TIRICIA Claudia Fernández
Plétora Editorial
Claudia Fernández
TIRICIA
Plétora Editorial
Primera Edición, febrero, 2019 © Claudia Fernández, 2019 © Plétora Editorial, 2019 Director editorial: Juan Manuel Alemán Sánchez Diseño y composición: Eric Camacho Gutiérrez Ilustración de portada: Eric Camacho Gutiérrez Impreso y hecho en México Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual. ISBN
PRÓLOGO Hay pocas cosas tan emocionantes, pero también tan aterradoras, como estar de pie al borde del abismo. El ser humano que es consciente de su capacidad de abstracción, de su poder para crear una obra de arte, se encuentra, tarde o temprano, ante la disyuntiva de la elección: seguir el llamado de la divinidad, la locura, los demonios (que son codificados por el artista y nos los brinda como su testimonio del estar en el mundo), o tomar la postura de observador para el goce y disfrute de las manifestaciones artísticas. La poesía, una de las máximas expresiones de las artes, no se sustrae a esto, y Claudia Fernández ha decidido ––este libro es prueba de ello–– dejarse en las manos de la creación por medio de la palabra escrita. Quienes se atreven a explorar activamente los caminos de la poesía, encontrarán en el hecho de ver publicado el fruto de su escritura uno de los mayores aprendizajes, que tiene que ver directamente con el mostrarse. Quien escribe y no se muestra, está aún en un lugar seguro al no ir más lejos. Quien escribe y se muestra, está consciente y seguro de lo que las cosas son. ¿Cuál es la tarea del poeta? Dar testimonio de lo f ísico y lo metafísico que experimenta; esto no quiere decir que deba ocurrir siempre en la vigilia. El poemario que nos convoca se erige como una paradoja, pues, aunque la palabra que le da título, Tiricia, remite, según su uso en El Salvador, a “pereza” o “mal humor”, es en realidad una especie de juego que despista. No encontramos aquí pereza o mal humor, sino atención, estado de alerta, descubrimiento
y, sobre todo, una contemplación extrema incapaz de manifestarse en el letargo. Este es un libro en el que se percibe una forma de estructurar el pensamiento similar a la propuesta por la f ilosofía Zen y que nos llega a través del haiku; pero no me refiero a la forma, sino a una cadencia de ritmo semi-lento, pausada (propia de la contemplación), y a una construcción de pensamiento que parte de la mínima expresión verbal y nos sorprende con los resultados a los que nos conduce. Esta contundente capacidad sintética evita que, en contemplación de contemplaciones, la emoción o el descubrimiento se fuguen. Tiricia también es el muestrario de una búsqueda personal en que la mitología se trastoca, dando lugar a una nueva versión del mito y llevando a sus protagonistas a otro plano, otro tiempo y otra vida. Nos encontramos ante poemas que se erigen entre el versículo y la escritura telegráfica. Adentrémonos, pues, en el universo de Claudia, y espero que en un futuro no muy lejano tengamos la oportunidad de apreciar más de su poesía, su visión y su testimonio. Jorge Asbun Bojalil
ANOTACIONES SOBRE UN LIBRO DE VIAJE Claudia Fernández se llama la poeta que toma una hoguera marchita y se alumbra el camino con ella. Se alumbra, sí, porque sabe que si es hoguera, tiene luz, aunque por el momento no se sienta, no se vea, no se palpe, y sea como esa noche infinita donde, sin embargo, las luciérnagas rechazan la dictadura de la oscuridad. Esta poeta viaja confundida en un mercado donde todo tiene dueño, por eso busca, sin aspavientos, el retorno a la tierra de nadie; eso explica su estrategia de nadar al margen de las multitudes, su decisión de alejarse de tanto espanto y tanto escándalo de ineptitudes. Pero no recuerda la manera de abandonar el laberinto escarchado a sus pies y a sus alas; no lo sabe porque en el interior del hielo es donde respira la vida que contempla, el fruto que degusta y el asombro pertinaz que da savia a su sabiduría. El libro comienza con algunos campos minados, con diversos arcanos que exigen fidelidad al lector: prueba de que Claudia no estaba segura de continuar. Pero en la medida en que uno se adentra en la escritura, va recibiendo los latigazos justo en el rostro; y después, como una vergüenza compartida, uno se ve obligado a asentir ante las palabras de esta sabia muchacha y a su alma de niña triste que todavía necesita jugar. Entonces se desata la luz. Si alguien no encuentra pasión en estos poemas, es porque hay que ganársela. Retornar del sobresalto le ha permitido a la poeta acariciar las olas con sus dedos abandonados a esa
frescura conquistada. El lector también debe hacer reposar su corazón, si quiere calmar su sed. Sólo de esta manera los poemas de Claudia podrán ser recibidos por personas con vocación de quietud, perdón y misericordia. Al final, me parece justo colocar una advertencia. Esta mujer que escudriña los caminos de las cosas con su mirada paciente, tiene en el dorso de su amor un veneno definitivo para quien aborde su palabra sin fervor. Ella es una hoja mecida por el viento, pero, también, la mantis que no renuncia a su naturaleza. Solo los árboles tienen derecho a reír de su presunta ingenuidad. Otoniel Guevara 23 de diciembre de 2018, en Quezaltepeque, El Salvador.
