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LA CONYUNTURA SOCIO-ECONÓMICA NORDESTINA A FINES DEL SIGLO XVIII
21 Taylor, 1975:80, 92-93. 22 Barret, 1977:17. Los estudios sobre tenencia de la tierra indígena han dedicado un gran número de páginas a los conflictos entre las comunidades y haciendas por límites de propiedad y uso del agua. Este tipo de estudios, como bien señala Van Young, pueden revelar muchos aspectos sobre los usos de la tierra, las ideas sobre derecho y uso legítimo, así como sobre las relaciones sociales. Ver Prem, 1988; Von Wobeser, 1983:66-67 y 1988:124-138. 23 Cuando los repartimientos y los métodos voluntarios de reclutamiento fracasaban, algunas haciendas recurrían a métodos coercitivos para obtener trabajadores. Aunque las deudas no debían pasar a los hijos, los peones podían ser amenazados con castigos físicos si intentaban huir (Taylor, 1975:93). 24 A fines del siglo XVIII, gracias a varios testimonios, se comprobó la capacidad de movilidad de la población trabajadora. Los trabajadores estacionales de un pueblo o una provincia viajaban a menudo en cuadrillas. Lugares densamente poblados, como los márgenes del lago de Chapala, eran exportadores de mano de obra hacia zonas relativamente despobladas. La mayor parte de los trabajadores residentes o permanentes provenían de pueblos de la misma localidad (Van Young, 1989a:273). 25 Van Young, 1989a:275-276; Tutino, 1991:176-177. En las haciendas jesuitas del centro de México, el aumento de la población indígena sin tierras y desarraigada de sus comunidades, dio origen a la aparición de sirvientes y gañanes radicados en las haciendas (Tovar, 1975:169-170). 26 García Martínez, 1991:333-334. 27 Malvido, 1973:52-110; Rabell, 1990:43-56. 28 Cuenya, 1992:47-48. 29 Cavo, 1949:417-422. 30 Relaciones Geográficas, 1988:38. 31 Gacetas de México, mayo-junio 1739:1101,1102,1107-1108. 32 García Acosta, 1993:95. 33 Florescano, 1980:84; Gacetas de México, junio de 1739:1110. 34 Anales, 1976, I:352. 35 Espinosa, 1987:110-111; Gibson, 1984:468. 36 Relaciones Geográficas, 1988:38, 162, 168, 172, 180, 184. 37 AGNM, Tierras, vol.2538, exp.3. 38 En el valle de Toluca la agricultura siempre estuvo sujeta a riesgos naturales. Durante los meses lluviosos del verano, la cuenca recibía anualmente 800 milímetros de precipitación, cantidad suficiente para la agricultura. Sin embargo, la aridez del norte del valle podía ser un problema serio. Las heladas en verano u otoño de la cuenca podían dañar las siembras de temporal. Sólo en las haciendas favorecidas por el riego quedaban superadas las inseguridades ambientales, aunque nunca exentas de los riesgos naturales (Tutino, 1991:161-162).
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39 "Informaciones hechas por la justicia de Metepec y sus tenientes de los partidos de la provincia de Ixtlahuaca, sobre que todos los pueblos han experimentado y están experimentando gravísimos atrasos originados por la epidemia de los años 36 y 37, así como por haberse perdido los campos, el año 39, por las rigorosas heladas. Además sobre haberse huído muchos naturales después de hecha la recuenta y visita personal", en: AGNM, Tributos, vol.47, exp.16, f.425-513. 40 Wood, 1984:215-216 y 1991:132-133. 41 Las haciendas del sur del valle de Toluca empleaban diariamente trabajadores de los pueblos cercanos. En 1769 sólo el 3.7% de la población del distrito residía en las haciendas, mientras que el 96.3% vivía en pueblos. Los asentamientos de gañanes fueron más numerosos en el norte del valle, como en Ixtlahuaca, donde se encontraba la hacienda del Monte. Según Wood, aunque sólo el 10% de la población indígena del valle vivía en haciendas, representaron una fuerza importante en la búsqueda de sus status como pueblos. Muchos de los asentamientos indígenas de las haciendas eran barrios o sujetos que lucharon para obtener o ratificar su independencia (Wood, 1984:238-242 y 1991:132-135). 