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Andrés Avelino Aramburú
el Sol
este diario vespertino dirigido por el político y periodista Ignacio Brandariz fue fundado en marzo de 1926. Su dirección pasó luego a José M. Valega. por esa misma época Brandariz fundó el diario la noche, que, junto con el Sol criticó duramente el gobierno de leguía. ambos medios fueron clausurados y su fundador apresado en la isla de San lorenzo hasta la caída del régimen. Sobre el asalto a los dos primeros el 10 de setiembre de 1919 y la expropiación del segundo de ellos en marzo de 1921 se trató antes en el tomo 14, capítulos 2 y 3. Algunos miembros del personal de La Prensa expropiada hallaron alberge en El Comercio. Desde el destierro Ruiz Bravo vendió sus acciones de El Tiempo a Luis Bustamante y este las traspasó hacia 1927 a Fernando Reusche, Foción Mariátegui y Celestino Manchego Muñoz.
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Diarios nuevos aparecidos durante el mismo período fueron El Sol que fundó en marzo de 1926 Ignacio A. Brandariz y dirigió luego José M. Valega; La Noche, ágil vespertino iniciado en 1927 por Brandariz y Ezequiel Balarezo y Pinillos; El Mundo de gran formato editado por Carlos Enrique Paz Soldán y Sebastián Lorente y Patrón y dirigido por Óscar Fritz. La Razón de José Carlos Mariátegui solo vivió durante la campaña electoral de 1919 y los primeros meses de la “Patria Nueva” y se caracterizó por haber querido ser obrerista y populista y por haber iniciado la reforma universitaria con una serie de artículos de crítica a diferentes catedráticos de San Marcos.
Después de 1921 se esfumó todo atisbo o destello de oposición. Los diarios no fueron, en aquella época, salvo en excepcionales momentos hasta 1925, una expresión de las pugnas de la opinión pública.
Durante la huelga de los linotipistas iniciada el 5 de octubre de 1919 que paralizó las actividades de los diarios de Lima durante nueve días, Las Noticias fue el órgano de aquellos y La Prensa Unida de los propietarios de periódicos. El 7 de octubre los huelguistas consintieron en participar con su trabajo en una única publicación de homenaje a don Ricardo Palma, fallecido el 6 de octubre.
[ III ]
andRÉS aVelIno aRaMBuRÚ.- Andrés Avelino Aramburú nació en Lima el 10 de noviembre de 1845. Fue alumno laureado de San Carlos. Empezó su carrera periodística antes de cumplir la edad de la ciudadanía al enfrentarse en 1864 al gobierno de Pezet, desafiando vinculaciones tradicionales y afectos íntimos. Publicó entonces, con sus compañeros de aula, La Voz del Patriotismo. Hizo luego periodismo de oposición contra la administración de Balta y formó parte de la redacción de El Nacional, Participó con denuedo, entusiasmo y brillo en la gran campaña cívica a favor de la elección de Manuel Pardo en 1871 y 1872 y fue tomado preso en tres oportunidades. El 1º de diciembre de 1873 apareció el primer número de La Opinión Nacional, diario que fundó junto con Reynaldo Chacaltana y Manuel María Rivas, aunque luego ambos se separaron de la empresa Se enfrentó Aramburú con la pluma desde esa tribuna a la oposición anticivilista representada por La Patria y La Sociedad, y combatió también a la rebeldía armada como voluntario de la Guardia Nacional en la campaña que culminó en Los Ángeles. En 1879 fue enemigo declarado y sistemático de la guerra con Chile; pero cuando la vio venir como un hecho inevitable, hizo, con elocuencia singular, la defensa de la causa peruana y entró en polémica ardorosa y alturada con la prensa del adversario. En la batalla de Miraflores combatió como soldado raso y fue en esa jornada que conoció a Andrés Avelino Cáceres. Durante el periodo de la ocupación fue deportado a Chile. Asistió luego a la Asamblea Constituyente que convocó Iglesias, y, junto con monseñor Tovar, su antiguo adversario en el periodismo, representó a este caudillo en los esfuerzos para encontrar una fórmula de paz con Cáceres. Estuvo luego al lado del héroe de La Breña convertido en gobernante, su hogar fue asaltado por una turba después de los combates en las calles de Lima el 17 y 18 de marzo de 1895 y siempre, desde su diario, hizo oposición a Piérola aunque cuando este caudillo terminó su período presidencial, reconoció los servicios que había prestado al país. Solo dejo La Opinión Nacional, ya anciano, a fines de 1913. Tuvo la suerte de celebrar sus bodas de oro como periodista. Falleció en Lima el 22 de mayo de 1916.
