La Conspiración del Círculo

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LA CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO Rafael David Juárez Oñate

Plétora Editorial



Rafael David Juárez Oñate

LA CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO

Plétora Editorial


© Primera Edición, Julio, 2018 D.R. © Plétora Editorial © Carlos Illescas, por el prólogo Director editorial: Juan Manuel Alemán Sánchez Diseño y composición: Eric Camacho Gutiérrez Ilustración de portada: Eric Camacho Gutiérrez Impreso y hecho en México Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. ISBN 978-607-98086-0-0


NOTA EDITORIAL La cultura popular nos ha enseñado que quien no arriesga, no gana. Arriesgar implica, entonces, dos posibilidades: alcanzar el éxito (sea lo que sea a lo que esto se refiera) o fracasar. Así, arriesgar es, en palabras del escritor argentino Emilio Renzi, jugárselo todo a una carta de la que no se tiene ninguna certeza de que exista en la baraja. Esta es la carta por la que nosotros jugamos, por la que apostamos en busca de un éxito cuya figura se nos revela incierta, pero que nos atrevemos a intuir, sin perder de vista al fracaso, que siempre lo viene acompañando como un hermano incómodo, tomado de su mano. La meta que nos proponemos es sencilla, nuestro objetivo, grandioso: aspiramos a ser el medio por el que sea materializado el significado, el sentido último que sólo las palabras son capaces de brindarnos. Porque el lenguaje nos hace humanos; porque nos construye y nosotros construimos con él; porque nos creamos de él y nos otorga el privilegio de volvernos creadores. Porque creación es el sentido de las palabras. Y qué mejor manera de comenzar nuestra aventura que con la muestra de ese sentido de creación en acto que ésta nos confiere: la Poesía. Arrancamos, pues, con toda la certeza y con entera confianza de que este, nuestro primer libro, no será el último. Los editores Julio de 2018



PRÓLOGO Ni relieve de la angustia, ni última instancia de la soledad, la poesía es un golpe de estado de la soledad a las cosas interpuestas al paso del sueño. Así lo muestra Rafael David en La Conspiración del Círculo. Mediante un adecuado manejo de la subjetividad produce un discurso de hilo de araña interminable, justamente el círculo cuyo principio está en su propio y sucesivo final de puntos. Sin recurrir a la eficacia –no siempre benéfica– de la metáfora, su discurso va y viene como el agua de la memoria; agua sin humedad de lágrimas y sí, más bien, a trueco de éstas; producto de la noche, de cuyo vértigo silencioso obtenemos la corriente; de vernos en cada objeto de una ciudad derruida en sus cimientos sentimentales. Y en particular la inmersión lúcida; de nuevo la subjetividad tomando de la mano al poeta para conducirlo a la plenitud lírica. Sin el recuento de todo cuanto decora el pozo de la inmersión, en sus detalles necesarios e innecesarios, no acudiría la poesía a suplir la ausencia de los sentidos y la presencia de la mentalización o forma de inteligencia en donde toda idea claudica para dejar la huella de la pasión.


Basta leerlo con atención para percatarnos, desde el principio, que el poema es un retorno a los orígenes de una nostalgia sometida a la media luz de lámparas encendidas por la plenitud de una soledad abonada, por el río de otros silencios, de otras músicas que sesean serlo, de claudicaciones aumentadas por el caudal de las aguas siempre iniciándose, siempre leyendo a Heráclito, a Rafael David, que, para ventura de todos, nos devuelve la tristeza de habitar una ciudad silenciada en sus pasos perdidos y hallados tantas veces como la palabra –única vigilia– lo requiere. Carlos Illescas (Guatemalteco de nacimiento, mexicano de corazón) Junio de 1996.


