Panorama de la poesía argentina actual, tomo I

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L O S

L I B R O S

D E L

C A S T I L L O

Panorama de la poesĂ­a argentina actual

Tomo I U L R I K A

E D I T O R E S


Este primer tomo del “Panorama de la poesía argentina actual” incluye una muestra de la obra de 16 autores de ese país, quienes han asistido al Festival Internacional de Poesía de Bogotá en una o varias ediciones desde su comienzo, y se publica en el marco de la versión XXVIII del Festival. “Los poetas argentinos invitados hace tiempo a la distante Bogotá, para leer sus poemas, están unidos con todos los otros poetas latinoamericanos, no sólo por haber compartido el espacio del Festival Internacional de Poesía, sino por ‘este maldito gozo de cantar’. El recital es un ahí y ahora en que el creador tiende a ponerse a un costado de su palabra y siente la lejanía que el tiempo y las fronteras alimentan. La poesía –se quiera o no– adquiere un compromiso de conciencia con un modo de


Panorama de la poesĂ­a argentina actual Tomo I


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“Panorama de la poesía argentina actual”, Tomo I © Todos los autores, para esta edición, 2020 © Osvaldo Picardo, del prólogo, 2020 © Ulrika Editores – Colección Los Libros Del Castillo ISBN: 978-958-9109-29-8 Todos los derechos reservados. Dirección General: Rafael Del Castillo Coordinación editorial: Eugenia Gorriño Aldinucci y Óscar Pinto Siabatto Compilación y selección: Óscar Pinto Siabatto, David Reinoso de Jesús, Darío Sánchez Carballo y Rafael Del Castillo. Dirección de Arte: Gustavo Del Castillo www.poesiabogota.org Primera edición, Bogotá D.C., julio de 2020 Impreso y hecho en Colombia


PANORAMA DE LA POESÍA ARGENTINA ACTUAL Tomo I Prólogo, Osvaldo Picardo - 5 José Luis Mangieri ~ 29 Francisco Madariaga ~ 35 Jorge Ariel Madrazo ~ 41 Rodolfo Alonso ~ 47 Marcos Silber ~ 57 Manuel Ruano ~ 63 Paulina Vinderman ~ 69 Diana Bellessi ~ 75 Leopoldo ‘Teuco’ Castilla ~ 81 Kato Molinari ~ 87 Daniel Samoilovich ~ 91 Jorge Boccanera ~ 97 Esteban Moore ~ 103 Héctor Freire ~ 109 Mercedes Roffé ~ 115 Daniel Chirom ~ 121 De los autores -127 127

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“Este maldito gozo de cantar” Poesía argentina en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá por Osvaldo Picardo I. El mapa de los invitados No es más que un lugar común comenzar los prólogos a cualquier selección de poesía excusándose por los ausentes y disimulando la calidad de los presentes. En este caso no caeré en aquella estrategia, en primer lugar, porque aclararé que no se trata de una antología, sino de un grupo de autores argentinos invitados al Festival Internacional de Poesía de Bogotá, desde 1992 hasta nuestros días. En segundo lugar, bastará comentar que al Festival han asistido más de 600 escritores de Iberoamérica con las poéticas más variadas y contrapuestas, y para disolver las sospechas y subrayar aún más la pluralidad que ha caracterizado

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al Festival, sólo a modo de ejemplo, baste mencionar a algunos de los extranjeros que asistieron: José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid, Fabio Morábito, José Agustín Goytisolo, Luis García Montero, Blanca Andreu, Ana Rossetti, Luis Antonio de Villena, Eugenio Montejo, Luis Miguel Madrid, Yolanda Pantin, Gonzalo Rojas, Tomás Harris, Teresa Calderón, Raúl Zurita, entre muchos otros muy buenos, y sin mencionar a reconocidos y grandes poetas colombianos que han sido anfitriones de lujo y lúcidos compañeros de ruta. Rafael del Castillo, cabe mencionarlo ahora, es el poeta que ha logrado, con la persistencia de Sísifo, no sólo levantar la pesada roca del Festival, sino hacer de la poesía la meta de su incansable labor de fundador y director de “Ulrika” y del Festival. Y en ese sentido, hace falta decir también, que hace casi 30 años, de los casi 40 de la revista “Ulrika”, que se organiza y lleva adelante uno de los más importantes festivales internacionales de poesía de Latinoamérica. Una tarea que hace de Colombia una tierra de poesía. Al leer los poetas argentinos que asistieron al Festival se obtiene con claridad no un simple listado, sino un mapa con el lugar entrañable que hemos ocupado dentro del contexto


latinoamericano, a contramarcha del extraño proceso diluyente que ocurre dentro de las propias fronteras argentinas, donde se han ido perdiendo lectores, público e interés hasta en el mundo académico universitario. El mapa del que hablo se llena de variados relieves y texturas y permite intuir algunas conclusiones. Sobresale la heterogeneidad y la prodigalidad de la escritura más que la forma estética con que cada poema nos conduce por una geografía singular donde hay denominadores temáticos (erotismo, violencia, metapoesía, política, género) y tensiones formales (lirismo, antipoesía, verso medido o libre) que se reiteran, con las variaciones del caso, en poetas que nacieron entre dos límites cronológicos: 1924, como es el caso de José Luis Mangieri, y 1980, en el de Mariana Suozzo. Por otro lado, las rutas conducen a valles y llanuras conformados por una escritura predominantemente de mujeres que ha obtenido un creciente reconocimiento desde la década de 1970 y va reclamando con fuerza hegemonizar el nuevo paisaje donde es indiscutible el aporte de la obra de Diana Bellessi, Irene Gruss, Estela Figueroa o Paulina Vinderman, entre otras muchas poetas.

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II. El contexto necesario

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Para adentrarme en el mapa de estos autores argentinos debo imaginar una especie de gps que me guíe con un sentido exploratorio, en el que importe más lo que se va anotando que la prisa por llegar. Por eso mismo, para no perder a los lectores en el camino, será conveniente una descripción breve del contexto en que nos movemos. A la poesía argentina no deberíamos pensarla como un todo, sino como una fragmentación de la lengua y de los relatos de la realidad. Su variedad y abundancia dan cuenta de las muchas singularidades del siglo xx, pero sin concretar un conjunto acabado y homogéneo que se prolongue en el xxi. Si bien poetas como Leopoldo Lugones, Jorge L. Borges, Alejandra Pizarnik o Joaquín Giannuzzi definieron y protagonizaron momentos importantes del siglo xx, ellos no son sino una muestra de algo que no terminamos de precisar y que, de alguna manera, se fragmenta, multiplica y dispersa después de los años 80, sin solución de continuidad en el siglo xxi. Como afirma Marta Ferrari1, un panorama rápido del siglo xx e inicios del xxi presenta por lo menos cuatro preguntas


básicas: 1) ¿Cómo escribir después del Modernismo hispanoamericano?, 2) ¿Cómo hacerlo después de Lugones?, 3) ¿Cómo volver a escribir después de Borges? y 4) ¿Cómo se hizo posible escribir después del golpe militar del 76? 1 Marta B. Ferrari, “La poesía del siglo xx en Argentina. Antología esencial”, Madrid, Visor, 2010. En cuanto a las tres primeras preguntas dice: “El primer desafío es el del primer Centenario y la búsqueda de un lenguaje poético que hace surgir claramente el protagonismo de Leopoldo Lugones. El segundo, corresponde a las vanguardias de los años 20 y a cierto realismo social y todavía romántico que representa Raúl González Tuñón, así como también esa particular escritura poética que se inicia alrededor de la década de 1940 y que encontramos en Vicente Barbieri, Juan L. Ortiz, Manuel J. Castilla, Aldo Pellegrini, Carlos Mastronardi, Olga Orozco o Alberto Girri, entre muchos otros poetas que sobrevivirán biológica y literariamente a nuevas escuelas y generaciones. El tercero, encuentra a Borges en el lugar de Lugones y provoca, en contraposición, una nueva escritura, que presenta, al menos, dos fases: la primera corresponde a la consolidación del invencionismo de Edgar Bayley y al surrealismo tardío de Enrique Molina. Es entonces que con los 30 números de la revista ‘Poesía Buenos Aires’ que dirige Raúl Gustavo Aguirre ‘queda instaurada una nueva manera de concebir la poesía’. La segunda fase, aparece más comprometida con la historia y tiene variantes que van desde el neohumanismo de Mario Jorge de Lellis o de H. J. Murena, hasta el compromiso ideológico que busca y articula un lenguaje poético renovado por el rescate

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No es el momento para desarrollar cada “cómo” de las preguntas, será suficiente centrarnos en la última pregunta, que contextualiza la obra realizada por los autores invitados y seleccionados en este primer tomo. Para eso tengo que referirme a la etapa de posdictadura2, que se desarrolló a partir de la escritura de los años 80, tras la reapertura democrática. La censura, tanto como la desaparición de personas o el exilio forzado, casi borraron el sistema poético anterior y dieron lugar a una frágil actividad editorial y a una no menos débil práctica artística, en la que, excepto algunas voces destacadas, muy pocas pudieron hacerse oír. Hicieron falta tres o cuatro años para organizar una respuesta al miedo en el ambiente

de la mitografía porteña, el coloquialismo y los ritmos del fraseo argentino, tal como leemos en Francisco Urondo, Juana Bignozzi, Mario Trejo o Juan Gelman. Iniciada alrededor de 1955, son notorias sus coincidencias con la nueva poesía latinoamericana y la crisis del género que bien representa el chileno Nicanor Parra con su libro ‘Poemas y antipoemas’, de 1954”. 2 La dictadura cívico militar o Proceso de Reorganización Nacional​gobernó a la República Argentina entre el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976 y la entrega incondicional del poder a un gobierno constitucional el 10 de diciembre de 1983.


reinante de represión y muerte3. Las revistas publicadas por entonces marcan tres líneas estéticas importantes que no puedo dejar de mencionar: la revista “Último Reino” (1979), de Víctor Redondo, y otros que alentaban una poética de rescate neorromántico; un año después se publica “Xul. Signo Viejo y Nuevo”, dirigida por Jorge Santiago Perednik, Arturo Carrera y Néstor Perlongher, entre otros que alientan una línea neobarroca; y en 1981, Jonio González y Javier Cófreces publicaron el primer número de “La Danza del Ratón”, quienes distantes de la poética neorromántica van a definir una línea “objetivista”. Después de la reapertura democrática, en 1986, se publica “Diario de Poesía”, dirigida por Daniel Samoilovich y en cuyo consejo de redacción convivieron poetas de diversa procedencia y formación, como Jorge Aulicino, Jorge Fondebrider, Daniel Freidemberg, Daniel García Helder, Diana Bellessi, entre otros. Si bien no adscriben a un credo poético común, esta publicación será identificada con la poesía “objetivista” 3 Cfr. Jorge Santiago Perednik, “Nueva poesía argentina durante la dictadura (1976-1983)”, Bs. As., Calle Abajo, 1989.

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y con la línea que instituye su Premio Hispanoamericano en 1995, con el que se alentará la nueva poesía de los años 90. Así, en la década de 1980 vemos agruparse, a diferencia de otras épocas en que el panorama era más homogéneo, numerosas líneas y tendencias: los neobarrocos (Arturo Carrera, Néstor Perlongher, Tamara Kamenszain, Héctor Piccoli), los objetivistas (Daniel García Helder, entre otros), los neorrománticos (Víctor Redondo, Ma. Julia de Ruschi Crespo, Pablo Narral, Jorge Zunino y otros) y un amplísimo registro de voces “independientes” (Alejandro Schmidt, María Teresa Andruetto, Rogelio Ramos Signes, Inés Araoz, Estela Figueroa, César Cantoni, Osvaldo Picardo, Juan Carlos Moisés, Abel Robino, Héctor Freire, Ricardo Costa, Niní Bernardello, Luis Benítez, Pablo Anadón, Roberto Malatesta, Sandra Cornejo...) que, sobre todo, se desarrollaron en el “interior” del país –y a veces, en el exilio– publicando en las revistas mencionadas o en los diarios de sus provincias, o donde podían. Muchos de estos poetas irán a contribuir, desde sus singulares voces y estéticas diversas, a lo que se llamó “poesía de pensamiento”4, que intenta reordenar, por encima de etiquetas generacionales, el actual panorama de la poesía en Argentina.


