RELATOS MÍNIMOS

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POLISEMIA

No. XIV

Año 3


RELATOS MÍNIMOS



d i r e c c i ó n e d i to r i a l

Dennise Alcíbar corrección de estilo

Jo r g e M é n d e z consejo ediorial

Ariadnde Alcíbar A n a ye l i A m b r o c i o Jo s é L . M e n d v i l Enrique Ruiz d i s e ñ o e d i to r i a l

Dennise Alcíbar Colabradores permanentes

Ana de Lacalle Colaboradores

A nto n i o A . H u e l g a s Jöse Sénder D a n i e l Fr i n i Eduardo Honey J. R . S p i n o z a C é s a r Z e t i n a Pe ñ a l o z a


Colaboradores

Ramsés Guerrero A b r a h a m A nto n i o O s o r i o S a n d ov a l Carlos Román Cárdenas L u i s E l í a s V á z q u e z B a r r e to Vi cto r i a L e y v a C r i st i n a O r d o r i c a Aurora Rapún Mombiela Sergio H. García Ju a n M a r t í n e z R e ye s Ka r l a H e r n á n d e z Ji m é n e z Cesco Ram Mical García N i l to n C h a u p i s G a r c i a O n o fr e Ja c q u e l i n e C a m p o s A nto n i o d e l a Fu e nte A r j o n a Jo s é L u i s M a c h a d o A d r i a n a L e te c h i p í a S a l c e d o A l e M o nte r o L u i s E d u a r d o A l c á nta r a H é cto r H u g o H e r n á n d e z P é r e z Neal Moriarty Aurora Cecilia Mendoza Martínez M a r í a I s a b e l Q u i nta n a


CONTENIDO

16.

GIGANTE ROJA Cesco Ram

17.

11.

ESPEJO ANTONIO DE LA FUENTE ARJONA

VERDE CARLOS ROMÁN CÁRDENAS

18.

12.

CONSUMACIÓN Abraham Osorio Sandoval

HUBO UN SUEÑO ANTONIO A. HUELGAS

19.

13.

LO INVISIBLE Luis Elías Vázquez Barreto

COMPETENCIA ALE MONTERO

15. NUBE DE IRIDIO Adriana Letechipía Salcedo

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20.

PARO TOTAL Eduardo Honey

26.

22.

SILENCIO PARA SIEMPRE Cristina Ordorica

INCONSCIENTE ONOFRE

27.

23.

VIERNES Nilton Chaupis Garcia

DELIRIO Aurora C. Mendoza Martínez

28.

24.

JACK Jöse Sénder

VERANO ASFIXIANTE Aurora Rapún Mombiela

30.

25.

SECRETO BIEN GUARDADO César Zetina Peñaloza

LA ROSA Y EL MENDIGO Victoria Leyva

31.

A LA DERIVA Juan Martínez Reyes 7


32.

LA MADRE Y KEISER Jacqueline Campos

33.

MALDITO ASESINO María Isabel Quintana

34.

38.

GANANDO LA GUERRA Mical García

SONARÁ EL DESPERTADOR... DANIEL FRINI

35.

40.

NOTICIAS Sergio H. García

SUEÑO LÚCIDO Karla Hernández Jiménez

36.

42.

TRAVESÍA Luis Eduardo Alcántara

ENSUEÑO Héctor Hugo Hernández P.

44. 8

PARA LA MÁS BELLA J. R. SPINOZA


46.

EL GEMELO José Luis Machado

47.

LOS TRES LIBROS DE LA FILOSOFÍA OCULTA Neal Moriarty

49.

EL FRASERO RAMSÉS GUERRERO

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ESPEJO Antonio de la Fuente Arjona Anoche tuve un sueño que me dejó espuma en los dedos. Permanece el recuerdo de mi mano rompiendo la frontera del agua y que en la superficie o en lo profundo del mar se aferraba a su contrario, a quien le busca para salvarse o salvarle. Estábamos solos en el Mediterráneo, uno en una barca, el otro chapoteando en el agua helada, semejantes en el momento del encuentro y el reflejo. Duplicados el miedo y la lucha por vivir. No logré adivinar cuál de los dos era yo. Cuál era mi mano, en qué lado del dolor me encontraba. En ese espejo no podía saberse quién rescata a quién, pero sí que ambos se salvan.

