CREADORAS|Edición X|Polisemia

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Polisemia Ediciรณn JUNIO JULIO 2020


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DIRECTORIO Dirección General

DENNISE ALCÍBAR Dirección Editorial y Maquetación

ARIADNE ALCÍBAR Arte

MARÍA SUSANA LÓPEZ


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olaboradoras

Alba Tros Kenia Laguna

Nelly Fraga Karla Íniguez

Ana de Lacalle

Megahan Velazco

Claudia Novillo

Patricia Calderón

Gabriela Tresán

Liliana Hernández A.

Mónica Castro Lara María Crescencia Capalbo Silvia Mabel Vázquez

Gretel Quintero Angulo Yessika Rengifo CASTILLO Karla Hernández Jiménez

Tania HernÁndez

María Susana López

Isabel Mendoza

Manuela Irastorza

Zalma Graciela Andrea Pereira Sara Pizarro

Claudia Castillo Melanie Taylor Erika Torres


CONTENIDO NUEVE DE JULIO

EDITORIAL Dennise y Ariadne Alcíbar

Mónica Castro Lara

p. 08

EL MANTO DE LAS MOIRAS Liliana Hernández A.

VINILOS

p. 12

p. 10

HOUSE BLUES

NOVIAZGO

Karla Hernández J.

p. 18

Gretel Quintero Angulo

Yessika Rengifo C.

RECUERD OS p. 14

Patricia Calderón

p. 16

p. 20

CLARA

CUARENTENA

LA OTRA

Manuela Irastorza

Megahan Velazco

Nelly Fraga

p. 24

p. 26

p. 28

EL EXTRAÑO

EL HADA IMAGINARIA

EL ENSAYO

Silvia Mabel Vázquez

Claudia Castillo

p. 22

p. 30

p. 32

EL DUENDE DE LAS PLANTAS Erika Torres

Kenia Laguna

p. 34


CONTENIDO FÉMINAS ANÓNIMAS

GALERÍA

Ana de Lacalle

María Susana López

p. 36

p. 38

NACIMIENTO OSCURO

SOCIAL MEDIA REDENCIÓN

Karla Íñiguez

Zalma Graciela

MENÚ Melanie Taylor

p. 46

p. 48

p. 50

TESIS

LA GÉNESIS

Tania Hernández

María Susana López

p. 52

p. 54

María Crescencia Capalbo

p. 56

EL PESAR DE UNA PEQUEÑA CAZAFANTASMAS Isabel Mendoza

p. 58

Sara Pizarro

CENIZAS NADIE LLORARÁ POR MI AUSENCIA

Andrea Pereira

Claudia Novillo

EL DESTINO NOS DERRITE

p. 62

Gabriela Tresán

LA TRASCENDENCIA DE LAS MOSCAS

p. 60

Alba Tros

p. 64

p. 66

p. 68


EDITORIAL Dennise y Ariadne Alcíbar Enheduanna nació alrededor del año 2.300 a.C. Es considerada actualmente la primera poeta de la humanidad. La poesía de Enheduanna se basaba en temática religiosa escrita en cuneiforme sobre tablillas de barro. Por una parte, escribía al dios Nannar y a su templo de Ur y por otra dedicaba himnos a la diosa Inanna, protectora de la dinastía de Akkad. Poemas que, 4.000 años más tarde, han sido traducidos por especialistas en Mesopotamia. Para Enheduanna la creación simbolizó el fin del caos, porque pese a establecer un gobierno duradero, hubo un tiempo en el que el pueblo se rebeló y fue exiliada de su hogar. Fue durante el reinado de su hermano Rimush, donde se implicó más a fondo políticamente. No obstante, no pasaría mucho tiempo hasta que volviese a su posición de Suma Sacerdotisa y terminase sus días representada casi como una semi-diosa, donde continuó dedicando aquellos poemas a la diosa Inanna.


La mujer y la creación han sido, desde épocas remotas, dos realidades inseparables. En esta décima edición de Polisemia quisimos conmemorar a las creadoras de todos los tiempos: las que imaginaron en silencio y las que lucharon por ser escuchadas; quienes con su ejemplo nos recuerdan que creadora y mujer son la misma palabra.s

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E

l m a nto de las moir as Liliana Hernández A. Vengo de la noche, del azul del abismo en silencio, donde reinan criaturas de terrible apariencia monstruosa. Nací de una gota aterciopelada, biolumínica sístole y diástole, jugando a imitar a los engreídos luceros del cielo. Mi madre es Cloto, la que duerme en su manto albino. Oigo las gotas caer, mis hermanos los arcaicos peces, difractan plateadas arenas celestes. Por ser mi origen abisal, desconozco mi sexo, hilos invisibles de sal me arrojaron a la vida, se despiden trenzando sus hebras amargas. Vengo de las olas, soy la espuma eterna que pierde la voz. Mi madre es Láquesis, la que canta envuelta en su manto dorado. Oigo las gotas caer, se desprenden de mí al atardecer. A cada palabra perdida, un ovillo de cabellos para finalmente ser arrojado al viento. Mi morada es de arquitectura cóncava, de temperatura volcánica, de carácter intempestivo, manantial seguro, para las madrugadas exaltadas, donde el dolor cobra sentido. El reflejo encontrado en el ocaso me asegura que nací mujer. - 10 -

Vengo del agua que abraza el frío cristal. Mi madre es Átropo, la que llora y arrastra su manto evaporado. Reposo sempiterno, el cuerpo doblado, piel sobre piel. Las tijeras de la alquimia asisten a mi noche glacial, cortan ¡Nunca Venus! Regreso con mis hermanos ahora en una gota de cristal, espécimen en éter para admirar. Me cubren mi sexo con un manto de cabellos negros, Ariadna merodeando el laberinto va, lleva el hilo y lo deja reposar en la cama del que ahora lo tejerá. Marcia S


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N d e

u e v e j u l i o

Mรณnica Castro Lara

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Un día como hoy, volteé para decirte lo pequeños que se veían los caballos en el desfile desde nuestro balcón y tu cara violeta, tus ojos rojos y tus labios celeste, son algo que nunca podré quitarme de la cabeza. Mamá y papá corriendo de un lado a otro, Fanny gritando, sujetándote a vos en el piso; el frío del recién llegado invierno y allá afuera, el unísono: “Oid mortales, el grito sagrado. ¡Libertad! ¡Libertad! ¡Libertad!”. Victoria como siempre regañando y empujándonos para salir de la salita. Con seis años comprendí que el mundo es una constate discrepancia entre las cosas para chicos y grandes, aunque hay quienes aseguran que en mis escritos no existe tal cosa. Cinco días después, te perdimos, querida. A mí nadie me dijo que vos te estabas muriendo. Había un movimiento inaudito en la casa, un persistente barullo estridente que me hacía imaginar un montón de cosas re locas pero, nada que valga la pena recordar. Yo me hacía la dormida y lo observaba todo con los ojos entreabiertos, hasta que me mandaron a saludar a las visitas. Mamá, rodeada de señoras pitucas y vestida toda de negro, me dijo medio sonriente y en voz bajita: “¿Sabés que Clarita se fue al cielo?”. Supe que esa frase era una cosa horrible, como precipicio, una realidad distorsionada porque no encajaba la cara y el tono de mamá anunciándome tu partida. Y entonces el cielo se convirtió para mí en el mismísimo infierno; un cielo de claraboyas al que no puedo dejar de ver con recelo e intriga. Me colocaron un cinturón negro arriba del camisón que recién me había traído la abuela de París, un presagio funesto para lo que sería mi infancia. Comencé a llorar, - 13 -

