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Acerca de la escritura

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Acerca de la escritura

Miguel Galván

Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas. Estudios de Antropología Social. Profesor Titular B, Tiempo Completo. Ha sido profesor de TLRIID I a IV y del TLATL I y II. Consejero Técnico del Plantel Naucalpan (2010-16); Consejero Académico del Área de Talleres de lenguaje y comunicación (2007-2010, y en la actualidad); Integrante de la Comisión Dictaminadora del plantel Naucalpan (1982-84). Asesor del proyecto Preparatorias del Distrito Federal (1999-2000); Integrante del Programa Nacional de Formación de Profesores en Lectura y Redacción (1986-1996); Asesor del Programa Regional Jalisco de Formación de Profesores de Lectura y Redacción (1997-1999); Becario del INBA (1985); Ganador de Artes por todas partes (2002). Ha impartido cursos para profesores tanto de la UNAM como de diversas universidades del país. Integrante y coordinador de diversos grupos de trabajo.

Autor de nueve libros de poesía, uno de narrativa y coautor de dos libros de ensayo; así como de diversos artículos académicos; publicaciones en diferentes revistas y periódicos mexicanos y del extranjero; algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, portugués y alemán. Ha coordinado, de 2013 hasta la fecha, el Proyecto INFOCAB Almendra para jóvenes escritores. migal55@yahoo.com

1. Escritura y malestar

Para Édgar Mena y las charlas que dejamos pendientes

Decía Roland Barthes que querer escribir el amor es meterse al embrollo del lenguaje. Algunas veces, dentro de mi larga estancia en el Colegio, he sido testigo de un sinfín de amores entre nuestros estudiantes. También he confirmado, por experiencia personal, que lo dicho por Barthes es absolutamente cierto. Sin embargo, y no es gratuito, dudo que todas ellas y ellos estén enfrentando sempiternamente la situación descrita por don Roland. Para el semiólogo francés, escribir sobre el amor es demasiado y demasiado poco: nunca seremos capaces de reproducir –por medio de la escritura– la experiencia amorosa. Hasta aquí las menciones al admirado maestro y a las ideas expresadas en su fascinante libro Fragmentos de un discurso amoroso.

Aclaro que lo que digo no quiero que se entienda como una afirmación generalizadora y absoluta, admite excepciones, matices y momentos específicos. Lo que deseo decir es que la escritura (académica o no) representa algo más que un embrollo para los jóvenes con quienes compartimos tiempo, espacio, conocimientos y neurosis. A estas alturas, quienes trabajamos en el área del lenguaje, sabemos cuáles son las deficiencias que padecen nuestros grupos cuando se les pide escribir casi cualquier tipo de texto. Una descripción breve del estado de las cosas debe dar cuenta de la mecanización que sujeta sus procesos escriturales, mecanización que conduce a carencias relacionadas con la falta de reflexión, planeación, revisión y autocorrección de los textos que, de una u otra manera, escriben.

La escritura, para casi todos los estudiantes, provoca malestar, inhibe iniciativas, desilusiona o es asumida como irrelevante: una exigencia más a la que el infierno escolar los ha condenado, sin ser sujetos de culpa alguna. David Ochoa, con quien he compartido años de trabajo, aprendizajes y paisajes, afirmaba que a escribir se aprende escribiendo. Implacable gerundio que aquí sí supone una acción que se continúa. Se debe aprender a escribir siempre. Para algunos la escritura se desliza con facilidad, tiene la gracia de una bailarina, es encantadora, pero a veces se niega a nuestros requerimientos. Para otros, los más, es pesada, aburrida, nunca parece estar satisfecha y, además, no es nada de lo que uno desearía (o necesitaría) que fuera.

Escribir en los tiempos de internet y sus deidades primarias no es una mala tarea para los adolescentes. Esta mala paráfrasis del verso de José Carlos Becerra nos muestra una cara distinta de una moneda que multiplica sus lados. La escritura, entonces, es desinhibida y juguetona; se atreve y es auténtica. No pasa por esos filtros represivos de la claridad, la coherencia y sus secuaces menores: la puntuación y la ortografía. Si bien, como sabemos, ha habido un cambio de paradigma

edgar mena (archivo de cch naucalpan)

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en la enseñanza de la lengua (del enfoque que privilegiaba la gramática al enfoque comunicativo, y el hacer cosas con palabras), sin embargo, de acuerdo con el punto de vista de Lorenzo Gómez Morín “tan sólo el 12% de los jóvenes que concluyen el bachillerato se ubicaron en el nivel más avanzado de competencia comunicativa sin importar si pertenecen a una institución con sustento estatal, federal o privado. Los resultados que publicó la Secretaría en comprensión lectora representan un imperativo para resolver esta situación”. (2015,1)

Nuestros alumnos aprendieron a leer y a escribir, pero –salvo excepciones– no se crearon ni fortalecieron en ellos hábitos de lectura, mucho menos de escritura. Aunque en algunas escuelas, tanto privadas como públicas, ha habido propuestas alrededor de la creación de talleres de escritura creativa, estos esfuerzos son aislados, poco frecuentes y han sido considerados como poco relevantes. Si nuestros jóvenes presentan serios problemas en relación con la lectura, aquéllos relacionados con la escritura parecen no tener fin.