TIRICIA
A mi madre y mi abuela, que me han enseĂąado a florecer.
He hecho de mí lo que no sabía, y lo que podía hacer de mí no lo he hecho. Álvaro de Campos
Pero en el lenguaje de la poesía, en el que cada palabra tiene su propio peso, nada es usual ni normal. Ni una sola piedra ni una sola nube por encima de la piedra. Ni un solo día ni una sola noche tras el día. Y por encima de todo, ni una sola existencia individual, ninguna vida de alguien en este mundo. Wisława Szymborska
PUNTO FINAL Cuando nos llame la muerte escucharemos el fino silencio, la angustia de la mudez.
15
RETÓRICA DE LA HUMILDAD Hoy es un buen día para suicidarse. Una foto más en la sala, otro muerto en el altar. De esta casa amarilla brotan lágrimas y flores; el dolor nos acaricia al subir
las escaleras.
Hoy es un buen día para suicidarse, digo, aunque he olvidado cómo morir. Me he quedado sola en casa;
avergonzada miro
las flores de la terraza.
16
VERANO EN SAN SALVADOR Callo al calor de la noche. Mi piel se ilumina bajo los ojos
de la luna inconstante.
Me acompaĂąan las voces y los murmullos de quienes permanecen en mi tĂmida tristeza. Cambio en ojos ajenos; sus ecos desprenden mis escamas; se abren los poros; el sudor corre dentro de mis venas.
17
GUIJARROS Guardo palabras en los puños, estrujo sus siluetas, las ahogo letra por letra; cristales enterrados en los gritos de mis manos; maldigo y la sangre se me escurre; las palabras se aglutinan en la memoria del alma. No hay vuelta atrás. Son guijarros en las lágrimas del que odia. Mis palabras hieren; inmensa piedra que cargo cuesta arriba por una ladera empinada. Pero el dolor siempre retorna. Palabras que convierten en odio las caricias. Así se me enseñó a amar. Las palabras también me engañan; lo que digo jamás el tiempo regresa.
18
ECLIPSE A Manuel V. Descubro mi fe en la verdad de las sombras. El ĂĄrbol deja de ser verde, revela su oscuridad. RĂĄfaga de viento asoma el follaje temblante. Miro mi sombra y en un instante desaparece mi carne. De velo mi piel. Mi piel develo. El claroscuro retrata las piedras. Un eclipse fecunda mis huellas. TĂmida sombra soy.
19
NIÑA Regresé al parque de mi infancia, de los juegos, del primer beso. Regresé a la inocencia; me disolví entre las hojas, en el aire. Decidí mirar como los niños, sin culpa, sin miedo. Regresé a la tierra de nadie. Junio de 2015
20
CASA Esta tarde, el lenguaje de las aves es distinto, cambiante como los ojos que me miran. En mi jardín los árboles suspiran riéndose de mí, de mi ingenuidad, de mi torpe inocencia de poeta que no sucumbe ante la pesadez del mundo.
21
CUERVOS A Jonathan Comes nubes. Bebo rĂos. Palpas el cielo. Te comes el tiempo. El tiempo me come. Oscuro mar. AraĂąa que teje. Somos parvada de cuervos.
