12 minute read
Abraham Valdelomar
aBRaHaM ValdeloMaR (1888-1919)
el escritor y político iqueño estudió en el colegio nuestra Señora de Guadalupe y en la Facultad de letras de San Marcos. publicó ilustraciones caricaturas y artículos en varios medios de la capital, y en 1912 fue designado director de el peruano. al año siguiente fue enviado en misión diplomática a Italia. a su regreso inició una intensa actividad literaria y cultural. en 1916 fundó la revista colónida. en 1919 fue elegido diputado por Ica. entre sus obras más importantes están la Mariscala (1914), el caballero carmelo (1918) y los hijos del sol (1921).
Advertisement
abundancia verbal americana sometida al tratamiento de la inspiración modernista y del gusto afrancesado y que sabe desfilar a menudo a paso de parada. Representa (junto con Francisco García Calderón, Gonzalo Zaldumbide, Hugo Barbagelata, A. Zárate Fombona y otros) un tipo hoy casi desaparecido de personaje para quienes París era anticipo del paraíso. Diplomático, hizo suyo el precepto de que dicha ciudad bien vale una misa, aunque reemplazó ese símbolo religioso por otros más profanos. Amó tenazmente, a su manera, al Perú entrañable, en su pasado deslumbrador y en su leyenda, si bien no quiso sufrir en su suelo y bajo su cielo las pequeñeces y los afanes de todos los días. Periodista y artista, jornalero de la pluma y estilista consumado, cronista, crítico, historiador, cuentista, poeta, funcionario público y hombre caudaloso y apasionado.
[ VI ]
aBRaHaM ValdeloMaR.- Abraham Valdelomar, nacido en Ica el 16 de abril de 1888, se educó en el Colegio Guadalupe, apareció corno caricaturista en las revistas Aplausos y Silbidos, Actualidades, Monos y Monadas, Cinema, Gil Blas y Siluetas entre 1907 y 1909 y figuró luego como escritor en Contemporáneos, Ilustración Peruana, Variedades y El Diario. Participó en la movilización bélica de 1910 y escribió entonces las crónicas “Con la argelina al viento”. En la campaña electoral de 1912 fue fundador y presidente del Club Universitario Billinghurst Nº 1 .Secretario del nuevo Presidente en 1912 llegó a ser luego director de El Peruano y, posteriormente, en 1913, secretario de segunda clase en la legación del Perú en Italia. Desde este país envió al diario oficial La Nación unas bellas crónicas sobre Roma.
En un concurso abierto por dicho periódico, en enero de 1913, obtuvo el primer premio el cuento de Valdelomar titulado El Caballero Carmelo. Esta producción abre una nueva etapa literaria en el Perú: la del cuento criollo con sentido depurado y moderno del gusto y del estilo. Valdelomar evoca con ternura y sencillez la vida de la infancia, del hogar, del puerto de la provincia. Su prosa está hecha con las risas y los sueños de ayer. Aparece como trémulo poeta al ser pintor de costumbres y al embellecer sus páginas poniendo en ellas como un marco el paisaje de la región de Pisco. Introduce al niño en el cuento peruano.
Valdelomar (que era por ese entonces secretario de José de la Riva-Agüero) publicó en 1915 la biografía La Mariscala sobre Francisca Zubiaga de Gamarra, ensayo honesto en su propósito, bello en su estilo, aunque a veces excesivo en sus alardes retóricos y débil en su documentación, si bien acertado por el hecho de redescubrir esta interesante figura republicana.
Ya se han mencionado en el capítulo que alude al periodismo en la época aquí tratada, la aparición de la revista Colónida, de Valdelomar, en 1916, de singular importancia histórica en la lucha para modernizar la literatura peruana.
