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Las elecciones de 1962 y la atomización de los partidos políticos
Nacido en Santiago de Chuco, Luis de la Puente Uceda
(1926-1965) ingresó desde muy joven al partido aprista, del cual se desvinculó en 1959 para formar el APRA Rebelde. Más tarde, como miembro del MIR, encabezó el frente guerrillero denominado Pachacútec.
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las eleccioNes de 1962 Y la atomiZaciÓN de los
partidos políticos.- Hacia principios de junio de 1962, casi al concluir la administración de Manuel Prado, el escenario político se hallaba prácticamente atomizado por la existencia de siete partidos o coaliciones que postulaban a otros tantos candidatos al alto mando de la nación. Los partidos eran: la Alianza Democrática (conformada por la convivencia APRA-MDP), que postulaba a Victor Raúl Haya de la Torre; Acción Popular, a Fernando Belaunde Terry; la Unión Nacional Odriista, a su jefe y caudillo Manuel A. Odría Amoretti; la Democracia Cristiana, a Héctor Cornejo Chávez; el Movimiento Social Progresista, a Alberto Ruiz Eldredge; el Frente de Liberación Nacional, a César Pando Egúsquiza; y el Partido Socialista, a Luciano Castillo Coloma. De los siete candidatos, tres eran abogados, dos generales retirados, uno arquitecto y uno político profesional. La mayoría había nacido en provincias. De todos, los que más opción política tenían eran Haya, Belaunde y Odría. Las otras eran candidaturas surgidas al calor de la efervescencia partidaria o, como las definió un agudo observador de la época, “candidatos de relleno”. Producidas las elecciones, sin incidente alguno el día 10 de junio, los resultados mostraron el siguiente cuadro: Haya (APRA-MDP) Belaunde (AP)
557.047 votos. 554.180 votos. Odría (UNO) 480.798 votos. El resto de candidatos, individualmente, obtuvo cifras inferiores a 50 mil votos. Lo que significa que los electores optaron por el “voto útil”. Esta vez, tampoco hubo cédula única. A vista de esas cifras, Haya (con el 32,4% de los sufragios) se mostraba como el candidato con más alta votación (con una diferencia de cerca de tres mil votos respecto de su más cercano contrincante). No obstante –conforme lo postulado por la Constitución entonces vigente–, no alcanzaba la mayoría legal equivalente al tercio de los sufragios (33%). En consecuencia –de acuerdo siempre con el mandato constitucional–, la elección del presidente de la República correspondía al Congreso. Ante esta situación, el candidato aprista intentó negociar directamente con los otros dos candidatos en forma conjunta o por separado. El ritmo de las negociaciones llegó a tener, en un determinado momento, tres vías de solución: OdríaBelaunde; Belaunde-Haya y Odría-Haya, siendo las dos primeras las más factibles de concretarse. Más tarde surgió una cuarta: antes de la decisión del Congreso, los tres candidatos se pondrían de acuerdo para que el presidente de la República fuera elegido por unanimidad bajo una sola terna. Promotor infatigable de esta última vía fue el embajador Guillermo Hoyos Osores. Infortunadamente, las cuatro alternativas fracasaron como se verá después; ante ello, el juego de las pugnas se radicalizó. ¿Qué comentarios merecen las cifras electorales arriba consignadas? En primer lugar, es interesante observar la significativa votación obtenida por el general Manuel A. Odría, otrora dictador del Ochenio. Presumiblemente, este considerable caudal de votos se debió a su febril política de obras públicas de carácter monumental, que ejecutó durante su mandato con notable éxito en diferentes departamentos y provincias (edificios escolares, viviendas multifamiliares, campos deportivos, hospitales, carreteras, reservorios e irrigaciones). Su agrupación política, la Unión Nacional Odriista (UNO), fundada para efectos de los comicios de ese año 1962, tuvo –como ya se dijo– precisamente como lema “Hechos y no palabras”, en clara alusión a las realizaciones materiales del período 1948-1956. Desde esta perspectiva, las ciudades que aportaron más votos al candidato de la UNO fueron Tacna, Piura, Junín, Lima y el Callao, es decir, las ciudades más favorecidas con su política de “bienestar y progreso material”. Pronto la UNO se vio copada por una masa de gente de origen muy humilde: hombres y mujeres de las barriadas que, seducidos por los ofrecimientos del ex mandatario, veían “aproximarse tiempos mejores”. Odría supo aprovechar hábilmente esta coyuntura psicosocial. En sus discursos hizo reiteradas remembranzas de aquel “pasado mejor” que se vivió durante su régimen. Aludió a que en su época había existido trabajo para
