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REPENSANDO LAS "OCURRENCIAS DEL TIEMPO"

Con el terremoto, Lima prácticamente quedó por los suelos. A la situación crítica de la capital, se le sumó la negativa de los censatarios a seguir cumpliendo el pago de la renta censal. La propiedad gravada había sido destruida y, por tanto, consideraban que estaban libres de cualquier deuda. Incluso legalmente, en las normativas que regían a los arrendatarios y a los arriendos, existía la figura del "caso fortuito" que los protegía.() De inmediato se desarrolló una verdadera batalla campal, sólo que en los tribunales; como diría el virrey, entre "la ciudad y dueños de las casas por una parte y el Estado eclesiástico por otra". Los unos alegando su mala situación y pidiendo la rebaja de las rentas hasta casi su extinción y los otros, la ruina en que se encontraban las obras pías y los conventos de religiosas en particular además de la terrible pobreza a que se las condenaba. Lo anterior fue tan delicado, que no sólo obstaculizó la voluntad del virrey de reconstruir la ciudad lo más pronto posible, sino que incluso le significó un grave problema de conciencia. Como se ha dicho, el censo era un instrumento tan generalizado que amplios sectores de la población estaban vinculados a él; el virrey no podía dejar de reconocer lo que aducían los dueños de las propiedades gravadas: que los suelos no valían los principales en que había sido gravada la construcción y que "la reedificación era utilidad sólo de los censualistas y un sacrificio del propio caudal". Pero, por otro lado, se encontraba la Iglesia y la situación muy deteriorada en que había dejado el terremoto a los conventos, cuyas rentas provenían justamente de los censos a su favor. La oposición de "la ciudad" fue muy fuerte, no faltó quien planteara la conveniencia de mudar la ciudad a un nuevo lugar como forma de cancelar las rentas; con esto los censualistas ni siquiera podrían aducir que el suelo era parte del bien impuesto. Posición desestimada por el virrey por lo que significaba a nivel del gasto del Estado y también porque dejaría por completo desamparado al clero regular. Para encontrar una solución que satisficiera a ambas partes, realizó un voto consultivo entre los más prudentes,() resolviendo en primera instancia anular la mitad de los principales impuestos y que, de la mitad restante, pagasen un 2% tanto los censos redimibles como los irredimibles. Las enfiteusis tenían que ser convenidas entre ambas partes. Posteriormente, en segunda instancia y en espera de la confirmación desde la Corte, decidió que los censos redimibles pagaran un 3% mientras que los irredimibles cubriesen el 2%, además de que los censatarios no tendrían que pagar los réditos durante dos años. Como no hubo respuesta desde la metrópoli, se dió por tácita la aceptación y se mantuvo la rebaja. A fin de cuentas, el virrey lograría imponer la tranquilidad y el orden en la ciudad, llevando a cabo sus proyectos de reedificación. Aunque no pudo evitar que se construyeran casas de dos plantas, sí dejó sentada la idea que esa era la altura máxima aconsejable. La muerte del rey Felipe V fue la excusa para desalojar las plazas y calles, así como para convocar la presencia de los sectores más pudientes de la ciudad. La inauguración de la reconstruida iglesia catedral fue la muestra de que la ciudad ya había vuelto a la cotidianidad. Lentamente Lima recobraría su aspecto; su embellecimiento sería labor del virrey Amat y Junient. Ironías del destino, la historia ensalzaría siempre la labor de este virrey y prácticamente haría desaparecer en la sombra del tiempo la figura del conde de Superunda. La ciudad ganaría en

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extensión al poblarse barrios en las afueras de la ciudad, en lugares donde anteriormente existían huertas o terrenos de cultivo.() En la vida cotidiana, el grave impasse que generara el terremoto de 1746 entre la sociedad civil y la Iglesia, y que tuviera como árbitro al Estado virreinal, quedaría marcado en el recuerdo de la gente. En adelante, una cláusula jurídica normal al imponer un censo sería establecer la imposibilidad de pedir rebaja "a menos de que el edificio sufriese una total ruina por un incendio o terremoto grave que la destruyera en su totalidad".()

Los fenómenos naturales en la vida cotidiana de una región

En cualquier región del Perú, cada año suceden periodos de lluvias, venidas de río y también etapas de cortas sequías. Pero es quizás en el extremo norte costeño donde se combinan el clima y la geografía, para determinar una extrema fragilidad ecológica: sus vastas pampas y arenales están expuestos al calor de un ardoroso sol; las precarias lluvias costeñas se convierten por la sierra en el motivo de su aislamiento anual, y sus ríos de cauce sumamente irregular y hasta estacionales, se sobrecargan en verano. Y es la gente la que lo sufre. Quizás en las zonas rurales, y si no son de gran magnitud, estos fenómenos naturales "recurrentes" toman menos desprevenida a la población que, por ejemplo, en las áreas urbanas. Particularmente en espacios donde hay gran concentración demográfica, como en la capital limeña; baste recordar a quienes viven a las orillas del río Rímac, que cada año tienen que reconstruir sus viviendas, o bien el caso de la carretera central, anualmente destruida por los huaycos. Esa "mejor" relación entre hombre y naturaleza en los espacios rurales, era una situación generalizada en las épocas en que había una mayor cotidianidad en el contacto con la naturaleza. No se necesita insistir con respecto a que las sociedades prehispánicas lograron una mejor adaptación al medio geográfico:() camellones en el lago Titicaca, caminos por lo alto de las serranías, población dispersa, andenería, entre otros, son la mejor prueba de ello. Empero, y sin negar la adecuación de milenios de las sociedades andinas a su hábitat, en el extremo norte pareciera que la creciente presión de la población sobre su medio comenzaba a dejar sentir sus efectos, en particular con la desertificación. Claro está que en niveles muy dísimiles a los que se irían sintiendo a partir de la irrupción de una diferente concepción sobre la apropiación del espacio, traída por los españoles o, peor aún, del tipo de utilización de los recursos que ocurre actualmente. Durante la Colonia, los piuranos tomaban sus precauciones con respecto a la situación climática; solían estar particularmente atentos a las lluvias. En una zona con características de sahel, el agua es un factor vital, ayer y hoy. Pero más aún, cuando el desenvolvimiento de su economía significó el desarrollo de una mediana agricultura diversificada y sobre todo de la ganadería, así como la comercialización de sus productos derivados; como se ha mencionado, el jabón en particular sería el motor de la economía regional durante esta etapa. Bien lo señalarían los contemporáneos:

La Industria toda de consideración en dicha Provincia es la cría de ganado mayor y menores, y en algunas parte el sembrío de algodón, siendo la primera del mayor

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