El pintor argentino Svetozar Franciscovich llegó a lima, de paso a Nueva York, en febrero de l916 e hizo una exposición de sus obras. Eran ellas paisajes andinos en soledad y silencio. Teófilo Castillo las elogió en Variedades, por su técnica llena de gracia, vida y dinamismo, su sentimiento decorativo de la línea, su potencia de visión del color. Franciscovich, según el crítico peruano, era un “maestro de sinfonía patetista”.
Abraham Valdelomar encabezó, desde Colónida, un movimiento de acerba crítica a este mismo artista que se limitaba a la “pintura bonita” para exaltar, en cambio, al catalán Roura Oxandaberro como símbolo del impresionismo. La polémica entre ambos contrincantes alcanzó virulencia. Castillo fue acusado de retrógrado; y él habló de los ignaros con un poco de turismo europeo y de quienes tenían aficiones y conocimientos artísticos por intuiciones y conversaciones. Según este critico (y aquí se equivocó) el impresionismo había aparecido en el Perú en algunas telas de Francisco González Gamarra y en las de Ricardo Flórez. Probablemente ninguno de los adversarios en la polémica sobre arte encendida en 1916 tuvo razón. Valdelomar encarnó el eterno anhelo renovador y Castillo el vano respeto a las tradiciones artísticas; pero ni Franciscovich ni Oxandaberro
[1]
[2]
cÉSaR ValleJo. nacido en Santiago de chuco (la libertad), césar Vallejo (1892- 1938) (1) es considerado el más importante poeta peruano de todos los tiempos. Su primer libro de poemas es los heraldos negros, de 1918. en 1922 publicó la que es considerada su obra cumbre, trilce (2). en 1923 emigró a europa, donde alcanzó reconocimiento por su talento en círculos intelectuales de españa y Francia. abajo, a la derecha (3), un esbozo de su rostro, firmado por Garreaud.
[3]
el caBalleRo caRMelo
esta obra de abraham Valdelomar, publicada en 1948 en lima, reúne sus primeros cuentos, que se caracterizan por la evocación melancólica que hace el autor de lo vernacular. el nombre de este volumen es también el de su cuento más popular, escrito durante su labor diplomática en Italia, en 1913, y publicado en el diario la nación. con este relato, Valdelomar ganó el premio nacional de cuento. eran pintores de gran categoría. Algún tiempo después este último se dirigió al Ecuador, donde se dedicó a vender productos farmacéuticos.
En setiembre y octubre de 1916 se produjo una polémica sobre las generaciones literarias jóvenes o viejas. Intervinieron allí Enrique López Albújar, Abraham Valdelomar y Federico More. El primero defendió desde La Prensa los valores del pasado y atacó a nuevos iconoclastas. El segundo sostuvo que solo en aquellos días se había podido lograr un prístino concepto del arte y condenó las limitaciones pobres de antaño, aunque hizo, sin embargo, la salvedad de algunos hombres ilustres. También en este caso el debate fue ocioso. Hay buenos y malos escritores en todas las épocas. No por creerse uno más, se es más. El espíritu de cizaña y de pugna es un mal que las luchas políticas contagian a los artistas. Todos ellos acaban por ingresar en la historia y hermánanse ante sus ojos, aun los que la niegan y escarnecen. Valdelomar, el joven desafiante de entonces, es hoy uno de los “viejos” cronológicamente. Salvo uno que otro caso de excepción, la obra de los escritores peruanos hay que leerla con los ojos de la historia. En lo que, a pesar de todo, Valdelomar tenía razón, era en que, en general, la generación de la segunda década del siglo XX poseía un gusto y una sensibilidad más depurados que sus antecesoras, del mismo modo como ha sido superada por quienes han venido después. Como analogía para este fenómeno tan sutil puede ponerse la diferencia entre la poesía de Núñez de Arce y la de Rubén Darío, entre el gusto por el toreo de Faico y Bonarillo y el de Joselito y Belmonte, entre la afición por los bailes escénicos a fines del siglo XIX y comienzos del XX y el ballet a partir de Ana Pavlova.
