3 minute read
La Guerra de Corea y el auge de las exportaciones peruanas
En su estructura temática, el Código (cuya trascendencia rebasó nuestras fronteras) fue dividido en cinco grandes capítulos. El I, dedicado a la propiedad minera; el II, a la jurisdicción de minería; el III, a los procedimientos; el IV, a los contratos de minería; y el V, a disposiciones generales y transitorias. Sus principales notas (que aceleraron el proceso de industrialización) se hallan resumidas tanto en el artículo del ingeniero Mario Samamé “El progreso de la minería en el siglo XX”, publicado en 1962, cuanto en el de José Rocha, “La legislación minera en el Perú durante el siglo XX", del mismo año. En fechas sucesivas (7 de junio y 4 de setiembre de 1950) se expidieron sendos reglamentos aclaratorios o complementarios al texto del Código. A partir, pues, de aquel emblemático año de 1950, la industria minera ingresó (como consecuencia precisamente de la flamante política sectorial que encarnó el expresado Código) en una nueva y decidida fase de su desarrollo. Si en los primeros cinco años (1950-1955) los resultados representaron –según ambos autores– un auge sin precedentes, en los años sucesivos ellos se vieron reflejados en enormes inversiones, considerables utilidades, inmensos proyectos y un notable récord de producción, que representó (junto con la agricultura y la pesquería) casi la totalidad de nuestro comercio exterior a fines de dicha década. “La moderna política minera –escribió Samamé– asegurando las inversiones y dando aliciente al empresario regnícola o extranjero ha hecho posible una nueva política social de mejores salarios, cómodas viviendas, mejoras en el bienestar y la implantación de un nuevo Reglamento de Higiene y Seguridad que ampara, cautela y defiende el capital humano”. Las cifras, de por sí, hablan fehacientemente de este notable salto de la producción minera debido, en gran parte, a la promulgación del mencionado Código. Por ejemplo, de 1948 a 1956 se logró incrementar de 48.500 a 129.000 toneladas anuales la producción de plomo, y de 58.800 a 175.000 toneladas la de zinc. Por su parte, la producción de plata llegó más que a duplicarse (de 289 a 715 toneladas), en tanto que la de cobre subió de 18.069 a 46.200 toneladas. Por otro lado, las inversiones en el sector (alentadas por el régimen de libertad económica vigente) se incrementaron significativamente. Aparte de las realizaciones registradas en los sectores de la pequeña y mediana minería –dice Bardella–, puede mencionarse la suscripción en 1952 de un contrato con la Marcona Mining Company (subsidiaria de The Utah Construction Company de Estados Unidos) para la explotación del yacimiento de mineral de hierro de Marcona en el departamento de Ica y la constitución de la Southern Peru Copper Corporation, a la cual, mediante un contrato estipulado en 1953, se le confió la explotación de los ricos yacimientos cupríferos de Toquepala, en el departamento de Tacna; en su conformación intervinieron las siguientes cuatro empresas: la American Smelting and Refining Company, con una participación del 57,75%; la Phelps Dodge y la Cerro de Pasco Copper Corporation, con sendas participaciones de 16% cada una; y la Newmont Mining Company, con 10,25%. La presencia de la Southern, a no dudarlo, cambió el rostro minero del Perú: se ingresó en una fase de producción con estándares mundiales y con una tecnología de avanzada generación.
Mineros de la Cerro de Pasco Copper Corporation acarreando
Advertisement
minerales en la entrada del túnel principal a mediados de la década de 1950.
[ V ]
LA guErrA dE CorEA y EL AugE dE LAs EXPorTACioNEs
PEruANAs.- Durante estos años, las medidas tomadas internamente (ya explicadas en las páginas precedentes) y el desarrollo favorable de la economía mundial produjeron una serie de situaciones propicias para el Perú. Una tuvo que ver –dice Julio Cotler– tanto con la diversificación de la economía (pesca, café, nuevos minerales) cuanto con el aumento de los precios de las materias primas exportadas, debido al crecimiento internacional, a la reconstrucción europea, a la expansión estadounidense y a la demanda particularmente explosiva durante la guerra de Corea (1950-1951) y los dos años ulteriores. Efectivamente, desde el punto de vista de nuestro comercio exterior, el mencionado conflicto del oriente asiático (guerra intestina entre los dos Estados coreanos) creó un amplio y óptimo mercado para nuestras materias primas, con lo que la balanza de pagos se vio favorecida y se pudo eliminar las restricciones de cambios establecidas en 1945 por Bustamante y Rivero. Entonces, el país pasó por una bonanza de las exportaciones que hizo duplicar el valor de su comercio externo durante dicha