22
6:30 Miro tu jardĂn, llueve. Reconozco las hojas; se confunden con dos insectos copulantes. Me dicen que estoy mirando, contemplando el lugar en donde todo nace y muere.
23
LUCIÉRNAGA Parpadea la noche. Faro de luz al infinito.
24
EL CUERVO Y EL CEREZO Negra piel donde se acarician las flores. De ahĂ nada regresa. En el rĂo danza su sombra.
25
RODAJAS DE CEBOLLA ¿Cómo describir ese olor? Imposible que fueran rosas. Hueles algo y te acuerdas de esto, de aquello; que si huele a perro, a encierro, a sucio, a sexo. Con un aroma recuerdas tu infancia, el primer beso, a tu abuela o tus zapatos nuevos. Aquella vez, mi madre no me dejó asociar el aroma con un recuerdo. Por culpa suya no supe cuál era el mío. Cuando intenté conocerlo, me lo impidieron las rodajas de una cebolla. Dicen que absorben el aroma de los muertos. Junio de 2015
26
TIBIA LUZ A Yetlanezi Llegas cĂĄlido invierno. Tus manos hendidas
en mis muslos de arena.
Tibia luz que enciende mi voz huidiza. Despacio
las olas arrastran la espuma de tu silencio.
Desierto
mi boca se inunda de rĂos que corren por tus dedos.
27
POETA Arrastras rostros pesarosos. Poeta‌ Nada eres. Nadie observa tus duelos nocturnos; tus palabras reman en el espacio inasible
de la ciudad silente.
Poeta, luz de invierno, reflejas tus ecos en el agua, las aves disuelven el ocaso, la gente vislumbra tu paso. Poeta‌ Nada eres.
28
EN EL PAÍS DEL MIEDO En el país del miedo las calles no existen. Navegamos entre ríos de sangre,
de voces silenciadas
hundidas en lamentos.
En el país del miedo pisamos cabezas, tragamos plomo, devoramos los huesos de los que no tienen nombre. Recorro campos minados de angustia. En el país del miedo la bala decide el destino. Somos invisibles, no hay rastro, no hay huella.
29
MEMORIA CIEGA Mi memoria ciega borra los rostros, me delata. Intento cortar su lengua, las manos. Permanente mi memoria de mí se ríe, no puede ser enterrada. Su rastro
hojas caídas en la tierra
Su rostro
después de la lluvia
Memoria mía lejana mira. Memoria coja
a lugares ocultos regresa.
Regresa… Regresa…
30
CASANDRA RESPONDE Padre, abrazo que entierra las garras, hielo que abrasa. Tú que criaste cuervos, los ojos les sacaste. Padre, me rompiste el cuello, desangraste a la gallina, quemaste sus alas mientras mi madre fregaba el piso. Padre, tu mirada incestuosa mi cuerpo arropaba. Padre, no escuchaste la profecía, me ataste la lengua. Yo entendía el lenguaje de las aves. Padre, aquí sigo. Nunca fui como mi madre. Mis ojos de serpiente te saludan.
31
PIEDRAS Débil es el alma del guijarro. Impaciente, espera ser lanzado, llevándose consigo las almas de los difuntos. Un guijarro también conoce el odio, es culpable [de lapidar la tumba de algún muerto. En el hastío, añora perderse y recordar al viajero u camino. Sabe dónde yacen los muertos; algún judío dejó su rastro en el cementerio. Cansado de su naturaleza, se conforma con ser proyectil
[de resortera,
obligado al placer del crimen
de un pájaro distraído. Yo también callo como las piedras. Me confundo dentro del bolsillo de alguien que, en su aburrimiento, me lanza al río.
32
CUESTIONES Te miro árbol sin voz. También mi mirada calla. Pienso en lo simple,
en la pálida tonalidad del cielo.
Pienso si la hoja también le teme al otoño. Soy la rama que arrulla el viento. Pienso en este río que no se aquieta. Nada sé. ––Yo tampoco––, dijo el colibrí.
33
CIÉNEGA Quien acaricia la lluvia, yace en el estero. El viento es un escorpión que respira. Los escarabajos florecen. Avizora un lobo, predice cantos al amanecer. Quien acaricia la lluvia, yace en el estero.