LA CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO



A mis padres A Ana MarĂ­a



DEL RELÁMPAGO

I

La tarde es un rumor desconocido, rotunda crepita como incendio y la invento con mis ojos. Viento que al ánimo conmueve, gesto de la inmensidad; ante mí oscila como cubierta de barco y olas de neón arremolinándose a su costado: bruma de la intensidad, lejanía que ha dejado de tener su uso, selva bajo el tinte del silencio. Mi pulso se estremece bajo el peso de la memoria, bajo la recta frente del muro; no es olvido ni certeza, sólo piedra que transmite su mensaje,

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su cartografía lenta de ademanes. La tarde es un río, azogue, aventura sin fin; secreta palabra ungida en ceremonias donde el espacio subleva sus tentáculos de infinito. Busco disimular el lugar de la última morada y en la fragilidad del aire encuentro la escondida mitología de casas marginales; y de nuevo mis manos frente al relámpago se quedan en lo inmóvil de los ademanes tristes, largamente prendidos en la pared de los fracasos. No son las montañas sino los amigos quienes quiebran sus amarras y nos dejan ausentes por los extraviados como extraños muros terribles, calles infinitas, reconstrucción de la memoria

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tratando de llegar de nuevo a un estado puro, donde las palabras mueran; extraña certidumbre la de hablar por lo que nos envuelve en polvo; acaso es el dolor un ciego movimiento que invade mi cuerpo y lo inmoviliza como fuego que transforma noche en día de colores adversos, de lo que obscuro deseaba permanecer en la desesperación vieja botella, melancolía de mi diamante voz, pez ennegrecido, materialidad del verbo bajo el aspecto casual de los excesos. Variación sin fin del vocablo preso porque los versos largos, las manos letras, trinchera ciudad, acechos, sitios despojados por el continuo

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rumor de la época, y uno quiere que la belleza devuelva la negada esencia del río inevitable de los actos consumados. ¡Ah, tristeza! Sólo la tristeza es real, el fervor de reaparecer, no equilibrio, sólo dolor, noche insobornable, lo que no está aquí; la dispersión teniendo en contra los vocablos iniciales donde pierdo toda esperanza de reencuentro, lo que permanece oculto todavía pero, ¿qué es lo indispensable? Alguna pequeña herida, el acecho de los nervios, domingos en que la sobriedad desaparece lo que no regresa, descubrimientos que la pluma corre a escribir,

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y lo de siempre como siempre, el espectro que sonríe danza malévolo en la esquina de la memoria: ¿Te lo había dicho? La tarde era sólo un rumor en la ciudad.

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II

En la ciudad la tarde desanuda su porción ocre. Tras los árboles, yérguense duros los abismos encontrados de sus huellas. Me sobrepongo a su amarga confusión: voces, humo, intacta ceniza, brasa, centella voraz entre surcos de hilo y papeles dormidos resguardan en mí el sumiso dolor de no escaparme por la puerta obscura del silencio, por la pétrea luminosidad de aquel aciago espejo que me acecha. El mí mismo que defiende a contraluz su concha, su dura caparazón de sueño.

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MIRANDO DESDE LEJOS LA CIUDAD

Contemplar de lejos la ciudad de los asedios, la mujer que amas o el día extraño que a tu piel simula una obscura mirada; canto lento, confusión de una palabra que cae directamente de tus labios: guía del simulacro con que la hora quiere detener lo inevitable: la extraña parodia de palabras queriendo descifrar lo inconmensurable, lo que el tiempo siendo difícil espada, irresistible llama, va hacia la destrucción; penoso cuerpo que huye refugiándose en cada esquina, hombre árbol solo en la tierra

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solo en una tarde de ciudad que desaparece lentamente en medio de espumas y perdidas voces como el tiempo predestinado; el obscuro y frío oráculo que siempre acecha desde las espesas nervaduras de la sinrazón, la misericordia que huye lejos de mí mismo; no sé si buscarme de uno a otro cataclismo, no sé si estoy al borde de la respiración y vivo, no sé si el todo es seguir cayendo o cavilar frente a los duros números de lo imposible [y sus abrazos, moverse frente a la ciudad de los asedios o esperar largamente a que los míos emerjan

[entre sus terrores,

pero no sé si son los siglos o es la piedra que baja como densa nube a señalar el límite del acongojado y la luz de sus pájaros

[incandescentes.

