3 minute read
EDITORIAL
from Revista Ulrika 67
anto Eliot como Pound en numerosos escritos subrayaron enfáticamente que la poesía es el ejercicio del pensamiento que determina la pervivencia y la «salud» del espíritu humano. No a otra cosa se refiere el segundo de ellos cuando anota sin dudarlo que «los poetas son las antenas de la raza» o cuando acusa de cometer un crimen, contra la «salud» de la especie, a quienes desde posiciones rectoras en lo que toca al conocimiento o la difusión (edición o transmisión) de la poesía, tocados por vicios tan repulsivos como los que se derivan de aquello que llamamos «intereses creados» (sean económicos, de secta o de escalamiento social) ponen en entredicho el oficio del poeta, su palabra: el adn esencial para la existencia de seres humanos íntegros, respetables. Tan criminales como médicos que expidiesen recetas adulteradas a esa suerte de seres mórbidos y enfermizos que somos a lo largo de la vida, merecerían también la más enérgica sanción social.
Advertisement
Desde esta perspectiva se convocan las xii Jornadas Universitarias de Poesía en torno a las instancias desde las que, en teoría, podrían darse los acercamientos más lúcidos a la escritura del poeta. Y pese a que en los ámbitos académicos anida y engorda plácidamente el cuestionable concepto de «canon», es precisamente allí desde donde pueden medrar, con sus más y sus menos, los postulados que hacen inseparable el humanismo y la originalidad del ser a partir de la llamada «cátedra libre», esa pariente ácrata e incómoda de la «libertad de cátedra». Ambas, en últimas, alternativas del conocimiento no dogmático, tan necesario para el flujo natural de las Artes y las Letras: cifras inequívocas del espíritu humano. Específicamente nos estamos remitiendo aquí a las Editoriales Universitarias con Publicaciones de Poesía actual en Iberoamérica.
Contamos de esta suerte con la evidencia de una inalienable certidumbre que subyace en el ejercicio de todo creador, de todo lector de poesía y que nos
T.S. Eliot y Ezra Pound. Fotos: Getty Images.
permite repetir con Eliot y con Pound o con Paz o con Fernando Charry Lara: «La poesía es tan importante que no podemos dejarla tan sólo en manos de los poetas». O a darle resonancia a ese también emblemático verso del gran poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón: «La poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre», o bien, en una versión políticamente correcta para el «lenguaje de género» (aunque desgreñada y poco elegante): la poesía es la única prueba concreta de nuestra existencia.
Hemos tratado de rastrear en Iberoamérica, por lo pronto, algunas de aquellas iniciativas universitarias que buscan dar concreción y proyección a los compromisos anotados, y aunque en principio eran muy pocas, después nos dimos cuenta de que había otras ahogadas en diversas instituciones por la estridencia de urgencias orgánicas y pedestres más inmediatas, pero no más importantes: la economía, la salud, la ciencia pura… Las Jornadas Universitarias de Poesía, su Revista y los poetas que nos acompañan en esta nueva aventura, quizás en últimas querrían pedir a las instituciones académicas por excelencia (las Universidades), un ejercicio rector y desinteresado frente a la poesía, en épocas en las que la frivolidad y la impostación campean desde internet o desde las redes sociales, o a través de editoriales manejadas por intereses falibles y en no pocas ocasiones muy mezquinos.
Durante la realización de estas Jornadas de Poesía, uno de nuestros invitados más queridos y reconocidos, con su presencia sostenida en el Festival Internacional de Poesía de Bogotá y en las mismas Jornadas, así como en las páginas de nuestra revista con su poesía, sus artículos y notas, el poeta, editor y profesor universitario mexicano, Margarito Cuéllar, fue declarado ganador del xl Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez. Desde la portada de este número de Ulrika celebramos este merecido reconocimiento a su trabajo.
RAFAEL DEL CASTILLO
Octubre, 2020 Margarito Cuéllar, ganador del xl Premio Internacional de Poesía Juan Ramón Jiménez por su obra Nadie, salvo el mundo. Foto: Susana Robles