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H UB O UN SUE ÑO . . . Antonio A. Huelgas

Un retumbar deformó todo, y con expansión y vista, las cosas tuvieron lugar: formas sin fin en la inmensidad. Cosquilleo. Así nació vibrando el tiempo, de un color blanco. Poco a poco, la temperatura, la materia y la radiación provocaron muchos orígenes. Entonces, en alguna parte, en un cúmulo brillante, una esfera candente atrajo millones de trozos de materia, creando esferas calientes que se rodearon de elementos. De ahí, en una de ellas, surgieron seres que veían y sentían, llamados Vivos. En ellos yacía el brillo del principio, pues eran un espejo del comienzo. Adoraron y fueron bendecidos por la esfera en torno a la que giraban, observándola sobre sus cabezas. Los fragmentos de los primeros suspiros dieron forma a los Vivos. Siguió el paso del tiempo... La niña observó el fuego de la vela, y fue a dormir tras un soplido.

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COM PET ENC IA Ale Montero

Me insulta en su mente. Es consciente de tener la vida resuelta. Piensa en la superioridad de su raza. Es sarcástico, se burla de mí. Sabe que soy débil, pero se toma la molestia de competir conmigo. Cuando despierto, anochece. Al anochecer, amanece. Es más ágil que yo. Mientras avanzamos, le suplico paciencia. Le pido no ser malvado con mi lentitud. Parpadeo: ya está en la meta. Lo veo a lo lejos como una silueta opaca. Corro con un espantoso cansancio. Deseo cruzar la meta, aunque no gane. Quiero llegar antes del crepúsculo teniendo su amistad: la amistad del tiempo.

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N UB E D E I RI DIO Adriana Letechipía Salcedo La muerte viaja en círculo, está grabado en piedra. —¡Vamos, entra! La noche engulló al planeta. — ¡Hazme caso! Cayeron ascuas y copos de nieve. —¡Mira mamá, luciérnagas! La misma noticia en todas las pantallas. —¡No lo respires! Los niños sonriendo, los ojos viendo al cielo, se han recostado sobre el suelo de cenizas. Para siempre.

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GI G A NT E ROJ A Cesco Ram Una colosal bola de fuego se asoma por el horizonte. El mundo es un caos, todos corren intentando salvarse, pero no tiene sentido. Los únicos que han podido salvarse son las personas que abordaron el cohete ruso que despegó hace no mucho tiempo, supongo que eran científicos o algo así. Quién sabe cuánto tiempo sobrevivirán fuera de la faz de la tierra. Pero nos han abandonado a todo el planeta. Ya lo veía venir, primero el calor se hizo infernal a todas horas, después los polos se descongelaron, luego muchas especies se extinguieron y cuando en las noticias dijeron que Mercurio y Venus habían sido devorados por el sol, supe que era el fin. ¿No se supone que eso tardaría millones de años? Tengo tantas preguntas que jamás podré contestar. Pero ya nada importa, la gigante roja se cerca y mi piel ya comienza a quemarse.

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VE RDE Carlos Román Cárdenas Bajas por la rampa, sales al exterior. La luz te lastima, tus ojos se acostumbran de a poco. Todo es muy verde. Das unos pasos, la hierba roza tus piernas. El viento es fresco, la música de las aves te tranquiliza. El lugar no es tan terrible como te habían contado. A pocos metros pasa un río. Tocas el agua, la miras resbalar por entre tus dedos. Del otro lado, una pareja. Te miran asombrados. Él la toma de la mano. Corren. Entonces, recuerdas las órdenes del general: exterminar a todos los humanos. Desenfundas y apuntas con tu arma desintegradora. Un rayo y ambos son polvo. Miras al cielo, las naves apenas dejan pasar la luz del sol. Antes de irte das un último vistazo. Todo es tan verde. Suspiras. El lugar no es tan terrible como te habían contado.

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C ONSUM ACI ÓN Abraham Osorio Sandoval

Los ciudadanos se despertaron y por más que frotaban sus ojos, ese líquido ocupaba todos los lugares imaginables. Así es como aquel líquido los hizo experimentar innumerables consecuencias, la más próxima: nacimientos con pérdida del hambre. Millones de casos fueron reportados en toda la ciudad, mientras el líquido seguía creciendo y el conocimiento sobre ello parecía no dar ningún fruto. Sin embargo, no fue hasta cierta ocasión, en un asilo, donde pensaron comprender al fin su naturaleza. Se había informado que los residentes estaban reduciéndose, para ser más exactos, dentro de sí mismos. Entre los sabios y las grandes figuras religiosas se popularizó la idea de la verdadera trascendencia. Cuando pareció que ese líquido era todo el universo, los últimos reducienses advirtieron la verdad en sus desintegrados cuerpos, que en todas esas vidas lo único que ese líquido ha hecho es....