La etapa denominada “poesía de entresiglos”5 ocupa ya la finalización del período de la posdictadura (1983-2008) y en ella se impone un mandato de escritura a las nuevas promociones. Este cambio va dejando abandonadas en el camino infinidad 4 El ensayo de Santiago Sylvester titulado “Poesía de pensamiento”, que apareció en el volumen “Tres décadas de poesía argentina, 1976-2006”, propone reflexionar acerca de una constante transversal que hasta entonces parecía velada debajo de etiquetas generacionales con que neobarrocos y objetivistas hegemonizaron la visibilidad del reducido sistema. Véase también, Osvaldo Picardo, “Poesía de pensamiento”, Madrid, Endymion, 2015, obra en la que se antologan poetas nacidos entre 1950 y 1980. Ellos han ido elaborando una obra en la que se verifica la relación entre poesía y pensamiento. Son poetas de distintas zonas geográficas del país: Carlos J. Aldazábal (Salta), María Teresa Andruetto (Córdoba), César Cantoni (La Plata), Sandra Cornejo (La Plata), Ricardo Costa (Neuquén), Javier Foguet (Tucumán), Héctor Freire (caba), Lisandro González (Rosario), Marcelo Leites (Concordia), Liliana Lukin (caba), Roberto D. Malatesta (Santa Fe), Juan Carlos Moisés (Chubut), Mario Ortiz (Bahía Blanca), Rogelio Ramos Signes (San Juan), Abel Robino (Pergamino), Bernardo Schiavetta (Córdoba), Carlos Schilling (Sunchales), Alejandro Schmidt (Villa María) y Eugenia Segura (Mendoza). 5 Cfr. Osvaldo Picardo, “Poesía de la Argentina de entresiglos (19892008)”, “Cuadernos Hispanoamericanos”, núm. 707, Madrid, aeci, mayo de 2009.

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de categorías clásicas y vanguardistas, las cuales sirvieron a varias generaciones anteriores y que se habían convertido en la manera transgeneracional de comunicar las experiencias poéticas y las prácticas artísticas. Aquel viejo deseo revolucionario de fusionar poesía y vida que sostuvieron las vanguardias se consuma hoy en la espectacularización de lo cotidiano y de lo real inmediato. Un dato importante para tener en cuenta es que este proceso de cambio fue nuevamente hegemonizado por el centralismo porteño y el olvido de las otras regiones6. Este es el contexto resumido en que la mayoría de los autores invitados al Festival fueron elaborando sus respectivas obras. 6 Remito, para entender esta exclusión, al artículo de Santiago Sylvester, “El país amputado”, “Revista Ñ”, “Clarín”, 2008 (puede consultarse en http://www.bn.gov.ar/media/page/el-pais-amputado.pdf) y también a mi artículo “La poesía de entresiglos (1989-2008)”, ya citado. En las provincias del interior se dio otro tipo de relación generacional. Allí se redescubrieron autores de la estatura de Bustriazo Ortiz o Jorge Leónidas Escudero, y se desarrollaron obras como la de Cristian Aliaga, Graciela Cros, Ariel Williams, Rogelio Ramos Signes, Carlos Schilling, Alejandro Schmidt, Marcelo Leites, Sergio De Matteo y Ricardo Costa, sólo para mencionar un puñado de los muchísimos poetas de las provincias.


III. “Este maldito gozo de cantar” Así se queja Juan Gelman de la tarea no siempre feliz de escribir poesía, en un poema llamado justamente “Oficio”, en el que acuña versos inolvidables como “me duele el aire, sufro el sustantivo / pienso qué bueno andar bajo los árboles / o ser picapedrero o ser gorrión...”. Habría que observar al oficio poético no sólo como queja doliente del poeta, sino como la afirmación gozosa de que la escritura en sí misma requiere de trabajo y un aprendizaje que no es simple ni común. No basta qué decir, también hay que saber cómo. Todos los poetas reunidos en este primer tomo son maestros en su oficio y no cabe duda de que saben cómo se hace un poema. Muchos de ellos, generacionalmente, han pertenecido o simpatizado con una tendencia poética que privilegió y militó el cruce de política y poesía. La literatura argentina desde sus orígenes instaló diversos discursos no literarios dentro de la poesía, y entre ellos no faltó el discurso político. Poesía y política, desde el gaucho “Martín Fierro” en adelante, no es un cruce que resulte extraño en Argentina. Es una mezcla capaz de contener en su seno más que la experiencia gauchesca o la del testimonio

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comprometido, y sin dudas, la que produce un corte profundo al lenguaje poético tradicional, otorgándole el tono y el ritmo propiamente argentino, según la rígida norma porteña de la época. Jorge Ariel Madrazo (1931-2016) comenta en un lúcido artículo que “los escritores argentinos, principiantes o ya formados, que en los ’60 desafiaron al canon dominante, se exaltaban como sus pares de cualquier parte con la carrera al cosmos, la libertad sexual y el Flower Power, las guerras de liberación y la revolución cubana. Subsistían los ecos del poema ‘Aullido’ entonado en 1956 por Allen Ginsberg, cuyo misticismo escatológico convulsionó la década”7. Fue aquel el clima que se vivía y en el que se formaron las escrituras del mismo Madrazo, de José Luis Mangieri, Francisco Madariaga, Rodolfo Alonso y Marcos Silber. José Luis Mangieri (1924-2008) fue periodista, activista político, memoria generacional y editor de La Rosa Blindada,

7 Jorge Ariel Madrazo, “La segunda vanguardia. Los ‘60 en la Argentina: las voces diferentes”, “Revista Mutantia”, Buenos Aires, 2009 (disponible en https://centro-mutantia.blogspot.com/2009/09/la-segunda-vanguardia-los-60-en-la.html).


Ediciones Caldén y de los Libros de Tierra Firme. Recordemos que el grupo editorial La Rosa Blindada estaba formado, entre otros, por Juan Gelman y el cineasta Fernando ‘Pino’ Solanas. Juan Gelman ya había construido una disrupción novedosa en la tendencia del compromiso político al recrear y forzar el lenguaje lírico, incorporando magistralmente tradiciones clásicas y culturales, algunas que estaban en González Tuñón y en Vallejo, pero también trayendo otras constantes de la poesía norteamericana y la lírica tradicional española y latinoamericana. Jorge Boccanera (1952) ha sido un lúcido heredero de esa tensión entre aquel lirismo y el realismo poético. Francisco Madariaga (1927-2000) es un “criollo del universo”, como él mismo diría, quien abreva en sus inicios en un grupo poético surrealista que surge alrededor de la revista literaria “A Partir de Cero” –fundada por Enrique Molina y Aldo Pellegrini– y quien busca “hacer fuego hasta que todo arda” porque es en ese acto del lenguaje en el que no encuentra trampa. Desde el primer poema de su ópera prima “El pequeño patíbulo”, de 1954, muestra una diferencia muy personal: parece hablar desde un cruce entre el paisaje y el lenguaje. Los juncos, los troperos, los yacarés, los caballos,

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los tembladerales crean el paisaje de los esteros, sin que haya descripción mimética, sino llena de impresiones surreales. Como diría Girri, la poesía como una manera de organizar el mundo y no como una representación. Jorge Ariel Madrazo muy joven se dedicó al oficio y a su continuo aprendizaje desde su primer libro en 1966: “Orden del día” que nunca dejó de ser generosamente enseñado y facilitado a las nuevas generaciones. Fue periodista en Caracas, donde estuvo exilado durante la dictadura militar, y al regresar a Buenos Aires colaboró con el diario “La Nación”. Su poesía busca “alguna vivencia personal más o menos azarosa capaz de suscitar la revelación de algo inefable”. Así cuando habla de la visita a los amigos muertos, no deja de hablar de sí mismo: “Se escondía en sus miradas el color de una / verdad. Y había en sus labios / una revelación”. Rodolfo Alonso (1934) fue el más joven de la importante revista de vanguardia “Poesía Buenos Aires”. Su invalorable labor como traductor no está disociada de la de poeta, sino que la enriquece, como sucede con Alberto Girri y muchos otros poetas de su generación. “Tú confirmas la vida con tu voz”, escribió en su primer libro. La poesía de Alonso produce


un efecto de traducción en el que la experiencia y la realidad se vuelven lenguaje. Es el artificio del texto el que desteje y vuelve a tejer una suerte de epifanía, algo que no habíamos leído o vivido hasta que ocurre ahí, en el poema mismo. Por eso puede decir en un poema reciente: “Soy escrito”. Marcos Silber (1934) formó parte del grupo Barrilete y fundó La Sociedad de los Poetas Vivos y las ediciones del Mono Armado. En su poesía hay una perspectiva de minuciosa ternura que recoge las astillas de una memoria en que, sin pretensiones retóricas, sobrevive a la derrota misma de la existencia. Raúl González Tuñón está presente en el clima que respira cada poema. Y el humor con que enfrenta lo trágico… Su obra está sembrada de sustantivos, porque todo es posible de ser sustantivado, así como de un amplio espectro realista para captar lo humano. Manuel Ruano (1943-2017) tuvo una copiosa obra que abarca poesía, ensayo y periodismo cultural, si bien fue más conocido en países como Venezuela y Perú que en la tierra donde nació. Desde muy joven se relacionó con la revista “El Escarabajo de Oro” de Abelardo Castillo, en la que se interesó principalmente, como él mismo afirma, en “el surrealismo,

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la independencia en el arte, la crítica estética y social, y sobre todo la filosofía”. Su obra poética contiene el lirismo barroco latinoamericano con imágenes de gran poder evocador “ante un universo en el que lo profano se sacraliza y lo pequeño se agiganta ante la música del verso que reproduce –de algún modo– la armonía pitagórica de las esferas”, como ha dicho Enrique Ernesto Pagani. IV. “Escribir es divino y corregir es humano” 20

Otro aporte importante, como ya dije, fue la irrupción de una gran cantidad de poetas mujeres con un imaginario propio y una voz que no sólo es personal, sino que comparte ideales y milita por su género. La poesía de Diana Bellessi (1946) se ha vuelto imprescindible en la literatura argentina. No se puede discutir su nombre ni su lugar entre las grandes voces de la actualidad. Sin duda su palabra “vive / y sueña en la delicadeza de lo real”… sin que desaparezcan de lo real lo que lo subleva y lo hace más y más humano: “esa magia / del engranaje simple y certero que nadie / puede explicar pero todo el mundo entiende”. Mirar y cantar abren un diálogo


de descubrimientos que hacen de su escritura todo un ejercicio de encantamiento e intelecto. Otros aportes de la mujer a la poesía contemporánea son las obras de Paulina Vinderman (1944), Kato Molinari (1948) y Mercedes Roffé (1954). Paulina Vinderman con su inicial “Los espejos y los puentes” de 1978 inicia una trayectoria extensa y rica, en la que la labor de traductora está íntimamente entrelazada a su escritura, la que busca la precisión lírica, de tono reflexivo. “La poesía siempre tendrá ojos de perro perdido, / siempre dará luz a lo imposible”. Kato Molinari hace parte de los exponentes del “interior”; nació en la ciudad de Alta Gracia, Córdoba. Elabora una obra luminosa, irónica y ácida, con una propuesta que quiere ser imparcial sobre las miserias y debilidades humanas. En su poesía conviven el aforismo y el epigrama, en los que los sentimientos inquietan e interrogan sobre su verdad. Mercedes Roffé, por su parte, se radicó de joven en Nueva York y de alguna manera esa distancia resultó propicia para su trabajo sobre el lenguaje y las formas líricas. Su obra pone en crisis costumbres y certidumbres. Simbolismo intimista, lenguaje trabajado por lo literario y experimentación formal caracterizan su voz.