En 1918, bajo el título de El Caballero Carmelo juntó Valdelomar una serie de cuentos de su infancia provinciana, de polémica política, de inquietud metafísica y también de preocupación moderna y afán de exotismo centrado en los llamados “cuentos yanquis”. Asimismo en 1918 apareció su obra Belmonte el trágico, interpretación estética del toreo, pobre en los conceptos y en la cultura de carácter filosófico, atrayente y original en el análisis de este arte y de la personalidad del gran torero español. Constituyó un esfuerzo para dar calidad estética al comentario taurino, generalmente de bajo nivel en crónicas y glosas de prosaico tecnicismo o de hueca retórica.
Periodista fino en La Prensa y otros órganos de publicidad, dueño de una incontenible vocación literaria, espíritu inquieto, demostró ser capaz de cultivar, simultánea o sucesivamente, la biografía con atisbos de lo que se llamó más tarde la biografía novelada, la novela corta, el cuento de múltiples facetas, la crítica artística, la arenga cívica, el aforismo lírico, el teatro, una poesía dulce y humana y el ensayo literario. A propósito de este último, Estuardo Núñez ha reivindicado, dentro de la obra de Valdelomar no agrupada todavía en libro, los artículos de contenido estimativo y crítico, muchas veces en un plano estético y de personal teoría con un laudable afán de renovación y superación de cánones tradicionales y caducos. Dentro de ellos ubica piezas como los apuntes sobre psicología del gallinazo y del cerdo y crónicas sobre problemas estéticos (pintura, danza, fotografía, teoría poética y otros temas), sobre buenas y malas costumbres (el barrio chino y sus fumaderos) y sobre evocación histórica, así como las impresiones de viaje. Aunque una investigación minuciosa ha de analizar si este tipo de trabajo periodístico no fue hecho también por otros escritores de la misma generación (Mariátegui, More, Alfredo González Prada, Alberto Ulloa Sotomayor, Félix del Valle o algunos más) ello no restaría a los aportes de Valdelomar su estilo inconfundible y sus enfoques originales. En todo caso, con más valor que tratándose de otros escritores, la obra de Valdelomar abarca no solo sus libros accesibles que ya han alcanzado sucesivas ediciones en una popularidad singular, sino, a veces con iguales o mejores méritos, la producción, hasta hace poco, dispersa en revistas y periódicos; como si se tratara de una cultura cuyas suntuosas joyas estuviesen solo en parte exhibiéndose en los museos y, en parte, todavía siguieran enterradas entre ruinas y desperdicios.
Escandalizó, además, Valdelomar a la gente pacata de Lima con sus alardes de admiración a sí mismo, con sus gestos de gran señor, con sus ademanes de snob y de dandy. Fue así como se besó las manos en homenaje de admiración, contrató un cirujano para que engarzara una
esmeralda en la falange de su dedo, operación por cierto imposible; escogió a veces indumentarias extravagantes; se paseó con una magnolia en el ojal; pronunció discursos en alabanza propia y tuvo sin recato el culto de los paraísos artificiales. A un poeta provinciano (la anécdota ha sido personalizada, sin confirmación, en César Vallejo) sorprendió con las palabras: “Puede usted irse a su tierra diciendo que tuvo el honor de estrechar la mano de Abraham Valdelomar”. Insolencias y alardes que él trató de explicar con la aseveración de que eran bromas para llamar la atención del vulgo sobre él, algo así como los trucos que emplean los fotógrafos con los niños. Recibió influencias de D’Annunzio y de Wilde y se anticipó en ciertos esbozos a Pirandello y a Gómez de la Serna. Tuvo, no obstante que remó durante muchos años en las galeras del periodismo, afán por la belleza, incesante voluntad de imaginar y crear, culto por lo nuevo, esfuerzo continuo por lograr una obra depurada, sentimiento poético auténtico. Mientras otros, en lo que escriben siempre o a veces, dan un color gris y suenan como el pasar de una tropa anónima, en él hay, hasta en cualquier modesta crónica de periódico, destellos de luz como un aire cantado. No solo fue un gran aficionado al manejo de las palabras, sino sintió entrañablemente su voluptuosidad, el placer de su juego, la intuición de su íntimo y musical sentido, la pasión de engarzar en ellas nuevas ideas o frescas impresiones o inesperados puntos de vista.
