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Editorial Universidad de Antioquia: Colección Poesía

EDITORIAL UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA:

COLECCIÓN POESÍA

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POR DORIS ELENA AGUIRRE GRISALES

‘Desde aquí, claro está, nada se ve, ni se oye, es algo natural, sigiloso, sagaz, avanza el tigre en medio de la selva tropical’… No vale la pena seguir escribiendo si de vez en cuando no nos asalta la idea de ese tigre.

WislaWa szymborska, Correo literario.

a historia de la edición de poesía en la Editorial Universidad de Antioquia está anudada, indefectiblemente, a dos proyectos culturales de importancia nacional y a un momento germinal en la propia universidad: la Revista Universidad de Antioquia, el Premio Nacional de Poesía y el origen del Departamento de Publicaciones. Pero tal afirmación merece aclaración, por supuesto.

En la Universidad de Antioquia, como sucede en casi todas las universidades, su proyecto editorial logra consolidarse formalmente, como tal, luego de una historia más o menos sostenida de publicaciones institucionales y de producción de guías de estudio o de documentos para la docencia, hechos en su propia imprenta.

El Departamento de Publicaciones inicia formalmente en 1984 y gracias a su culto y conocedor editor, Jorge Pérez Restrepo, diseña un proyecto editorial profesional, pionero en el país, pues no sólo formula sus políticas y procedimientos con claridad, sino que empieza a delinear su catálogo con áreas, colecciones y autores que, aun hoy, caracterizan al sello Editorial Universidad de Antioquia.

Y si bien en dichos comienzos la finalidad del Departamento de Publicaciones era publicar textos de uso en el aula de clase y libros derivados de la investigación académica, la oferta pronto se vio enriquecida con las publicaciones de obras literarias, particularmente de volúmenes de cuentos y poesías, con la creación de tres colecciones emblemáticas: Literatura, Celeste y Poesía. Y esto se da porque el ambiente estaba de algún modo preparado para ello, gracias a la atmósfera propicia creada por dos proyectos culturales hermanos: el Premio Nacional de Poesía que publicaba en la

Participaron en las xii Jornadas Universitarias de Poesía Ciudad de Bogotá: Doris Elena Aguirre Grisales, Robinson Quintero Ossa, Claudia Trujillo, Javier Naranjo y Wilson Pérez

Otros destacados poetas contemporáneos publicados: José Manuel Arango, Pedro Arturo Estrada, Pablo Montoya, Helí Ramírez, Ciro Mendía, Jaime Jaramillo Escobar, Víctor Gaviria y Selnich Vivas Hurtado (Colombia); y Eugenio Montejo, Geraldino Brasil, Phillip Larkin, Fernando Pessoa, Bernard Noël e Ingrid Jonker.

José Manuel Arango (foto tomada de corpoculturaljose manuelarango. blogspot.com) junto a la portada de su libro Cantiga, publicado por la Universidad de Antioquia en la colección «Celeste». imprenta universitaria las obras ganadoras, y la Revista Universidad de Antioquia que contaba con una larga tradición de divulgación de literatura y poesía desde sus mismos inicios.

Entonces allí, con la Colección de Literatura y con la Colección Celeste, primero, y luego con la Colección Poesía, orientada por el poeta Elkin Restrepo (quien luego dirigiría, con estilo inconfundible e irrepetible, la Revista Universidad de Antioquia por dos décadas), se inicia una sostenida labor de divulgación de poetas: noveles, reconocidos, locales, nacionales e internacionales, y de publicación de traducciones de poetas ya esenciales. Se inició, en suma, con la creación de la Colección Poesía, un catálogo representativo de este género en el país, una serie coleccionable de obras y autores.

En un formato de 11 × 19,5 cm se han publicado, como dije, en un principio en Celeste y luego, ya en propiedad, en la Colección Poesía, obras hoy canónicas de la poesía colombiana: Cantiga de José Manuel Arango, Poemas en blanco y negro de Pedro Arturo Estrada, Golosina de sal y Para morder el cielo de Helí Ramírez, Todas las cosas es lo único que dejamos de Orlando Gallo, Los poemas de la ofensa y Sombrero de ahogado de Jaime Jaramillo Escobar, Viajeros de Pablo Montoya, Antología de Ciro Mendía, Agua tu sed de Carlos Vásquez, El cuaderno de Blas Coll de Eugenio Montejo, Antología poética 1978-2003 de Víctor Gaviria, Habitada palabra de Claudia Trujillo, Abina ñue onóiyeza de Selnich Vivas Hurtado, Los invitados del viento. Poemas reunidos de Robinson Quintero Ossa, La distracción de Javier Naranjo, Movimientos de Wilson Pérez Uribe o Palabras de vuelta. Selección de poemas, 1978-2020 de Pedro Arturo Estrada, para mencionar sólo algunos.