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PARAPETO

La ciudad, una gran roca abierta; aparición de un hombre para su camino o una obscura fealdad como gesto que crees perdido; y, sin embargo, en su extravío reside el fulgor de su propia redención, golpe de furia para la ceguera, devastación, captación del espacio luna llena o pensar en la caída del ángel como esos ojos en los que flotan las marejadas que van del pequeño golpe a construir el objeto en medio de su densidad. Comenzar de cualquier manera, no necesariamente el principio o planteamiento múltiple;

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un polígono con N número de lados; y lo peor de todo esto es la descripción: un N número de lados ––un lado es igual a otro y sin embargo no funcionan––, hay algo que falla, hay algo que no sabes; pulso manejado a contracorriente, olvido demencial, ajuste ínfimo, ¿o cierta desazón desde el principio? La ciudad, derrota medida, lamento, cauda, densa especie de rumor que toca su precipitación; ciudad que va inventando diariamente tu memoria o esa otra, que te aplasta; yo mismo, maquinaria, vibración, una voz fija, directa, revólver que pasea su infinito sobre tus costillas, símbolo que tocándolo destruye

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el peso del ojo, su reencarnación, cataplasma de horror; un mendigo acosándote pleno de fulgores, recuerdo que navega por tu boca, invención que redime su inocencia porque todo lo que comienza es inocente. Y Adán, extraviado, desea recapturar su nombre: ¿Qué he perdido? ¿Qué he dado? Ciudad, mañana civil, amargo fuego, algo que es invitación al descenso; regreso con aquella invención que fue mi desventura.

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BLUES DE LA MAREA Entonces solos nos miraremos a hurtadillas y sin saber si se trata de una alternancia o una metamorfosis. Vladimir Holan

La mira puesta en la larga calle gemido Bowie sopla el día y nos quedamos inmóviles cuando el santo y el ciego desean tomar lecciones notas que se van con razones amarillas y nadie desea que le digas que ella te dice nada sólo ruido sombra parasol sin fuerza para caminar solo con la melancolía de una guitarra que gime bajo los dedos de Alvin Lee… viaje al confín donde Ulises extravió su memoria doliente y buscó con desesperanza

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a Penélope en medio de la jungla de la alameda sólo vio el rostro de Roxana y los nubosos navíos en el mar para encontrarnos más allá otro lado, otro rostro, otra historia, otro mundo que se esconde en la pasión de un halcón en medio de mis sienes y te amaré Julieta o confiadamente me pongo a cantar cuando Ulises alcanza a Itaca celular a pesar del hechizo y me pregunto por quién perderme obstinación interrumpida de la noche reunión, frío y locura grafiti multitud de mareas que nos hablan desde el sueño de esta gran ciudad.

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UMBRAL

A los 13 y 15 segundos de silencio me movía sobre

[bordes arenosos

curveando hacia el lado Oeste de la colonia,

el pavimento la brisa el humo

al otro lado de Iztacalco

taladraban la inmovilidad de

las casas edificios baldíos árboles

––500 metros adelante–– zanjas montones de piedra

arena cemento ladrillo y tubería

una vibración piadosa del silencio

mecheros de petróleo previniendo los descuidos de voces aritméticas

con sagacidad numérica del miedo

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dejando gotear derrames de agonía

a un lado de la terminal de los camiones

3:57 de la madrugada aliento vidrioso el monolito

de San Juan encima el perfil de unos faros

la glorieta los ruidos hidrofilia dientes rabiosos sensación de aire mezclado con adrenalina la ingravidez alcohólica que todo lo [envuelve memorablemente