Otras de las notas características de Valdelomar, acentuada en los últimos años de su vida, fue la ternura por el cielo, el aire, el mar, la tierra y la gente del Perú. A fines de 1918 realizó una gira por el norte del país con el propósito de dar conferencias. Estuvo en Huacho, Trujillo, Ascope, Salaverry, Pacasmayo, Chilete, Cajamarca, Chepén, Guadalupe, Zaña, Chiclayo, Eten, Piura, Sullana, Catacaos, Muñuela, Sechura. También al empezar 1919 visitó Ica, Pisco, Mollendo, Arequipa, Cuzco, Puno, Sicuani y Moquegua. Algunos creyeron que viajaba por cuenta de algún político, si bien las conferencias no hicieron propaganda a nadie. Otros pensaron en los móviles económicos, aunque Valdelomar no cobró a los obreros ni a otras gentes del pueblo. En un artículo que publicó a su regreso a Lima dijo: “Cuando sepáis, ¡oh vosotros que preguntáis por qué se viaja y se va y se cambia y se enseña y se apostoliza y se llora y se canta!; cuando sepáis darle todo su valor a esta palabra de ocho letras: Angustia; cuando sepáis darle su valor justo a esta palabra de seis: Patria; cuando sepáis el sentido exacto de esta obra de cuatro: Arte; cuando aprendáis, ¡oh preguntadores insensatos!, ¡oh queridos animales de mi corazón! el significado de estas palabras que para vosotros no tienen sino un valor fonético o visual y que son, apenas, caprichosas filas de letras; cuando comprendáis su trágica sustancia…entonces, queridos preguntadores no volveréis a preguntar”.
Los temas de las conferencias fueron estéticos, cívicos, patrióticos; también propugnó ideas de progreso social, mejoramiento de los obreros y condena de los políticos tradicionales. Acuñó la frase “Patria Nueva”.
En un reportaje escrito por César Vallejo, en febrero de 1918, este dio a conocer el plan que Valdelomar, él esbozó acerca de la creación de un gran movimiento intelectual de estructura federativa, capaz de incorporar a los más significativos espíritus del Perú, cuyo fin era trabajar en pro del alumbramiento de la conciencia nacional y, dentro de esta tarea, por la culturización integral de las masas. El vehículo del pensamiento de tal empresa debía ser una revista nueva, Colónida remozada y superada, con el título de Patria. Los viajes de Valdelomar por el norte en 1918 y los acontecimientos políticos de 1919 contribuyeron a que tan ambiciosa iniciativa quedase postergada.
A través de un reportaje publicado en La Reforma de Trujillo en mayo de 1918, él mismo afirmó: ”Tengo en prensa Belmonte el trágico, Neuronas, libros de filosofía, y Fuegos fatuos, colección de ensayos de humour. Y listos para entregarlos, un libro de leyendas incaicas, Los hijos del sol, una colección de novelas cortas, La ciudad de los tísicos, un libro de crónicas, Decoraciones de ánfora prologado por José Vasconcelos, el magnífico esteta mexicano, mi tragedia Verdolaga y mis tres últimas novelas: El príncipe Durazno, El extraño caso del señor Huamán y un título (…) no obstante Que reMó durante MucHos aÑos en las Galeras del periodisMo, (tuvo valdeloMar) aFan por la belleZa, incesante voluntad de iMaGinar y crear, culto por lo nuevo, esFuerZo continuo por loGrar una obra depurada, sentiMiento poÉtico autÉntico.