no porque de verdad lo sintiera, sino casi por corazonada, porque creí que eso es lo que debía hacer. Subí al último piso y vi a todas las personas atareadas, lavando, planchando, limpiando. Me acurruqué ahí, en una montaña de delantales, cintas, sábanas y no quería parar de llorar. Ellos tan ocupados, no lloraban; los de abajo sí. ¡Qué dispar y armoniosa es la cotidianidad de la vida y la muerte! Por eso nunca le he tenido miedo. Victoria presumía que vos fuiste la primera muerte que presenció y eso siempre me ha corroído de envidia. Si yo pudiera llevarme de la mano hasta tu cama, también me hubiera quedado ahí, mirándote. “Andáte, sos sólo una nena”. Y me cerraban la puerta en la cara. Hablaba tan bonito de vos Victoria: “Clara era de una belleza y sensibilidad excepcionales; me gustaba mirarla, peinarla. Siempre había sentido orgullo por la belleza de Clara”. Yo siempre he sido la feúcha, la etcétera de la familia. Vos sabés que eso no me importa. Ya está. La sexta hija tenía que ser la irreverente, un cliché aburrido, según Adolfito. A mí tu muerte me mató la infancia, Clara y te lo agradezco; fue tan hermosa, tan solitaria, tan desconcertante, oscura y cruel, como dicen de mis letras, y me encanta. ¡Por eso te debo tanto Clara! Tu ausencia cambió mi vida. Te lo digo antes de que lo olvide; ya tropiezo con las cosas, con las ideas, con los recuerdos. Me quedo mirando el televisor sin comprender un carajo. A veces olvido el nombre de Jorge pero, va y viene. Te veo pronto, Clara. Cariños, Tu hermana Silvina.s


V

i n i lo s

Ye s s i k a R e n g i fo C .

El último arcoíris trajo el rosa de tus labios a mi ventana, que iluminó rayos de sol a mis días de oscuridad. Recordé que tu partida se extendió en los horarios académicos y el trabajo de medio turno, ladrones de tus caricias en noches de incertidumbre. Mi amor permanecía firme aunque tus llamadas se nublaron, las cartas frías y silencios profundos anunciaron el final a mi corazón. Mis lágrimas no cesaron y comprendí que los vinilos sólo existieron de mi parte, y los tuyos habían muerto.S

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N

ov i azgo

Gretel Quintero Angulo

Esta mañana, cuando Ana iba subiendo las escaleras llevaba unas cajas enormes, dio un paso en falso y rodó por ellas. En cuanto la vi, me dije: esta noche se lo cuento. La gente se cae cuando baja, pero es tan raro que suceda cuando sube. La pobre Ana, tuvimos que re... ¿me estás oyendo? Sí. Pero no te ha dado gracia, apenas si sonríes, tendrías que haberlo visto, no lo cuento bien. Quiero besarte. ¿Ves?, no has prestado atención, no te interesa en lo más mínimo. Sí, sí me interesa, pero antes de seguir quiero besarte. Bueno. (Se besan) Ya está. Te decía que tuvimos que recogerla con cajas y todo; pasamos tremendo trabajo, la risa nos inmovilizó. ¿Y no se molestó porque se rieran de ella? No, creo que no; además no era nuestra culpa reírnos, ni la suya caerse, claro, porque se cayó subiendo las escaleras y no bajando como hace todo el mundo, pero es que llevaba unas cajas que no la dejaban ver. Ya me habías contado eso antes. ¿Sí? Sí, nos reímos mucho, ¿recuerdas? Pues no, no recuerdo; pero, en fin, puede ser, sucedió hace meses. ¿Quieres besarme? Bueno. S


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H

ouse

blues

Karla Henández Jiménez

Ciudad de México, 1991

Aquella tarde, como tantas otras, se encontraba en el mismo bar de quinta, esperando para que le sirvieran el último trago. Una familiar voz femenina lo sacó de sus reflexiones etílicas. –¿Bailamos esta pieza, chato? Él se levantó y sacó a bailar a aquella huesuda prostituta al ritmo de una cadenciosa trompeta. Era increíble. Durante toda su vida, jamás se había apegado a nada, ni a nadie, era como un gato, dedicado a deambular por las noches. No obstante, aquella desgastada mujer, a quien había conocido hacía veinte años en El Establo de La bandida, le producía un extraño efecto de calma. Ella era la única constante en su vida. Nunca la había visto fuera de El Establo o de aquel bar de mala muerte al que la había llevado después de la primera vez que estuvieron juntos. Ella no era particularmente hermosa pero, para él, era suficiente. Aquel día, mientras la sostenía entre sus brazos, por fin lo había decidido. Tenía una propuesta importante para ella. —¿De verdad aceptaste? ¿Qué le viste a ese viejo caifán?—le preguntaron sus amigas cuando ella les platicó. Ella simplemente volteó a ver al hombre canoso, de chamarra de cuero y dedos encallecidos y, con una huesuda sonrisa enigmática, exclamó: –Nuestro tiempo por fin ha llegado. S


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R

ecuerdos

Patricia Calderón

Ayer te vi. Sentí nostalgia al verte y no porque fueras acompañado. Recordé tu presencia y tus detalles, el amor que me tuviste, la vida que dabas por mí. Sin embargo, también me transporté a tu lado llena de ataduras y costumbres que no iban conmigo. Te observé y mi mano estaba entrelazada con la de la persona a la que mi corazón y mi razón dieron la oportunidad de amarme y a la que amo. Eres pasado y ya solté todo lo que no me permitía crecer. Te percataste de mi presencia, lo vi en tu semblante. Me buscaste con la mirada y tu rostro giró lentamente para encontrarse con ella. Me viste acompañada al igual que

yo te había visto. Nuestras manos que en algún tiempo eran como imanes, ahora se aferraban a otras hacia un destino incierto. Espero hayas encontrado lo que deseabas. Porque yo, no lo encontré en ti. Sé que anhelabas una compañera para tu vejez. En cambio, yo deseaba alguien con quien compartir la vida, en igualdad y sin promesas mentirosas. Tú querías una acompañante para tus reuniones sociales. Yo quería simplemente alguien que me acompañara a redescubrir el mundo. El instante fue pequeño y los recuerdos fueron muchos. S

