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La caída del Oncenio y sus repercusiones sobre la hípica

La temporada de 1921, fue, acaso, la más brillante del hipódromo de Santa Beatriz. La reunión del 30 de julio, en que se disputaron el clásico Centenario que fue ganado por el famoso crack Marcial, así como los clásicos San Martín y Bolívar, señaló todo un acontecimiento hípico, social, oficial y popular. El 2 de agosto volvió a acudir una gran concurrencia al hipódromo, pues hubo una revista y un desfile militar y se efectuó la entrega de los primeros aviones al ejército. En 1921 hubo 44 reuniones con 303 carreras y 66 clásicos, fueron repartidos S/. 54.771 en premios y llegaron 44 importaciones de dos años provenientes de Argentina, 4 inglesas y 5 francesas en tanto que los productos nacionales de la misma edad ascendieron a 33.

El período de 1922-1930, fue, como ya se ha anotado, de continuación en el desarrollo y de agoreros aunque ocultos síntomas de decadencia a partir de 1925. En 1924 se estrenó la nueva pista de carreras con 2.400 metros. Uno de los grandes acontecimientos de las fiestas del centenario de Ayacucho en 1924 fue la gran reunión hípica en que se disputó el clásico de ese nombre con un premio de S/. 25.000. Lo ganó el caballo chileno Burlesco, del Club Hípico de Panamá.

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A pesar de este y de otros alardes de grandeza, el espectáculo comenzó a dar señales de deterioro. Hubo una paralización de las importaciones de productos argentinos por el Jockey Club que junto con la boga de las exportaciones a Panamá y con otros factores, redundaron en un descenso en la calidad de los caballos y en la escasez de los de handicap de tipo mediano. Productos ingleses entonces llegados, irregulares o mediocres, no solucionaron el problema. Los aficionados quejáronse en 1928, 1929 y 1930 de la monotonía de las pruebas. La baja en el número de los espectadores fue atribuida en parte, también, a las dificultades en la visibilidad que la nueva pista ofrecía.

Consoladores fueron, en cambio, en la misma época las grandes victorias de los animales peruanos como Irlandés, Misterio, Tondero, Fiorina, Fiordistinto. Aldar, Minero Il, Golpe, Jefe.

La reanudación de las relaciones con Chile dio lugar en la hípica al obsequio que recibió el presidente Leguía del tordillo chileno Embajador y al envío que hizo de una potranca nacional a Ricardo Lyons, presidente del Club Hípico de Santiago, así como también a la llegada de profesionales y de caballos de ese país.

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mica que estalló en 1929 y se acentuó a lo largo de los años siguientes tuvo repercusiones inexorables sobre el Jockey Club. Esta institución hallábase apuntalada, desde el punto de vista económico, por el crédito del Gobierno. Al caer Leguía se hizo público que ella, además de los bonos emitidos en varias oportunidades y que estaban en gran parte, en poder de los bancos, debía a los studs la suma de S/. 10.000 por concepto de premios de la temporada de 1929 y S/. 20.000 por la temporada de 1930. En este último año el juego había bajado en un 41% y las entradas en un 62%. El monto de las deudas era mucho mayor que el del capital social. El Jockey Club corría el peligro de una quiebra. Esfuerzos tenaces y abnegados evitaron ese desastroso peligro.

El nuevo directorio que presidió Alfredo Benavides Diez Canseco desde setiembre de 1930, rebajó los premios en un 40%; obtuvo una moratoria bancaria: ordenó la reducción de la pista; disminuyó el precio de las entradas en un 50%; organizó carreras de jinetes caballeros (en las que se distinguió Elías Bentín Mujica), de jinetes militares y hasta de señoritas jinetes. Hubo también una carrera de burros. Asimismo, tomó otras medidas, de resultados diversos, para salvar a la institución y al espectáculo. En 1931 se llegó a un acuerdo por el cual el Jockey Club retuvo el 20% del total de las apuestas y el 80% quedó prorrateado entre los propietarios de caballos ganadores en cada reunión.

En agosto de 1930 desaparecieron los studs Alianza, Don Braulio, La Molina, El Sol y Meteoro, de propiedad de Augusto B. Leguía y de varios parientes o partidarios suyos. Incautados los caballos por el Gobierno, sirvieron de base para cuatro ecuries de propiedad fiscal que se los lOS aSiSTenTeS al HiPódROMO

construido en 1903, el hipódromo de Santa Beatriz se convirtió en uno de los lugares favoritos para el ocio de las clases altas limeñas. allí, disfrutaban de carreras de caballos organizadas por el Jockey club de lima, institución que se encargó de reglamentar y popularizar la hípica nacional. en esta imagen vemos al señor alberto Benavides canseco y su familia saliendo del hipódromo, en una escena captada por la revista Mundial en 1921.

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