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También del “interior”, como Madariaga o Molinari, es Leopoldo ‘Teuco’ Castilla (1947). A pesar del exilio que sufrió durante la dictadura, su voz conserva la tonada particular de su Salta natal. Su obra se ha distinguido por la tendencia lírica, algo barroca, y a veces especulativa con que abarca la naturaleza y la cultura. La lectura de Teuco respira misticismo y nomadismo de viajero insaciable. Los casos de Daniel Samoilovich (1949), Esteban Moore (1952), Jorge Boccanera (1952), Héctor Freire (1953) y Daniel Chirom (1955-2008) me permiten hacer un corte en el recorrido por el mapa de los invitados. La obra de esta generación de poetas pertenece a una nueva concepción, no sólo de la relación difícil entre literatura y realidad, sino del tratamiento del lenguaje y el concepto de poema. Si bien en cada uno hay significativas diferencias, todos los poetas anteriormente mencionados tienen en común una vivencia del lenguaje que marca un profundo cambio con los anteriores. Las grandes líneas poéticas trazadas durante el período de la posdictadura venían asomando desde décadas pasadas, pero como una “poética del desencanto”, que en los años 80 comienza a consolidarse por su “lenguaje conjetural”8, anti


idealista o, simplemente, por una voluntad de novedad formal y realismo inmanente. Samoilovich no sólo es escritor y ensayista, sino además editor, periodista y traductor. A partir de 1986 fue el director de “Diario de Poesía”, hasta el 2011, año en que dejó de editarse. Con gran curiosidad por la naturaleza y las rarezas, casi un coleccionista irreverente, su escritura se caracteriza por un fino sentido del humor, bajo el que alumbra una mirada que acecha en lo natural y lo histórico. Resulta así una lengua que rehúye del lirismo y del espesor de lo tradicional. Hay en toda su obra siempre una postura casi moral contra el patetismo y el prestigio literario. Distinto es el caso de Jorge Boccanera, quien en 1973 fundó el grupo literario El Ladrillo, en el que hace del coloquialismo de los años 60 una de sus banderas estéticas y rescata el concepto de oficio poético que veíamos en Gelman. Su voz suena a rioplatense, pero también vibra con el son profundo de América.

8 Gruss, Aulicino, Boido y otros, “Lugar común”, selección y prólogo de Santiago Kovadloff, Bs. As., El Escarabajo de Oro, 1981.

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Así de notable es nuestra variedad de tonos y matices del coloquialismo porteño, que la poesía de Moore se apropia de otro tipo de lengua cotidiana que le sirve de molde a sus traducciones de Charles Bukowski, Raymond Carver, Lawrence Ferlinghetti, Allen Ginsberg, Gregory Corso, Gary Snyder, Bill Berkson, Anne Waldman, Andrei Codrescu y Seamus Heaney, entre otros. Su poesía todavía responde a viejas tensiones enraizadas en el antilirismo norteamericano, al estilo de la Beat Generation. Conjuga la ironía con el patetismo en la búsqueda imposible de la transparencia poética. Un caso especial es el de Héctor Freire, quien ha elaborado una obra reflexiva y lúcida en la línea de la “poesía de pensamiento”. “Escribir es divino y corregir es humano” dice contradiciendo la cita de Stephen King y pone de relieve una particularidad que alienta el quehacer poético: la corrección como infinita tarea que incluye, sin duda, una lectura profunda de la pintura, el cine, la filosofía, la literatura y el mundo. No hay una escritura que no sea infinita e imposible, por eso se trata de traducir a palabras e imágenes la emergencia de lo extraño en la mirada. Construye así una poética de lo inacabado. “Antes de la palabra está el énfasis y / después de


la palabra el vacío: / no hay escritura sin mentira: / escribo yo y ya no soy yo”. Seguramente Daniel Chirom coincidiría con Freire en esa idea de arte inacabado e infinito en el que la lectura tanto como “el saber mirar” llegan a ser un método sistemático. Por eso en su monólogo dramático “Miguel Ángel esculpe el David” compara su arte al de una obra por consumarse: “Al igual que yo / sientes el campo de batalla como el lugar / donde se consumará tu obra”. Chirom fue el editor de la revista de poesía “El Jabalí” y del programa del mismo nombre que se emitió durante varios años por Radio Nacional y en el que su generosa gestión cultural aún hoy es cariñosamente recordada. Su mirada ejerce un estado de permanente asombro que construye una sensibilidad en la que es posible reconocer datos de su biografía sin dejar de ser una autoficción lírica. Nunca descree del valor consagratorio de la palabra en el sentido propio de la tradición judía. Como dice Luis Alberto Vittor, es innegable el ascendiente de Raúl Gustavo Aguirre, “pero su música es propia”.

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V. La poesía es una lejanía que nos une

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La tarea del poema conduce muy lentamente –toda una vida– a una relación particular con las cosas, un modo de tratarlas y, sobre todo, de sentirlas y pensarlas: “Esa inteligencia ardiente” que “puede tomar y consumir una zona de la realidad e iluminarla”, decía Juan L. Ortiz. Nunca hubiera sido posible ese mundo sin el texto. El poema devuelve una experiencia de la que sabíamos poco, o, mejor aún, es la experiencia misma en perpetua aproximación. En este libro, por eso, no hay textos, hay vidas. Eso es una obra. Los poetas argentinos invitados hace tiempo a la distante Bogotá, para leer sus poemas, están unidos con todos los otros poetas latinoamericanos, no sólo por haber compartido el espacio del Festival Internacional de Poesía, sino por “este maldito gozo de cantar”. El recital es un ahí y ahora en que el creador tiende a ponerse a un costado de su palabra y siente la lejanía que el tiempo y las fronteras alimentan. La poesía –se quiera o no– adquiere un compromiso de conciencia con un modo de belleza y de verdad; asume una conducta ante los hechos y las palabras.


Por eso “el poema –cito a otro poeta argentino– es, además de un objeto, una experiencia moral”. Sobrevive a las diversas y adversas épocas de la humanidad; su sola manifestación crea una tensión ética que incomoda o, al menos, desacomoda. No hay lugar para la indiferencia o el cinismo. Y tal vez el rincón al que se desplaza bajo la sombra del mercado editorial, ese grado de invisibilidad al que lo destierran los dispositivos de la industria y de la crítica literaria, no sean sino una de las características que debe a esa conciencia. El poema habla el idioma de los sobrevivientes, el idioma de quienes aún poseen lo que han perdido.

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JOSÉ LUIS MANGIERI (1924-2008)

Yo no vivo en Dinamarca Algo podrido recorre el país que no es Dinamarca ni yo soy Hamlet. Los mayores no aguantan la verdad por ejemplo la de un tiro en la nuca o la de cadáveres trinchados en antiguos camiones frigoríficos no hay imaginario no hay erotismo que veinte años no es nada pero los jóvenes de veinte años justamente tienen una piraña en cada ojo –para verte mejor– o en cada oreja –para oírte mejor–

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yo no soy Hamlet pero ellos tampoco Caperucita Roja tengan cuidado maduros distraídos esos niños están al acecho.

a Lea, por su vocación de vida

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Hoy me llamó un compañero del alma desde muy lejos me alegré pensé que me iba a decir que estaba muy bien o que se estaba muriendo o que iba a preguntar por mí pero me pidió que le enviara unos libros –simplemente–.

Hoy visité a una amiga entrañable y pensé que iba a hablar desde muy cerca de que estaba muy bien


o que se estaba muriendo o que iba a preguntar por mí pero no hablamos de la literatura, de su poesía de nada ahora sé que pedir un libro o hablar de intrascendencias es hablar de la muerte o de mí o de ellos.

A Marcelo Gelman, Alcira Fidalgo y Pablo Schmuckler, desaparecidos, porque también son mis hijos Para Martín y Andrea

A la ciudad le arrancaron los ojos y los bienamados agitan por los bares sus cucharitas de aire.

Nadie nos conoce a nadie conocemos

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Fugitivos muertos que caminan por México nos piden yerba La Hoja o estampitas de Ceferino Namuncurá. Los que vagan por España fallecidos que se pudren como las princesas rusas en el París del 20

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¿Pero y los que no están no están? ¿Los desaparecidos desaparecidos? ¿Los muertos dendeveras? ¿Los que no piden discos de Gardel porque los bichos les comieron la música ni sufren en dólares porque no sufren más? Temo por ellos algo más pulguiento que la muerte más pior que los estrujamientos de los huesos más griposo que desguazarse en los zanjones o en las aguas puercas del Río de la Plata algo más feo puede pasarles todavía olvido desgraciado


Las rosas se asoman insistentes en el aire azul. ¿Nos están permitidas sin traicionar la memoria? El recuerdo es tan poca cosa para tanto pasado, para tanta vida sobre el abismo. ¿Es este otro vino, otro el amor? ¿O todo es un río solitario que deja a algunos en la orilla crucificados en la injusticia de la muerte temprana?

Sobre las rosas soldados de hielo desaparecen llevados por el río y nosotros olfateamos la vida como animales desbarrancados pero vivos. Aullamos los nombres de la batalla pero la guerra ha terminado. Las antiguas banderas flamean en la tormenta de nuestro corazón. Descansen en paz los compañeros bajo una tierra sembrada de sal sobre la cual comenzamos a pelear contra el olvido.

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La soledad (fragmento) ii

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Somos cuatro, sentados bebiendo fraternalmente. Pero lo siento se irán dentro de poco dejándome terminar solo mi cerveza. Luego, mañana, dentro de mucho tiempo se acordarán de mí al encontrar en sus carteras algún viejo poema junto a tarjetas de visita y direcciones inútiles.


FRANCISCO MADARIAGA (1927-2000)

Criollo del universo El blanco océano gira en mi corazón mientras canta el otro océano de plata amarilla, que se desprende de las aguas del sol. Ya es muy tarde para ser sólo de una provincia, y muy temprano para pertenecer, todo, al planeta venidero y sangrante resplandor. Oh, acude a mí, a mi jerarquía de peón del planeta, gaucho con trenzas de sangre, mi padre, y ensíllame el mejor caballo ruano del universo: para atravesar el agua de oro de la muerte, y escucharme,

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todo, siempre en ti. El blanco océano solloza por la inmortalidad.

El verdadero país

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¿Es otra la alegría? Por las veredas ardientes de pronto me estremezco de mi armonía en este instante. ¿Qué atentado lúgubre arroja el equilibrio de su claro destino? ¿Qué mecánica de orden inclemente y perfecto sonido, qué irrupción metálica de golpe nos devuelve a la sombra de las canallas herencias del sol negro? Tiembla el asilo de la vida. Virtuoso bebedor del agua del diamante, tiéndete a bramar contra el enorme globo rojo de la idea. Ese tambor de sangre es tu país.