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E

l e n s ay o

Claudia Castillo


COGES papel y lápiz pero no te concentras, tus pensamientos te distraen, tienes la sensación de que debes decirle a tu madre lo diferente que eres. En medio de las divagaciones recuerdas ese sueño tan particular, aquel de cada noche, ese que te provoca tan tremenda exasperación. Puedes hacer el recuento de cada una de las partes de tu sueño, primero esa cascada indescriptible, azul turquesa cayendo del risco junto con el sonido verberante y fustigante, un canto masculino que viene del fondo de la cueva húmeda dentro de los rizos del agua que cae. La verdura natural que combina musgo, esmeralda y floresta, en el prado la suavidad de las olas del viento desaparecen entre tu cabello. Esa apreciación amalgama la paz intermitente con tu libido despierto y la focalización de tu tarea de literatura. Oyes ruidos en el vestíbulo. Te levantas de la silla, caminas en dirección a la entrada de tu cuarto, abres la puerta, recorres el estrecho corredor, te acercas al barandal de la escalera, reclinas un poco el dorso. Descubres, en medio del tic tac del reloj y un lejano muac, que ha llegado el nuevo esposo de tu madre. Después de confirmar lo que ya sospechabas te incorporas y retomas el mismo camino de regreso. Penetras a tu estancia, prendes la lámpara para ver mejor la hoja de papel que se posa en tu escritorio, abres las cortinas, ya está oscureciendo. - 23 -

Tomas tu silla, la acomodas y te vuelves a sentar en el mismo estado de hace un rato. Veinte minutos más tarde escuchas el run run del auto cuando enciende, crees que ellos acaban de salir. Intentas retomar tu ensayo. Cuando a tu mente acude una sentencia para continuar con tu ejercicio de escritura escuchas el chirrido de la puerta, volteas la cabeza lentamente en dirección a aquel sitio y encuentras debajo del umbral la silueta de un hombre atractivamente maduro. Te quedas callado, no es la primera vez que tu madre sale sin su compañía y tampoco es la primera vez que él se acerca a tu habitación a charlar. Pero, esta vez se aproxima lentamente hacia ti, te mira de un manera atípica. Te acaricia la cabeza, luego baja hacia el cuello, posteriormente mima tus mejillas. Tu corazón se acelera de una extraña forma. Recorre del cuello al brazo con una tímida sonrisa, descubres que mientras realiza este trayecto se ha arrimado. Te quedas quieto porque la sensación que has experimentando en el sueño ahora cobra un sentido auténtico. Te toca la pierna y esta vez te mira de forma lasciva. Acerca tus labios hacia los de él y te arrebata un beso. El deseo emerge desde tu sangre, te levantas en frenético arrebato. De pronto se escucha de nuevo un run run cercano, él huye despavorido y tú te quedas pasmado frente a la hoja de papel donde debería estar tu ensayo. S


C

lara

Manuela Irastorza Abrió los ojos aún confundida. No podía ver, apenas respirar. Despertar de ese sueño confuso fue un alivio indescriptible. No saber dónde estaba y más aún perder noción de tiempo y espacio, vida muerte, es que hasta le costaba creer que seguía viva, era casi una pesadilla ¡Por tanto tiempo! Sus primeros recuerdos corrían por su mente como una película con imágenes confusas y crueles. Es que no pasaban por su mejor momento. Eso le decía Marcos. Perdóname, me pongo mal y no sé por qué Clara. Lo sé Marcos. Los golpes hacían que se desmayara una y otra vez. Y así por mucho tiempo. Años. En ese momento también recordó a sus alumnos, a su familia, y agradeció estar viva a Dios que no la abandonaba nunca, luego hizo un esfuerzo por hablar. Su voz era débil, su respiración aún más. Intentó moverse, pero sus huesos parecían molerse, dolía tanto que volvía a desmayarse. En sueños recordó sus proyectos de ser madre: volveremos a intentarlo, Marcos. Sí, Clara, eso me hace feliz. Volvió a despertar y le costaba respirar, recordó a Luisa su terapeuta: Clara, cuando tu pánico te quite la respiración levanta los brazos para que tus pulmones se abran.

¿Y si estoy sola y no puedo, Luisa? Piensa en algo bonito y todo va a fluir. Y así lo hizo, sacó fuerzas para poderse mover y por fin alzó la mano. La tapa de madera yacía sobre ella, sin que nada pudiese salvarla. Casi sin aliento pensó: no sé si viviré, pero sé que no estoy sola. Sus lágrimas corrían y casi no podía intentar nada. Volvió a quedar inconsciente, mientras su vientre de cinco meses se movía haciendo un último esfuerzo por vivir. S

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C

uaren tena

Me ga h a n Ve l a z c o

Pasó más de una década para poder darme un respiro, fue un respiro forzado, a punta de pulmón, un respiro artificial, detrás de cuatro paredes. Decidí dedicar este tiempo para encontrarme, creo que me olvidé en algún cajón de la oficina porque ya busqué bajo la cama, ya busqué en cada mueble, en cada traste, y en cada rincón; y no puedo encontrarme, ni mirando en el espejo ni entre sueños.

Desconozco mi cuarto, desconozco la cocina, desconozco el baño y la sala, desconozco la casa; el polvo se fue de vacaciones, la luz decidió ahogarme, el silencio corrió por la ventana y el desorden muere cada once de la mañana, hago yoga, hago ajedrez, hago la cocina, hago danza, alabanza, un poco de costura, compostura y escritura, leo, canto, rio, juego, vuelo en mi jaula.

Pasé más de una década sin respirar, una eternidad y ahora que lo hago quiero dejarlo, quiero seguir con mi ritmo desenfrenado de pagar por vivir nada y de vivir sólo en mente y planes a futuro que nunca llegarán.

Soy un desconocido al encuentro de todo aquello que había guardado en esta caja de cemento. Había olvidado cuánta ropa guardaba, cuántas tazas, cuántas telas, cuánta alegría, cuánto drama, cuánta soledad y cuánta plenitud, había olvidado qué era estar en casa, qué era ser yo. S

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L

a o t r a Nelly Fraga

Suena la gruesa campana de cobre llamando la atención, de los ocupantes de la casona. Es una resplandeciente y joven mujer. El largo y castaño cabello enmarca un rostro sonriente. Responde al reclamo otra joven. El rostro es ojeroso y pálido. Se dirige hacia la visitante en forma lenta pero segura, va balanceando una abultada barriga. Está embarazada. —¿Qué deseas? —pregunta. —Busco a mi amigo Eduardo, hace días que no va por mi casa y quiero estar segura que se encuentra bien. —Eduardo no ha llegado aún, trabaja hasta las veinte horas, creo... ¿quieres dejar un recado? —Sí, dígale que pasé y que lo extraño. —Se lo diré— responde la pesada figura y gira sobre sus talones prometiéndose olvidar el recado. S

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E

l extr año

Silvia Mabel Vázquez

El camino era largo. A lo lejos, veían las montañas repletas de nieve. Se venía una noche fuerte. A pesar de todo seguían caminando. El sol bajó y se enfriaban los cuerpos, de a poco. Le colocó el abrigo sobre los hombros y se lo acomodó, aunque su camisa estaba húmeda por el rocío. El viento soplaba y traía aromas de sal, pero seguían en camino. La tormenta los obligó a detenerse debajo de unos árboles tupidos. Con un cuero viejo como único abrigo, descansaron un rato. La fiebre no cedía, pero la esperanza aún continuaba dentro suyo. Sabía que esa noche era difícil, pero si lograban amanecer, ella podría mejorar. La tormenta fue debilitándola de a poco. De repente, él sintió que algo lo llamaba. Se levantó y fue hacia la orilla del lago. Un hombre estaba pescando.

