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El campesinado

sucesivos o que se contentaban con diputaciones o concejalías, comenzó a propagarse a las alturas de la Primera Guerra Mundial (sucesor del anarquismo ácrata, que creó el sindicalismo peruano en 1904 y gestó las primeras luchas en pro de las jornadas de ocho horas) la influencia del sindicalismo revolucionario apolítico, partidario de la acción directa y depositario de la mística de la huelga general como pórtico de la revolución social. En 1919 surgieron algunos estallidos terroristas. A medida de que fue avanzando la década de 1920 quedaron marginados los fervores anarquistas y sindicalistas revolucionarios y emergió la influencia comunista combatida en los medios obreros desde 1930 por la acción aprista también orientada hacia la política, en contraste con el puritanismo anarcosindicalista.

La historia del movimiento obrero peruano (que nadie ha estudiado, hasta ahora, detalladamente) ha pasado, pues, dentro del ámbito cubierto por el presente libro, por cinco períodos. El primero, a partir de la Sociedad Filantrópica que Mariano Salazar y Zapata contribuyera a fundar en 1858, llega hasta la guerra con Chile y se caracteriza por la aparición de entidades como la Sociedad Artesanos Auxilios Mutuos, la Sociedad Auxilios Póstumos, la Sociedad Tipográfica de Auxilios Mutuos y la Unión Universal de Artesanos y se extiende a provincias con las Sociedades de Artesanos de Cuzco, Arequipa y otras ciudades entre las que estuvo Tacna con la Sociedad de Artesanos El Porvenir, de tanta importancia en la preservación de los sentimientos peruanos durante la ocupación chilena. El segundo período se inicia en 1886 con el surgimiento de la Confederación de Artesanos Unión Universal y llega hasta el primer Congreso Obrero en Lima en 1901 y la fundación de la Asamblea de Sociedades Unidas. El tercero corresponde a la aparición de un movimiento obrero rebelde y beligerante de tipo anarquista en conexión con Manuel Gonzáles Prada y simbolizado inicialmente por la Federación de Panaderos Estrella del Perú y por las huelgas de 1904, 1906, 1907 y años siguientes. El cuarto empieza con la difusión de la propaganda sindicalista, el paro por la jornada de ocho horas en 1919 y el de las subsistencias ese mismo año e incluye el desarrollo de la organización gremial, los Congresos Obreros hasta el de 1927. Viene en seguida la represión de ese año y ábrese una quinta etapa con los comienzos del renacimiento sindical en los años siguientes.

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El movimiento obrero peruano nació dentro de cauces nacionales, o mejor dicho locales, sin injerencia internacional. Cuando en la época de Billinghurst este gobernante auspició la cordialidad obrera peruana-chilena y movilizó para ello a gente de las sociedades ligadas al oficialismo, el grupo anarquista envió al país del sur, desconociendo a ese sector, al obrero Otazú que fue recibido por el proletariado de la misma filiación. He aquí el primer capítulo en las relaciones internacionales de los obreros peruanos.

Aunque la propaganda anarquista en el país tuvo sus agentes dentro de él mismo (bajo el influjo, al principio de Manuel Gonzáles Prada, directa o indirectamente) no faltaron contactos eventuales con viajeros argentinos o italianos. Es posible que, en alguna forma, llegara hasta las costas del Pacífico peruano la obra del poderoso grupo norteamericano anarquista denominado International Workers of the World (I.W.W.). El sindicalismo revolucionario, también de raíces propias (a base de lecturas y del ejemplo de otros países) pudo haber recibido el estímulo de inductores argentinos o de otras procedencias. La presencia de peruanos en el congreso constituyente de la Confederación Sindical Latinoamericana de Montevideo en 1929 señaló al principio de una época en que la acción obrera, en uno de sus ramales, quedó subordinada a directivas emanadas del extranjero.

el caMPeSinadO.- Desde el punto de vista exclusivamente numérico, el hombre que continuó dominante en la vida peruana y latinoamericana fue el hombre tradicional. Lo caracterizaban el aislamiento social y ecológico, la religiosidad con un sentido distinto de religiosidad culta de las ciudades, mezclada frecuentemente por un fondo precristiano, la resistencia al cambio, el TeReSa candaMO (1875-1953)

la religiosa limeña, hija del presidente Manuel candamo, fue conocida como Teresa de la cruz. estudió en el colegio del Sagrado corazón, donde debido a su desempeño académico fue premiada con la cruz de la Sabiduría. entre 1905 y 1906, durante un viaje a europa con su familia, decidió servir a la iglesia. en 1931 fundó la congregación canonesas de la cruz, y la asociación de la cruz. Su beatificación se encuentra en proceso desde 1981.