Tembladerales de oro In memoriam Alfredo MartĂ­nez Howard

El dolor ha abierto sus puertas al agua de oro del oro que arde contra el oro el oro de los ocultos tembladerales que largan el aire de oro hacia los rojos destinos pulmonares con el acuerdo de los fantasmas de oro coronados por los juncos de oro bebiendo los caballos de oro los troperos de oro envueltos en los ponchos de oro –a veces negro a veces colorado celeste verde– y el caballero que repasa las lagunas de los oros naturalmente populares el que se embarca en las balsas de oro con todos los excesos de pasajeros de oro que manejan los caballos de

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oro con los rebenques de oro bebiendo en la limetilla de oro del barro de oro de los sueños de los frescos del oro entre la majestad de las palmeras de oro y de los ajusticiados y degollados en las isletas de oro bajo de yacarés de oro del oro del Amor. 38

Los poetas oficiales ¿Amoldáis vuestra esfera a lo más íntimo del porvenir? Perros enanos entecos, tenéis a vuestro servicio los escribientes nacionales, pajarracos de la patria. Canasteros de los frutos del odio, no estoy arrepentido de tener a mi servicio las joyas y los frutos del deseo.


Principitos destronados de toda sangre de descomposición en la naturaleza. Eugenios, Equis, Clauditos, perritos de ceniza.

Arte poética No podríamos sostenernos con esta piel y este polvo gemebundo, guitarrera de grandes desgracias. Solo no hay trampa para la orden de hacer fuego hasta que todo arda. Los puentes están artillados y solo los cruzan caballeros blancos vestidos con el aire de un muerto que posee la victoria final. Totalmente entorpecidos por la belleza de su sangre.

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La negra de dios 1

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Roja como una tormenta de la muerte, sangra y es belleza de la contrabelleza, el calor del viento desordenado de los cabellos de la nada, el color de la arena que entra y sale por la puerta abierta de la infinitud. La infinitud, que es el palmeral transparente de todos los sueños, de sus sueños, en especial contacto sexual con el cielo y el infierno. 2 Las puertas se abren para que entre el mar de la locura, que destrona a las flores del cielo y el infierno de sus ojos, en el trono del último sol. Y yo, pobre diablo, con mi escudo de contradinero, respirando en los jardines de la nada: ¿la nada de algún dios?


JORGE ARIEL MADRAZO (1931-2018) ¿Es una nada que simula un todo? ¿el sólido vacío en que algo nace? vuela tu mano, sangra, reza, yace: alma prensil con que escribís tu todo mejor dicho: te escribe –mano a codo– la palabra-poema, donde pace tu buey tan ojos que el dolor enlace, que lo lleve a otro mundo, donde el modo de ser vos mismo es, sin más, ser nadie y allí al fin te disuelvas, luz y estrella amando el raro amor que otorgó vida

a tu otro-yo: tu muerte renacida. Jamás la muerte resultó tan bella. Vivo estarás, mientras tu muerte irradie.

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Cómo Havelock Ellis conoció el amor Al gran sexólogo que, según propia confesión, sólo aprendió a amar en su alta edad.

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Sólo un niño de Surrey, acunado en el oscuro pánico de la reina Victoria, robando huracanes en la proa del velero “Empress”. Ese era el Havelock de celestes lagunas, es decir: ojos, iguanas, que alumbraban sus bífidas lenguas, sus ominosas poluciones nocturnas, tan nocturnas como el sol del puerto delirado por el velero de su padre y por raros fantasmas sudamericanos. Pero cuando Havelock adolesció y se adultó sin jamás jamás adulterar la lluvia de sus ojos, danzó platónicos amoríos llamados agnes olive may


Mirábanse bellos y desnudos, como aves incapaces de volar. Y así Havelock se casó sin casi saber del sexo más que el niñito del velero “Empress” y conoció a Hilda Doolittle quien era un gran pájaro blanco al borde de un acantilado. Y cuando Havelock fue ya un viejo y lo amaban todas las mujeres del mundo Françoise Delisle le reveló un mundo jadeante entre sus piernas. Y Havelock Ellis escribió los más bellos tratados sobre el amor con el estremecido júbilo sombrío del hombre que en la noche, a punto de morir, desde su ventana descubre, llorando, la última estrella del universo.

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Larvas

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Edifican la casa las larvas del olvido patios laberintos edifican donde hombres a caballo quítanse el sombrero sentados en torno del asado mi mujer ofrenda sus pupilas el vino ofrenda de la serenidad por lo cual la casa alumbran las larvas de la bruma hiende ya las nubes su viga maestra garras colmillos edifican edifican las larvas de la lentitud la cama edifican donde ella ya no está no podrán las larvas con ella edifican un mundo alrededor un vacío donde mundo había edifican edifican las larvas de la náusea


ah larvas constructoras del yacimiento del estaño de la irrealidad edifican edifican el alma el residuo claman a coro las larvas del olvido: “somos los cantos que debiste haber cantado permanecemos sin pausa te aguardamos te aguardamos en el fondo de tu corazón”.

La basura del yo flota en lago de cera

corrompen a aquel hombre sus fúnebres vapores

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Mientras él interroga a un terco fantasmita con cabeza de oráculo y destino de larva la basura del yo le asfixia boca y alma

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alimañas, rincones de víscera llagada repitiendo los síntomas de aquel yoíto enfermo que siempre dice “yo” sin sospechar su índole un tigre lo devora hasta que al fin comprende: su no-yo lo convoca al reino de la pluralidad


RODOLFO ALONSO (1934)

El fondo de la noche Un ebrio suena agudo en lo alto de la noche con la conciencia en duelo. No es un solo ebrio, es todo el alcohol del mundo que estĂĄ cantando en coro por el sueĂąo perdido. No es el pasajero de siempre ni la circunstancia conocida. Es el percance de vivir, la rabia de estar hecho, la sed de perdurar. A la orilla del ebrio de la noche giran frĂ­as nostalgias, discursos, acres negociaciones. Y no hay nada de amor en todo eso.

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Debla En la gloria de una mañana he VISTO

Olor a lluvia 48

El aire trae de pronto recuerdos del olvido con sabor a horizonte, hierba húmeda y ausencia. Color difuso y neto, casi como sin dueño, máscara o habitante, límpidamente orgánico, cargadamente etéreo. Espíritus, espíritu; huellas de una memoria que gira en su vacío repleto: fuegos, cuerpos, dioses, rastros, palabras.


Hombre caminando Un hombre camina remontando el verano A la orilla del mar a la orilla del tiempo Camina y ve a los otros la belleza la muerte Camina y oye el viento el sueĂąo la memoria Camina hasta caer o perderse a lo lejos

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El joven fresno dice Yo no acumulo yo prosigo Yo no seduzco yo me doy Yo no me exhibo crezco 50

No tomo forma soy mi forma Yo no persigo no promuevo Yo soy y voy a ser


Muertos del Siglo XX Sembrados sobre el rostro impasible del planeta Devueltos a su seno sagrado al barro fundador al polvo cรณsmico Acaso sรณlo en nuestra memoria siguen vivos con su mueca de gozo o de terror de indiferencia o asco Esa segunda muerte les llevamos Entonces ya no serรกn fantasmas para nadie

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El cielo incontenible Eso que ves te mira y se mira en tus ojos Que ven pero no ven 52

lo que ese cielo mira

Vallejo, César Nadie estuvo más hondo ni más cerca. Nadie llegó tan lejos más temprano. Nadie fue más ninguno y menos Nadie.


Dylan Tu voz, ebria, era sin embargo una luz en el camino de nosotros, los jĂłvenes. Y ahora, todavĂ­a se alza como una prueba demente de la resistencia feroz de la belleza y de la gracia, prueba del desmedido amor humano, misteriosamente capaz de sobrevivir a tanto naufragio.

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Como Rimbaud en Harrar ¿Sin que la poesía me abandone también yo he frecuentado reyezuelos en ácidas comunas suburbanas por óbolos pequeños, subsistencias, en los alrededores del poder?

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¿Salvando las distancias, lenguaraz de caciques menores, jefes siervos, sustentando retoños vigorosos con migajas de estruendo, alegorías, para que la poesía me abandone?


Tordo en su día Esta mañana he visto a un tordo nada mejor podía ocurrirme para que un día sea una viva naranja sobre el mundo radiante Esta mañana he visto a un tordo negro de azul y a ras de tierra me dio la espalda indiferente pero pió al volar Esta mañana he visto a un tordo inesperado y trascendente mágicamente él para agregar su brillo al esplendor de aquella hora que ya no fue fugaz

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No hay día de la muerte A la memoria de José Augusto Seabra

Inmóvil, incesante, la muerte, árida, impura. Infiel, infame, injusta, la dura muerte dura. 56

Impaciente, infecunda, la inútil muerte, muda. Indudable, no duda la muerte ávida y pura.


MARCOS SILBER (1934)

Tres La pelirroja se para en medio de la pista como en el trono del centro del mundo. Los hombres susurran y ella lo sabe, por eso avanza las tetas, el mascarón de su proa. La rubia de pelito corto sonríe, los hombres susurran y ella lo sabe, por eso todo el tiempo sonríe con dibujo de tonta felicidad. La morena planta en la escena su cabeza de mar nocturno que perturba, y ella lo sabe. Los hombres apuntan al camino de seda negro de su pelo después que pone el cielo en el grito: “el que no se desnuda bajo la lluvia

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no juega; el que no trepa hasta la cocina de la pasión no juega. Vamos muchachos, vamos, hasta la victoria siempre”!...

El poeta Gonzalo Rojas partió para los infiernos 58

“donde quiero transitar la prórroga”, según deseo y mandato que dejó. Allí, en la taberna elegida –sin culpa– continuarse, travieso, salto mortal incluido, escondidas, desafíos, asombros, hechizos y alborotos, más que nada alborotos sobre lo visto aquí y el allí soñado. El inquietador viajó hacia los infiernos al encuentro de los tantos otros de él. (Enumerados por orden de aparición): paganos, insurrectos, pendencieros, descarrilados, perdedores, apasionados, delirantes, aventureros,


solitarios, sacrílegos, desvelados y el pariente (ahora me va a oír) que en esa noche enferma no me asistió. El palabrero se fue para los infiernos donde lo esperan las cotorras vecinas, la cantante verduga de la siesta, las modistas de las novias abandonadas, y, abierta, florida, esa, la de la carne del sueño que no se dejó desnudar. El alumbrador del bosque viajó para los infiernos a la cita con el verbo que nunca supo en que copa se ahogó. El incurable se marchó para los infiernos al rescate del tamborcito que el tío cabrón revoleó por los aires. Se adelanta la noche o es la luz del mundo que se guarda? Lo vamos a extrañar.

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Nova Troya

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Es un caballo. Eso es un caballo. Eso que cubre el cielo es un caballo. Que desciende al aquí. Que se adelantó en la ilusión de todos porque no cabía en la de sólo uno. Se lo ve grande caballo se lo huele. Llena el aire el sudor de su bruta carne. Sí Es un caballo. Que viene todo ocupado con humillados y mordidos. Baja, regresa a la historia que lo devoró y apresado acabó entre las páginas 71 y 74 de la leyenda. Salvaje alegría lo espera. Al grande caballo que aparece y es toda la escena de uno a otro lado del paisaje del día. Y canta. Himnos de gloria canta gran caballo que llega cantando. Y abre sus patas la bestia para que una dos cien meadas de fuego le aneguen la boca


al cada color de la miseria; y abre las patas la bestia para que una dos cien meadas de fuego le azoten los ojos al abandono; abre las patas para que una dos cien meadas de fuego le arranquen la lengua al desamor. Y canta. Himnos de gloria canta gran caballo que llega cantando. Es un caballo. Eso es un caballo grande como el sueĂąo de Dios cuando era niĂąo.