Se dio vuelta al escuchar sus pasos y lo miró. "Tranquilo", le dijo, mañana estará mejor. Cuando se volvió hacia ella para mirarla, el hombre había desaparecido. La acomodó en la carreta y la arropó. La fiebre cedía de a poco. Un rayo bajó de repente y cortó en dos la cruz de madera que llevaba detrás de la caja. Se detuvo y miró hacia atrás. Ya no llovía. Ella,abrió los ojos y sonrió "Buenos días!", le dijo. Saltó de la carreta y fue a su lado. Ya sin fiebre, se levantó y lo abrazó. El sol se asomaba detrás de las montañas, el camino era largo, pero llegarían pronto. Detrás de unos árboles tupidos se asomaba el sombrero marrón del hombre que pescaba. Con un ademán extraño, dejó que pasaran a su lado. Él, levantó la mano y les dijo "adiós". S

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l hada imaginaria Kenia Laguna

Pasados los días, el hada vuelve al castillo errante luminoso y trae consigo otra alma. Esta vez quién será el que cayó en sus engaños y lo perdió todo. Será otro humilde recolector de estrellas o una princesa sirena de arena. Quién pudo ser, ella arroja aquella alma al vacío oscuro y se dirige a la puerta de cristales rubíes, la abre y se ve un corredor infinito, coloca algo ahí. Ese lugar es solo para las cosas que son imposibles de recolectar, después de eso da la vuelta y nuevamente se dirige al vacío oscuro y con una mano eleva el alma que trajo, la mira detenidamente como si buscara algo en ella y la suelta. Se sienta en su escritorio, abre el libro imaginario y escribe lo siguiente:

#200 Príncipe Rojo Cometa Estelar. Trato: Su corazón Deseo: Hallar a su padre Fallo: Haber mentido acerca de su deseo. El hada imaginaria cierra el libro y se acuerda de lo que había colocado en el cuarto infinito de la puerta de cristales rubíes: la corona de perlas imaginarias. La obtuvo en uno de los deseos imaginarios, cuando el príncipe la engañó con el deseo que había pedido. Aún no logra comprender cómo no percibió las verdaderas intenciones de él, si ella es el hada imaginaria que engaña a inocentes y les roba el alma. Por un momento cierra lo ojos y se dice a sí misma: cómo pudo desear con la corona de perlas que yo dejase de existir, si para eso tendría que dejar a un lado su imaginación para acabar conmigo, y es algo que nunca sabría ningún deseante en todo el universo. S

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l duen de de l as pl a ntas Erika Torres

A manera de suerte, desde tiempos remotos, cuando a las niñas nos inculcaron a soñar con el número de hijos que tendríamos, cuando nos vendieron vajillas y cocinas de juguete y nos dijeron que sólo las rosas y los chocolates sanarían un alma enferma, hubo la creencia de que al cuidar una planta el corazón de la niña adulta estaría listo para acabar con cualquier fuerza maligna. La ruda y la sábila se convirtieron en amuletos femeninos, cuántas tazas de té y ungüentos de estas probaríamos en el transcurso de nuestras

vidas, a título personal, creo que he perdido la cuenta. Con el pasar de los años descubrimos que el brincar a la cuerda cantando: “monja, viuda, casada, divorciada, soltera, cuántos hijos quieres tener...”, el jugar a manitas con la canción “arroz con leche” o la del marinerito que quería desposar a una joven comprometida, no estábamos destinadas a nada. Me hubiera gustado que me contaran que, desde tiempos remotos, hubo un duende esperando en toda la extensión del campo, floreciendo junto a los amuletos, esperando a ser elegido para el rescate. - 34 -

La misión del duende de las plantas es rescatar a quien le otorga tal dicha; él teje el destino de quienes tuvieran el gusto de juntarse para concebirlo. Hace algunos años conocí cara a cara a uno; pero, estoy segura que estuvimos destinados desde siempre a este momento. El duende de las plantas me dio la mano y me invitó a florecer junto a él, cantándome al oído lo que jamás nadie hizo. Cree el duende que yo lo elegí; pero, él no sabe que el mayor agrado para mí fue que él elija a este ser para acompañarlo en su viaje. S


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F

ém in as anón imas Ana de Lacalle

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El moho que recorría estático el dintel de la ventana le remitía, sin querer ni oposición, a esas costras internas que bordeaban los límites de su corazón. Esas que se incrustan tras mucho sangrar. Era la quinta vez que se proponía rehacer su vida en un piso, cuya altura le llevaba a imaginar que quizás algún día navegaría por el cielo, sin presiones, ni restricciones que impidieran el gesto liberador de sus alas. El desarraigo la había condenado a la expulsión inmediata de todo lugar. Ni se hallaba, ni se sabía, creyendo que carecía de identidad debido a ese vaivén continuo de deseos, que constituían una reacción u oposición a lo que el entorno le exigía. Ahora, alejada nuevamente de todos cuantos la habían conocido, esperaba encontrar a ese yo que permanecía oculto tras una impostura socialmente exigida. Aunque, lo cierto es que, su impostación era peculiar porque representaba un personaje rebelde y arisco, en lugar de estar al servicio de su adaptación al medio. Sentada en un viejo sofá que había recubierto con una sábana gris, se fumaba un cigarrillo mientras sus ojos reseguían el deambular del humo que parecía disiparse en el techo. Entre calada y calada, su vista se evadía en ese estado casi de sonambulismo en el que parecía hallarse, por el ventanal que daba vida al comedor. Procuraba perseguirlo, pero ser instante era lo que definía la permanencia del humo en el exterior. Retornaba a aspirar con suavidad la boquilla del pitillo mientras - 37 -

procedía, nuevamente, a esa persecución baldía. La reminiscencia de un pasado intenso se agolpaba en su mente, dejándola paralizada, como si no pudiera creerse su propia existencia. Y así, se hallaba melancólica y cansada, reposando en el que fuera el sofá de su madre, y dejando fluir esa amalgama de sucesos verídicos, pero casi inverosímiles. En este estado vio un montón de libros apilados y, entre ellos, redescubrió uno de Pizarnik que abrió al azar. Leyendo el primer poema con el que se topó. Decía: “Esta espectral textura de la oscuridad, esta melodía en los huesos, este soplo de silencios diversos, este ir abajo por abajo, esta galería oscura, oscura, este hundirse sin hundirse” Se sentía una Alejandra en versión posmoderna, porque no sostenía su existencia resistiendo aliviada por la poesía, sino que más bien se había convertido en estatua de cera, como apuntaba la poeta en otro de sus poemas. Y, en su caso, era veraz, no un estado anímico pasajero; porque la espectral oscuridad le resultaba indiferente y no se descubría en ella con miedo alguno. El silencio no era sino un solo soplo en una única dirección: ese hundirse abajo por abajo, mientras se hundía por hundirse. Sabía que el final del pozo es esa muerte universal, a la que unos llegan conscientes, sabiendo que ha sucedido en ese transitar la existencia, y otros acuden a la cita ignorantes. Pero, por motivos propios, estaba decidida a persistir y rebelarse contra la desgracia persecutoria que parecía escrita por un demonio vengativo.