para el cuerpo y sus extraños arrebatos aumentando la velocidad

una veintena de señales rostros

con la mayor precisión de aprovechar

impulsos y principios de una canción pasanervios sólo el embargo

como el viejo Antonin midiendo los sacudimientos

de la médula espinal con retazos

de sueño y bicicletas

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[milimétricos


incapacidad del buscador

sin rayos de certeza

o presentimientos inutilizados

casi sin lugar sin base incrementaciones

sólo sensaciones y humedecimientos el camino paulatinamente

obscureciéndose

el ojo ciñendo una depresión irredimible

tu agotamiento tus células telequinesis

desear sólo vuelos calendarios

una imagen para la pupila

satisfecha obesa completamente petrificada

como pichones muertos

al atardecer despedazando costras

o unas gotas de licor

para los éxtasis envejeciendo en la clandestinidad

los sentimientos pero los

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recuerdos añejos navegando

con el coraje una caja de paletas

de caramelo la descendencia épica

chorreando el zumo de las oxidaciones

corriendo corriendo corriendo

tu esqueleto

con porvenir de casa hipotecada sol caído no equivalente

y frustrado escenario cientos de cabezas pequeñita alucinación de un jíbaro y su concentración trágica acaso más obscuros los

[reproches

y diles que andas azotado

diles por favor

diles que los hilos y las noches

no se enhebran sobre la ficción de las hojas de papel y sus inseguros justificantes

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viva voz llanto en el pecho y ahora como le hago para alivianarme comparsa cayendo en el cerco de bares meticulosos e inclementes de soledad

y sueĂąos de microondas

realmente inexistentes.

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EN PREVISIÓN DEL LÍMITE (RUMBLE FISH)

Where once the waters of your face spun to my screws, your dry ghost blows the dead tumbs up its eye… Dylan Thomas

Una calle dormida, la luz del tiempo se mueve con minuciosidad de ave; la soberanía de la desolación es un escape sin presagio. Las luces de la ciudad se encienden en infinitos y violentos parpadeos; las jaulas de los peces se bambolean pesadamente junto a las burbujas carmesí de los sueños desvanecidos. Mis ojos registran con lentitud

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lo exaltado de la historia, en que dos hombres jóvenes quieren descubrir su huella junto al alcohol sagrado del insomnio y su vacilación aciaga; un heraldo, pájaro rapaz, anuncia el comienzo de la jornada. ¡Hey muchacho! ¿Qué sucede con las tentaciones? ¿Qué sucede con los recuerdos antaño vigorosos y que ahora son letanías desgranándose sobre los verdes pálidos obscuros de una mesa de billar? Punto y fin. Comienzo de la epopeya en que un guerrero construirá y seguirá con fidelidad sus pensamientos, su largo camino sin aliento, su infinito deambular

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por las calles de la ciudad, queriendo atrapar de nuevo su memoria, su sórdida memoria que de la locura desciende a las planicies mentales del desaliento y la luz vidriosa, del gesto inacabado, del fantasma enclavado en su propia soledad, de la obscura sinrazón de los actos repetidos. ––Papá se embriaga porque Mamá supo conducir a puerto seguro su locura––. Grafitis insensibles para señalar al príncipe del desamparo, al exiliado noble que regresa al amargo centro de la ciudad inexistente, como la más bella fantasía del neón y plexiglás en California.

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THE WILD SEED

A las seis de la memoria descubro que el parque se transforma en sueño. Adagio majestuoso en medio de la vía férrea, la entrada a una ciudad obscura; es el deseo, la culminación de una victoria dolorida, y ella, la ausente de sí, la que gime en medio de los rieles y descubre amor, veloz sudario a la desazón de los recuerdos que mamá inventa piadosamente para que la verdad quede prisionera de sí misma;

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ella, que me llora como si la fiebre solar de los días puñales no dejaran sobre mí sino su huella, su furia infinita de metal; la noche y el licor duelen a veces como una casa largamente anhelada. Amor sobre el camino, saxofón gimiente que derrama su plateada telaraña de delirio lento, fugaz como la obscuridad de un callejón de Denver o de la ciudad de México. Y ellos, yo mismo; ella que abandona su niñez

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entre vagones y celdas, entre el murmullo áureo de los sueños a la mitad del iceberg que se esconde en tu mirada. Y no sabrías adivinar si es tu tristeza o sólo un lejano rumor de tus recuerdos saliendo de sí mismos y perdiéndose entre las calles de mi ciudad.