Lluvia La lluvia es Dios. Con mano una de piedad y de furia la otra. Si la lluvia se retira la tierra abandona la tierra el mar cierra la boca

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y toda la palidez se cita para caerle a la soñadora del ventanal. La lluvia es Dios. Si se niega la lluvia encallan los barquitos de papel, ningún corazón se dibuja en los cristales y se queda sin bendición el pelo de las mujeres de la casa. Si se retira la lluvia cómo se lava el demasiado dolor del mundo y a la carne de la tontita echada sobre las lozas del patio quién la lava? Si se queda la lluvia, si no sale, se miran perdidos los amantes debajo del cinc difunto. Dios es la lluvia. Si la lluvia se retira qué será de la sin rostro que viene cada vez que agua y no sabe que canta para mí.


MANUEL RUANO (1943-2017)

Armonística Cuando me hablan de la nueva poesía: me voy enseguida al siglo trece con los Hermanos del Espíritu Libre. Cuando me hablan de la vieja poesía: me voy al siglo treinta y cinco y revivo la paradoja, de la que seguirá empedrada la Casa del hombre, con sus grandes paredes del absurdo, con sus brillantes cristalerías del absurdo.

Jorobado de París Los siglos te dan la razón cuando te encaramas sobre la piedra a mirar el mundo. Y tu fealdad no es triste.

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Mercaderes y feriantes, entre tasajos y morcillas de cerdo, van dando voces. La joroba es el espinazo de la historia sobre la Catedral de Cristo, Nuestro Señor. Tu rostro deforme es como vino grato al paladar que acompaña siempre el caldo grasiento del porvenir. Sin embargo, ahora estás perdido, jamás alcanzarás en esa altura del campanario a esa bella mujer que turba tus pensamientos. Así te aferres a esa soga. Y entre dos velas, Hugo brinde por ti. Los siglos te dan la razón: la dimensión espiritual está torcida. Así te crucifiquen en la basura, entre salmos y aleluyas y aleluyas...

Mirada de Brueghel A esta época le salen plumas, no sueños. Cacarea el huevo, no la gallina. De la boca de un descomunal pez podrido


aparece un filólogo, un sacamuelas, un loco, un cazador de bestiarios, y una interminable caravana de esqueletos. A esta época se la ve pedalear con la lengua afuera, no sentir. Se va apolillando el crepúsculo, nunca la bufanda. A todo esto: un camarógrafo de cine mudo filma toda la pesadilla, y el poeta invernando, arropado entre viejas plumas y sueños, hasta el borde de la nariz, no las orejas. A esta condenada época que ríe como una anciana ya sin dientes.

El barco de los locos Cada vez que la razón se hunde en la Historia provocando el naufragio del siglo, los locos asoman la cabeza desde la borda de un barco antiguo,

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para ver si la lógica todavía hace agua. Es el momento de plenamar, cuando el barco hincha sus velas rumbo a la muerte a pesar de la niebla medieval y sus visiones. Cuando vienen las grandes guerras, las plagas, los sepulcros colectivos, y alguien dice que los hombres han enloquecido, los locos asoman la cabeza desde la borda, con sus piojos, sus orines, sus gusanos. Es el momento de entrar en razones, de obrar con sentido común en el reino del Buen Dios. Cuando se habla de nueva medicina y de sus opas de laboratorio, ya es un mal síntoma de época... Porque ya los locos no asomarán jamás su cabeza, ni fornicarán a la luz de la luna en altamar. Y la inocencia morderá su polvo radioactivo. Es el momento de una pequeña crisis de conciencia. Y así las cosas: cuando la propaganda del sistema habla de los sueños como de un castigo, los locos son el juguete del Poder.


Salmo del rey de la lluvia “Noviembre sepulta el paisaje. Y mi vida.” Lubicz Milosz

La más perversa desnudez es la más bella. A la hora en que esos ángeles dormitados, criaturas tiernas son de la concupiscencia. Aquí hay que ganarse la virtud o la impostura, recogiendo el servicio hospitalario de lesa humanidad, arrojando entre algodones el bofe cotidiano, implorando en la Casa de las Alucinaciones como en el altar de un dios despiadado, que reclama para sí el reino de las tinieblas, enfundado en la celebración de un vino amargo. Así el ofidio muerde para el ensueño o la locura. Y yo viajo desde hace tiempo en un tren anónimo que va sumergido en el miedo y la desolación, para poder verte algún día como un espejismo en la bruma. Mis recuerdos van cargados de ayer. Y me pregunto qué fundidor de metales trabajará mi canto. Yo no sé de la memoria de la piel,

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de hoteles baratos que dejaron sin aliento nuestro amor en medio del paraíso perdido. Yo no sé si hay amor en la impostura. Sólo sé que la más perversa desnudez es la más bella.

Con el cantar del gallo 68

Yo sólo escucho a los suicidas. Ellos miran a través del insomnio sin importarles nada. Tal parece que por ahí se asoma la realidad, como si fuera una ventana siniestra. Alejandra jugaba en el jardín con sus princesas; Julio se entendía con sus increíbles como si fuera un viudo inconsolable... Y alguien se extraviaba siempre en el miedo a las escaleras. Yo sólo escucho a los suicidas. Antes escuchaba también a los locos (esos encantados) pero los suicidas cuando cantan se visten con la verdad.


PAULINA VINDERMAN (1944)

Black Mask En la novela negra ella no se enamoraría del asesino, sería la torva ingenua bailarina de cabaret o la dulce –nada ingenua– muñeca con ojos como ciervos, pelo para agitar en el viento entre las acacias. En la novela negra no podría jamás cruzar la línea, bajo su respiración estarían los muros amarillos, la seducción de un héroe al que abrazar. Y ya no importaría la tensión del poema o de su espalda soportando el mundo. En la novela negra ella no tendría esta asfixia, este estribillo que envejece

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a medida que come de su pan y abre los brazos en la oscuridad en un escándalo incumplido. Si algo la habita es la memoria de un puerto insignificante y caluroso donde la muerte no es un estallido sino una conversación, una clara evidencia.

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Y si hubiera nacido hombre Y si hubiera nacido hombre habría sido marinero con una azul mortaja como lecho. Madre, no me dijiste nunca que había que pagar un precio para hablar con las flores. Detrás de tantas ventanas las mujeres se peinan para recibirlos.


No me enseñaste nunca que había que pagar un precio por haber nacido mujer y marinera. Mi amor a punto de morir no sabe que amo únicamente ahora que no hay vientre ni ola ni deseo. Mi amor a punto de morir no sabe que únicamente lo amo porque muere y quedo libre de todo excepto de escribirlo eligiendo los momentos del goce como un conquistador antes del oro. Mi amor no sabe que el único al que amé fue aquel marino de la fotografía que jamás conocí.

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Porque me enamoraba únicamente de los derrotados. Porque habrá naufragado con una azul mortaja como lecho. Porque sus ojos eran huérfanos como los míos, sucios de tormentas y remedios solitarios contra el amor, la blandura, la nostalgia de tierra. 72

Madre, no me enseñaste nunca a ordenar mis pedazos Me dejaste cortarme, cortarme, con cuchillos de mar y de ventanas. “Las mujeres se peinan, decías, para recibirlos”.


Isla Tortuga Me despierto feroz esta mañana, con ganas de amor y desayuno de campo. Me apodero de la ciudad abandonada a los pájaros como un pueblo costero después de una tormenta, y pienso en lo que queda: un promontorio, un refugio áspero al que visita un cartero con la bolsa vacía y juega a los dados en la penumbra de la No espero nada del verano. No espero nada del poema. Hay que pintar esa puerta herrumbrada y contarme algún cuento de cuando los piratas eran serios, señores de palabra y corazón ablandado como una ciruela dentro del jarro de ron.

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cocina.

seca


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Puedo oír los perros a la distancia, antes de dormir. Y ellos me consuelan, consuelan a mi corazón cojo y me hablan de lo único que tiene valor. Testimonios austeros de la vida, un sacudir de ramas en los días obedientes. Como el sonido de una flauta en la noche débil, como un humo herido por la ausencia de luz. Viajaré por la página de la noche sin mentir, viajaré otra vez por mi río barroso que se cree mar. Y mañana, en mi taza de niebla en la cocina, como todos los días oscurecidos por la lentitud, veré la simetría.


DIANA BELLESSI (1946)

El misterio es cerca Dicen que debo dejar de nombrarte, bambĂş, hierbecita o cualquier otra cosa que nimia en mis ojos se habla Dicen que vuelva a lo humano y recobre la furia, como si hubiera acaso dejado de ver, justo e injusto. En lo dulce brillan Que deje el retablo

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encantado. Soy vaca y cordero, la madre y los magos. El padre tambiĂŠn. Bajo la luz

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de antes ya nada reclamo, ya casi, o ya todo: pertenencia reclamo Quiero ser partecita como la hierba mĂ­nima Dicen que abierta a la sed de hermandad inconclusa pastorcita me hago Doy fe. Nada no tengo de grande, ni vergĂźenza dicen que se pierda acaso y me importe, salvo


estos versos que llegan solitos, de tan lejos porque el misterio es cerca

Día del perdón De todas las cosas que me han pasado en esta vida son las inocentes las que recuerdo con hondura y más mientras los años a disparada como potros en una estela de polvo también pasan y pasan, pero el vicio nunca acaba de andar así ensuciando esa claridad solita que viene por encanto y por gualicho bruto se va de andar pensando fiero. o pensando mal de esto o de aquello y sobre todo de la siempre linda inocencia franca para darle a los demás y más aún de la que tienen los otros o ganas de tenerlas de seguro como yo, dar y recibir así de ida y vuelta y natural si miramos bien las cosas qué fácil es perderse en belleza inocente que no calcula porque ve

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solamente hondura o ese espesor de la vida único al hacer las cuentas donde es llamado el instante que no nos dio cosa ninguna más que el alma entera y sabionda de saber nada se lleva y sólo fue ganar fue seguir en la montura sutil del viento

Pétalos del durazno y del ciruelo 78

Al aro rosado del durazno el primer colibrí atraviesa ¿Recuerdas?, ¿la mágica marea que pulsaba en tu cuerpo, llevándote? También te lleva ahora, mas 0tros son los ríos. Como entonces tiemblas, con la dicha de los cuerpos o el secreto fluir de la conciencia ¿Cuál es el enigma que los días rozan?, ¿la vida, misma? La brisa del norte deshoja, no las hojas, los pétalos del durazno y del


ciruelo, flotar en su llovizna es de pronto mi único anhelo dejar de ser siendo esta belleza tan frágil como el humo. Marea de los pájaros que ocultos, silban gregorianos o en solo rasgando la piel del mundo en la tarde, esa manera delicada de cruzar el aro rosado del durazno. 79

Sin alcanzarle el sentido Hoy es nueve de julio y en mi país le dicen día de la independencia como si hubiera sido así y aún no anduviéramos independizándonos siempre y sin lograrlo de la maldita hambruna que nos encadena a estos de aquí y a los de afuera mientras ellos festejan con cinta celeste y blanca


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es la pena más negra la de la panza vacía, negros los dientes cariados, la bronca negra y negro el aliento del que no tiene trabajo, señores tan trajeados pidiendo palo al grito de saquen ya estos negros y se mueran solitos donde nadie los ve, ¿qué me querés?, que nomás ha sucedido sin alcanzarle el sentido a la dicha independencia de mi país, blanco y celeste sobre el lomo de la historia que se vuelve roja aunque les pese cortando puentes y no la muerte a escondidas donde el nueve se acomoda en su mentira noventa veces nueve y se festeje, algo sobre la tierra


LEOPOLDO ‘TEUCO’ CASTILLA (1947)

Sudeste (fragmento) x

No está ahí ese hombre solo en cuclillas bajo la tormenta mirando el débil campo de arroz cómo el agua destruye al agua y a su arrozal del que sólo le queda el escalofrío. No hay hospedaje en él para que vuelva el hombre que fue y el hombre que no ha sido

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(de desolación a luz sólo es posible la simetría del desequilibrio.) Este día lleno de nunca. En algún sitio flota inválido el sol y el grito de un pájaro ha raído el atardecer. Nada se conmueve y sin embargo hay un viento enorme que no se ha ido. 82

Un extremo del horizonte se alza y se derrumba hacia el pavor por un plano inclinado.