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LO INVISIBL E Luis Elías Vázquez Barreto

Desperté por la mañana y concebí la idea de estar manufacturado a partir de átomos. Tras advertir mi composición, me desempeñé como turista de nanouniversos; experimentando el origen de lo invisible en su verdadero proceder. Se espera que el lector, alguna mañana gris o tarde ámbar, e incluso, pensando en la posibilidad de una noche estrellada, haya tenido la sensación de desconocer lo conocido. Esa misma experiencia es la que me concibió esta forma. Me permito utilizar la lengua humana a pesar de dominar el idioma primigenio: ese que no tiene palabras. Uno pensaría que el inicio del todo es vacío. En realidad, lo es, pero en ese vacío reposa algo inexplicable. Un cúmulo de lo que nosotros llamamos sentimientos, que, objetivamente, son simples conexiones de energía incalculable que bailan en nuestro cerebro. Yacen ahí desde el infinito; esperando a que alguien se adueñe de ellas con algún ademán cuántico.

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PARO TOTA L Eduardo Omar Honey Escandón

A punto de ser alcanzados por las fuerzas del emperador, el capitán del buque pirata tuvo una idea. Si funcionaba, darían media vuelta para huir en definitiva. Así que ordenó lanzar las anclas de babor. Sin duda alguna, la tripulación lo hizo y varios golpes sonaron en el mar. El navío pirata frenó en seco. El otro barco, el mar y el mundo pasaron de largo dejándolos en medio de un océano de estrellas.

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I N CONSC I ENTE Onofre Todo fue improvisado, pero no se preocupó: “dos cabezas piensan más que una”. Qué lástima que la otra cabeza era del cuerpo que tenía que esconder.

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D ELI RI O Aurora Cecilia Mendoza Martínez Encontré en el boulevard una exquisita creatura de largos cabellos. —Por favor, le imploro que pose desnudo para mí. —Acaso, ¿tú pintas? —No, yo escribo cuentos.

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V ERA N O A X FISIANTE Aurora Rapún Mombiela

En la linde del bosque, los rayos del sol atraviesan las hojas trazando sombras en el suelo; el silencio apelmaza el bochorno de la canícula. Alrededor del tronco del viejo árbol, aletea un pájaro dejando tras de sí una estela de plumas mareadas. En la granja ,una sombra se recorta tras la ventana; unos dedos callosos retiran el visillo de ganchillo y una cabeza nevada se recuesta contra el marco de madera. La anciana seca con cansancio una cazuela hasta que esta se le escurre de las manos al proyectar la mirada por encima de la valla. El calor es inclemente en las tierras del sur. Ni la más mínima brizna de hierba germina en el campo, ni el más leve balanceo mueve el cuerpo derrotado que cuelga de la rama resistente.

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L A ROSA Y EL ME NDIGO Victoria Leyva

Su apariencia era dudosa y amenazante, a decir verdad, mis espinas no me protegerían de su mano audaz. Acercó su rostro surcado por grietas de tiempo y llanto, marchito. Su nariz voló sobre mis amarillos pétalos, penetró mis pistilos; aspiró y aprisionó mi aroma y sin poner resistencia me deje llevar a los rincones más atroces de su ser. Cargaba un alma llena de hastío, el cansancio había enmohecido cada célula, su entraña y ese corazón que apenas, con pena, latía. Aquel mendigo me contaba su deseo de morir. Media vida de sufrir golpes y desgarros. Perdió el amor y nunca tuvo padre. Media vida de luchar y jamás ganar. Un alma con tanto peso. Un Self con tanto daño. ¿Qué puede hacer una rosa por él? Regalarle un suspiro cargado de ensoñación; soy el deseo no cumplido y el recuerdo de que nada nunca le pasará.

