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Manuel González Prada en la Biblioteca Nacional
bibliográficos. Manifestaba también su desacuerdo con los tipos y clases de encuadernación. Tenía párrafos de escarnio acerca de la abundancia de sellos y subsellos. Especial cuidado dedicaba a mencionar las anotaciones manuscritas en muchas obras y las transcribía para hacer ver la ignorancia, la vanidad, o el desenfado que solían revelar(1). Negaba que fuese necesario un nuevo edificio. Creía fácil e inmediata la catalogación, pues, según el flamante bibliotecario “en Lima no faltan personal capaces de efectuarla siguiendo métodos muy sabidos”. Insistía en el desaseo, la incuria y el mal gusto que caracterizaban al edificio. Señalaba la desaparición de manuscritos e impresos de acuerdo con las memorias del mismo Palma.
González Prada creyó acaso que su “Nota informativa”, al tratar de probar la existencia de lo que él llamara “no mucha competencia bibliográfica, no mucha exquisitez de gusto ni mucho amor al libro”, había matado a la leyenda del “bibliotecario mendigo”, del padre cuya “hija predilecta” era la Biblioteca Nacional. Así consideró tal vez igualmente que sus ataques y pullas habían deshecho a la religión y al catolicismo, al clero, a Piérola, a todos los hombres y grupos políticos o sociales por él con tanta frecuencia estigmatizados. Pero no fue así. En la virulenta respuesta a la “Nota informativa” que Clemente Palma publicó bajo el título de “Un Catán de alquiler” quedó aclarada la honradez con que habían sido manejados los fondos de la Biblioteca, adelantados a veces con dinero proveniente de la venta de Tradiciones peruanas. Recordó, asimismo, Clemente Palma que la organización de las salas bajo el nombre “Europa” y “América” provenía de las épocas de Vigil y Odriozola; atribuyó muchas deficiencias a la estrechez del local o a las penurias económicas; calificó de falsos o de exagerados algunos de los cargos sobre errores en los títulos de libros y nombres de autores; y recordó que muchos de los sellos provenían de la biblioteca particular de la familia.
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Pese a todo lo que pudiera argumentarse sobre las lagunas en la cultura clásica o bibliográfica del tradicionista o sobre pequeños o grandes excesos de vanidad o de chochera que pudo tener (y que con el tiempo resultan pintorescos y hasta valiosos) no queda mellada su obra de reconstructor. Y fue él y no su crítico implacable quien tuvo razón en lo concerniente al nuevo edificio. Y no era tan fácil como se suponía la catalogación.
Manuel GonZÁleZ pRada en la BIBlIoteca nacIonal.- Manuel González Prada
fue un cumplido, laborioso y tranquilo director de la Biblioteca Nacional. Remozó la colección, pues adquirió la serie de obras sobre literatura francesa editada por Mercure de France, la Enciclopedia Británica y los libros de España Moderna. Persiguió a los impresores remisos y a los lectores mutiladores de volúmenes. Ordenó a estos por su tamaño. Fue humano y comprensivo con sus empleados y se mezcló con ellos en el trabajo diario. Se esmeró en ser cortés con los sacerdotes que acudían en busca de datos y noticias. Inició una llamada catalogación que tuvo más la característica de una guía de librero. Y muchas de las anomalías que encontró no las pudo remediar. La renuncia que hizo de su cargo a raíz de los sucesos del 15 de mayo de 1919 demostró cuán equivocados estuvieron quienes lo llamaron “Catán de alquiler”.
El 1º de febrero de 1916 volvió a ser nombrado Manuel González Prada director de la Biblioteca Nacional(2) .
(1) La tendencia escatológica de algunas de estas anotaciones manuscritas guardan curiosa relación con las breves e impublicables Tradiciones en salsa verde que Ricardo Palma escribió en su senectud. Una copia de esta obra se halla en la Biblioteca de la Universidad de Duke y el autor del presente libro obtuvo una reproducción fotográfica de ella para la Biblioteca Nacional de Lima. El origen manuscrito es hoy propiedad de la señora Elsa Letts de Cohen, pues perteneció a su esposo Hugo Cohen. (2) Este hecho suscitó la crítica de algunos puritanos. Alberto Secada dijo en un discurso en la Cámara de Diputados en la sesión del 9 de octubre de 1916: “Cuando he visto a un hombre como González Prada apostatar a los 70 años para ocupar el cargo del Director de la Biblioteca Nacional, pasando sobre el cadáver de la libertad de escribir, pasando sobre la dignidad de los empleados, pasando sobre la altivez cívica representada por Luis Ulloa…” peRcY GIBSon MÖlleR (1885-1960)
en la década de 1910, en una polémica decisión, el poeta arequipeño fue nombrado conservador de la Biblioteca nacional, cargo que ejerció durante la dirección de Manuel González prada. luego de encabezar el movimiento poético en su ciudad natal, Gibson se trasladó a lima, donde se integró al grupo colónida, conformado por abraham Valdelomar y José carlos Mariátegui. la pasión de su vida, sin embargo, fue viajar, actividad que realizó constantemente. en sus obras se encuentran: Jornada heroica (1916), Quosque tándem (1921), coca, alcohol y música incaica (1923), don pío Baroja, el canónigo ostolaza (1934) y Yo soy (1949).