India (fragmentos) v

A José María Parreño

Desimantándose: La anciana dormida bajo dos paraguas como en el oído de la muerte; la vaca transparente que se va, celestial, a su niñez antigua; el peluquero cuyas manos trinan; la única víscera que cuelga de la carnicería su reloj de sangre; los ciclistas que huyen de sí mismos como un número perseguido por sus ceros y las ventanas donde se hunden, veladas, las mujeres, las de órbitas desnudas hasta la luna, desimantándose.

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A mitad del aire:

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El santón que no sabe dónde ir a nacer; la comida que sobrevuela la ciudad de cuervo en cuervo, igual que la arquitectura de mono en mono se desarticula y se dispara y el elefante, sí, el elefante en el aire de tanto que no ha muerto y el sándalo, ese perfume descalzo y el tambor de flores hilvanando mujeres, pétalos, camiones, dioses y caballos y en el aire también la tormenta que hipnotiza los cabellos del anciano toda la ciudad colgando de las cometas y del alarido del muecín, náufrago en el viento. Abajo, al fondo:


Sólo el mendigo su número quebrado y el ojo del cocodrilo que mira cómo se ha volado todo y no queda nadie sobre la línea de flotación. xiii

Este hombre que duerme desnudo en el asfalto no puede aparecer. Una larguísima soledad se extiende de esa carne como un párpado caído en plena calle. De pronto, al verlo, los que íbamos comenzamos a manar nuestro invisible: nos abandonan lunas, adormilados animales, espejos narcóticos, entumecidas memorias, alguien que nunca había nacido,

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y se hunden en el medanal de su cuerpo y cruzan con él hasta la planicie donde a la eternidad la alarga una estéril naturaleza. Ahora los que van por la ciudad temen por ellos, por sus deformidades, 86

el hombre por el horno de su cremación –su casa– donde multiplica por un pozo los caminos y teme el pájaro que creía que el espacio era su cerebro y las bestias al saber que nunca habían sostenido la tierra.


KATO MOLINARI (1948)

¿Jalea o mermelada? ¿Jalea o mermelada? preguntaba la mano al cerebro mientras yo hacía volver atrás la testaruda máquina del tiempo para que él, encaramado, me acariciara con sus dos manos. No importa que se derrame el té.

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Libro de quejas Ya sé, hemos abandonado las sedosas advocaciones desde hace algún tiempo. Ahora pisamos la tierra estéril y odiable. Nos encontramos casualmente, forzosamente. 88

Ya no sos más mi cocodrilo ni yo tu gordita linda. Argollas silenciosas y como de humo rondan nuestros cuerpos y ornamentan nuestros besos cada vez que nos amamos, no sé si por costumbre.


A veces nos atrevemos a decir mi vida, tesoro o mi cielo. Y amortiguamos la vergüenza dándonos la espalda. Vos empezás a pensar en el nuevo contrato y yo en el empecinamiento de Musset por un sauce llorón.

La enemiga de la familia Yo era propensa, dictaminó mi parentela no deseada, a: la gula, la vagancia, la lascivia, el sueño, el dibujo, la música, las palabras escritas. era, por lo tanto, la enemiga de la familia.

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Cosas que pasan en la Avenida General Paz

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Sorprendido, el gitano tuerce su rostro amenazante y cetrino en dirección a la General Paz. Las cortinas muy sucias de su Chalet de utilería no atinan a moverse. Una bocha de jubilado se estrella contra otra bocha de jubilado mientras el gitano de rostro amenazante y cetrino simula que roba una ingenua camioneta nipona con chapa de Misiones. Cuando la policía olfatee y llegue, el gitano no conservará otra cosa que su corazón, no el de la camioneta, sino el propio. Y no podrán inculparlo.


DANIEL SAMOILOVICH (1949)

La flor del cardo Llega el panadero, pone un asterisco en el jardín, remite ¿a dónde? Desde la rosa o el juncal ¿a dónde? ¿A dónde desde el olmo negro, desde el recto pino? Al paisaje le gusta el asterisco, la imagen de una posible nota al pie, erudición, detalles técnicos acerca de pájaros citas en latín. Pero falsas: en el aire transparente, las sombras se evaporan al pie de los macizos, la naturaleza si distrae, el panadero flota.

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La cesura

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Una raíz de heliotropo en Marte produjo una sirena en Venus. Hay una caja de madera y aluminio para guardar el hielo en barras –y un despertar sonoro de las fichas de dominó golpeadas en triunfo sobre la mesa. Todo esto forma parte de la dificultad para hablar, las frases avanzan por un campo minado de acentos extranjeros: hay tropiezos, pequeñas explosiones de las palabras en contacto con el aire. ¿Qué poder tendría lo que dicen ancianos que no pueden pronunciar lo que hasta un chico dice bien? En los desmayos rítmicos, en las discordancias de número y género, se insinúa un río congelado, un hombre machaca el latón, una mujer


cose un pollo desventrado. Pero no puede, ella, hilar la leyenda que haga necesaria nuestra presencia aquí, no sienta su imagen ninguna ley segura. Esta casa navega hacia el Oriente pero también Ucrania navega hacia el Oriente, no es posible alcanzarla. Hay un corte sisado que atraviesa el Atlántico, separa naturaleza y lengua, premisa y deducción. Qué raro que la patria sea un hablar mal, escaparse, errar del desierto al hielo y del hielo a estas veredas amarillas. Un perro ladra en el patio, está loco, las macetas suben la escalera en fila, rumbo a la estrella de la tarde.

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Ya volverán Viene la madrugada con sus dedos rojos, detrás viene rodando la mañana como una epidemia de hepatitis A: rueda sobre las casas suburbanas, sobre las altas torres, la quema y el mar: de este a oeste rueda: algunos demoran 94

en saber dónde están, otros entienden de inmediato: algunos niños lloran: algunos adultos deberían llorar: las estrellas agitan sus bracitos en señal de despedida: ya volverán: pero no todos los que ahora desperezan seguirán vivos cuando asome la tarde.


Noche de tormenta, insomnio Lo que estaba unido o atado se esparció, lo que suelto yacía la tormenta lo juntó en un anillo sólido y grisáceo que gira cerca del suelo. Así lo que tenemos o creemos que tenemos, lo que somos o creemos que somos, el amor lo dispersa y cosas sueltas, ramitas, recuerdos idiotas, pedazos de sueños a punto de olvidarse se ponen a andar en círculo, se ponen a andar y su ronda obsesiva no nos deja dormir.

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Homo Grammaticus

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“No me interesa viajar –dijo–. La gente es en todas partes más o menos la misma, el arte se ve mejor en postales y el paisaje... ¡ah, el paisaje!, una gran estafa: todo es cuestión de desniveles y más verde o menos verde. Y las combinaciones: mucho verde visto desde muy arriba, muy poco verde visto desde muy abajo. O bien: puros desniveles, verdes, o grandes extensiones chatas y muy secas. Eso es todo lo que hay para ver en el paisaje”. Fue una revelación: las montañas subían y se derrumbaban, los valles florecían y se agostaban con gracia abstracta, y en esa sintaxis cubista, desdeñosa, todavía era posible soñar. Y no es otra, creo, la idea del paisaje.


JORGE BOCCANERA (1952)

Afanes del poeta Paso el peine, quito las hojas secas, lo ampuloso, el oropel y el loro, los piojos del decir. ¿Me salvé por un pelo? ¿Hubo un pelo en la sopa? Otra vez paso el peine, es un peine muy fino, quito la carambada, las enumeraciones de la trenza, lo brumoso y sus rulos. De nuevo paso el peine, saco el abrojo y el aceite rancio,

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el comején, el “troppo ma non troppo”. Por las palabras, por los sueños paso una vez, paso otra vez el peine, busco lo despojado, ese vislumbre, lo desguarnecido. Otra vez paso el peine por la cabeza calva de la vida. 98

Alejandra Pizarnik abre su cuaderno de apuntes a Jorge Arturo

El hombre que saca la cabeza del agua, es un pez que se asfixia. El pez que mete la cabeza en el agua, es un hombre y se ahoga.


El poeta escribe en la línea del agua, y se asfixia, y se ahoga.

Monólogo del necio ¿Quién escribe? El hambre. La voracidad escarba, agita un esperpento con los ojos vacíos. No hay letra, hay dentellada. Lo que repuja y muerde. Feroz el escribir: cada tecla un muñón, clavo que raya el muslo del silencio. ¿Quién responde? Una voz corroída. Punta de un corazón mellado que va sobre su presa respirando preguntas. Eso se come, gula del vacío.

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Exilio “expulsados de la selva del sur de Sumatra por los hombres que vienen a poblarla, 130 elefantes emprendieron hoy una larga marcha de 35 días hacia la nueva ciudad que les fue asignada”. (afp. 18/11/82)

No hay sitio para los elefantes. Ayer los expulsaron de la selva en Sumatra, 100 mañana alguien les impedirá la entrada al Unión Bar. Yo integro esa manada hacia Lebong Hitam, yo sigo a la hembra guía, cargo con la joroba de todas mis valijas sobre las cuatro patas del infierno. Llegarán a destino –dijo un diario en Yakarta. Los colmillos embisten telarañas de niebla. Llegarán a destino, viejas empalizadas que sucumben bajo mareas de carne. Llegarán –dijo el diario–.


La estampida cruza por suelos pantanosos y mi patria –la mía– es sólo esta manada de elefantes que ha extraviado su rumbo. ¡Guarde celosamente la selva impenetrable este ulular de bestias! tambores y petardos, acompañan. Algo de todo el polvo que levantan, es mío.

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Fibras a José Ángel Leyva

Asomará un venado para el que siembra tiempo, lo fabrica, largas hojas de tiempo, muy delgadas, con hebras, cerdas, hilos, filamentos, hilachas, y escribe sobre el tiempo de rodillas, sobre un manto de sombras,


y camina después por la hoja en blanco donde la noche está despierta. Asomará el venado si el que escribe mete las manos en el tiempo y roe, lo muerde, lo desgasta, lo adelgaza, lo vuelve tegumento, membrana. Cuando el tiempo –pellejo de palabras– roce fugaz el aire, asomará un venado. 102

Cuchara Nace del verbo dar, como si el corazón tuviera mango. Está hecha de lo que le falta. Jamás se guarda nada para sí. Podría medir el mundo, acunarlo, transportar su misterio, sus campanarios de agua de una orilla a la otra. Más humana que un perro. Más a mano que Dios.