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POISON STREET BLUES

En la ciudad todo es celeste como una máquina sin raíz, como una ciudad de langostas; el viejo callejón del cincuenta abandona su habitual sombra a los descampados peatones. Debajo de nosotros, el ruido corre como insomne noche de verano. Pequeños brillos, laberintos vírgenes de papel periódico, peces ajenos a mis propios pasos. Parece que las campanas de la sangre se exaltan al sombrío rumor denso de los escaparates que

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se empapan habituales como enjambres de chispas sueltas; las esclusas de las banquetas nos dejan desnudos de sal marina y triste, maderas resinosas, comunes cartílagos verticales verde amarelas nos indican que el agua inexistente sólo es un curioso sueño, cuando la ciudad era invención triste de sí misma.

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ELEGÍA PARA ADORMECER LAS LUCES DE NEÓN

La época dorada de los sueños se dispersa entre las roncas bocanadas

de la calle largamente

solitaria como una negación. Abatir el continuo paso de la

desesperanza y contrarrestar los uniformes

gritos de los puentes empequeñecidos por un río inmóvil.

¡Ah! Cuánto avanzamos sobre un manantial

de intensas emociones hacia ningún presagio.

Palpitan lejanas las campanas

del durmiente zumbar de los autos hormigas de Saturno;

articulación de voces lejanísimas,

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una sirena irrumpe por este espacio muscular y un fogonazo

de dolor se acrecienta sobre los dormidos

nervios de una ciudad en agonía. Pienso imaginariamente en un trovador

de calles empedradas

deteniéndose para reajustar su desamor; pienso en una elegía,

acaso para que la luz de potasio

sea más piadosa con la ansiedad de nuestros días de guardar insomnios.

Elegía para adormecer las luces de neón

bajo los puentes vaporosos del anillo sublunar, brazos gastados,

rodillas débiles y anuncios amarillos.

Un aire de tristeza recorre con amplitud la frecuencia del engaño a tres pulgadas

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del agobio: así es y no hay esperanza.

Respiración mental, cien millones de piedras, visiones, cables de luz, fiesta en casa;

una forma de vida que pierde su memoria:

sensación de haberlo visto todo, masas inertes de tendones y cartílagos

moviéndose estúpidamente sobre los

cuencos vacíos que resbalan como una canción de Marley:

something is coming, is coming, is coming;

complacientes dedos de negrura ajustándose amorosos sobre los revólveres del ahogo; voces lejanas, voces cayendo

hacia ninguna parte:

Qué sorpresa echarse sobre la espalda labios del murmullo, kilogramos de letras desleídas,

razón que no encuentra su condena,

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plástica piel derrotada por la impaciencia; el gesto conciliador de un eje de huesos

que saluda fraternamente a la estulticia;

voces lejanas reclamando su irrisoria y hechizada cantidad,

mesías del remordimiento,

piélago insondable mientras una cómoda arrastra su vergüenza como si el hilo de la historia fuera un gesto de triste silencio niño. La pólvora en los sacos y los sobres membretados al olvido dejan su cuenta aparte,

no conciliada con viandas delirantes,

con viejas creencias desterradas a una memoria

sin revolución en lo alto de la ciudad.

Sayonara, amor, adiós. Qué difícil es encontrar el nombre que le dé forma al ciego impulso del destino,

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al viejo desgastado destino que nos vuelve tréboles con hojas a destiempo;

amor, qué difícil es hacer una elegía

para adormecer las luces de neón en la madrugada, y qué difícil es volver sobre nuestros nombres.