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S ILEN CI O PA RA SIE MPRE

Cristina Ordorica Con cada balanceo, puedo sentir una gruesa capa de aire que golpea mi cara y despierta mis sentidos. Las cadenas del columpio producen un sonido nostálgico que satura mi mente de recuerdos. Aumento la velocidad, cierro los ojos, y me concentro en el chirrido que evoca el metal oxidado. A diferencia de cuando era pequeña, esta vez suelto mis manos de las cadenas, mientras me arrojo sin pensar sobre la tierra seca que llena todo el parque. Mis palmas y rodillas se convierten en colchones en el que yacen pequeñas piedras. Me levanto, las sacudo y observo cómo el asiento carmesí que acabo de dejar sigue meciéndose de un lado a otro. Tal como él, mi cabeza sigue regresando a lo mismo, una y otra vez. Pasan unos segundos hasta que se detiene por completo, y camino lejos, esperando que, así como esta noche, mis recuerdos guarden silencio para siempre.

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V I ERNES

Nilton Chaupis García Aquella mañana, una composición caída evidenciaba el cuerpo de una mujer con pústulas rosadas en las mejíllas. Sus ojos, atormentados por la idea de enamorarse, trataban de salir de las cuencas para no ser testigos de aquel horrendo crimen. Su nariz, que a menudo recordaba ser humano, empezaba a distraerse con el olor de un libro viejo, mientras su mano izquierda rasgaba su pecho, aplastando el insecto que amaba los viernes. Todo parecía extraño en ella. Aún más, cuando trataba de saludar a la humanidad, se entorpecía con esos labios discontinuos que hacían indescifrable sus intenciones arcaicas. Cada día era peor. Su boca ya no respondía a la necesidad humana de socializar; no tenía razón ese par de músculos anatómicamente extraños, ni ese orificio en el rostro, sino fuera por esa bendita idea de comer insectos los viernes.

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J ACK Jöse Sénder

En mi jardín hay dos árboles. Uno es un albaricoque. El otro es Jack. Siglos de lluvia y olvido han cincelado un rostro en su corteza de color ceniza, cuya expresión no atrae amigos. Los árboles no suelen tenerlos, por supuesto, pero Jack no es un árbol, sino algo mucho más antiguo. Algo lúgubre y arcano. No importa si estoy dentro de casa, si las puertas y ventanas están cerradas. No importa lo gruesa que sea la pared. Sé que Jack puede verme, parapetado en la neblina de su implacable silencio. A veces, Jack se deja caer por mis pesadillas y me despierto aterrorizado. Pero jamás me doy la vuelta ni abro los ojos. Porque sé que está ahí, porque siento su peso apelmazando la otra mitad de la almohada. Esperándome. Ojalá fuera sólo un árbol. Cuando yo me haya ido, Jack seguirá aquí. Para siempre.

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SECRETO BIE N GUARDADO César Zetina Peñaloza Hoy, un secreto me contó un pájaro. Pobre, yo no entiendo petirrojo.

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A LA D ERIVA Juan Martínez Reyes Lo había soñado anoche. El barco no había resistido el impacto con esa mole de hielo y se partió en dos como una frágil manzana, mientras la gente iba cayendo en la inmensidad del gélido mar. Cuando el capitán despertó, el iceberg estaba allí para cumplir su designio.

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L A M A D RE Y KE ISE R Jacqueline Campos

La madre escucha el camión de la basura y con el cabello tal cual un nido de aguiluchas baja apresurada la escalera, agarra: las llaves y unas monedas. Al intentar abrir la puerta, el sobrealimentado perro Kaiser ladra y rasca la puerta; esa manía del perro enfurece a la mujer. El animal le estorba el paso y cuando se pone en pie para abalanzarse sobre el pecho de ella con las dos patas delanteras sobre sus senos, se ven de la misma altura. La madre odia tener frente a su cara el hocico del perro y respirar el aliento a croquetas y carne, mientras ve los amenazantes colmillos y un hilo de baba que moja su bata. -¡Hazte a un lado perro tonto! En un instante el perro como un relámpago que ladra, corre rumbo a los cerros para no volver. Sólo dos niños lo extrañarán.

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MA LD I TO A SE SINO María Isabel Quintana

Ahí está el infeliz, frente a mis ojos, aplastado e inmovilizado y aún así percibo su movimiento como una burla. Se sabe inmortal, siempre diluyéndose en el aire, el rey del disfraz. Asesino serial que arrebató la vida a reyes y caudillos, a niños tristes y mujeres enamoradas. Dicen que sus preferidos son los de espíritus elevados, poetas, músicos y pintores. ¡Cómo perdonarle haberse llevado a Delacroix, Chopin y Chejov! La frustración me consume. Antes de retirarme, cubro el microscopio y cierro con llave. Medidas inútiles, ya que el maldito bacilo de Koch puede estar detrás de cualquier puerta.