ESTEBAN MOORE (1952)

“mi buenos aires querido” en una bella ciudad del lejano sur del mundo un niño con amorosa osadía se tiene en la hamaca sus impulsos agitan la desparramada ceniza de los muertos en nuestras habitaciones gobernadas por el cerrojo la memoria es un muro que no puede ser derribado

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crónica en chile sarmiento arde de cuerpo entero mientras decide las bondades de unos y otros en santa ana do livramento con su guitarra josé hernández entretiene en un despacho de bebidas al gauchaje triste le nacen allí unos versos que no termina de comprender quiroga bajo el sol de misiones redacta una carta ruega a martínez estrada lo asista en su soledad 104 lugones en un recreo del tigre observando las mansas aguas del delta decide escribir su último verso y…en buenos aires borges inaugura su ceguera recorriendo los devastados anaqueles de una biblioteca pública


homenaje del recuerdo fuimos…

un jinete feliz en la niñez provinciana un soldado aguardando en silencio el asalto final un piloto de caza que defiende el cielo de inglaterra un espía oculto en las sombras del cinematógrafo un explorador solitario a quien derrota el desierto un navegante audaz en la inmensidad del cabo de hornos todo lo que fuimos… y además el ciego poeta sonriendo ante la pequeñez del escriba que somos…

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Las promesas del día La ciudad despierta a los monótonos acordes /de una música mecánica, motores y metal en movimiento El sol ilumina el firmamento turbio -su dilatada paleta de grises las vaporosas formaciones de combustible quemado el aire fétido, agrio, ácido se acompaña del humo oscuro de los incendiados basurales a cielo abierto 106 /que flota letal desde el sur La radio entre cantantes latinos / rock chabón y cumbia críticos travestidos, historias de sexo, secretos de alcoba, drogas, crímenes, la vida íntima de los jugadores de fútbol los implantes mamarios de las vedettes -las botineras –las estrellitas de turno transmite las últimas noticias -argumentos políticos–visiones del mundo


horneadas en beneficio propio en la cocina /de los ‘saberes convencionales’ –q.v.:J.K. Galbraithconcebidas por los propietarios de vidas y hacienda quienes tensan los hilos que guĂ­an a sus marionetas parlantes La ciudad ya se entrega a la soledad de la multitud, en las calles -restos de comida -botellas -basura el penetrante olor de la orina, de la mierda /tan humanas

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A rumbo abierto Anduve la tendida llanura de la cuenca del Salado sus rutas -sus caminos -sus canales hinchados de agua Dormí bajo estrellas y lunas envueltas en bruma En el valle del Río Negro me obsequiaron manzanas /del tamaño de una calabaza Apagué mi sed en las heladas aguas del Ñiriguau Todo esto recuerdo hoy aquí a la ribera del Paraná y también los gemidos de un moribundo en un hospital de campaña 108 la furia del viento en los grandes eucaliptos el brillo ardiente de aquellos ojos claros Todo esto recuerdo mientras observo los buques /que navegan lentos contra la corriente y celebro en silencio: el buen sol - la brisa suave -el vino fresco -la palabra mar


HÉCTOR FREIRE (1953)

Jaula de su horizonte1 Al amanecer, lo lejano del paisaje Desnuda en el agua su espuma de jazmines, Y desoculta del presente lo efimero del día: En su sombra de luz certera Lo que descansa debajo de la superficie es una “pequeña música” para los ojos. Sin embargo, en cada instante de ese espacio Limitado por el marco no mirado Todo madura, ubicuo e interno. ¿Son pájaros o peces los que franquean esas aguas Y luego caen en un ámbito que ni dura ni pasa, Como un roce en un cuerpo sin memoria? 1 “Padre y niño contemplando la sombra de un día” (1962), Roberto Aizemberg.

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Newton fijó en esa caída una ley física, Pero nosotros sólo oímos cómo se rompe el silencio, Y engendra en su despliegue pequeños soles Que rápidamente se consumen. En lo más claro de ese paisaje inmaterial, El color es tiempo que dibuja un “cielo protector”. Parece un espejo que duerme sobre las nubes: Un objeto de aire que no produce sombra Y donde lo humano flota sin raíces. 110

Naturaleza muerta2 Nada hace prever en el color de las frutas su muerte próxima. Sueñan al borde de la mesa donde se agitan suavemente en las ramas más altas y flexibles. 2 “Canasta con frutas” (1596), Caravaggio.


Instauran la armonía de los cuerpos blandos: –“lo bello suele estar cerca de lo corrupto”– Unidas por un hilo de luz, esas frutas no son más reales de lo que pueden serlo en una pintura. En esta “naturaleza muerta”, una luminosa cortina amarilla se deja caer más allá de la espesura de los años. Al amanecer los simulados árboles se volverán a mostrar tras las sombras de las hojas. Y sin embargo, en esta “canasta con frutas” pintada en 1596, por el violento y fugitivo Caravaggio, un claro resplandor se seguirá esparciendo: el silencio de una escena única que precipita su dilatada eternidad sobre el dibujo animado del horizonte. “Su valor radica en el hecho de estar aquí y no allí”. Ahora, el sol proyecta su dedo de sombra sobre el lienzo y rompe la permanencia

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con que se disfraza: es una luz íntima y este instante es perpetuo.

Obstinación por el reposo “Pero la Belleza se muestra y no se dice”. Roland Barthes 112

La cortina de árboles que el invierno desnuda crea en el encuadre una identidad más “rigurosa” que “natural”: sutil camafeo óptico que no está presente en lo que la mirada construye, sino en lo que ésta rechaza. Sin embargo, esa masa vegetal desea lo que representa: cierta austeridad neutral que hace de la simple y fina imagen el signo de un paisaje más complejo.


Sin duda, el prado, los árboles y los animales no suman más que una pequeña parte de mi deseo, dicen ese tiempo difícil: el presente como una memoria confusa. Sin obligación de exactitud esa fotografía en su obstinación por el reposo me ensancha, me exagera.

“Taxodium Distichum”3 En México cerca de Oaxaca, vive un árbol Que según dicen, tiene más de dos mil años. Se lo conoce como el “árbol del tule”.

3

Nombre botánico que, según los guías turísticos, mide cuarenta metros de alto y cuarenta y dos metros de contorno. También se lo conoce en México con el nombre de “sabino”.

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Ante el ojo humano, su sensación de amenaza se impone. Una nube vegetal que se perfila en el horizonte advierte que ahí, la silenciosa naturaleza decidió poner en práctica un plan arquitectónico destinado a unificar a todos los árboles. Es como si todo en ese lugar, hubiera crecido de improviso. 114

A pesar de la ausencia de forma, que parece negar toda noción de peso y volumen, “el árbol del tule” es más que una forma viviente: la corteza del tronco revela toda su fatiga acumulada Y las ramas como anclas, son raíces Que crecen hacia arriba. Convencido de que solo resiste lo que se concentra en un único fin: dar un sentido al tiempo y encontrar un lugar, donde la muerte no ejerza dominio alguno. (Oaxaca, 28.02.2008)


MERCEDES ROFFÉ (1954)

Iokanaan ...hasta que el grito interrumpió la cena de los cementerios Entonces fue el advenimiento del hombre y un silencio terso como el lomo de un felino. Del bautismo en las aguas del viajero, la niña de los estrépitos aprendió el misterio del gemido.

Tarde Se empoza como un suicida socorrido por el mar

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Lágrimas de sangre risas sin dientes por un río de fuego va la nave

Fueron saqueados los altares y las hojas confundidas por los vientos y los perros sibilinos tentados por el animal profano y por el alimento y el tálamo y el silencio... 116

Alguien arrojó al Verbo de lo alto de la torre La torre está ardiendo Alguien desenterró los cadáveres de mi voz los cuerpos los nombres la tierra está ardiendo Alguien arrojó la luz el canto el océano está ardiendo Padre


Padre Un niño demente ha salido de mi cuerpo y me ha dado una cítara por destino y por cetro los añicos de un espejo en el húmedo lomo de la serpiente (oh luna de mal agüero) 117

Se escribe en contra. Se escribe contra el miedo. Hasta que el miedo es tal que no deja amalgamar siquiera el ungüento, el velo de novia muerta, la lengua disecada de la salamandra en el almirez del conjuro. Afuera, allá, en la noche, todo es burla y engaño. Adentro, acá, en el pánico que urden, cómplices, la palabra, el sueño y el silencio, la vigilia y la historia, la sombra y el perfil y el fragmento de la sombra no son sino la miríada de años tras la cual, a la mañana siguiente, nos sorprende encontrar que nada ha cambiado. Cada noche, la emperatriz va a buscar su collar de esmeraldas. Cada noche, el caballero se pierde en la cacería...


Vio a Cristo amamantando a los perros. Vio un hueco en el lugar del corazón. Vio una parva de heno, una oreja de Dumbo, una cola de buey, un grano de sal gruesa, un hangar, un telescopio. Vio una batalla de ángeles y demonios en el fondo de la alberca. Y luego fue la lluvia, la lluvia. Enconada. Filosa. Intermitente. Las uñas de la Impaciencia tamborileando en la ventana. Los dientes de las horas farfullando el rosario del tedio.

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La metáfora ha muerto. Nada se parece a nada. La más mínima fracción de cada átomo absorbida en la tarea de cumplir su ínfimo mandamiento. Sostenerse en el ser, cada mañana, no importa qué. La anatomía exhausta del ciprés... La terquedad crispada de los pinos... El blanco inocuo del hielo en el dintel. El orín del perro del vecino traza un surco en la nieve. Minúsculo. No menos que todo lo demás. No menos que esta arrebatada voluntad, la inanidad segura de este intento.


Agradecido desde ya, lo saluda muy atte., ¿Doblado? Un tembladeral figura la ilusión de la especie. ¿Amarse? ¿Amar? do not lean on this door. Se abre. Deja un vendaval de amodorradas iras asfixiarse. ¿Mutuamente? Ensimismadas, para mejor olvidar. Gnoti zé autón. Las leyes del deseo y las de la hipoteca corren, cada vez más, cabeza a cabeza. Hocico. Bouche. Besito. Inventémoslo todo de nuevo. Dale, no más. Se aguza el diente. Leit motiv? Obsesión? O mera llama del rayo que no cesa? Ahú, ahú. El lenguaje se inflama y en cada exhalación se va, se deteriora. Creámoslo o no. Gato encerrado o bolsa de botones varios, caídos, alguna vez, de algún batón, perdidos o encontrados. Si no sabes quién es, invéntalo, hazlo. Ponle aquí una nariz, allí un acento, allí una tornasolada pluma en el sombrero de fieltro. Apriétalo y sonreirá. Y ahora dile que se siente y escriba: Agradecido desde ya, lo saluda muy atte., Such & Such

Conflagración –dígase intestinal– de lo que será en breve una lucha fratricida. Mujeres como Medeas con los ojos sangrientos;

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Parcas y Medusas en tailleur. Niños como espumas. Hombre con garra tenaz apuntando al Texto, la Escritura, la Autoridad –la palabra dormida y despertada para la amenaza. Dijiste, lo dijiste. (Lo dijo, lo dijo.) Distorsión. De una imagen. De conjunto. La comunidad como espejo –retrovisor. Vástagos como guachos: sin nombre, sin padre, sin ley. Símbolos, símbolos: cuchillo, uva, espada, corazón. La traducción literal: pez sin escamas, pájaro sin matiz. Los des-cami-sa-di-tos de siempre.

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Visión prismática, dividida, dispersa. Un no sostenerse en el lugar, sino rodearlo y rodear el vacío que se deja.

Observación: un mantener viva la llama de una pura fe sin credo ni culto ni reliquia. Un mantenerse viva en la fe –un vacío. Asíndeton. Aposición. La gramática como una anatomía. Teórica desnudez.


DANIEL CHIROM (1955-2008)

Homero Mi alma se acostumbró a este oscuro paisaje. Tras mis pasos vendrán otros a poblar estas sombrías estepas y como yo perderán la luz. Soy el adelantado de una raza de ciegos.

Li Po La luna callada canta en el valle. Nadie la escucha salvo Narciso que ha extraviado su lago y la mira.

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Miguel Ángel esculpe el “David” Estas manos que te esculpen presumiblemente mías entretejen resplandores y reflejos que n0s s0n comunes. Aquí, en mi taller estás en plena juventud. Los músculos fuertes y tensos, la mirada segura del blanco de su destino. 122 En tus manos rigurosas honda y piedra con las que derribarás a tu mortal enemigo Goliat, quien desde su altura, ni siquiera te sueña. Mas tú, valiente David sabes que una ausencia magistral te protege. Al igual que yo sientes el campo de batalla como lugar donde se consumará tu obra. Pero cuando venzas, David, y ocupes tu trono Recuerda que en el poder no reside la belleza.