42 Las "600 varas" constituían el otorgamiento de tierras concedido por la Corona a varios pueblos de indios. Estas concesiones de tierras fueron comunes durante la primera mitad del siglo XVIII. En la lucha de los pueblos, las 600 varas se convirtieron en otro argumento legal para adquirir su independencia política y económica. En Toluca, las 600 varas eran otorgadas con el fin de fomentar la agricultura, así como para establecer edificios municipales, iglesias y casas particulares (Wood, 1984:197 y 1991:129). 43 AGNM, Tierras, vol.2140, exp.9-f, f.30v. 44 AGNM, Tierras, vol.2140, exp.9f, f.32-32r. 45 Wood, 1991:134; Tutino, 1991:180-181; Gibson, 1984:253, 256266. 46 AGNM, Tributos, vol.47, exp.16, f.472. Según John Tutino, la relación entre trabajadores indios y haciendas se alteraba por los desastres naturales. Cuando una epidemia atacaba a gran parte de la población indígena, las haciendas encontraban pocos trabajadores. Y a la inversa, cuando una sequía o una helada provocaba escasez de maíz y hambrunas, los agricultores tenían dificultades para sobrevivir debido a que la oferta de trabajo en las haciendas aumentaba y debían recorrer mayores distancias en busca de trabajo (Tutino, 1991:184). 47 En los litigios entre pueblos y haciendas, con frecuencia aparece el término "indios rancheados". Al parecer se refería a asentamientos recientes y dispersos cerca de las haciendas. Estos no eran considerados pueblos en sí, por lo que no tenían derechos a reclamar tierras y estatus legal de pueblo. 48 AGNM, Tierras, vol.2140, exp.9-f, f.105. 49 Wood, 1991:134. 50 AGNM, Indios, vol.68, exp.44, f.79-80v.
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51 Citado en: González Sánchez, 1976:72. 52 González Sánchez, 1976:72. 53 González Sánchez, 1976:75-76. 54 AGNM, Indios, vol.55, exp.304, f.282v. 55 Casos semejantes aparecen en Otumba, Temascalcingo, Cuautla, Maravatío, Chicontepec, San Cristóbal Ecatepec y Tula, entre otros. Esta información se encuentra en los ramos Indios y Criminal del AGNM. 56 AGNM, Epidemias, vol.13, exp.1, f.3-64. 57 AGNM, Epidemias, vol.13, exp.13, f.6-7. 58 AGNM, Epidemias, vol.13, exp.13, f.9v. 59 AGNM, Indios, vol.54, exp.238, f.220v-223v; Reales Cédulas Originales, vol.57, exp.7, f.19-23v. 60 Tutino, 1991:176-177. 61 Sweet y Nash, 1987:7.
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LA AGRICULTURA CAMPESINA EN EL NORDESTE ORIENTAL DEL BRASIL Y LAS SEQUÍAS DE FINALES DEL SIGLO XVIII
Guillermo Palacios This paper deals with the effects of droughts upon social processes of agrarian class formation in Eighteenth-Century Northeastern Brazil. It briefly describes the constitution of a free poor peasantry from its beginning as an informal producer of tobbaco and manioc for international markets, to its expropria tion in the midst of the Industrial Revolution and its impact on regional agrarian systems. It discusses the context of social distabilization produced by the colonial administration's repressive measures against cotton growing and marketing by free poor peasants, and tries to show how the droughts that devastated the region by the turn of the century along with governmental political actions produced both the desintegration of peasant society and an agrarian crisis in the Northeast which lasted from the beginning of the Nineteenth-Century onwards.