Y al criterio del catador avezado que parece guiar siempre los rumbos de la colección, se han sumado criterios como la promoción de voces inéditas, el rescate de voces editadas y olvidadas, la traducción de obras y la compilación. En la colección se han publicado, en consecuencia, traducciones como Poemas útiles de Geraldino Brasil (traducción de Jaime Jaramillo Escobar), Poemas de Philip

Larkin (traducción de Brian Mallet), Poemas chinos de amor de Harold Alvarado Tenorio, En mi flor me he escondido de Emily Dickinson (versiones de José Manuel Arango) y Humo y ocre de Ingrid Jonker (traducción de Agustín B. Sequeros); y antologías como República del viento. Antología de poetas colombianos nacidos en los años sesenta de Jorge Cadavid, Festivas formas. Poesía peruana contemporánea de Eduardo Espina, Párrafos de aire. Primera antología del poema en prosa colombiano de Fredy Yezzed López Barón o Modelo 50. Panorama de poetas colombianos nacidos en la década de 1950 de Fernando Herrera.

La Colección Poesía le ha apuntado, valga decirlo también, a hacer ediciones bilingües, buscando así, no sólo ampliar el número de lectores sino anclarse en el reino del poema que se debe a su articulación primigenia y abrirse paso en el ámbito de quienes no sólo reproducen un texto, sino de quienes entienden la edición como oficio. Renglón especial de reconocimiento merecen entonces tanto el coordinador de la Colección cuando lo tuvo, los lectores consultados, el comité editorial que selecciona las obras y el equipo de editores que han contribuido en esta labor.

Tal curia en la elección y edición ha permitido sembrar en el catálogo las entrañables ediciones de Emily Dickinson, Ingrid Jonker o Selnich Vivas Hurtado. Y heredera de esta línea insignia es la colección recientemente creada: Cuadernos Bilingües de Poesía, donde tenemos al momento tres títulos excepcionales: Rubaiyat de Fernando Pessoa, Recuerdos del pálido de Bernard Noël y Sol volcado de Ingrid Jonker.

Frase gastada se volvió decir que las editoriales universitarias no publican poesía, o que las editoriales no publican poesía, así, en general. Pero esta Colección Poesía de la Editorial Universidad de Antioquia es muestra fehaciente de que un catálogo editorial universitario sí publica literatura y poesía. Es evidencia irrefutable, de hecho, de que una editorial universitaria hace mejor su tarea cuando, sin desatender su labor primordial en pro de la academia, la investigación y la ciencia, nutre a sus lectores con los frutos de la creación, acrecienta el caudal de la palabra sonora y constata, con la alegría del lector eternamente sorprendido que «el poema respira». Esto sucede cada vez que se publica un libro de poemas y, para retomar en paráfrasis acomodada a la poeta Wislawa Szymborska, ‘no vale la pena seguir editando si de vez en cuando no nos asalta la idea de ese tigre’ que sinuoso se desplaza por el follaje. 

Portadas de algunos de los más recientes títulos publicados por la Universidad de Antioquia en la colección «Poesía»: Los invitados del viento de Robinson Quintero Ossa, Habitada palabra de Claudia Trujillo, La distracción de Javier Naranjo y Movimientos de Wilson Pérez.

Claudia Trujillo

(Medellín, 1963)

1

se sabe más por el canto de los pájaros que por las palabras

tanto más al resguardo del bosque en casa de la niebla o en la luz de las piedras

tanto más en oración del mundo recogidos y a salvo en brazos de la nada…

se entiende más por el crujir de ramas en el viento que por el frívolo intento de las sílabas

2

toda palabra es inocente antes de ser antes de cometer el nombre de las cosas

pureza inicial de las palabras

su reino potencial verso blanco paloma doncella fuego de las estrellas sin nacer cuando no se sabe que no se sabe cuando no se quiere cuando no se quiere saber cuando no se piensa cuando ni siquiera se piensa que no se sabe cuando aún no se habita cuando la palabra aún ímpetu frío de piedra dormida

13

toda palabra

breve regalo

fugitivo refugio en el camino

15

la palabra es un devenir un viaje en la nada que busca fundar construir cruzar salvarse del dolor de ser

la palabra sueña que inventa la realidad siendo ella la única realidad posible junto al silencio

entre ese par de abismos el corazón palpita sin saber casi nada del mundo casi nunca

el alma es migratoria y solo conoce la existencia por las palabras que huyen

tiempo de gracia

acaso podríamos huir de los lugares que arruinaron el alma? sería posible, quizá

ignorar la trampa del tiempo para el corazón? nos es dado el olvido?...o tal vez, espantar la locura?