Amigos Peleamos salvajemente. El partido de fútbol había terminado. Nos revolcamos por el piso, las mejillas rojas, las ropas sucias. Tus manos me cegaron, mi puño talló tu nariz. Alrededor los amigos nos alentaban, cada uno de ellos tenía su favorito. El potrero era vasto y áspero. Finalmente nos pusimos de pie, uno frente al otr0 con los puños aún cerrados. “Per0 si son amigos” dijo mi padre. El sol descendía sobre la furia de nuestras miradas.

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Leonardo y la Última Cena Por encargo de Ludovico El Moro deletreé durante tres años la Última Cena. No cometí ningún error, fue mi voluntad que Cristo y sus apóstoles se fueran desintegrando con el tiempo. Cuando la cena sea nuevamente servida otro Ludovico me encargará rehacerla hasta que el vin0 vuelva a escasear. Confío en la eterna sed del hombre. 124


Erik Satie Un piano puede ser la gran rebeliĂłn un sortilegio. En el pentagrama hay brujos desencantados y vueltos a encantar, princesas ninfomanĂ­acas, reyes cuasi alegres. La mĂşsica es la caverna donde acecha el instinto.

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Puentes Puentes, encendidos y ocultos puentes que median por sorpresa entre nuestras intenciones e incertidumbres. De ellos nada dicen los libros, a tientas los buscamos guiados por nuestras sospechas. Cuando los encontramos 126 ya los hem0s cruzado.


DE LOS AUTORES JOSÉ LUIS MANGIERI

(Buenos Aires, 1924 - 2008) Poeta y Editor. Publicó miles de títulos de poesía en las principales casas editoriales que tuvo (La Rosa Blindada, Ediciones Caldén, Libros de Tierra Firme), de los más destacados autores argentinos e internacionales del siglo XX, publicando asimismo nuevas colecciones de poesía traducida: antologías de poesía francesa, irlandesa, catalana y colombiana contemporáneas. Fue autor de los libros Veinte poemas y un títere y, Poemas del amor y la guerra. FRANCISCO MADARIAGA

(Buenos Aires, 1927-2000) Poeta. Vivió en la Provincia de Corrientes hasta los 15 años de edad, y luego en Buenos Aires donde completó sus estudios. En 1951 se vinculó con

los poetas surrealistas; publica su primer libro de poesía en 1954, al que le suceden 18 obras de amplio reconocimiento, como Las jaulas del sol (1959); Los terrores de la suerte (1967); Criollo del universo (1998), entre otras. JORGE ARIEL MADRAZO

(Buenos Aires, 1931-2016) Poeta, traductor, narrador. Desde joven se dedicó a la poesía. Entre 1976 y 1983 vivió en Caracas, exiliado durante la dictadura, donde trabajó como periodista y crítico cultural. Entre sus poemarios se destacan Orden del día; La tierrita; Espejos y destierros (1966); Blues de muertevida (1984); Cuerpo textual (1987); Lo invisible (2015); la antología Alma que has de vivir (2014), entre otras publicaciones.

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RODOLFO ALONSO

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(Buenos Aires, 1934) Poeta, traductor, ensayista, ex editor. El más joven de la revista “poesía buenos aires”. Publicó más de 25 libros. Primer traductor de Fernando Pessoa en América Latina, a la vez primera con sus heterónimos en castellano. Con Klaus Dieter Vervuert, de los primeros en traducir a Paul Celan. También es suya la primera versión de los dos libros de poesía de Cesare Pavese. Vasta obra como traductor del francés, italiano, portugués, gallego. Editado en Argentina, Bélgica, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela, Italia, Cuba, Chile, Galicia, Inglaterra. Premiado en Argentina, España, Venezuela, Brasil, Colombia. Los poemas incluidos pertenecen a los siguientes, entre otros libros del autor publicados entre 1964-2015: Hago el amor (1969); Señora Vida

(1979); Sol o sombra (1981); Música concreta (1994); El arte de callar (2003); Poemas pendientes (2007); A flor de labios (2015). MARCOS SILBER

(Buenos Aires, 1934) Prolífico poeta, publica en 2016 su libro más reciente titulado Levitaciones, al que anteceden diecisiete poemarios publicados entre 1958 y 2015, entre ellos: Volcán y trino (1958); Las fronteras de la Luz (1962); Libertad (1964) - poema escénico; Sumario del miedo (1965); Preposiciones y buenos modales (1991), entre otras publicaciones. MANUEL RUANO

(Buenos Aires, 1943-2017) Poeta e investigador, residió en Venezuela desde 1975, y en Perú, siendo profesor en la Universidad San Martín de Porres donde fundó en 1992 la


revista de poesía latinoamericana Quevedo, y profesor honorario de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Perteneció al equipo de redacción de la revista El Escarabajo de Oro. Autor de antologías y de los libros de poesía Los gestos interiores (1969); Según las reglas (1970); Hypnos (1995), entre otros. PAULINA VINDERMAN

(Buenos Aires, 1944) Poeta y traductora. Es graduada de Bioquímica actividad que ejerció durante algunos años. Ha sido incluida en antologías y muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, al italiano y al alemán. Colaboró en publicaciones de Buenos Aires e Hispanoamérica con poemas, artículos y reseñas literarias. Entre sus títulos se destacan: La mirada de los héroes (1982); El vino del atardecer (2008); Bote negro (2010); Ciruelo

(2014); Cuaderno de dibujo (2016), entre otros. DIANA BELLESSI

(Santa Fe,1946) Poeta. Estudió filosofía en la Universidad Nacional del Litoral. A finales de los años sesenta recorrió a pie toda América, a lo largo de más de seis años. Formó parte de la redacción de la revista Feminaria desde su fundación, y perteneció también a la redacción de Diario de Poesía hasta 1991. Ha publicado ensayos, antologías poéticas y más de veinte libros de poesía, entre ellos: Destino y propagaciones (1972); Crucero ecuatorial (1981); Eroica (1988); Fuerte como la muerte es el amor (2018). LEOPOLDO TEUCO CASTILLA

(Salta,1947) Poeta, escritor, en 1976 se exilia en España. Autor de más de 30 libros de poesía, entre ellos:

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El espejo de fuego (1968); La lámpara en la lluvia (1971); Generación terrestre (1974); Teorema Natural (1991), contando con una destacada obra también en el género narrativo, gana distintos premios y distinciones nacionales e internacionales. También es autor de canciones del folklore argentino y de obras para teatro de títeres. En el año 2018 fue galardonado por toda su obra. KATO MOLINARI

(Córdoba,1944) Licenciada en letras (UNC). Es traductora, narradora y poeta, coordina talleres literarios y colabora en varias revistas del género. Sus libros de poesía publicados son, entre otros: Por boca de quién (1972); Noche de las cosas, Mitad del mundo (1986); Las simias (1989); Umbral (1993); Un jerónimo de duda (1996); Una hormiga, un halcón (2004); Ilesa (2011).

DANIEL SAMOILOVICH

(Buenos Aires, 1949) Escritor, ensayista, editor, poeta, periodista y traductor de latín, francés e inglés. Trabajó en distintos medios periodísticos y se desempeñó como director, redactor y colaborador en revistas de España y Argentina; a partir de 1986 es director de Diario de poesía, que salió trimestralmente hasta el año 2011. Autor de más de quince libros de poesía y de antologías personales, entre otras destacadas publicaciones. Algunos de sus títulos: Párpado (1973); El mago (1984); Superficies iluminadas (1996); Las encantadas (2003), y el más reciente, Una suerte de ojo absoluto (Antología, 2019). JORGE BOCCANERA

(Buenos Aires, 1952) Poeta, crítico, periodista. Publicó, entre otros títulos de poesía: Contraseña (1976);


Los ojos del pájaro quemado (1980); Polvo para morder (1986); Monólogo del necio (2015); y varias antologías personales. Acaba de salir su suma poética Tráfico / Estiba, que reúne sus once libros de poesía editados a la fecha, más una sección de poemas hechos canción que grabaron artistas latinoamericanos. También es autor de ensayos y un volumen de relatos. Fue director y secretario de redacción en revistas de Argentina, México y Costa Rica. Coordina en Buenos Aires la “Cátedra de Poesía Latinoamericana” de la UNSM. ESTEBAN MOORE

(Buenos Aires, 1952) Poeta, traductor y ensayista. Autor de más de once libros de poesía y antologías poéticas, además de ensayos y crónicas urbanas, publicados entre 1982 y 2015. Ha realizado una im-

portante labor en la traducción de diversos autores de lengua inglesa como Charles Bukowski, Raymond Carver, Lawrence Ferlinghetti, James Laughlin, Craig Czury, Jack Kerouac, Allen Ginsberg, entre otros. Colabora con publicaciones del país y del extranjero. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, italiano, alemán, portugués, e incluida en diversas antologías. 131 HÉCTOR FREIRE

(Buenos Aires, 1953) Poeta, profesor en letras (UBA), crítico literario y de cine. Forma parte del consejo de redacción de revistas especializadas y es jefe de edición de la revista cultural La Pecera (Mar del Plata). Recibió varios premios por su obra poética como también en el género Ensayo. En poesía, ha publicado Quipus (1981); Poética del tiempo (1997); Satori, poemas sobre pinturas y


películas (2010), entre otros. Integra varias antologías de poesía editadas en España entre los años 2010 y 2016. Sus textos han sido traducidos a varios idiomas y son publicados en distintas revistas internacionales. MERCEDES ROFFÉ

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(Buenos Aires, 1954) Poeta, traductora y editora, autora de los libros El tapiz (1983), Cámara baja (1987), La ópera fantasma (2005) y Las linternas flotantes (2009). Gana diferentes becas y premios por su obra, y desde 1995 reside en Nueva York. Estudió música y Literatura y Lenguas Modernas en la Universidad de Buenos Aires. Posteriormente realizó estudios de doctorado en Filología Hispánica en la Universidad Complutense de Madrid, y un doctorado en literatura española en la Universidad de

Nueva York (NYU). En 1998 funda el sello Ediciones Pen Press. DANIEL CHIROM

(Buenos Aires, 1955 - 2008) Poeta, periodista, abogado. Autor de numerosos poemarios, entre ellos: Crónica a Robledo Puch (1975); Los Atlantes (1979); Manjar del exilio (2005). Realizó, entre otras obras, antologías de Walt Whitman, Wallace Stevens, Edgar Bayley, y Raúl Gustavo Aguirre. En prosa publicó Charly García (1983). Fue director de la revista de poesía El Jabalí y condujo el programa del mismo nombre que se emitió por Radio Nacional, dedicado a la poesía y al jazz. Colaboró en suplementos literarios de distintos medios periodísticos, además de publicar regularmente en revistas nacionales y extranjeras.



Este libro se terminó de imprimir en los talleres de Dígitos y Diseños. Para su composición se utilizó la tipografía Leander. Bogotá, Colombia, julio de 2020.


belleza y de verdad; asume una conducta ante los hechos y las palabras. Por eso ‘el poema –cito a otro poeta argentino– es, además de un objeto, una experiencia moral’. Sobrevive a las diversas y adversas épocas de la humanidad; su sola manifestación crea una tensión ética que incomoda o, al menos, desacomoda. No hay lugar para la indiferencia o el cinismo. Y tal vez el rincón al que se desplaza bajo la sombra del mercado editorial, ese grado de invisibilidad al que lo destierran los dispositivos de la industria y de la crítica literaria, no sean sino una de las características que debe a esa conciencia. El poema habla el idioma de los sobrevivientes, el idioma de quienes aún poseen lo que han perdido”. OSVALDO PICARDO


Ulrika

9 789589 109298


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