Su habilidad no era escribir, como fue el caso de la poeta argentina, sino bracear iracunda por un estrecho camino inmerecido. Pizarnik creó como lenitivo una tragedia poética, que debía quizás servirle de catarsis. Ella también podía crear, ser una mujer creativa, porque allí donde nadie apostaba ni un céntimo por su supervivencia, ella puso existencia al morir, mientras Pizarnik no pudo más que palpar la muerte rondando insistentemente por su existir. Salió de esa ensoñación en la que había sucumbido y se dispuso activamente a acomodar el piso, lleno de cosas sin espacio propio, ni sentido. Eso le daría fuerzas para reanimarse y salir al día siguiente en la búsqueda de un empleo, sin el que difícilmente podía permitirse estar más de quince días. Y, he aquí, que su envidiable disposición para hallar lo que a otros les parece inalcanzable, la situó en pocos días en una empresa de limpieza que la contrató para una sustitución, con perspectiva de cubrir esa baja que ya se preveía como jubilación. Así, como si llegara y besara el santo, en un mes se había situado, entre el contrato empresarial y trabajos complementarios, con una jornada de doce horas que le permitía ser completamente independiente. Como en tantas otras ocasiones.

Observando los modos diversos en que las mujeres creamos y recreamos, no solo arte sino, nuestro lugar en un mundo hostil y excluyente se me ha antojado revelador situar en el pódium, que por meritocracia les corresponde, a todas aquellas luchadoras que han retado a una sociedad que, en el inconsciente colectivo, parece llevar inoculada la creencia de que la mujer, si se libera del hombre, debe lidiar con los hijos comunes que pasan a ser su responsabilidad principalmente. Unos hombres reniegan, otros se limitan a pasar pensiones, y, al fin y al cabo, quien se queda en soledad con la ardua tarea de educar y velar por el sostén familiar, es ella. También, porque no podemos faltar a los hechos, hay muchos hombres que se corresponsabilizan de los retoños; pero el propósito aquí es destacar la gran cantidad de mujeres creadoras de formas de supervivencia que aún abundan en nuestra sociedad. Sus hijos ya eran jóvenes adultos y ahora ella podía procurar hacer de su existencia vida. Mas el sufrimiento, el desamparo y los largos y malos tiempos no pasan en balde. Se sentía extenuada y su apariencia macilenta era el rastro del desgaste. Trabajaba para sobrevivir, aunque paradójicamente eso le deparaba una infra vida porque la situaba en esa asfixiante monotonía que la sumergía en una distonía mental; algo así como una distimia en términos psiquiátricos.

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Ahora en su edad adulta avanzada, se topaba bruscamente entre sus manos con la posibilidad, que la zafaba de la determinación. Pero ¿cómo ejercer esa libertad en pro de sí misma cuando siempre la había orientado en favor de sus hijos? Acaso, recurriendo a esa creatividad que le había permitido arribar a ese puerto sin faro; aunque con el contratiempo de que nunca había podido pensar en ella misma, y esta mirada nueva, que le exigía no morir mientras seguía respirando, era un desafío exorbitante que no era capaz ni de atisbar. Y como la existencia no es un cuento de hadas que finaliza con el tópico: "fueron felices y comieron perdices", prosiguió vagando por esa línea abisal que la llevó, como a tantas mujeres fuertes y con coraje, a irse disipando en un anonimato inmerecido, con oasis afectivos que le proporcionaban sus hijos y nietos. - 39 -

De aquí que, fascinada la que suscribe el texto por estas mujeres que pasan por nuestro lado invisibles e ignoradas, se haya visto impelida a brindar un homenaje a todas ellas: mujeres auténticamente creativas, hundidas en el barro, de las que nadie espera nada y que sin embargo son un ejemplo de gallardía, generosidad y una habilidad deslumbrante para hallar los recovecos existenciales que muchas otras seríamos incapaces ni de sospechar. Para ellas estas letras, de alguien que pasando por ser creadora se sabe insignificante en comparación con estas heroínas. S


M aría S usana L ópez Nació en Quilmes, Profesora de Ciencias Naturales y Enseñanza Primaria, artista plástica, ceramista, escritora amateur. Participó en varias muestras, exposiciones, concursos literarios , formó parte de antologías y colaboró en revistas nacionales e internacionales. Actualmente, continúa con la enseñanza y la expresión artística. Presentamos esta serie de obras de la autora.

Técnica mixta: pintura, dibujo, arte digital.

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oci a l medi a

Karla Íñiguez

Entre la espuma del jabón los descubro: bordes titubeantes entre omóplatos, guarida de bultos irregulares que me invaden. Ojos, mil ojos por todas partes. La ducha termina. Me seco todos los ojos; nos vestimos, salimos a la calle. Mudos parpadean como segunderos, ellos saben todo lo que yo no. Miradas oblicuas, miradas directas que laceran, mil ojos que se cruzan con los transeúntes. Me vigilan. Ellos saben. ¿De dónde salieron los ojos? ¿Estás seguro de que deseas eliminar tu cuenta de Instagram? S

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R

edención

Zalma Graciela

—¿Conoces la razón por la que matamos pájaros? Mi padre sollozaba intentando articular sus palabras, yo no sabía lo que sucedía. —La vida es un regalo de Dios, pero si actúas con imprudencia te castigará con dolor y no podrás escapar, quedarás manchado por tus pecados —lo decía observándome con sus ojos húmedos y llenos de tristeza al sostener mi cuerpo entre sus brazos. —Es por eso que matamos pájaros...—lo escuché decir mientras colocaba una pistola en mi cabeza— Para que el cielo no conozca nuestros errores. Cerré mis ojos y escuché el disparo. Me había liberado del dolor. S - 48 -


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M

e n ú

Melanie Taylor

Ella y la gata empezaron a intercambiar cuerpos. Pensaron que no lo notaría. Tuna de noche, tuna de día. No jodan. Y ella, callejeando. Una noche les hablé claro. Hoy, ella fue ella, e hizo estofado. La gata me mira con aversión mientras se dispone a dormir en el alféizar de la ventana. S