… mejor volver y derribar la ofrenda en el altar del sacrificio mejor blasfemar para limpiar los labios, que sostener la humillación de la tristeza

mejor llorar bajo la lluvia y ser polvo de nuevo mejor esta rabia que lava mejor este dolor que redime el presente mejor la bienaventuranza de los pájaros mejor el cielo la tierra el viento mejor el silencio y la piedra mejor la piedra que guarda el silencio de lo sagrado

la casa

I

Me quedé sin boca para nombrar sin ojos para no ver sin oídos para ignorar La casa no estaba fija, segura ella flotaba sobre la tristeza

Demasiadas ventanas abiertas a las sombras viejos cuartos donde el aliento se esfuerza por quedarse por comprender el tiempo que le corresponde… Nada en su lugar, los muebles amargos el escaparate que encerró la noche la ropa tendida en la memoria

… tan sólo el patio por donde entraba el cielo tan sólo el corazón acordelado al territorio pequeño de una estrella

II

Cuando vuelvo al silencio, a su aire al barrio azul rodando por los ojos ya de regreso a los solares del sueño, encuentro la casa encuentro mi nombre

Tiempo de muñecas caballo de madera palabra primera alero palpitante de tórtolas veranera contra la cal del día, casa que salva del afuera que hiere cuando hiere casa de escabullir el alma por corredores y zaguanes por sus aldabas que guardaban del mundo

Sin darme cuenta, aún vivo allí ella me acosa, me hostiga obsesiva de calles abiertas a la tarde… ¡cómo punzan sus rincones oscuros el recuerdo! ¡cómo iluminan sus muros el dolor!

De aquél peso secreto sólo sabe la casa piadosa callada cómplice

Sólo la casa del poema guarda en su fuego la casa que tiembla siempre adentro

¡ ah ! tantas ganas de ser feliz una vez más

Robinson Quintero Ossa

(Caramanta, Antioquia, 1959)

Escrito en el camino

El último tramo del camino siguió por las aceras que alinderan las casas altas. Atrás quedaron los jardines de las casas bajas con sus melenas colgantes y se abrió al paso la bulla de los puentes, la luz de los paraderos de buses. Un corrillo de mujeres, paradas bajo un enjambre de árboles, estalló de pronto en risas. Fue una algarabía que, apenas suelta, se dispersó hasta los parajes circundantes, la placita umbrosa, los cobertizos de los paraderos y las barandas de los puentes. Las últimas risas me alcanzaron al final de la calle. Y con risas seguí mi camino.

Hablar las piedras

Hay que hablar las piedras, ponerlas en la mano, abierta la palma, decir en su contrasueño. Sea un andrajo de pedrusco o un pulido guijarro, hay que guardarlas en los bolsillos, darles un sitio en la mesa, llevarlas de ronda, descansar su peso. La piedra que levita la calle, la que hace pila entre el andén y el muro, la que luce sus bordes en el charco del patio, ensimismada.

Hay que hablar las piedras, decirlas sin prisa. Dan calma.

Extravío

De niño, cuando despertaba con miedo, intentaba tocar con mi mano tendida en la oscuridad la pared junto a mi cama. Adentro los ojos abiertos, temerosos de mirar, y afuera la mano extendida buscando el asidero.

Como si desde el comienzo me hubieran abandonado en medio de la noche; como si viniera desde siempre extraviado de la mano de alguien.

El poeta da una vuelta al jardín

El fantasma limpia de hojas sucias el jardín. Donde la tierra es húmeda barre el ramaje escurrido y hace con él un montón junto a la tapia; donde la hierba es alta, arrastra malezas flojas y espartos y hace con ellos otro montón junto al estanque. Y así, con el resto de la hojarasca, tan reseca que cruje, hace otra pila junto a la baranda, pequeña, aunque más indócil.

Tal vez no le alcance la noche para juntar en un solo cerro todas las hojas.

Almacén

Para Néstor López Arizmendi

Sentado en una silla, al fondo del taller, fuma el cigarrillo del descanso el linotipista. Mira un libro de gastadas tapas y de dudosas tintas que parece entretenerlo. Y pienso, mientras diviso a través del ventanal la media luz del almacén, que tal vez soñó en su juventud ser un sensible hombre de letras, pero el largo horario, la misma linotipia de los días mermó su elocuencia, y hoy, de esa firme vocación, queda apenas algún mal trazado verso.

Antes de que se esfume en espirales de humo, antes de que cierre sus puertas el centenario local –me digo–, graba en imborrables líneas el retrato del linotipista.

Caminando con el amigo

Para Walther Espinal

Admiro ese momento en que no se siente, en que va a mi lado callado, abstraído en los pasos que lo recorren. Ese momento en que no salen las palabras, y somos los dos uno solo, en el camino que nos escucha.