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G A NA N D O LA GUE RRA Mical Karina Garcia Reyes

—Fue una guerra devastadora y perdimos a muchas de las nuestras, pero el enemigo está comenzando a rendirse— dijo la líder. —Sí, nos llegó el reporte de que está comenzando a agotar sus armas biológicas— mencionó la comandante. —Estaremos bien siempre que lo superemos en número. Habrá que incrementar nuestros refuerzos— añadió la líder. —Además, tenemos el reporte de que uno de nuestros aliados encontró la forma de ser inmunes a sus armas, pronto la compartirá con nosotros— dijo una soldado. —Ya que la tengamos, ¡contraatacaremos! Nos distribuiremos en todo este territorio y será nuestro. ¡No podrá detener nuestra resistencia!— aseveró la líder, determinante. —¡No tiene oportunidad contra nosotras! Las bacterias gritaron victoriosas, mientras el humano seguía retorciéndose en el excusado, con una diarrea que lo perseguía inoportuna e incesantemente, recordándole que no se había tomado su antibiótico en los últimos dos días.

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NO TICIE RO S Sergio H. García

«Favor de no fumar» decían las pancartas del Lymphocytes United Against Asthma (LUAA) mientras protestaban furiosos esta mañana en las principales vialidades de la delegación Pneumon. El bloqueo de vialidades detuvo las actividades económicas de intercambio de gases. Nuestro líder es sabio y envió tropas elite de Salbutamol para abatir a los terroristas. Hubo dos detenidos y 67 muertos. Al cabo de unos minutos el tráfico se regularizó. En otras noticias, las oleadas de humo siguen llegando a la ciudad. El líder nos ha dicho que no nos preocupemos. Todo está bajo control.

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T R AVESÍ A Luis Eduardo Alcántara Del orificio de extracción molar comienza a brotar un hilillo rojo. Desborda la comisura de mis labios y desciende por la playera. Escurre por el sillón del dentista. Sale por debajo del consultorio. Baja las escaleras de emergencia. Llega a la entrada del hospital. Serpentea la banqueta y da vuelta en la esquina. Pasa entre mucha gente a lo largo del banco, también del restorán libanés, de la oficina de correos y de la parada de autobuses. Cede el paso a una silla de ruedas. Hace un último recorrido hasta llegar a la mancha de sangre. Se pierde en el charquito de tonos escarlatas. El charquito pertenece al cadáver de una mujer tirada en el piso. La mujer acaba de ser ejecutada por el esposo. El esposo es un dentista.

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S O NA RÁ EL DE SPE RTADO R A L A S C I NC O M ENO S DIE Z Daniel Frini

Te levantarás sin mirarla, irás al baño despacio, tomarás un café de parado en la cocina, saldrás abrigado porque en la tele dicen que hace apenas dos grados y que el dólar que nunca viste subió. Tomarás el colectivo que pasará tarde por la parada. Ficharás la tarjeta en el reloj de la fábrica, de manera mecánica, y mirarás la hora que se marcó, sin verla. Te pondrás la ropa de trabajo, encenderás la máquina acordándote de los tres dedos del Rusito que quedaron tirados en el suelo cuando se los arrancó el balancín. Mirarás el reloj hasta que se hagan las cinco, sin esperar nada. Saldrás saludando al vigilante con un «ta mañana» susurrado. Harás, cansado, el viaje de regreso, como ocurre desde hace quince años. Casi te alegrarás al llegar a tu casa y comprobar que tu mujer te ha abandonado llevándose los muebles y los hijos.

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S UEÑO LÚCI DO Karla Hernández Jiménez

El cuerpo de Calíope fue iluminado de forma tenue por las luces de neón de la ciudad. Unas horas atrás, había bailado en el escenario, seduciendo a la audiencia con su baile biónico que se desarrollaba al compás de su cadera de titanio y sus extremidades metálicas cubiertas del material más suave. Casi no se notaba la diferencia. Ahora, estaba tirada en aquel callejón mugriento después de haber hecho enojar a su cliente por su extrema carencia de carne humana. ¿Es que acaso nadie le advirtió? Destrozó las conexiones eléctricas del mismo modo en que, seguramente, había mutilado los cuerpos de muchas antes que ella. No era tiempo de imaginar, la noche apenas estaba empezando y Calíope debía rearmarse a sí misma. Ya habría oportunidad para vengarse.

