7 minute read

Enrique López Albújar

nepotismo reinante en el Perú y los negociados que se hacían al amparo del Gobierno. Los capítulos finales de las peripecias de su biografía escapan a los límites de la presente obra. Los ha estudiado minuciosamente, junto con las demás etapas, Luis Alberto Sánchez en el excelente libro Aladino o vida y obra de José Santos Chocano (México, 1960).

Durante el conflicto con Colombia en 1932-1934, desde Chile, se dedicó briosamente a aquel país y a atacar con ferocidad a Sánchez Cerro. De paso, defendió la salida del Ecuador al Amazonas.

Advertisement

En un verso juvenil escribió el poeta:

a los perversos encerraré en la cárcel de mis versos y como reja les pondré mi lira.

La historia, a su vez, en cada oportunidad en que evoque las jornadas nocturnas de su vida, se verá obligada a encerrar a tan gran figura literaria en una cárcel cuyos barrotes han de ser sus actos reprobables. Habría que estudiar lo que en ellos hubo de producto de una idiosincrasia o de las circunstancias; en mucho de la egolatría y del egocentrismo de Chocano, que suelen irrumpir en su poesía misma para detenerla en el camino a las más altas esferas, pudieron haber influido determinadas tendencias de la época que magnificaban el egoísmo y difundían las ideas de Nietzsche sobre el superhombre y las de la darwiniana supervivencia del más fuerte. En todo caso, las luchas y afanes asaz prosaicos de Chocano no deben interferir en el juicio sobre su poesía, potente, viril y, a menudo, noble. Por lo demás, lo ocurrido entre 1921 y 1929 no solo interesa desde un punto de vista biográfico. Expresa, en cierto sentido, las siguientes facetas resaltantes en la vida peruana durante el Oncenio leguiista: 1) la crítica solo indirecta que algunos sectores intelectuales se atrevían a hacer al régimen imperante cuando combatieron doctrinariamente la tesis de las dictaduras organizadoras y osaron luego defender a José Vasconcelos; 2) la inquietud renovadora de las nuevas generaciones y su receptividad a las ideas de nacionalismo continental y progreso social que predicaba entonces este escritor mexicano. La frase de Chocano sobre el “estercolero civilista” en su carta a Elmore lo exhibe tratando de utilizar la leyenda negra de dicho partido que propugnaba el leguiismo; pero demostraba falta de puntería porque quienes en ese momento lo combatieron carecían de relación con el pasado político del Perú y pertenecían, en su mayoría, a las clases medias y no a la oligarquía; 3) la actitud de dispendio que caracterizó la celebración del centenario de Ayacucho en 1924; 4) cualesquiera que hubiesen sido los motivos o antecedentes de la separación entre Chocano y el leguiismo en 1928 o 1929, la acerba actitud del poeta que, por cierto, no fue espectacular, captó en cierta forma el desgaste o el cansancio que se difundieron ante la perduración de Leguía en el poder.

[ II ]

enRIQue lÓpeZ alBÚJaR.- Enrique López Albújar nació en Chiclayo el 23 de diciembre de 1872. Reunió orgullosamente sangre española, indígena y mulata. La infancia la vivió en Piura y Morropón. Siguió sus estudios en muchos planteles, que ha evocado vívidamente en su libro De mi casona cuyas páginas pueden ser utilizadas, por eso, por quienes hagan una realista historia educacional y deben contribuir a evitar toda nostalgia, por más deprimente que parezca la vida en las escuelas y colegios de nuestra época. El verdadero maestro de López Albújar fue, en el humilde pueblo de Morropón, el admirable y modesto ecuatoriano Nicanor Calderón, a quien ha rendido homenaje en un capítulo de sus Memorias. Terminó su educación secundaria en Lima, en el Liceo Preparatorio (1886-1889) y en el Colegio Guadalupe (1890). Universitario, fue también periodista rebelde contra los gobiernos de Morales Bermúdez y Cáceres. Junto con enRIQue lÓpeZ alBÚJaR (1872-1966)

desde su juventud, el escritor y abogado chiclayano alternó con las dos pasiones que cultivó durante toda su vida: la política y el periodismo. en 1904 fundó en piura el partido liberal, y de 1904 a 1908 fue editor del periódico el amigo del pueblo. Se estableció en lima en 1916, y se dedicó a escribir para el diario la prensa. Su actividad como magistrado, sin embargo, lo hizo renunciar al cargo de redactor jefe. Fue juez en Huánuco y piura, y vocal en lambayeque (1928-1931) y tacna (1931-1947). entre sus obras más conocidas se encuentran cuentos andinos (1920) y Matalaché (1928).

el priMer libro de lópeZ albÚJar Fue Miniaturas (1895) en colaboración con aurelio arnao, breves seMblanZas de HerMosas MuJeres pertenecientes a la aristocracia liMeÑa, acoMpaÑadas por sus FotoGraFías. por esta obra, Que se aGotó en Menos de dos Meses, los autores se vieron envueltos en alGunos disGustos.