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T

es is

Tania Hernández

Los perros, como sus parientes los lobos y los coyotes, son adoradores de la diosa A-U, creadora de todas las especies que existen y existieron sobre la faz de la Tierra. Según la mitología canina, hay por lo menos una deidad encargada de proteger a los seres de cada planeta. Al planeta Tierra le ha sido designada la diosa A-U, la Luna, para que la rodee con su presencia ('U' significa 'dios' en el idioma perruno). Los seres caninos tienen la creencia de que una noche al mes, o sea en noches de Luna Llena, la diosa A-U descubre su bello rostro para que todos los seres terrestres le rindan homenaje y le canten alabanzas. Para el común de los mortales, el rito a la Luna Llena no es más que una repetición monótona del nombre de la diosa, que podría hacer las veces de rosario o mantra. Sin embargo, aquél que se toma el tiempo y la paciencia de escuchar con atención estos conciertos nocturnos, podrá observar que existen variaciones en la entonación y el ritmo, las cuales están determinadas por aquello que el grupo quiera decir o pedir a la diosa en un momento determinado.

Estas variaciones son dirigidas por el líder coral, que suele ser el perro más anciano del barrio. El canto es la única forma que tienen los perros comunes de acercarse a la diosa A-U. Tan solo unos pocos elegidos han sido premiados con el privilegio de acercársele físicamente, como lo fue en su tiempo la tan venerada Santa Laika Mártir, protectora de los aventureros y de los caninos solitarios. En cuanto a su relación con el hombre, se sabe que profetas predijeron, desde tiempos inmemorables, la ascensión del hombre hacia la Luna, y por eso a ese ser privilegiado le llamaron y le siguen llamando WU-A-U, que en lenguaje canino quiere decir, "bendecido por la diosa A-U" y le han jurado devoción eterna. S

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Cada noche, un nuevo desafío. Versatilidad en el cortejo, galanteo en la danza, olores atrayentes, colores variados. Ambos aportan su esencia. Él, coreógrafo de la seducción, avanza con mayor ímpetu, su fuerza, sus ágiles movimientos, facilitan la penetración en su cápsula protectora. Ella, lo atrae, lo espera, lo acepta, lo elige, decide. Es un juego azaroso que empieza en blanco y negro, termina en un arcoiris multicolor. Enredados como un ovillo, se mimetizan en un collage. Una obra maestra se ha formado. Multiplicación y especialización, fundamentan la actividad. La implantación posibilita el desarrollo. Él ya no participa, queda fuera de éste enjambre. Ahora cambia el vínculo. Ella tiene la titularidad de la obra maestra, una relación de imbricadas tramas permiten el intercambio. El nuevo hospedante hace su incipiente presencia; ella percibe sutiles cambios; euforia, irritabilidad, llanto, alegría. Un cordón conductor los une. El huésped, comienza con sus cambios: diferenciación, sus células adquieren distintas formas y funciones.

L

a génesis María Susana López

Ella, aumenta su tamaño, su volumen. Su apetito se exacerba. Su boca engulle con ansias, las memes del comer provocan rápidamente la respuesta de succión en el hospedante. Este como arquitecto autodidacta, construye estructuras variables, que organizarán sus distintos sistemas. Un período de nueve lunas, para gestar los engramas necesarios. Estas memorias moleculares darán nacimiento a un ser único y particular. Esta relación de comensalismo, llegará a su fin cuando el huésped se sienta libre, independiente y haya incorporado los principios básicos de la supervivencia heredados. S

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N

a c i m i e nto oscu ro María Crescencia Capalbo

Como un susurro helado por la tétrica imagen del más allá... como un fantasma deambulando en la penumbra de la noche sin fin. Como un ángel caído, como un torbellino arrastrando con todo a su paso; así, así como el susurro, como el fantasma, como el ángel caído: así nacen las palabras. S

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E

l pesar de u n a p e q u e ñ a c a z a f a nta s m a s Isabel Mendoza

Una vez me dieron un regalo, uno que odié lo suficiente como para intentar olvidarlo. Cuando las voces hablaban yo las callaba. Cuando los espíritus caminaban yo cerraba mis ojos. Una vez te pedí que me contaras una historia. Tú me contaste de mi abuela, la cazafantasmas de heróico legado; me contaste de su madre que las guio por este camino, la mujer que descubrió las voces; me contaste tu propia historia, la niña que siempre quiso escuchar. Sentí poder ante tus palabras, uno que jamás había sentido. Sólo

entonces las sombras cobraron sentido: ya no estaba sola. Mas sé que el poder no es eterno y las sombras pueden ser muy frías. Una vez escuché a las voces hablar sobre nuestro tiempo perdido; nunca olvidaré sus risas mientras caías sobre el mosaico azul. Sólo una niña y su madre era todo lo que la gente podía ver, oh y como deseé que eso fuera verdad. Una vez pregunté a gritos al cielo si esto no era más que una broma celestial, una maldición lanzada por un universo molesto. - 58 -

Mientras tu enfermedad crecía todo lo que pedía era una respuesta. Pero si algo he aprendido de las cazafantasmas que vinieron antes de mí, es que las almas atormentadas nunca escuchan. Una vez le pedí a Dios, y a cada ser sagrado, que tomaran de mí este don maldito, pero ahora que me encuentro aquí, junto a tu ataúd en descenso, pido una última oportunidad. Ahora cuando las voces vuelven, yo escucho; cuando los espíritus caminan yo abro mis ojos sólo con la esperanza de así verte una vez más. S


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E

l

nos

d e st i no derrite

Gabriela Tresán

29 grados y subiendo. Elige ropa ligera y sombrero. Toma su bolsa ecológica y la cartera. Abre la puerta. Asoma un ojo. Una cuadra larga, infinita y sola. El changarro en la esquina está esperando. No puede posponerlo. Sale. Un abrazo bochornoso se le pega hasta los riñones. Camina lentamente. No piensa. No escucha. Sólo siente. El cielo luminoso no alberga una nube. No hay árboles ni marquesinas. Suda. Por los poros se van sus ideas y su aroma. Del cabello escurren sus ilusiones. Avanza más lento. Vislumbra lejano su destino. Ve borroso. Saca fuerzas de flaqueza. Unos pasos más. Estira los brazos, que siente pegajosos y no están. Ya no anda, brinca en un pie. Intenta gritar con su lengua hecha sudor. Se mira en un escaparate. Sombra de agua y sal. Es imposible llegar. Sus ojos llegan al suelo y se juntan con su cuerpo y su alma, con todo el amor y el desamor de su corazón. S - 60 -