ADVERTENCIA
La interminable secuencia de sequías que ha castigado el Nordeste del Brasil ha sido generalmente considerada como un factor central, si no preponderante, en el origen histórico de la decadencia económica de la región.(1) Este texto se opone a esa tesis y trata de mostrar que, al contrario, procesos de naturaleza social y económica, como la expansión de un segmento campesino relativamente autónomo durante la segunda mitad del siglo XVIII, las disfunciones que esto provocó en las estructuras productivas y distributivas del sistema agro-alimentario nordestino y las acciones emprendidas por el Estado colonial para retornar al status quo ante, actuaron por debajo de las sequías para convertirse, de hecho, en los principales responsables de los agudos procesos de cambio que la región sufrió en la vuelta del siglo y, más concretamente, de su paso de ser una región de singular importancia del sistema colonial luso-brasileño, a ser un espacio crecientemente problemático y dependiente del sur del país durante el siglo XIX, y hasta nuestros días. Al mismo tiempo, se tratará de mostrar cómo las sequías, a su vez, contribuyeron para determinar los caminos de la expropiación campesina en el Nordeste oriental del Brasil al final de la época colonial.(Véanse Mapas 1 y 2) (2)
INTRODUCCIÓN
El período que se extiende entre 1775 y 1805 tiene múltiples significados para el Nordeste brasileño. A lo largo de esos veinte años, la región sufrió cuatro sequías de primera magnitud en secuencias casi decenales, en 1777-1778, 1784-1785, 1790-1793 y 1801-1803. Las dos primeras liquidaron prácticamente el rebaño nordestino y transfirieron para las lejanas regiones del extremo sur de la colonia, en especial a la Capitanía de Río Grande del Sur,3 la responsabilidad por (y las ganancias que proporcionaba) el abastecimiento de carne salada para los numerosos planteles de esclavos de los ingenios y plantaciones nordestinas. Como corolario, entre 1789 y 1790 algunas regiones nordestinas fueron devastadas por inundaciones torrenciales. La tercera sequía, la más feroz de todas, que se grabó en la memoria regional como la Grande Seca, ayudó a
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cambiar definitivamente los rumbos de la historia económica y social del Nordeste contribuyendo, entre otras cosas, al desplazamiento de la agricultura campesina por la agricultura esclavista de las grandes plantaciones. La cuarta, por último, agravó hasta extremos dramáticos los efectos de la expropiación campesina practicada por el Estado Colonial en defensa de las plantaciones esclavistas y de intereses económicos comunes. Además de los efectos que esta serie de calamidades debe haber tenido en términos de integración de rutas comerciales y mercados sub-regionales y de la estructura de los precios de géneros de primera necesidad en la red urbana nordestina, entre otros, hay que destacar el hecho de que esa secuencia de crisis climáticas acabó con la capacidad productiva del interior distante, el llamado alto sertão (que nunca más recuperaría su función de sub-sistema de apoyo del complejo agro-exportador esclavista, centrado en el puerto de Recife), provocó un despoblamiento generalizado, en virtud de migraciones masivas de población afectada (los retirantes) en dirección de las áreas húmedas y semi-húmedas próximas del litoral y contribuyó a generalizar una crisis de abastecimiento alimentario que se originara en otro tipo de procesos. La literatura sobre la temática de las sequías nordestinas de fines del siglo XVIII es poco numerosa, está limitada a estudios genéricos y relativamente repetitivos, por lo general escritos antes de 1950, y centrados en los efectos directos de las sequías sobre las regiones áridas del interior. Además, predominan estudios sobre una de las provincias-estados que componen el modernamente llamado polígono das secas, el Ceará, sin que se cuente con esfuerzos semejantes para las otras provincias. Casi todos se basan en documentación impresa, frecuentemente en autores que no realizaron investigaciones primarias, y se depende de manera excesiva en testimonios de viajeros y otros observadores, a veces poco sistemáticos. Algunos estudios recientes u obras del género "historias generales", mencionan las sequías como fenómenos pasajeros y habituales en los horizontes de la región, pero no se aventuran a estudiar sus consecuencias de mediano o largo plazo.(4) Sin duda, diversas explicaciones pueden ser ofrecidas para justificar la ausencia de estudios historiográficos modernos. Tal vez la más apropiada, inclusive por su propia generalidad, sea la que se basa en las especificidades de la geografía y economía políticas del Brasil y en sus virtudes de contextos explicativos centrados en un hecho irrefutable: la paulatina pérdida de importancia socio-económica de la región, víctima de un largo y constante proceso de decadencia económica y de pérdida de peso político. Este proceso (causa y consecuencia), a su vez, está directamente relacionado con la escasa competitividad regional en la producción y distribución del azúcar de caña, el monocultivo que ha sustentado tercamente su economía desde el siglo XVI, y en la incapacidad (o, mejor, en la falta de interés) de los grupos dominantes por encontrar alternativas a sus obsoletos sistemas productivos. Una segunda razón que puede ayudar a explicar la falta de estudios modernos sobre cuestiones socio-culturales vinculadas con las sequías y que está en el centro de este texto, es el hecho de que, además de alcanzar regiones económicamente secundarias para el PIB nacional, esos fenómenos inciden principalmente sobre los grupos sociales más desfavorecidos, más pobres y marginales, constituidos básicamente por familias campesinas que sobreviven con precarios sistemas agro-pastoriles de subsistencia. Algunos autores que se ocupan de las sequías históricas nordestinas explican con frecuencia la falta de datos anteriores al siglo XVII como reflejo de la lenta penetración portuguesa en el sertón y de la falta de interés, y de condiciones materiales, de la administración colonial lusitana por registrar
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