GÉNESIS|Polisemia|Edición diciembre2019

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Polisemia

Diciembre

2019

Pluralidad de significados


Pluralidad

de

significados

de

la

palabra

GÉNESIS 2


Dirección editorial

Dennise

Alcíbar

Corrección de estilo

Karla

Michelle

Nevarez

consejo editorial Anayeli Ambrocio Andrés Castellanos Enrique Reyes Ruiz Gabriel Leonardo Imer Jonathan Alburo

Colaboradores Tania Hernández Ramsés Guerrero Ana de Lacalle Sergio H. García Fedorvelt Mauricio Ocampo C. Luis Lunes Mario Alberto Santoyo Rosa Isela Mejía Juan Esteban Patarroyo Uriel Velázquez Jorge Luis González H.Flores M.

Ilustradores

Omar Moreno Alberto Santoyo

Mario


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CONTENIDO 07 08 11 12 13 14 16 de 20 22 24 26 28 30 la 36 38

Editorial El murmullo de Eva Reflejos Mismo Como es la creación La génesis de cuanto hay Spinetta y el ardor poético Artaud Babel Sobre la espuma del mar Génesis del dolor El principio del caos Famulicida La Salcujobu y Madre Naturaleza Adán de palma Obra de Omar Moreno


EDI TOR IAL

DENNISE ALCÍBAR


E

l sustantivo génesis recibe la clasificación de común cuando se usa como sinónimo de ‘origen’ o ‘principio’, además es femenino, es decir: la génesis. Mientras que es masculino cuando se refiere al título del primer libro del Antiguo Testamento y, en ese caso, debe escribirse con mayúscula inicial, puesto que se trata de un sustantivo propio, es decir: el Génesis. El nombre génesis proviene del griego γένεσις, ‘nacimiento, creación, origen’. También tiene el sentido de ‘prólogo’, ya que la historia judía comienza propiamente con el Éxodo, del cual el Génesis es simplemente un prolegómeno. Este título aparece en la Versión de los Setenta o Septuaginta Griega. En hebreo, el libro se llama Bere’schíth: “En el Principio”, que se toma de la primera palabra de la frase de apertura. La última edición del año 2019 la dedicamos al sustantivo común génesis, con la intención de reflexionar sobre la proximidad de los finales con los principios y viceversa. El principio de un ciclo significa, necesariamente, el final de otro, así lo evidencian los quince autores que participan en esta edición; quienes además tienen en común la capacidad de crear nuevos mundos a través de las palabras.§ DICIEMBRE

2019

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El murmullo de Eva Llama al ángel de la espada radiante de ojos cálidos y gracia de sobra aquel que proteja de nuestra sombra y nos salve de este mundo cambiante. Llámalo, y pide que nos brinde el tacto un sendero; pétalos O los recuerdos del

su ala asfixiante de la bellasombra, como alfombra. jardín celante.

Concede, entre los hijos de mis hijos, la paz del cielo, con nubes y estrellas; hogar sin cadenas, ni rumbos fijos, Y guíame con tus actos sin fallas, con mente clara de todo acertijos, para yo librar todas mis batallas.

URIEL

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VELÁZQUEZ


Mario

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Alberto

Santoyo


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R e f l e j o s A Oscar Niemeyer

A rompevientos las formas esculpen humedales de vacío, un piloto en Brasilia; reflejos que pintan armonía en las sombras del agua, un velero. En la esquina de una curva el aire reinventó el espacio con muros de poesía fresca y palmeras de nieve. La vida es un vendaval de concretos blancos e incorpóreos llamados tiempo.

MARIO

ALBERTO SANTOYO

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M i s m o A cada paso que doy, soy otro, el que blande consigo. Uno sigue, otro permanece, efigies de uno. Vigilia en lontananza del mañana que aguarda su sitio. ¿Cómo encontrar descanso en espera de seguir siendo él? Quiero nombrarme en singular al ser legión. ¿Cómo saber si dejaré mi esencia? Quiero parar, tal vez en el alba o en el abismo. Para que no me asalte el delirio, el rostro y sus espejos; para estar solo conmigo, cuando la muerte detenga a todos los míos en un soplo, sepa cuál de ellos soy yo mismo.