Javier Naranjo

(Medellín, 1956)

La distracción

Y ahora salgo a la noche con una linterna para ver el suelo ardido de insectos, de cosas que caminan en las plantas y las roen, cosas todas también ensimismadas.

Esencia de la escritura la distracción.

Poema de las respuestas preguntadas

La primera pregunta se propone así: ¿Nosotros nos hacemos bien? La segunda pregunta se pregunta así: ¿Y dónde está tu risa? La tercera pregunta se presenta así: ¿Quiere este tiempo que le está pasando?

Así que ahora sea que usted se duerma, que yo me duerma.

Así que sea pues que el caballo se quede descansado de brida. Y en la lenta pastura de la contemplación contemple

Las cosas que caen

He cultivado una pequeña gracia: la virtud de que la mano se adelante al movimiento de las cosas que caen.

El truco está en la conversación entre el ojo, la mano, y la caída.

Que la mano detenga lo que sucumbe sin requerir la mirada.

Que el ojo entonces contemple, lo que la mano rescata

La música

Suena ahora en la tarde tan fresca que dan ganas de no pensarse… Suena la música conservada en un casete, un Supertramp que lucha contra el polvo de casi 12 años acumulados en su caja de pasta, y sobreviviente de un incendio. Música rediviva e invicta, contra las Supertrampas que el polvo quiere hacernos, y restregarnos:

dizque somos mortales

Wilson Pérez Uribe

(Santa Rosa de Osos, 1992)

Obertura

—Yoshiki Hayashi—

La lección de la música se conserva en el borde de un instrumento o al lado de la nube que ya fue pájaro, que ya fue barca, que ya fue nada. La lección de la música se reúne en un discreto envase de gestos: la mudez del árbol cuando la enredadera se ha ceñido a su piel, la quietud de la piedra que sembró en la arena la memoria del agua que incesantemente fluye. Esto guarda la música. Mas, ¿qué son las palabras que se arquean en el silencio cuando un hombre abraza a una mujer como si abrazase a un mundo entero? Esto guarda la música.

Música de triste revelación

—Philip Glass—

También la música es un centro creador donde los límites aspiran a ser comienzo. Si en la nota aguda escucháramos al relámpago encorvarse entre las nubes. Si en el viento que agita los follajes escucháramos el tesón de los labradores. Si en una piedra escucháramos cómo se desmorona la montaña. También la música está hecha de pájaros que agitan el aire con plumajes tornasolados. Si en la sucesión del tiempo escucháramos cómo van anidando los días en la piel. Si en la palidez de la rosa escucháramos el rumor de la sangre mezclada con un poco de agua y un poco de olvido. Si en el violín escucháramos las palabras que anuncian el grito, la sombra y el llanto. A veces muy lejos, a veces muy cerca está la música en todo aquello que nunca poseeremos, y en donde, quizás con un gesto tímido, existe el hombre libre de todas sus leyes.

Consolación N.º 4 en D mayor

—Franz Liszt—

Hablar poco. Hablar lo suficiente en un corto tiempo. Hablar en un ritmo que no contemple el hablar por el hablar. Decir “acá está la mano en la mesa” o “los besos son sabores compartidos”. Decir y callar. Hablar poco, tal vez con palabras gestuales, esas que acercan toda expresividad a la sensación receptiva de un “estoy aquí”. Hablar con palabras hechas de piel, dejar que transiten los rostros entre la mirada que se agrieta; hay en ella un abismo donde todo se recobra y donde todo se pierde. Es ahí donde está lo dicho, lo que no podemos obviar. Ahí la aceptada condena de un silencio que nos conduce a la respiración de un decir callado. Y al fin, ser eso, un fuego musical donde podamos arder mientras nos vamos despidiendo de los rostros ideados, de las formas habituales del vivir, de las escenas donde creímos ver los pliegues exactos del mundo en la seguridad de las palabras.

Las marionetas

—Zbigniew Preisner—

Día tras día me repito. Soy solícito con la piedad que unos ojos afables me ofrecen. Soy el que, en la tarde incierta, ha deseado rasgar la carne con un poema verbal donde el infinito es la voz y no la palabra. Antes de haber dado al ocaso una mirada de consuelo, antes del beso no dado, antes de saber de la huida de las cosas, permanece, cifrada en el tiempo de la luz, la palabra. Y la palabra pasa hacia dentro. La palabra que clamo y me reclama. La palabra que hora tras hora modifica mis pasos. Algo escapa y retorna, tal vez sea un aroma a sal marina o el principio de la niñez que se agolpa en la vejez de mi rostro. A tientas camino, advierto el origen de un gesto: el balbuceo de una sílaba, suma secreta del horror de la muerte. Nada escucho, nada comprendo, salvo que la palabra se aprende no en un lugar compartido, sino en los espacios donde los ojos no alcanzan a ver.

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