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CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO Because something is happening here but you don´t know what it is; do you mister Jones? Bob Dylan

El lienzo del instante está frente a tres círculos concéntricos, reflejo de un espejo carcomido, material de palabra despiadada, gozne de la servidumbre. Se derrama el lamento del humo acuoso sobre la espalda de la ciudad; las voces en el eje, inhumanas, desnudan la tristeza de estas piernas, lejanísimas, asustadísimas. Tengo que subir miles de escalones de piedra hacia la curvada noche color potasio,

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grasas, aspirados alientos, ojos por el filtro de las ventanas. Siempre, desde el mĂĄs remoto escondrijo, se teje el temor suburbano de maleantes y padrotes y arrimados de la noche: un goce de islas separadas y podridas; penetra por cada alveolo pulmonar olor de evasiones urgidas por la urdimbre cotidiana, olor de mujeres depiladas bajo el cerco de la histeria. Sobre el filo de la banqueta vamos inventando historias de miseria; el hilo se desteje de tan largo sobre aquel sarnoso

[enano

que tiene tres ojos en la frente. Esta noche se tienden las redes submarinas del desvarĂ­o a treinta y tres revoluciones por minuto; la calle se adormece bajo cinco agujas de marear y te preguntas insistentemente

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por el valor de los números y letras amontonados en pequeños y rectangulares y manuales ataúdes forrados de tinta, papel y calcio; hay que saber leer en los ojos del dormido, hay que descifrar códigos desde las cavernas de la mente a ritmo evacuador y circular sobre la invitación a la melancolía y putas que la

[fecundan.

Qué lamentable querer acompañar a la locura sin haber sido invitado de antemano al festín de los

[canónigos,

despliegue de los machos cabríos, y al fondo, sucumbiendo de abandono, la melancolía, otra vez la pinche hermanita: “eso de jugar a la vida es algo que a veces duele”, recuerdas como un íntimo trazo en la voz de Joan Manuel lumbrera en alguna primavera: “Harto estoy harto ya me cansé”; seis veces el papel se juega sobre el escenario,

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aún sin que tú te des cuenta, bajo anfetaminas turbias y gelatinosas que lo alimentan; los instantes otra vez devienen lentos reptiles listos de nuevo a morder tu piel inventada en el silicio del ahogo. Tengo que mirar más allá de la muerte que solloza incapaz de deletrear un verso; y a veces queremos agarrar la pluma para escribirle versos a la estupidez y su inmovilidad lunar, para aquellos que quieren gritar cuando escuchan el lamento de un poeta “Desde la rama más alta de esta gloria”. Psst, psst, voltea, atiende, no te cuelgues, no te dejes llevar por el canto de tus sirenas imaginarias; ni aun Ulises supo de las venas de ese canto;

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no te arrastres atropellándote con tus compañeros de chiquero, Circe todavía no regresa de ese sueño. ¿Quieres salir a corretear perros hambrientos? ¿Quieres deleitarte otra vez con tus islas amargas y [confusas?

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HISTORIA HACIA ATRÁS

Entonces era en vano el recuento, querido Efraín; mirábamos dilatadamente, el sueño se nos iba quedando así de pequeñito, como una piadosa mentira tomando en consideración cuanto de letal puede haber en una palabra-camaleón. Pero no se asombre si mi grandilocuencia desborda, sin querer, mi propia lengua; usted nos hablaba del abandono, de la amargura y de lo difícil que era morir de fáciles venenos; cómo iba a imaginarme que su muerte fuera eso; nos hablaba de que la ciudad y sus calles y sus cantinas y sus burdeles y su hambre y sus desheredados y sus mujeres y sus luces y su desesperación y la maldita miseria que todo lo consume, ya no importaba cuál ciudad si, al fin y al cabo, todas son iguales.

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Todo se convertía en una fragante espera en los abismos; la sangre se nos salía a chorros cuando la realidad dejó de ser ese hermoso montoncito de palabras piadosamente escritas por alguien que olvidó su nombre y su sangre y su muerte y el futuro ––palabra demasiado peligrosa en estos tiempos que corren–– tan dolorosamente anónimo como el viento. El futuro se nos iba tan adentro que aceptamos el engaño, sabiendo que se nos iría a quemar el alma cuando con asombro comenzábamos a entender que la historia era tan vacía como el hombre; lo curioso es que usted ya nos los había dicho antes, pero, ya sabe, a uno le gusta siempre insistir en lo que ahora llamamos la repetición acumulada. No se espante, Efraín, si mis palabras le agrietan el rostro y usted empiece a mirarme compasivamente,

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al fin, uno se acostumbra a todo; cuántas veces la misma excusa para escribir unas líneas que sirvan de consuelo a uno mismo. Comenzábamos a sentirnos un poco menos reales; entonces, casi cadáveres, nuestros cuerpos intentaban ocupar un lugar en el espacio acostumbrándonos a sentir esta ciudad sin su presencia.

