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Los humos de La Oroya
-Los programas de alfabetización, educación primaria y vivienda no guardan ritmo proporcional con el incremento de la población. Las realizaciones, generalmente desorientadas en el campo de la educación primaria, secundaria, de adultos y universitaria, no siempre guardan armonía con las necesidades tecnológicas del presente y del futuro. -La estructura del Estado continúa siendo empírica.
lOS HUMOS de la OrOYa.- A principios de 1922 comenzaron a trabajar los poderosos hornos de la fundición de La Oroya de la Cerro de Pasco Copper Corporation para procesar los minerales de Cerro de Pasco, Casapalca y Morococha. Los humos de esos hornos tuvieron una acción nociva por dos factores: el anhídrido sulfuroso y las sustancias sólidas que con él escapaban de las chimeneas y que estaban constituidas por plomo, cobre, azufre y otros elementos finamente pulverizados. Estas sustancias sólidas fueron la causa principal del daño, pues el anhídrido se diluía en el aire y su acción vino a ser de relativa peligrosidad. Ellas, al ser expelidas por las chimeneas, fueron cubriendo los campos que atravesaban, destruyendo tanto los cultivos como los pastos naturales y originaron así el envenenamiento del ganado que, al ingerir estos pastos, acumularon en su organismo considerables proporciones de minerales y otras sustancias tóxicas, causa única de la enfermedad llamada renguera.
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La intensidad de los daños no fue continua. En los primeros años del trabajo de la fundición ella trabajó con su capacidad íntegra (3.200 toneladas diarias aproximadamente); pero después debido a la sobreproducción, se llegó hasta el extremo de reducirla en 1930 a 2.000 toneladas y en 1932 de 1.000 a 800 toneladas.
Vino la desolación para los ganaderos y agricultores del valle del Mantaro y también para los de otras extensas y ricas zonas del departamento de Junín. La compañía celebró pactos de transacción con los damnificados; el representante Domingo Sotil afirmó en la sesión del Congreso Constituyente del 7 de enero de 1933 que muchos de esos arreglos fueron desproporcionados como el que suscribió la comunidad de Huari para recibir 18 mil soles cuando sus pérdidas en sembríos y en ganados sumaban más de 200 mil. En cambio, sociedades ganaderas o ricos propietarios de fundos que no pudieron ser intimidados, engañados o sobornados y que tenían influencia política, recibieron jugosas sumas, según Sotil.
La compañía estudió durante varios años los males que producían los humos emanados de la fundición de La Oroya con el objeto de aliviarlos, cuando menos. Se implantaron los llamados contrells para reducir y purificar los humos; pero no fueron obtenidos todos los benéficos resultados que se esperaba porque las circunstancias locales, la altura, la falta de presión y la temperatura influyeron. Solo a fines de 1932 se pudo hallar la manera de purificar íntegramente los humos y de eliminar o reducir los desastrosos efectos ocasionados por ellos.
Hasta 1932 la compañía había pagado cerca de 9 millones de soles por concepto de indemnizaciones; pero, como ya se ha anotado fue evidente el hecho de que, en muchos casos, ellas no fueron equitativas. El representante Luis Ruiloba Muñoz dejó constancia en la misma sesión mencionada antes de que en el Ministerio de Fomento estaban sin despachar los reclamos de las comunidades de Saco, Huamacancha, Pachachaca, Yauli, Pomacocha, Humi, Huay-Huay, Suitucancha, Oroya Antigua, Chacapalpa, Canchayllo, Llocllapampa, Mata Grande, Mata Chico, Esperanza, Curicaca, Pomacancha, Huayhuash, Tarmatambo, Huaricolca, Limacpuquio, Collao, Paccha, Marcapomacocha, Acaya, Pacte, Parco, Santa Ana, Acolla y Huaripampa. la cerrO de paScO cOpper cOpOraTiOn
esta compañía minera, propietaria de la fundición de la Oroya, inició en 1922 el procesamiento de los minerales extraídos de las minas de cerro de pasco, casapalca y Morococha. el humo de los hornos de fundición, sin embargo, produjo la pérdida de los cultivos aledaños, el envenenamiento de ganado y la enfermedad de la renguera. esto obligo a que la compañía se hiciera cargo de los damnificados, indemnizándolos. en esta fotografía, podemos apreciar el asiento minero esperanza, de propiedad de la mencionada compañía, hacia 1905.