JORGE

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LUIS

GONZÁLEZ


Como es la c r e a c i ó n Se hizo la tarde mandarina y tuvimos que encontrarnos allá, porque pudo más nuestra exención. En aquella fronda, te supe apacible, desfilabas lo aural, venías hacia ambos y con reboso, dedicaste la mirada, dócil, conmoviste mis secretos, la fe volvió contigo. Tu amor fue sagrado, me compartías la amistad, que tanto por bella, regaste esta lágrima de luz.

F E D O R V E L T

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LA GÉNESIS

d e c u a n t o h ay

ANA

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DE

L A C A LLE


La evidencia lógica de la génesis —γιγνεσθαι, término griego equivalente a origen o principio— de lo que es, conlleva no sólo a cuestionarnos si hay un para qué, sino qué sentido es atribuible a ese fin, o si por el contrario es el azar, la causa arbitraria de cuanto se genera. Los griegos, como la cuna de la cultura occidental, abordaron el problema del principio al plantearse cuál era la naturaleza o el ser de las cosas. Lo cual indicaba que la génesis de algo lo determinaba sustancialmente —ἀρχῇ, principio y esencia de las cosas—. Ese ser vinculado a su origen, en cuanto finito, debía ocupar un lugar propio en el cosmos que con base en su naturaleza delimitara su fin. En síntesis, debemos a la Grecia Arcaica y Clásica esa intuición de que las cosas son en función de una causa que las hace ser y que les otorga, en consecuencia, un propósito. Debido a la incapacidad de aprehender esa naturaleza última de todo se elevó la disquisición a la esfera metafísica que, aunque se quiera negar, sigue presente, pero adolece de un reconocimiento epistemológico que en el mundo de hoy parece que sólo puede conceder la ciencia, como si esta fuera un saber certero y acabado. Cierto es también que, en la sociedad contemporánea, la preocupación se ha trasladado de esa búsqueda de la génesis de lo que hay a una fenomenología a partir de la que se intenta identificar las leyes que regulan su funcionamiento, prescindiendo con una actitud positivista de cuestiones consideradas

baldías como la génesis, el sentido, etc. Es curioso observar, no obstante, que junto a ese cientificismo pragmático sigue conviviendo un anhelo por el origen y el sentido de todo. Esa necesidad humana no parece poderse aniquilar con base en que la inquietud que despierta no produzca resultados en forma de conocimientos verdaderos. Los humanos somos seres cuya razón se pregunta por lo incognoscible y esa paradoja da lugar a una insatisfacción que se intenta saciar con un desarrollo científico-tecnológico que augura un futuro en el que los humanos trascenderemos nuestra humanidad para convertirnos en semidioses —eso que se ha dado en llamar el paso del transhumanismo al posthumanismo—. A pesar de todo, ese desasosiego por dar respuesta —la que sea— al misterio de nuestra génesis y, por ende, a la constatación de que tal vez no haya propósito trascendente alguno que nos alumbre, sino que somos el resultado azaroso y necesario de una evolución darwiniana, no será exterminado. Permanecerá latente la imperiosa ansiedad de dotar de sentido a la existencia de un ser que devino materia pensante. Y esta última particularidad, a saber cómo fue posible que la materia se pensara a sí misma y desarrollara una autoconsciencia, no parece que haya sido más que descrita, o sea reproduciendo simplemente cómo la evolución va dando lugar a los homínidos y con muchos interrogantes, inclusive en ese intento meramente taxonómico.§

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SPINETTA

Y EL ARDOR POÉTICO DE ARTAUD SERGIO

H.

GARCÍA A Wendoline

“Allí donde otros exponen su obra yo sólo pretendo mostrar mi espíritu. Vivir no es otra cosa que arder en preguntas.” Antonin Artaud

A

l analizar la obra de Spinetta, uno se percata que el fenómeno poético está siempre presente a través de imágenes sutiles pero fuertes. Un ejemplo de la fortaleza de las imágenes es la canción “A Starosta, el idiota”, la cual forma parte del álbum Artaud, producido en 1973. En esta obra, de peso tonelático en el rock argentino -y de todo el continente-, encontramos una respuesta desde el nuevo mundo a la obra de Antonin Artaud, el poeta francés de la transición, del cambio y del despertar, también considerado un poeta maldito. Artaud –el álbum- no peca de desleal a su homónimo humano, la obra de Spinetta en su gran mayoría habla del despertar de conciencia, del cambio y de la pesadez que queda después de leer a su poeta co-nombrado. Las imágenes poéticas se muestran desde la primera canción hasta el último verso de la obra. Es recurrente escuchar la presencia de la luz, el mar, el viento y las hojas: fuego, agua, aire y tierra, la unión de los cuatro elementos.