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1985

Lejos de la demarcación impuesta por el polvo, la ciudad se agita entre susurros febriles de aceros injuriados por el rayo, de mamposterías mordidas por la furia de un titán ciego y agotado. Este ámbito, delirio de estallidos. Los requerimientos de la desazón se desmoronan en medio de ceremonias inconclusas, agonizantes gigantes a medio derruir, tableros de la fuerza agotados, aceites chorreantes, varillas destellos, nervios e infinitas descargas de muerta piedra derribando sus mensajes, cuando las semanas terminaron como los maderos meandros de Jesús el Cristo. Semanas terror, espuma de sangre, tigre asediado

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por el rencor, pájaro aterrado en medio del viento sinrazón de la furia, escarnio de Plutón el asesino, su dominio en ascenso y la delirante predicción de Saturno devorando a sus hijos. Terror ciego terror. Letanía de manos dormidas en el estruendo, furia incontenible del oráculo, designio anticipado fuera

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[del tiempo.


CONSPIRACY

Conspiración secreta, la noche inunda los poros de mi cuarto; mi silencio, sacudimiento leve, cuerpo extraño o rumor que busca la desolación que lo designa; inhabilitación del tiempo, incertidumbre de la ciudad, golpe de sangre que me devuelve hacia la noche en su agitación de miedo.

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LA LLUVIA, EL PARQUE Y OTRAS COSAS

La sombra se reencuentra con el escándalo gutural de las aves del crepúsculo; se mezcla con el humo de la ciudad formando leznas en medio de los faros de millones de autos desfilando sus aceitosos humores; los halos de los aparadores de neón parpadean agotados de su luz y nuestros pasos gimen en los charcos. ¿Es acaso la lluvia el destello o el denso ulular de la niebla de la madrugada? ¿Es acaso una quimérica balada que se me pierde en la memoria trinchera por la salamandra del vacío? Es la lejanía del anhelado cuerpo

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que se me deshace en compactas masas de recuerdos como algodón en sueño o el certero exilio de tu voz a mis dolientes hilos que sin ti me asedian desde siempre; quebranto sin forma la marea de nada que sacude sin exceso la pasión que se me pierde entre la bruma de tu recuerdo mariposa, osamenta que yace en mis manos sombras, perfiles arquitectónicos y un sendero de agitación nervio que palpita, música de tu silencio caracol que repta sobre mi cuerpo y me requiebra la piel de gemidos y tristeza; otros parques que invento en mi recuerdo, y es una tarde frente a un templo germinal y ciego; y es insinuación de los instantes como puñales,

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es tu afirmaciĂłn convicta de destierro, de tus manos olvidando la dolorosa agitaciĂłn de mi

[contorno,

dolor que sobrevive, vuelve de sĂ­ como una noche en que ya olvidĂŠ tus manos, tus pechos, tus razones para amarme.

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JARDÍN COLGANTE

La ciudad está construida en el aire, no hay pesar sobre mi memoria en silencio, un invencible imán en mi mano; al otro lado, el abandono, el vértigo extremo, hijo de lo abismal. El espacio deja de ser una cicatriz que devuelve a la ausencia su intensidad de pez cada vez más yerto; nada me queda sino la mirada esfinge como un símbolo recayendo en la raíz de mi ser; nada me queda sino la palabra, comienzo, fin y encuentro, el reconocimiento, el camino contrario, el cansancio de la jornada impide la suave reflexión; y he de desatar los papeles en que esta ciudad

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es percibida sin más insistencia que la del cristal entre piedras dejándose abrumar en el corazón de las montañas, en gesto de carta marcada por el viento, en neblina que cubre la vertiente luz que aleja el conjuro del mantram, el eco de la obscuridad; y entonces el sol que lo penetra todo hasta donde hay un muerto y un remordimiento y se vuelve azul mi carne y la transfiguración no cesa con el rayo. Tranquilo, palpo mi costado y como varón sigo marcado por el fuego de la edad, de mi fidelidad en la mitad perfecta de la noche en la que camino siguiendo la línea de una calle perfectamente trazada, y en la que las sombras de la arquitectura devuelven reflejos de mi ser antes del vértigo.