todos (lo cual en cierto modo era verdad, por las gigantescas construcciones públicas), y que los precios de los artículos alimenticios habían estado al alcance de las grandes mayorías (igualmente era cierto, pues de 1956 a 1961 los precios al menudeo habían aumentado en Lima a un ritmo bastante acelerado). Basado en ello, el general lanzó su fórmula lapidaria: “La democracia no se come”. De manera simultánea, sus ataques se dirigieron a desacreditar a la funesta convivencia APRAMDP, que – a su juicio– no era más “que un régimen de abogados y charlatanes que dejan a los pobres pudrirse en las barriadas en medio de negociaciados oscuros y vergonzosas componendas”. Bajo este trasfondo de un pragmatismo exorbitante, el odriismo –subraya David Collier en su libro Barriadas y élites: de Odría a Velasco, publicado en 1978– tuvo a lo largo de su campaña electoral el impulso de tres fuerzas: El apoyo de un grupo de hombres ricos y poderosos decididos a financiar generosamente su campaña con expectativas de lograr enormes réditos más tarde. El apoyo compacto y decisivo de algunas provincias beneficiadas con las grandes obras públicas de su administración anterior. El apoyo de una vasta fracción del voto de las barriadas, constituidas en su mayoría por población migrante. El éxito de dicha campaña, sin duda, reposó en gran medida en el encanto doméstico y maternal de doña María Delgado de Odría, esposa del candidato y mujer “de origen modesto en la que los sectores populares reconocían las virtudes de la madre de familia, acostumbrada a hacer hervir la olla de sopa con recursos exiguos y muchas veces escasos”. No olvidemos que en las elecciones de 1962, el odriismo logró adjudicarse una porción muy amplia, entre el 40% y el 50% del voto, precisamente de las barriadas. En cuanto al partido de las “mayorías nacionales”, el APRA, durante la campaña electoral, fue zaherido con dureza y escarnio. A su jefe y fundador, más de una vez se le recordó la proscripción que de él hizo Odría al declararlo “indigno de la nacionalidad”. Entre estos dos obstáculos, el aprismo avanzó hacia su meta: el triunfo electoral. Contaba para ello con una maciza maquinaria, una base regional (el “sólido norte”) fiel y leal, el “voto de conciencia” del antiguo militante y las “expectativas de los indecisos del minuto final”. Alma y motor de la campaña fue su secretario general, Ramiro Prialé, el “eterno conciliador” del partido; el diario La Tribuna (aprista) jugó también un papel de primer orden. Ahora bien, casi a un mes de realizadas las elecciones, el arquitecto Belaunde dio un ultimátum al Jurado Nacional de Elecciones para que procediese a aceptar el recurso de nulidad que habían presentado sus partidarios sobre los resultados de la cuestionada elección. Aprovechó la ocasión para atacar al Jurado. Cumplido su objetivo se marchó a Arequipa, donde sus correligionarios levantaron barricadas, para apoyar el ultimátum. Mientras el candidato populista permanecía en la “ciudad-caudillo”, en Lima las cosas empezaron a tomar otro rumbo. A mediodía del 16 de julio circuló una noticia que parecía poner punto final a la encrucijada política: el general Odría y Haya de la Torre se habían puesto de acuerdo para presentar una sola candidatura. El pretendiente aprista renunciaba a postular, comprometiéndose los apristas a votar en el Congreso por el general; a su vez, el ex presidente se comprometía a “gobernar para todos” sin distinción partidaria. Según la publicación aprista Presente, cierto número de dirigentes, entre ellos el tenaz y batallador Manuel “Cachorro” Seoane, se resistió al pacto. Al parecer, Haya jugó también con la esperanza de que podía presentarse ante el Parlamento sin haberse atado las manos con el general. No obstante, después se resignó a anunciar públicamente su retiro y se comprometió a respaldar la candidatura del ex dictador, quien constituiría, de acuerdo con lo pactado, un gobierno de “unión nacional” con los apristas. Haya diría en esa ocasión: “para las ofensas despiadadas y tremendas no tengo memoria”. De este modo, la “convivencia” se convertía en una
eleccioNes de 1962 (resUltados por departameNtos)
Departamentos
Tumbes
Candidatos
Haya Belaunde Odría
3.700 3.639 3.452 Piura 19.595 19.043 36.747 Lambayeque 97.050 12.010 7.566 La Libertad 74.916 14.190 9.242 Áncash 32.337 23.575 12.956 Lima 164.004 207.85 234.242 Callao (provincia) 16.918 18.124 29.476 Ica 28.609 19.129 9.179 Arequipa 12.382 35.414 25.013 Moquegua 2.118 6.007 3.036 Tacna 1.820 4.700 9.118 Cajamarca 45.371 12.297 18.366 Huánuco 13.711 8.086 8.555 Pasco 9.191 4.552 2.102 Junín 21.673 37.804 21.889 Ayacucho 9.060 10.947 6.220 Apurímac 6.694 5.873 1.633 Cuzco 9.824 25.506 7.281 Puno 5.660 32.685 7.553 Amazonas 9.623 3.155 6.387 San Martín 15.208 10.138 5.707 Loreto 11.839 19.320 10.522 Madre de Dios 950 1.241 439