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F

É

Sara Pizarro


Abrió los ojos para escapar de sus pensamientos, pero el techo blanco de la habitación no parecía ser mejor escape. Frustración, enojo, ira, tristeza y desesperación colmaban sus últimos días. Todos los problemas recaían sobre sus hombros y le pesaban, le dolían, le perforaban el alma hasta romper sus ganas de seguir. Harta, tomó su mochila y su polera verde, su favorita, y salió a la calle sin rumbo fijo, sin un plan, solo quería dejar de pensar. Por las calles iba, sus lágrimas caían desde sus mejillas al suelo, siendo la única huella de su andar. —¿Qué puedo hacer yo? —sentía que no era la indicada para el trabajo, que no era suficiente. Llegó al parque central de la ciudad, un lugar sombrío y triste, descuidado por las instituciones, por las personas que debían cuidarlo—¿Por qué debería hacerlo? A las personas no les importa la tierra donde viven. ¿Por qué debería ayudar a los humanos? Se sentó en un banco que daba frente a lo que podría ser un árbol imponente y hermoso, pero sólo era un roble triste, un árbol a medio morir. Miró al cielo en busca de ayuda divina, pero cayeron pequeños gotones sobre su cara. —¡Genial, va a llover! ¡Qué panorama tan gris! —poco a poco, con cada parque que visitó, con cada noticia que vio en el televisor sobre deforestación, sobre el poco cuidado que le daban al planeta, ¿con qué ganas iba a usar sus poderes? ¿Por qué debería hacerlo? No debería salvar la tierra, no debería ayudarlos. —¿Estás bien? —encerrada en sus pensamientos, no había visto a esa pequeña acercarse—, tienes una mirada muy triste —ella no respondió, miró el parque y las lágrimas empezaban a caer nuevamente. La niña la miró conmovida y se fue corriendo. Ahora la culpa la invadía por entristecer así a una pequeña humana.

Ella no pidió nacer con esos poderes, no pidió tener esa responsabilidad. Decidió seguir caminando sin rumbo. —¡Espera, no te vayas! —volteó y vio a la pequeña de hace un rato correr hacia ella—. Toma, es para ti —con cuidado tomó una pequeña flor amarilla de entre sus manos—. Estoy sembrando estas pequeñas flores en mi casa, en vasitos de tecnopor, y luego las plantaré aquí en el parque. Mi sueño es verlas alegrar el lugar, alegrar a las personas. Ella no podía creer lo que escuchaba. —¿Pero por qué lo haces? Los demás no te ayudan, los demás no cuidarán lo que hagas. —¡Te equivocas! Todos mis compañeros del salón y algunos amigos aquí estamos en esto. Sí, somos pocos ahora, pero no pierdo la esperanza de algún día ser más personas quienes cuidemos de nuestro planeta, de nuestra tierra. ¿Cómo era posible que una niña tuviera tanta fe en crear vida y ella no? Ella, que tenía los poderes para hacerlo. Tras unos minutos casi eternos secó sus lágrimas y una gran sonrisa apareció en su cara. —Gracias, linda —la pequeña sonrió y se alejó corriendo bajo la lluvia. Ya no se sentía tan sola. Habían más personas que querían mejorar las cosas, que querían salvar el mundo. Se levantó de la banca y se acercó al árbol, miró a todos lados esperando que nadie estuviese cerca. Respiró profundamente y posó una de sus manos en el tronco. De pronto, de la palma, un pequeño fulgor salió. Ella sonrió porque sabía que iba a suceder. El pequeño fulgor fue absorbido por el árbol. La joven lo miró de pies a cabeza. La esperanza se renovó en ella. Tenía miedo de sus poderes, sí, y mucho, pero eso no iba a detenerla para ayudar a la naturaleza, para ayudar al planeta, a crear vida. S

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N

adie llorará por mi ausencia Claudia Novillo

Nadie llorará por mi ausencia... Ni mis padres, ni mis hermanos, Ni mis antiguos amantes. Mi vida fue llameada por la incertidumbre. Y mi ritmo por la búsqueda constante. Ni siquiera mis imperfecciones lloraran por mí. Nunca fui de nadie... Me despedí del árbol, le dije adiós al río, me olvidé de mi casa, y lloré profundamente por mi almohada, la cual, tantas noches me consoló y vio pasar mis días tan iguales, tan vacíos. Ahora soy una mariposa escarabajo, Mi vida es efímera, y está llena de sentido y sin sentido.S - 64 -



C

enizas

Andrea Pereira

Luciano no sabe que lo observo cumpliendo mis deseos. Allí se encuentra mi hijo mayor, con sus pies descalzos sobre las hermosas arenas que bañan mi pueblito. Luciano no conoce mi pueblo natal, vinimos con su padre cuando era muy pequeño, aún no había nacido su hermana. Cuando me casé nos fuimos a la capital, me gustaba, pero siempre hubo un pedacito de mis tierras metido en mi corazón. Hace ocho meses, cuando mi mal fue detectado, le pedí a Luciano que lo que más quería era descansar ahí, y así lo está haciendo, cumpliendo mi último deseo, dejando las cenizas del cuerpo que abandoné sobre las costas del lugar que lo vio nacer. S

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L

a tr ascedenci a de las moscas Alba Tros


La vida no es un ensayo, aunque tratemos muchas cosas; no es un cuento, aunque inventemos muchas cosas; no es un poema, aunque soñemos muchas cosas. El ensayo del cuento del poema de la vida es un movimiento perpetuo; eso es, un movimiento perpetuo. Augusto Monterroso

Lo último que me dijo fue "Espero que el universo, o el destino, o lo que sea que es capaz, me lleve de nuevo a ti" y decidí creer una vez más, así que me propuse investigar qué o quién era capaz de juntarnos una vez más, capaz de un milagro. Y entonces una mosca se posó sobre mí. La mosca ha estado presente desde el principio de los tiempos, desde antes que a alguien se le ocurriera la idea de que el tiempo se podía medir y así se le otorgara su poder castigador. Antes que el hombre pisara la tierra, la mosca ya había reencarnado miles de veces por su vocación de sabia. Augusto Monterroso le regaló al mundo esta misma reflexión (obviamente de una forma magistral e inigualable) en apenas un par de páginas: "Nuestras pequeñas almas transmigran a través de ellas [las moscas] y ellas acumulan sabiduría y conocen todo lo que nosotros no nos atrevemos a conocer. Quizá el último transmisor de nuestra torpe cultura occidental sea el cuerpo de esa mosca, que ha venido reproduciéndose sin enriquecerse a lo largo de los siglos." (Monterroso, 2001)