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ÍNDICE

NOTA EDITORIAL

5

PRÓLOGO

7

DEL RELÁMPAGO

13

MIRANDO DESDE LEJOS LA CIUDAD

19

PARAPETO

21

BLUES DE LA MAREA U M B R A L

25

27

EN PREVISIÓN DEL LÍMITE (RUMBLE FISH)

33

THE WILD SEED

37

POISON STREET BLUES

41

ELEGÍA PARA ADORMECER LAS LUCES DE NEÓN

43

CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO

49

HISTORIA HACIA ATRÁS

55

1 9 8 5

59

CONSPIRACY

61

LA LLUVIA, EL PARQUE Y OTRAS COSAS

63

JARDÍN COLGANTE

67


LA CONSPIRACIÓN DEL CÍRCULO Colección “Ensoñasombras”, se terminó de imprimir en julio de 2018 en Editorial CIGOME, S.A. de C.V. Se tiraron 300 ejemplares en papel Bond de 90gr. La tipografía se realizó tipo Baskerville de 10 y 11pts, Times New Roman 7 y 8pts, Adobe Garamond Pro 11pts, La edición estuvo al cuidado de Juan Manuel Alemán Sánchez y Eric Camacho Gutiérrez.


Plétora Editorial Rafael David Juárez Oñate (Ciudad de México, 1951) se formó en talleres de Creación Literaria entre los años 1976-1981 coordinados por poetas como Carlos Illescas, David Huerta, Enrique González Rojo y maestros como Augusto Monterroso y Emanuel Carballo. De ellos asimiló la responsabilidad del acto de creación como un compromiso irreductible. Publicó en revistas como Gilgamesh, Piedra de Fundación-Cantos de la Colmena, Revista Peruana de Poesía, Convergencias de Guadalajara y en algunos suplementos culturales. El poemario La Conspiración del Círculo fue premiado en el Primer Concurso de Poesía Urbana “Horal” (Ciudad de México, 1996), convocado por SOCICULTUR, CONACULTA, INBA y UNAM en homenaje al Maestro Jaime Sabines.

Somos una editorial independiente mexicana. Además de publicar textos literarios de todos los géneros (poesía, narrativa, dramaturgia y ensayo), ofrecemos servicios editoriales para los autores que tengan la inquietud de ver publicada su obra (subgéneros literarios y textos académicos, entre otros). Contáctanos. Tenemos un paquete editorial a tu medida. 55 69 05 99 57 Plétora Editorial pletora.editorial@gmail.com


COLECCIÓN Ensoñasombras

La Conspiración del Círculo no es un libro de poemas, sino una manifestación de lo que el poeta Carlos Illescas (1918-1998), en el prólogo a esta edición, llama intención poética: "cada verso es una pulsión poética". Rafael David nos muestra, en continuidad laberíntica, imágenes de una ciudad –la ciudad de México– que no se leen, sino que se experimentan. Vivencias imaginadas que se perciben por medio de los sentidos y nos colocan ante un tiempo y un espacio sensibles al tacto, a los oídos aguzados, a las atentas miradas. Ciudad de ideas, de acciones, emociones y pasiones, pero también de contemplativa reflexión. Imperio de la metáfora. Flujo del lenguaje que nos provoca el reencuentro con expresiones poéticas del siglo XX –los beats y los infrarrealistas–, y que se inscribe por derecho propio entre las auríferas constelaciones, en la bóveda etérea de aquello que llamamos Poesía: creación en acto.


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