lOS MOViMienTOS PROleTaRiOS

los obreros y los artesanos iniciaron un proceso de asociación a fines del siglo XiX. estas asociaciones, que tenían como propósitos fines sociales y de esparcimiento, permitieron establecer vínculos muy estrechos entre sus integrantes y devinieron en la formación de un frente común. la clase obrera inició así la lucha por sus derechos laborales, que incluían la reducción de la jornada de trabajo, mejoras en la seguridad en los centros laborales y un salario justo, entre otros. en esta imagen vemos a un grupo de obreros trabajando en una fábrica, a inicios del siglo XX. predominio de la costumbre, la escasez de sus necesidades, la economía de subsistencia, el empleo de formas normativas rígidas para su acción frente a cada situación social definida. La inmovilidad del campesinado como clase social a pesar de cambios jurídicos más aparentes que reales, fue uno de los fenómenos típicos de esta infrahistoria desde la época colonial. Tal situación se marcó con más claridad porque a otros niveles de la sociedad llegaron de modo más claro los aparatos y las técnicas de la civilización tecnológica.

El profesor Stanley J. Stein, de la Universidad de Princeton, ha formulado la pregunta sobre por qué no se produjo en el Perú andino una revolución como la que se inició en México en 1910. En este país, asevera, el movimiento de la independencia dejó raíces de un hondo divorcio entre liberales y conservadores y aquellos, con Juárez, arrojaron a sus adversarios del poder político aunque no del económico y social. Luego, el régimen de Porfirio Díaz marcó, a pesar de que se ha dicho lo contrario, la primera etapa de una relativa modernización de la vida mexicana; esto aparece claro después del magistral estudio de Daniel Cosío Villegas. Hubo, no obstante la explotación, atisbos de cambios en la agricultura, industrialización inicial, movilización de mano de obra rural y urbana, movilidad social. Ciertos sectores agrícolas como los que producían pulque cerca de las vías férreas o los ingenieros azucareros de Morelos y Puebla llegaron a modernizarse rápidamente, a pesar del estancado sistema de la “hacienda” en muchas zonas. Según F. Chevalier, la transformación en la zona azucarera de Morelos y Puebla agudizó un desequilibrio social y explica la intensidad de las reivindicaciones campesinas aborígenes bajo Emiliano Zapata después de 1910. En conclusión, Stein sugiere que los campesinos mexicanos se sublevaron por esa época porque sus niveles de vida y sus niveles de aspiraciones eran comparativamente más altos que los de los indios peruanos (1) .

Sin embargo, hubo varias expresiones que cabe llamar de orden dinámico. Una estuvo representada por el fenómeno del incompleto mestizaje racial o cultural con sus inmensas virtualidades. La segunda fueron el reclutamiento militar de los indios y el contrato de enganche y sus sucedáneos. La tercera llegó a ser constituida por el impulso que en el campo de la costa comenzó a hacerse más y más visible a través de la revolución creada por la ciencia y la economía industrial subordinada al mercado exterior. Fue una revolución agrícola paralela a la revolución demográfica. La población rural en esa zona del país no fue ya traída de la China dentro de un cuadro de servidumbre como había ocurrido a mediados del siglo XIX. Ella provino de la costa misma y también, en buena proporción, de la sierra. Fueron sobre todo, peones andinos, después del negro y del asiático, los que hicieron la gran faena en los campos del azúcar y del algodón. A Chicama, por ejemplo, llegaron coronguinos, sihuasinos, huamachuquinos, usquilanos, sanmarquinos, contumazinos y jornaleros de otros lugares del Ande, del norte al centro, explotados por los contratistas bajo la ruda y cruel ley del enganche, menos terrible, sin embargo, a pesar de todo, que las del antiguo esclavo y del coolí. La contrata, el “socorro”, base del negocio en seres humanos con jornales’muy bajos, la inhabitabilidad de los campamentos, unidos al abuso o rigor del caporal motivaron múltiples incidentes en las haciendas. Durante un tiempo se pagó con “fichas”, después con vales de cartón. Las bodegas de los contratistas explotaban lo mismo al peón, que al empleado. Nunca un bracero traído de la sierra encontraba medio de redimirse del adelanto o del “socorro” recibido. El paludismo y otras enfermedades hicieron estragos. El rancherío era inhospitalario. Con el tiempo sin embargo, las condiciones sociales, económicas, jurídicas y asistenciales del trabajo rural en la costa mejoraron considerablemente.

En época reciente, se vio emerger, en todo el país, al amparo de la paz pública y por la paulatina y relativa implantación de medidas sanitarias, un rápido crecimiento demográfico. Otros cambios sustanciales no se registraron, aparte del desarrollo de la vialidad. No hubo en gran

(1) Stanley J. Stein, “Latin American Historiography” en Charles Wgaley, ed. Social Science Research on Latin America Columbia University Press, New York, 1964, p.94-96.

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