Es por lo menos digno de una profunda reflexión el hecho de pensar que las mismas moscas que nos rondan en este momento sean, probablemente, descendientes directas de las moscas que acompañaron a nuestros abuelos, que a su vez fueron descendientes de las moscas que rondaron a sus abuelos y así por muchas generaciones. Las moscas nos acompañan como si fueran ángeles de la guarda. Mayfly, como la conocen en los países de habla inglesa, y cuya traducción literal

es "mosca de mayo" es un antiguo grupo de insectos a los que se les denomina comúnmente Efímeras debido a la duración de su vida adulta que, rara vez, alcanza más de veinticuatro horas. Dolania americana tiene la vida más corta de todas las Efímeras: las hembras adultas de esta especie viven durante menos de cinco minutos. Por esta razón su función primaria es la reproducción. La civilización más antigua del mundo, los sumerios, convivían con estos pequeños insectos. Tan comunes como la cotidianeidad. Así se puede leer en la tablilla sumeria X, La Epopeya de Gilgamesh: "Siempre construimos nuestras casas, siempre hacemos nuestros nidos, siempre los hermanos reparten su herencia, siempre las querellas surgen en la tierra. Siempre el río se ha desbordado y nos ha traído la inundación, la Efímera flotando en el agua." Anónimo

Este fragmento de La Epopeya de Gilgamesh muestra a las Efímeras como un elemento más del mundo, como un adorno. La gente nace y muere, los campos florecen y se marchitan, la lluvia moja y luego se seca; mientras que las moscas siguen posadas en el agua, en la inmundicia, en la comida y en las narices. Más adelante el texto cobra sentido cuando se compara la brevedad de la vida del rey Gilgamesh con la de la Efímera adulta. Bastante se ha hablado ya de este tema, de la brevedad de la vida, la mortalidad y la Efímera. A mí me interesa hablar de la mosca y su trascendencia.

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Creo que si escucháramos a las moscas nos volveríamos acreedores de algunos secretos de la humanidad. "Es tan lista que ve el viento correr y oye toser a las moscas."(J. y W. Grimm, 2006). Sin embargo, es más una cuestión de empatía, hay que entender a las moscas. Por algo deciden hacernos compañía en los momentos más inesperados. Como la mosca que molestaba a una traductora de lengua de señas. Tal vez el mensaje que quería dar aquella traductora simplemente no valía la pena y la mosca tuvo la amabilidad de distraerla. Son salvadoras. Lo que quiero decir es que la mosca carga con el peso del mundo, carga contigo y conmigo. Carga en su espalda, además de su macho, cientos de generaciones. Por eso yo soy parte del abuelo, y el abuelo es parte de Einstein y de Darwin y de Aristóteles y de Jesucristo. "Al tiempo que vivo estás viviendo Mosca, mi dueña, ya colmada por sus bodas obscenas; ya en el muro con su macho a la espalda. Y hierve y sube un verano podrido, y ya prospera, paño de larvas, la familia a quien soy herencia desde ahora." (Bonifaz Nuño, 1966)

Resulta mágica la idea que somos herederos, como dice Bonifaz Nuño, de cientos y miles de generaciones de moscas y al mismo tiempo origen de ellas. Cuando consuman nuestros restos los llevarán de viaje por el mundo y de esta forma es posible que volvamos a nacer en el Medio oriente o en un buque pesquero o una región inexplorada del planeta. En pocas palabras somos el Big Bang. Me gusta pensar que tenemos la libertad de elección. Si mis moscas y sus herederas tuvieran una misión comandada por mi última voluntad, yo las mandaría a Egipto. A menos que mi última voluntad cambie cuando llegue el

momento. Muchas veces he maldecido y me he culpado por nacer en la Ciudad de México, en Iztapalapa. De todos los lugares posibles mandé mis moscas para acá, pero cuando logro silenciar el mundo lo suficiente para escuchar mis entrañas, comprendo la dicha y la belleza de vivir en el caos y descubro al mismo tiempo que hay orden en el caos y eso es lo que amo. "Por eso suplicamos a Dios que nos libre de Dios, y que concibamos la verdad y gocemos eternamente de ella, allí donde los ángeles supremos, la mosca y el alma son semejantes." (Meister Eckhart, 2013)

Las moscas y las Efímeras me han acompañado en mi proceso de comprender la divinidad. Y mientras yo descubría el mundo de las moscas, el mundo seguía su curso. Existe una canción que retrata a la perfección esta idea que ha cimbrado mi existencia . El tema se titula "Mayfly" escrito por Stuart Murdoch del grupo escocés Belle and Sebastian. "Efímera, despierta cuando el cielo está despejado Mayfly, woken up when skies are clear

No me importa que te acerques I don't mind you coming near

Hazme compañía hasta que vuelva Keep me company 'til she comes again"

Usualmente a las Efímeras se les puede percibir como una plaga o un bicho molesto, pero contrario a esto, su presencia indica que las aguas están limpias y en condiciones óptimas. Stuart Murdoch comprende que la mosca brinda compañía, quizás las únicas que se quedan cuando todos los demás optan por marcharse. "Caná fue el comienzo de algo grande Cana was the start of something big

Estuviste allí en el principio

You were there in the beginning

Estabas allí para verlo actuar You were there to see him play"

La efímera estuvo presente en Las Bodas de Caná. Jesucristo, como personaje histórico, el filósofo más

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grande, el mesías o un predicador; como sea que se le prefiera ver, estuvo aquí y nuestras moscas son las herederas de sus moscas. Y son las mismas que atestiguaron el hundimiento de la Atlántida y el levantamiento de las pirámides y el Siglo de las Luces y la bomba atómica. "Tú eres el que está arreglándoselas

You are the one who's making do

Yo soy el que está atestiguando

I am the one who's privy to

Porque lo viste en las celebraciones parado a un lado

Because you saw him at the celebrations standing at the side

Tenía los movimientos para salvar el día He had the moves to save the day

Y lo amarías de todos modos And you would love him anyway"

Sin importar que Jesucristo fuera el mesías o un hombre ordinario, las moscas comprendían que no tenía nada de ordinario, la Efímera le amaría sin importar su nombre ni su misión porque estuvieron juntos en el inicio, porque hubo un tiempo en el que ambos eran la misma cosa porque juntos fueron el neandertal y el homo sapiens, juntos fueron el mamut y el cazador, juntos fueron el milagro y el fuego. "Mal de amores, volvió sobre ti Lovesick, it came back upon yourself

Eres el que quedó a un lado

You are the one left on the shelf

Eres incapaz de ignorarlo

You are incapable of playing the fool

Anhelo, ¿qué hay de diferente hoy? Longing so what's different today?

Enviaste al chico y la chica lejos You sent the boy and girl away

Te preocupan los asuntos divinos You are concerned with matters lofty"

No hace falta que nos juntemos porque nunca nos separamos. "La mosca que zumba en este momento a mi alrededor, si se duerme por la noche para recomenzar después de su zumbido; o si muere esta noche y en la primavera otra mosca, salida de algún huevo de la primera, se pone a zumbar, todo es en sí la misma cosa" (Schopenhauer, 2012) - 71 -

No hace falta que tengamos un ritual de despedida o un cierre porque el ciclo se cerró cuando nos conocimos. Esta es mi verdad y la encontré en forma de insecto. Y si no lo entiendes por el momento, al menos tendrás la certeza de que la mosca te acompañará hasta que encuentres tu verdad. La mosca ha estado y estará siempre. Tú y yo somos la mosca. S


PolisemiaMx


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