La escritura académica parte de varios supuestos, los cuales, como profesores acostumbramos omitir: “normalmente la composición de textos académicos requiere que los estudiantes y escritores disciplinares posean en mayor [o] menor medida un conjunto de conocimientos del tema, lingüísticos, retóricos de los géneros textuales, de los procesos de composición, de las comunidades disciplinares y metacognitivos que les permitan regular la tarea de composición.” (Bañales y Vega, 2013, p.17) A estos elementos, debemos añadir los conocimientos generales, así como las creencias propias de los estudiantes en relación con la escritura. Una opción interesante, que surge como vía de solución, la ofrecen los llamados protocolos de pensamiento en voz alta, los cuales “son instrumentos metodológicos que implican, como su nombre lo indica, el uso de informantes, mientras llevan a cabo una actividad. Los pensamientos articulados siguiendo esta técnica se graban para poder ser transcritos y son analizados con la ayuda de unas categorías preestablecidas para reflexionar sobre los objetivos del trabajo de investigación. La metodología ha sido ampliamente utilizada para analizar actividades de resolución de problemas en numerosos estudios de psicología cognitiva y su uso se ha extendido para analizar los procesos de escritura.” (Armengol, 2007, p.6)

Podríamos partir de la siguiente afirmación: los estudiantes de bachillerato no reflexionan sobre su escritura, al no considerarla significativa dentro de su formación académica, no le conceden relevancia, cuando mucho la ven como un requisito inútil más que les permitirá acreditar la materia, no perciben tampoco ningún espacio que les permita expresarse libremente: la escritura académica está condicionada por las imposiciones curriculares del curso en cuestión. Los profesores, por otra parte, no consideramos la relación que cada estudiante guarda con sus procesos de escritura. Damos por sentado que, sin que medie explicación alguna, lo tienen que hacer.

Por otro, lado, la riqueza que aporta la modalidad de la materia, al ser concebida como taller, pierde su dimensión, cuando atendemos grupos de cincuenta alumnos o más, cuando, además, la gran mayoría del alumnado, arrastra grandes deficiencias en la redacción de sus textos y cuando, como presuntos guías del proceso de enseñanza aprendizaje, no somos capaces de crear las condiciones para hacerles ver la necesidad de reflexionar acerca de para qué y cómo escriben.

2. Escritura y creación

Escribe Mixitli Frías:

Calmado, escurriendo desde la luz, veo pasar, alegre, a mi muerte. Va feliz con los vestidos del otoño. Batiendo palmas al ritmo de una música peregrina. Estoy escondido lejos, sumergido dentro de mí. Me nombro para encontrarme.

Estos versos pertenecen al poema Elogio de la muerte, incluido dentro del libro El sueño y otros poemas, publicado en diciembre de 2018 por el proyecto Almendra, cuando su autor tenía 18 años. Frías, en la nota de presentación que antecede al texto, aclara que el libro lo escribió entre octubre de 2017 y agosto de 2018. El producto de su trabajo es un libro espléndido, que no parece haber sido escrito por alguien tan joven. Al leerlo, tanto Édgar Mena como yo comentamos que se trataba, sin dudarlo, de lo mejor que había publicado Almendra1 .

Quise ejemplificar, tal vez de forma abusiva, lo que pueden hacer los jóvenes del CCH. El caso citado no es único, pero sí es representativo de los alcances creativos de un adolescente. Se me podrá decir que casi ningún joven de esa edad escribe de esa manera, también se lo han de haber dicho a Rimbaud, supongo. Lo que me interesa es defender una postura que he mantenido desde hace muchos años. Al igual que otros profesores del Colegio, pienso

1. El Proyecto Almendra nació en 2013 a instancias de la profesora Nancy Mora y del profesor Édgar Mena, quienes me concedieron la oportunidad de coordinarlo. Apoyado por INFOCAB, el proyecto se ha sostenido desde entonces y ha publicado alrededor de 24 plaquettes tanto de narrativa como de poesía. Las presentaciones de cada uno de los títulos han logrado impactar a la Comunidad. Hay un proceso de identificación extraordinario con la obra y, por ende, con sus autores, que se traduce en la asistencia de alumnos y profesores a estos eventos. Las participaciones son abundantes y muestran un genuino interés por conocer tanto la obra que se presenta como los requisitos para poder formar parte de la colección. Es obvio, por otro lado, que sólo un sector de la comunidad atiende la convocatoria y envía sus materiales a concurso, pero para muchos de los asistentes, se trata de la oportunidad de convivir con sus pares quienes son ya escritores y con quienes comparten preocupaciones, formas de vida y visión del mundo. El proyecto ha permitido que, con algunos de los jóvenes escritores, se establezca una relación perdurable que va más allá del vínculo entre profesor y alumno. Varios de estos jóvenes se han encargado de coordinar talleres de creación dirigidos a otros estudiantes, así como a impulsar, a través de otros medios, sus nuevos trabajos.

