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El populismo del Partido Aprista
LA CAMPAÑA ELECTORAL DE 1931 SIGNIFICÓ UN HITO EN LA HISTORIA ELECTORAL DEL PAÍS, YA qUE LOS ACTORES DE ESTE PROCESO INCORPORARON NUEVOS ELEMENTOS A LA LUCHA POLÍTICA, LO qUE HIZO qUE ESTA FUERA MÁS INTENSA Y RESPONDIERA VERDADERAMENTE AL CLAMOR POPULAR. SOBRE EL CARÁCTER POPULISTA DEL PARTIDO APRISTA, qUE SURGIÓ A LA VIDA EN ESA COYUNTURA, PRESENTAMOS EL SIGUIENTE FRAGMENTO.
Este texto proviene del libro del sociólogo francés Alain Touraine América Latina política y sociedad, Madrid: España Calpe, 1989, pp. 173-174:
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«Víctor Raúl Haya de la Torre es, al principio de su larga carrera política, más antiimperialista que nacional popular. En 1928 escribe: ‹El Estado es, en potencia, un instrumento de defensa de las clases campesinas, trabajadoras y medias, unidas contra el imperialismo: Ese antiimperialismo le lleva a defender un Estado fuerte, creador de un capitalismo de Estado. Pero en el transcurso de la segunda fase de su existencia, y a partir de sus conflictos sangrientos con los militares, el APRA se transforma cada vez más en agente central de integración política, hasta buscar una alianza con Prado y con Odría. Durante el largo período de proscripción que siguió al levantamiento de Trujillo en 1932, el APRA es a la vez revolucionario e institucionalizante. Se vuelve cada vez más populista a medida también que se agrava su conflicto con el Partido Comunista dirigido por Ravines. El APRA combina una voluntad de integración nacional con la defensa de los trabajadores organizados y un programa antiimperialista, uniéndolos en la figura de su líder, Haya de la Torre, que se convierte en el único vínculo real entre los miembros del partido y los ciudadanos. El APRA no se define por una línea política, sino por la búsqueda constante de la integración de temas sociales, políticos y nacionales, que tienden naturalmente a discrepar en la situación peruana. [ ... ] Ningún partido populista puede ser definido como ‹representativo› de una o de varias clases sociales. Extrae su fuerza de su movilización misma, del vínculo de hermandad que une a sus miembros, y de su devoción por el jefe. Pero el necesario rechazo de una concepción parlamentaria de los partidos políticos no debe inducirnos a no ver en ellos otra cosa que los instrumentos de una ambición o de un culto personal. La fuerza del líder procede de que solo él consigue unir demandas muy diversas y que no se unen más que por la prioridad dada a las fuerzas fundamentales de la vida pública: primero la Nación, afirmada en sus luchas contra el imperialismo yanqui y contra la oligarquía nacional al servicio de los mercados extranjeros; y también la ciudad, en el momento en que aparecen las grandes metrópolis; por último, y siempre, el pueblo. Estos caracteres que encontramos en tantos partidos están más acusados en el caso del APRA, porque este partido es el único que, hasta la reciente victoria de Alan García, nunca había llegado al poder, pese a que haya estado muy cerca de él en varias ocasiones. Con razón se ha podido hablar, en América Latina, de un modelo aprista cuya influencia se deja sentir en Bolivia, en Ecuador, en Venezuela e incluso en Colombia”.