavo Jiménez quien, según se dice, obtuvo dicho nombramiento por súplicas a Sánchez Cerro. En la misma noche de la partida de estas fuerzas, el 28 de febrero, naves de guerra y aviones las detuvieron. Un manifiesto, firmado el 27 de febrero por el comandante general de la escuela Alejandro Vinces, anunció que la marina quería evitar el derramamiento de sangre hermana y pedía el nombramiento de una Junta de Gobierno encabezada por el presidente de la Corte Suprema.
El manifiesto mencionado tiene una singularidad histórica. Señala el primer caso en que la marina adopta, por sí misma, una actitud política en la vida republicana del Perú, señalando un rumbo, abriendo un camino. Antes había actuado para plegarse a uno u otro bando en lucha o, en muchos casos, para defender la constitucionalidad y las instituciones proclamadas por otros. Y en este caso demuestra proceder autónomamente sin miras caudillistas ni de propio