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EN SUEÑ O Héctor Hugo Hernández Pérez

Ricardo Wessler, el anciano de barba desarreglada y cabellera blanca, contaba historias de lugares fantásticos a los pocos internos del manicomio que les gustaba escucharlo después de la cena. Nadie supo de dónde había venido, ni creyeron lo que contaba cuando llegó, pero en poco tiempo se ganó la confianza de los doctores, incluyendo a los guardias que lo consideraban un tipo dócil y amigable. Cierta noche al estar recostado en su cama, escuchó con sigilo y curiosidad el sueño que un residente le contaba a uno de los custodios, relacionado con ovejas eléctricas, autos voladores y castillos. Sorprendido por esa casualidad, Ricardo recordó con nostalgia la tarde que caminó frente a la puerta Tahnnähuser junto a su amigo Philip y le contaba maravillado el mismo sueño.

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PARA LA M Á S BE L L A J. R. Spinoza

Se leía en la carta. Junto al sobre, un collar de oro, con corazones labrados en rubí. El fabricante había pasado días en su fragua y con sus manos, como único instrumento, dio forma al obsequio de bodas. La novia era Afrodita. Piel blanca y ojos de mar. No sonreía, pero no por eso se veía menos hermosa. Hefestos, enamorado, henchido de orgullo y regocijo, pronunció sus votos. Ella contestó con un “Acepto”, en imitación, tenía la voz dulce como la lluvia en una mañana de verano. Permanecieron estoicos mientras el artista terminaba el retrato, para el que el dios labraría después decenas de cuadros, cada uno más exquisito que el anterior. La primera noche, fue también el primer beso. Quizá la más feliz para él. No advirtió que su amor no era correspondido. Pensó, quizá, que la diosa del amor, tenía la obligación de amar.

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EL GEM ELO José Luis Machado La cosa con el Sata fue diferente. Él se cansó de andar cargando bolsas en el puerto, yirar por el bajo y jugar al casín en el Palacio Salvo. De andar con putas y levantar quinielas clandestinas. Un día dejó de milonguear, se puso el traje dominguero de su hermano muerto y arrancó para el templo. Antes de entrar pensó: “Donde me vean los chochamus del barrio, me surten”. Entonces esperó que sonara la primera campanada y entró, suavecito, como para no despertar a los borrachos que duermen contra las columnas; se sacó el gacho con la mano derecha, se acomodó el flequillo con la izquierda. El monaguillo que estaba preparando todo lo recibió con una reverencia y le dijo: Apúrese padre. Que hoy es domingo.

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LOS T RES LI BRO S DE L A FILO SO FÍA OC ULTA Neal Moriarty Sólo quien haya nacido con las mismas deformidades repugnantes y la insana necesidad lasciva, podrá entenderlo a plenitud. Virgen y soltero, rechazado e inmundo. El posible iniciado se aseguró de estar solo, encontró en el libro que le fue vetado el hechizo perfecto y se dispuso a efectuarlo. Copió el diagrama indicado, lo dibujó con polvo de azufre en el suelo; sería su círculo protector. Invocó al súcubo: exuberante mujer de rasgos gitanos, pezones duros y pubis llameante. Desnuda lo invitó al lecho y el iniciado, incauto y tonto, puso un pie fuera del círculo… Cuando regresó el alquimista, se encontró con un cuadro nauseabundo: un joven degollado, con las extremidades torcidas y su sexo calcinado por el cirio.

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EL FRA SERO Ramsés Guerrero Está casi extinto el oficio de Frasero, poco reconocido en los estudios antropológicos y muy ocultado por los grandes protagonistas de la Historia. El oficio consiste en acompañar a los héroes (y villanos) en los momentos de probable muerte, en caso de ser fulminados, se despiden del mundo con una frase de valentía y honor. Sería decepcionante conocer las verdaderas últimas palabras de la nobleza y los guerreros. El último Frasero vivo es Don Miguel M. Cortés, de 80 años. Todos sus vecinos y amigos están muy preocupados por su muerte, pues cuando ya no esté Don Miguel todos morirán patéticamente. A mí me preocupa algo más importante: ¿Qué va a “decir” Don Miguel cuando se muera?

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