34
CASA VIEJA A Mario, Amalia, Emilio y Raquel Cuรกntas vidas ha tocado. Mis manos de hoja desprenden el aroma condenado a la memoria. Cuรกntas vidas ha tocado Mis dedos danzan sombras, mis huellas ya no son las mismas. Cuรกntas vidas ha tocado.
35
LEVANTE
A Lisa Gruber
Hace demasiado frío para una ciudad sofocante. Días antes, recostada en la cama, te preguntaste qué tan lejos estabas de casa. Mirabas el mapa; tus dedos eran la medida del Atlántico. La mujer del segundo piso irrumpe con su habitual canto andaluz. Te acercas a la ventana y miras su rostro. Algo tiene el flamenco que te pone triste. La tina está lista. Hundes los dedos. Te quitas la ropa. Desciendes lentamente. Tus manos juegan con las olas. Murcia, 2014
36
ORIÓN DESDE LA HAMACA Tres faros insomnes reposan con miedo a tocarse. Debajo mis dedos tejen lo que llamamos estrellas. Como niño, señalo y repito tu nombre. En el fino lenguaje de la noche el silencio responde. A ciegas las sombras se ocultan donde el viento aciago susurra como ola. Miro mi cuerpo que en el desvelo descansa.
37
PIEDRA DE MAR
A J. M. Alemán ¿Soy yo el mar, o un monstruo marino, para que me pongas guardia? Job, 7;12
Nocturna travesía; ciega marinera
de abismal mirada,
añora la balada
de las inconmensurables llanuras marinas.
Su eco distante, su estruendoso palpitar, oleaje encarnado, mandorla celeste, sueña con la danza del mar. Acércate, te espero; me iré sin olvidar tu canto. Tu oleaje coral es el beso suave de los médanos en el mar.
38
La espuma dulce susurra nuestro eco; voz de los amantes en comuniĂłn. Tus dedos trazan las olas; el infierno en el himen se desata; de sangre nupcial se tiĂąen las aguas. Mece el mar el soporte del mundo; eclipse de luna sobre nuestra piel; romance galante del amor fati.
39
HELIX ASPERSA Impasibles son los caracoles; también esperan la muerte. Herederos de la luna, saben que el verano siempre vuelve. Confían su amor a la lluvia. Las piedras guardan respeto, atesoran su eternidad, comprenden la palabra amor. Marchan a paso lento. Con fina dulzura rozan paredes rugosas; con esperanza se abrazan al árbol; danzan en espiral el eterno retorno. Una huella gigante, un estruendo, les recuerda su dudosa muerte. Ayer me sentí culpable por haber aprendido a caminar.
40
TANTALISMO La lengua se cansa de la saliva; no conoce el aroma del cedro ni el breve suspiro de las olas. La arena el olvido acaricia. La lengua tambiĂŠn vive en silencio; cansada de sabores pasajeros, sueĂąa con la tierra entre sus manos.
41
AMANECER A tu lado los dĂas se van con gozo, como cubos de hielo
derritiĂŠndose en mis manos.
A tu lado descubro el lento caminar donde el suelo se condensa; aunque, de vez en cuando, nos golpee en el rostro el soplo del dulce dolor.
42
DOS CADÁVERES Tu zozobra de navegante contempla los sonidos de mi rostro. Tus manos desnudas acarician la llama hendida por mis pestañas. Ojos de reptil, límpida caricia.
Tu lengua recorre mis hogueras.
Pétalos tus dedos
acechan la cueva de la mantis.
Dos cadáveres al amanecer.
43
LUNES Regreso a casa. Manso arrullo de ave me bienviene. Zureo al alba. Lunes. La lluvia se ha ido; deja huellas. Un pardo reflejo tembloroso contempla el eco de mis pasos. Las gotas permanecen.
44
BIENVENIDA A Roque Me reencontré con el dolor entre el hedor de las calles y el llanto de niños desconocidos. Lo hallé como objeto olvidado bajo el polvo, cubierto con máscara de soberbia. Reconocí mi dolor en una foto de mi padre, donde la soledad se le escurría por las cejas. Lo reconocí en mis entrañas marchitas, donde las lágrimas esperan mi último derrumbe. Reconocí el alarido oculto en mis ojos, en mi barbilla. Reconocí en su foto los mismos ojos, mis ojos.