José Santos Chocano y Mariano H. Cornejo editó el semanario de combate La Cachiporra. Pero fue su colaboración en La Tunda de Belisario Barriga lo que le suscitó la prisión y un juicio de imprenta en 1893. En cumplimiento de la ley de imprenta de 1893 fueron denunciados por el agente fiscal la poesía “Ansias” contra Cáceres y la prosa erótica “Rosa Carne” aparecidas bajo seudónimo en ese popular periódico, por considerar que la primera era “subversiva” y la segunda “inmoral”. El jurado no halló lugar a formación de causa en cuanto a esta pero sí en lo concerniente a aquella. López Albújar se negó a aceptar el arreglo que había hecho Barriga para hacer que un tercero apareciera como responsable, fue apresado y afrontó una audiencia pública el 26 de junio de 1893. Defendió a López Albújar el abogado Manuel Aurelio Fuentes. Los jueces de hecho, presididos por el pedagogo Pedro Labarthe, absolvieron al inculpado entre aplausos del público. Sin embargo, por nuevas rebeldías poéticas, el joven escritor estuvo preso en octubre y noviembre de 1894, y salió libre solo por influencias de su padre.

El primer libro de López Albújar fue Miniaturas (1895) en colaboración con Aurelio Arnao, breves semblanzas de hermosas mujeres pertenecientes a la aristocracia limeña, acompañadas por sus fotografías. Por esta obra, que se agotó en menos de dos meses, los autores se vieron envueltos en algunos disgustos.

Abogado recibido en 1904, López Albújar fundó ese año en Piura su semanario El Amigo del Pueblo que duró hasta 1908 en el que hizo campaña contra el gamonalismo. En aquel entonces fue dirigente del Partido Liberal. Entre 1911 y 1913 actuó, por lapsos breves, como juez interino en Piura y Tumbes. En 1916 llegó a ser abogado de los huelguistas de Talara y Negritos. Colaboró entonces en diversos periódicos de Piura y pueden publicarse uno o más libros con esos escritos.

Augusto Durand lo llamó a Lima en julio de 1916 para darle el cargo de redactor principal de La Prensa. Después de seis meses de labor en este diario, solicitó del presidente José Pardo un cargo judicial. Fue nombrado juez de primera instancia en Huánuco en febrero de 1917. Una sentencia que expidió en diciembre de 1918 por la que absolvió de la acusación de doble adulterio a un hombre y una mujer, dio lugar a que la Corte Suprema lo suspendiera durante tres meses. El artista y el ideólogo se sobrepusieron al juez al considerar que el amor debía ser libre. Años atrás, en 1907, había reproducido en su periódico El Amigo del Pueblo las originales sentencias expedidas por el juez francés Magnaud, a quien acaso quiso asemejarse en esta oportunidad.

Principalmente de las experiencias obtenidas en judicatura de Huánuco salieron los Cuentos andinos (Lima, 1920 y 1924). López Albújar, el gran representante del cuento indígena, el creador del género en el Perú, no hizo indigenismo profesional. También hubiera podido haber escrito antes acerca de los obreros de Negritos en huelga o de los terratenientes de Piura. De todos modos, extrajo estas narraciones de la veta misma de la vida, como si obrara de acuerdo con aquel precepto según el cual la fantasía solo se alimenta con los desperdicios de la realidad. Penetró en el ambiente rural y presentó al indio dentro de una variedad de casos sociales y psicológicos, sin afán de propaganda, sin lo que se ha llamado “el miedo del hombre interior en la novela de las masas aborígenes americanas”, cogiéndolo en su propio clima y no desde Lima o París. Escribió con la autoridad taciturna de quien conoce directamente aquello de que habla. No solo quedaron consagrados estos cuentos porque significaron la maduración del realismo dentro del cuento peruano. Como ha escrito Ciro Alegría, las narraciones de López Albújar participaban de la toma de conciencia nacional que en el Perú se venía operando.

El autor de Cuentos andinos era, cuando los publicó con éxito casi instantáneo, un hombre ya maduro. Había cultivado, sin embargo, el mismo género literario desde muchos años atrás. Testimonio de ello son las dos series aún no impresas conjuntamente tituladas la una La mujer Diógenes, cuentos de mi juventud que corresponde, sobretodo, a colaboraciones en El Comercio entre 1897 y 1901 y, la otra, Cuentos de arena y sol aparecidos entre 1901 y 1916. Tampoco han llegado al libro sus dos dramas no representados Desolación (1908) que publicó La Prensa en 1916 y Demasiado tarde (1914) y la comedia Doña Caro en Piura (1911).

This article is from: