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conozcamos el parque
boletín del parc nacional d’aigüestortes i estany de sant maurici
flora la oreja de oso: una relíquia agarrada a la roca A pesar de que el granito es la roca mayoritaria del Parque hay algunos rincones donde podemos encontrar rocas calcáreas. Este pequeño detalle es de gran importancia para algunas especies de flora que dependen de la presencia de calcio para poder vivir. Tal es el caso de la edelweis o de la oreja de oso, qué es la especie que os presentaremos en este artículo. Uno de los hábitats más exigentes para los vegetales son los ambientes rupícolas: el de las plantas especializadas en fijarse en las grietas y rellanos que existen en las rocas y paredes. Estos ambientes se caracterizan por la falta de suelo y agua. A diferencia del granito, las rocas calcáreas son más solubles por efecto del agua, de manera que forman suelos más ricos en sales minerales, que finalmente serán los nutrientes que permitirán la vida vegetal. Esta relativa “riqueza” de sales minerales también es apreciable en los ambientes más rocosos y provoca que la flora rupícola de las paredes calcáreas sea más variada que en las moles graníticas del Parque, que ofrecen un aspecto más desnudo, si exceptuamos los líquenes que colonizan su superficie (que ya aparecieron en el Portarró 18). Una vez que una especie ha conseguido adaptarse a las condiciones tan duras que imperan en el medio rocoso veremos que no es tan malo como aparenta y hay también algunas ventajas. En primer lugar, su situación las protege de ataques externos y les da práctica invulnerabilidad frente a los grandes herbívoros, excepto alguna cabra osada. Por otro lado una roca presenta unas condiciones ambientales muy constantes y estables: Efectivamente, los ecosistemas rupícolas son bastante independientes de las condiciones climáticas más generales y se pueden encontrar las mismas especies en un gradiente de altitudes elevado. Del mismo modo son poco sensibles a los cambios climáticos. Por mucho que el tiempo cambie, ellas seguirán viviendo en una pared calentada por el sol, aunque debajo haya un lago, una playa llena de turistas o por allí discurra un glaciar. Se puede comprobar que existe un elevado número de endemismos antiguos en la flora rupícola. Muchos “paleoendemismos” de la Península Ibérica aparecieron por aquí mucho antes que nosotros y han soportado períodos de
clima extremadamente frío y otros de clima tropical, pero han sobrevivido hasta nuestros días. La familia de las Gesneriáceas consta de unas 3.000 especies y prácticamente todas pertenecen a países con clima tropical. En Europa meridional hay cuatro o cinco especies con áreas de distribución reducidas que se pueden considerar reliquias preglaciales. El género Ramonda tiene 3 especies: una en los Pirineos y montañas catalanas y otras dos endémicas de la península de los Balcanes. El nombre de la Ramonda myconi rinde homenaje a dos grandes botánicos, nacidos en ambos lados de los Pirineos: Louis Ramond de Carbonnières (1755-1827) fue uno de los primeros exploradores de los Pirineos y experto en alta montaña. Francesc Micó (1528-1592), fue un médico y botánico catalán, de Vic, y quien la descubrió para la ciencia. Ocupó una cátedra en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona desde donde mantenía contactos con un colega francés, Jacques Daléchamps. Éste a finales del siglo XVI publicó su obra más conocida: “Historia generalis plantarum” donde había 25 especies que le había enviado Micó, entre ellas la ”auricula ursi myconii”. La oreja de oso vive en grietas y pequeños rellanos sobre rocas calcáreas, en lugares protegidos del sol que conserven una cierta humedad. Se la puede encontrar en el centro de los Pirineos pero también en paredes de los Prepirineos, en Montserrat o en las montañas de Sant Llorenç de Munt. Todas las hojas salen de la base y son arrugadas, con el reverso densamente peludo, con unos pelos largos de color marrón que al mismo Micó le recordaría el aspecto de una oreja de oso, toda peluda. En el centro de la roseta de hojas aparecen los pedúnculos que llevan las flores, con cinco pétalos de color violeta más o menos oscuro, donde destacan vivamente los estambres de color amarillo, que atraen a los insectos polinizadores. Una adaptación a la vida sin agua de la oreja de oso, y también de algunos musgos, es la capacidad que tienen las hojas de secarse y permanecer prácticamente sin ninguna actividad durante mucho tiempo. En el momento de las lluvias, las hojas se rehidratan rápidamente y reanudan sus funciones sin problemas aparentes. Gerard Giménez Pérez