45
Lo reconocĂ en estas palabras, en la risa del verano, las hormigas y las chicharras. Ahora lo sĂŠ; lo Ăşnico que me queda es el apellido. San Salvador, 2018
46
ÍNDICE PUNTO FINAL 15 RETÓRICA DE LA HUMILDAD
16
VERANO EN SAN SALVADOR
17
GUIJARROS 18 ECLIPSE 19 NIÑA 20 CASA 21 CUERVOS 22 6:30 23 LUCIÉRNAGA 24 EL CUERVO Y EL CEREZO
25
RODAJAS DE CEBOLLA
26
TIBIA LUZ 27 POETA 28 EN EL PAÍS DEL MIEDO
29
MEMORIA CIEGA 30 CASANDRA RESPONDE
31
PIEDRAS 32 CUESTIONES 33 CIÉNEGA 34 CASA VIEJA 35 LEVANTE 36 ORIÓN DESDE LA HAMACA
37
PIEDRA DE MAR
38
HELIX ASPERSA 40 TANTALISMO 41 AMANECER 42 DOS CADÁVERES 43 LUNES 44 BIENVENIDA 45
TIRICIA Colección “Ensoñasombras”, se terminó de imprimir en febrero de 2019 en Editorial CIGOME, S.A. de C.V. Se tiraron 300 ejemplares en papel Bond de 90gr. La tipografía se realizó tipo Baskerville de 10 y 11pts, Identica de 8pts, Gar-A-MondTall light 10, 12 y 23 pts. La edición estuvo al cuidado de Juan Manuel Alemán Sánchez y Eric Camacho Gutiérrez.
Claudia Saraí Fernández López (Toluca, 1987) es Licenciada en Lenguas y Maestra en Humanidades por la Universidad Autónoma del Estado de México. Actualmente cursa el Doctorado en Estudios Literarios en dicha casa de estudios. Ha participado en congresos nacionales e internacionales de Lengua y Literatura; realizó estancias de investigación fuera de su país de origen (Universidad de Murcia y Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, San Salvador). Publicó artículos en revistas de crítica y creación literaria como La Colmena, Revista Literaria Monolito y Primera Página Revista; y es coordinadora de “Cuervo Rojo Ediciones”, publicación electrónica que difunde el trabajo literario de escritores centroamericanos.
Plétora Editorial Somos una editorial independiente mexicana. Además de publicar textos literarios de todos los géneros (poesía, narrativa, dramaturgia y ensayo), ofrecemos servicios editoriales para los autores que tengan la inquietud de ver publicada su obra (subgéneros literarios y textos académicos, entre otros). Contáctanos. Tenemos un paquete editorial a tu medida. 55 69 05 99 57 Plétora Editorial pletora.editorial@gmail.com
COLECCIÓN Ensoñasombras Tiricia se llama la enfermedad del alma asociada con un profundo estado de tristeza y depresión. La tradición popular mexicana –pero no sólo en este país, pues la tiricia es conocida en prácticamente todo el continente latinoamericano, con muy ligeras variaciones en su significado– afirma que este padecimiento se contrae como resultado de un susto, de una muina o por la pérdida de un ser querido. Se cree también que para sacársela es necesario erradicar los estados emocionales que perturban el alma, cuerpo y mente de quienes la padecen; para ello, habrá de recurrirse al uso de fórmulas tradicionalmente mágicas, que van desde la toma de baños a la ingesta de infusiones elaboradas a base de flores, hierbas y plantas medicinales. Pero la tiricia también puede hacer víctima a una persona por caminos que desafían el orden lógico de nuestra realidad. Y si ese fuera el caso, entonces ¿a qué remedio se habrá de recurrir? He aquí el testimonio de una joven tiricienta en la voz lírica de Claudia Fernández, que desnuda su alma enferma plagada de dudas, inconformidades y temores; que lucha encarnizadamente en contra de una realidad despiadada; que busca, desesperada, hallar su lugar en un mundo al que se ha cansado de pertenecer. Muchacha que enfrenta y busca curar su desilusión, desolación y desesperanza por medio de esa otra vía que se opone al orden lógico de la realidad y que únicamente encuentra su materialización en el lenguaje: la Poesía.