Supo llegar directamente a la mente y al corazón de sus lectores. Hubo época en que en las calles de Lima se pregonaba “La Opinión Nacional con editorial del doctor Aramburú”.
Fue el suyo un periodismo moderno, ágil, agradable, muy interesante. Sus editoriales se caracterizaban por los párrafos de dos o tres líneas, a veces de una sola, con punto seguido tenaz, a diferencia de las caudalosas oraciones tan gustadas en su época. Inició secciones tan divertidas y curiosas como la de “Contrarrefranes” que aparecieron desde el tercer número de La Opinión Nacional, las “Charlamenterías” los “introitos”, y sobre todo, las “Mentiras y candideces” que la ciudad de Lima, integra, llegó a festejar alegremente y en las que entre gracias, supo decir grandes verdades, antecedente, sin duda de la “Información política” de José María de la Jara y Ureta y de los “Ecos” de Luis Fernán Cisneros. Así no solo tuvo el ademán oratorio sino pintó la vida íntima de la vida pública, anécdotas del momento con el carácter simbólico o representativo que han de interesar al historiador, la petit histoire. Casi siempre estuvo solo en su periódico, no ocupó jamás un cargo público (él, que tan hábil agente diplomático hubiera podido ser) y solo por corto tiempo ejerció la representación parlamentaria.
Sus detractores lo tacharon porque en las cuestiones internacionales estuvo muy lejos de mantenerse imparcial y equilibrado y porque en la política interna fue veleidoso, EI primer cargo lo hubiera aceptado con orgullo Aramburú que forjó en su diario este apotegma:”Nadie tiene razón contra el Perú”. Citase también de él un diálogo con el publicista chileno Pedro Pablo Figueroa. Este le dijo:”El talento no tiene patria” y contestó: “Pero yo sí”. En cuanto al segundo reproche, ha escrito Julián Guillermo Romero en el valioso estudio que publicó sobre Aramburú, su labor y su tiempo:” Aramburú fue pardista en los tiempos del civilismo verdadero y pardista continuó hasta el fin de su jornada. Después, ya lo dijimos: defendió a Iglesias por defender la paz internacional; defendió a Cáceres cuando Iglesias desapareció del escenario y el soldado de la Breña pasó a convertirse en Presidente constitucional; defendió a Romaña porque simbolizaba el orden público y la honradez administrativa; defendió a Leguía porque no quiso la subsistencia de un Gobierno sometido a las imposiciones de la oligarquía parlamentaria: defendió a José Pardo como el continuador de la gran evolución cívica operada en 1872. Descartando errores imposibles de evitarse, los regímenes políticos que esos presidentes encarnaron, casi siempre estuvieron dentro del marco constitucional trazado por el civilismo originario. Pero no sucedió lo mismo con otros hombres y otros partidos a quienes estuvo siempre enfrenado Aramburú... Si esto se llama veleidad y si de veleidoso puede tacharse al hombre que constantemente defendió su credo constitucional y democrático, que siempre combatió las revoluciones precursoras del derrumbamiento nacional, que siempre estuvo al lado de los gobiernos legítimamente constituidos, que fue leal a la bandera de la patria, que siempre supo erguirse, sin desertar, como otros, en las postrimerías del banquete; si todo esto, decimos, se califica de veleidad habrá que convenir, cuando menos, en que ya palabra semejante perdió en el castellano su significado verdadero... Recordando a un pensador contemporáneo dijo alguna vez Aramburú: ‘Solo Dios y Los imbéciles no cambian’ (agrega Julián Guillermo Romero); y como él no pudo ser lo primero y no fue jamás lo segundo, tuvo que someter sus opiniones a esa evolución fatal de las ideas impuestas por los hechos sucesivamente realizados”.
En suma, se puede estar en desacuerdo con alguna o muchas de las cosas que Aramburú escribió o que hizo; pero no se le puede negar su sitial en la historia de la cultura peruana, no la de los museos y la de los sepulcros, sino la de las discusiones vibrantes de la vida cotidiana que ya el tiempo ha apagado.
Una de las facetas sugestivas de la personalidad de Aramburú fue su amor por los obreros especialmente por los obreros gráficos. Se interesó por ellos desde los primeros días de su organización gremial, como lo hicieron Francisco de Paula Vigil, Ricardo Palma, Fernando Casós y otros y les predicó una doctrina social basada en la bandera de la patria y en la fe religiosa. pRenSa unIda
este medio eventual fue publicado por las empresas editoras el comercio, la prensa, la crónica, el tiempo y la tradición a inicios de octubre de 1919, debido a la huelga iniciada por los linotipistas el 5 de ese mes. Solo circuló durante nueve días, hasta el final de la huelga.