el sueño y otros poenas de mixtli fría

que el impulso a la escritura creativa es una necesidad que debe mantenerse ya sea dentro del aula o fuera de ella, mediante la organización de talleres de creación literaria. No se trata de formar futuras generaciones de escritores profesionales, ni siquiera de estudiantes de Letras; se trata, y no es una simplificación, de alentar una escritura libre y creativa y de alternarla con la escritura formal de textos académicos.

La irrupción de la escritura creativa en el currículum de la materia es más o menos reciente. Si bien, como lo he mencionado, varios profesores la hemos considerado como un elemento importante dentro de nuestras clases, no es sino hasta el Programa de estudios de 2016, que este tipo de escritura adquirió otro estatus: la primera unidad de TLRIID I propone la escritura de un relato personal, lo que permitirá que el alumnado logre “su construcción como

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enunciador” (Programas de estudio TLRIID I-IV, 2016, p.20). A su vez, en el tercer aprendizaje de la segunda unidad de TLRIID I, podemos leer: “(el alumnado) redacta una variación creativa de alguno de los cuentos o novelas leídas, mediante la modificación de algunos aspectos integrantes del texto…” (Programas de estudio TLRIID I-IV, 2016, p. 25). La intención, desde mi punto de vista, es clara: empezar a escribir desde una perspectiva personal, que tome en cuenta la experiencia y sensibilidad de los jóvenes, para continuar, en la segunda unidad, con un ejercicio de reescritura que, por supuesto, admite distintas posibilidades.

A pesar de lo dicho, las opciones creativas dentro de TLRIID no llegan más lejos. No he considerado algunos de los aprendizajes propuestos en el programa de LATL I y II, los cuales sí abren otras alternativas de creación, que incluyen el ensayo literario. Aunque la materia, de acuerdo con el profesor correspondiente, incluya nuevas oportunidades para desarrollar ese tipo de escritura, son los talleres de creación literaria, los lugares idóneos para impulsar las aptitudes creativas de los adolescentes. La escritura, en estos talleres, se convierte tal y como lo señala Nicolás Bratosevich, en una práctica artesanal: “escribir por pura inspiración (por impulso) según querían muchos románticos (pero no en Poe, no en Bécquer poeta) vuelve impensable la existencia misma de los talleres. [Estos] son espacios donde se practica la escritura como artesanía, como averiguación y construcción de proyectos…” (2001, p. 52). Antecedentes exitosos han existido en nuestro plantel: La Antología Crimen confeso (Robles, 2003), reúne los poemas del taller que impartió Leonel Robles en Naucalpan durante varios años. Algunos de estos autores, tal es el caso de Luis Paniagua, se han vuelto voces indispensables dentro de la poesía mexicana reciente. Más cercanos aún, son los talleres de creación impartidos por estudiantes y profesores cobijados por Babel, proyecto auspiciado por INFOCAB.

Los talleres literarios y los concursos, así como los espacios que ofrecen distintos medios institucionales, o no, son posibilidades que debemos fortalecer de manera constante. Repensemos las vías para mejorar la calidad de la escritura académica del alumnado y démosle la importancia que merece al talento y la creatividad de nuestros jóvenes.

Fuentes de consulta

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4.

5. Armengol, L. (2007). Los protocolos de pensamiento en voz alta como instrumento para analizar el proceso de escritura. Recuperado el 14 de mayo, 2020 en https:// www.researchgate.net/publication/28201835_Los_ protocolos_de_pensamiento_en_voz_alta_como_ instrumento_para_analizar_el_proceso_de_escritura Bañales, G. y Vega, N. (2013). Investigación de la lectura y la escritura en la Educación Media y Superior en México. Recuperado el 11 de marzo, 2020 en https://www. researchgate.net/publication/314142063_Investigacion_ de_la_Lectura_y_la_Escritura_en_la_Educacion Bratosevich, N. (2001) Taller literario. Metodología, dinámica grupal, bases teóricas. Buenos Aires: Edicial Gómez Morín, L. (2015) México: jóvenes sin escritura y pobre capacidad de expresión. Recuperado el 10 de febrero de 2018 en https://www.flacso.edu.mx/noticias/ Mexico-jovenes-sin-escritura-y-pobre-capacidad-deexpresion Programas de Estudio. Área de Talleres de lenguaje y comunicación. Taller de Lectura, Redacción e Iniciación a la Investigación Documental I-IV (2016) México: UNAM-CCH

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