“A Starosta, el idiota” no falla a la regla. En dicha canción se inicia con una imagen difusa pero igual de fuerte: “Bocas del aire del mar beban la sal de esta luz para sí” En la primera parte nos encontramos con una orden como grito de desesperación, con la que se le gritaría a algo superior. Las bocas del aire del mar hablan de la unión de dos de los cuatro elementos: el aire y el agua. El aire como algo a lo que no podemos acceder naturalmente con el propio cuerpo, es decir, por naturaleza no podemos levitar, no es como con el agua en la cual nos podemos sumergir. El aire es, pues, la idea de un ser superior, de la trascendencia, de Dios. El agua asemeja la enorme y fluida presencia de la sociedad, en la cual nos podemos sumergir hasta ahogarnos y perdernos. En la segunda línea se encuentra la consecuencia del primer verso. El autor canta beban, como sinónimo de “quiten”, “arrebaten”, “tomen”. La Sal hace referencia al elemento que impide que el humano beba agua del mar —sin el riesgo de caer al delirio—. Es decir, la sal es lo que hace que la sociedad provoque la locura en el hombre, podría ser lo que contamine nuestra visión. En una canción anterior a Starosta, el mismo álbum, Spinetta dice: “Vos QUERÉS sol”, para después concluir otro estribillo con “vos SOS el sol”, haciendo referencia al cambio a la concentración de las ideas en la luz, el sol, el ardor o el candor como algo completamente humano.En Starosta, al exigirle a esta clase de unión de dos fuerzas omnipresentes para el humano, como lo es la sociedad y la idea del ser superior —las bocas del aire del mar—, que le quiten los males de la sociedad de su humanidad y se las queden ellos —para sí—, el personaje exige ser completamente él mismo, sin influencia, sin apegos. El segundo imperativo que aparece se encuentra en el cuatro verso “Ya coman de la eternidad” está en relación con la sal de la luz e inmediatamente sobreviene la hendidura en la sociedad, en agua, en el mar con el quinto verso “Algo se va ahogar”, como un temor o quizás una premonición.

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En este punto, Starosta parece, quizás, menos ajeno a lo que hemos escuchado el resto del álbum. Podemos dilucidar que Starosta —configuración del apellido Spinetta— tiene un punto de inflexión. El personaje se encuentra ante un camino con dos posibles vías: Ahogarse en el mar y que la sal lo consuma o que su súplica sea atendida y su luz sea purificada, al grado de quemarse con la luz. El personaje permanece, no se decide, se queda absorto ante los dos caminos. Prueba de lo anterior son los siguientes versos: “Y este es el ardor y esta es la fiebre del que espera frente al despertar” Los dos versos en polisíndeton hacen referencia a lo que está encarnando el personaje: el ardor, la fiebre, el candor, un claro impulso hacia el calor: la luz. Después delata su propia indecisión “del que espera frente al despertar”, frente al cambio, a la elección de un camino. Hasta aquí, la música se ha mantenido en una constante de un piano de cola, tocando con acordes compuestos y séptimas menores o inversiones de una forma agresiva, mientras el ritmo, marcado en un principio, se disipa para convertirse en uno menos constante y llegar a un silencio brusco en el último verso de la primera parte: “Vámonos de aquí” que hace referencia a la toma de fallo. A continuación el piano se queda prolongado, cambia unas cuantas veces de acordes, aparece un efecto analógico que pareciera ser construido por una cinta magnética

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corrida en reversa y una guitarra. Suenan, por un segundo, The Beatles cantando She Loves you, quizás con la finalidad de dar un aire de pasado; después una mujer llorando toma el protagonismo de una forma trágica que termina con su único grito de dolor. Todo esto en conjunto da la apariencia de viajar al pasado. Una maldita locura que se convierte en paz con la siguiente parte lirico/musical que se presenta con un guitarra eléctrica limpia y con acordes tocados en cejilla, al mismo tiempo otra guitarra eléctrica da un arpegio sobre los mismos acordes y una tercera oscila en la tónica y la séptima de la octava pasada, es decir, un tono o medio tono abajo dependiendo de si el acorde es menor o mayor. Con esta aura tranquilizadora se nos presenta la siguiente estrofa: “No llores más ya no tengas frío, no creas que ya no hay más tinieblas, tan solo debes comprenderlas, es como una luz en primavera, es como una luz en primavera” En esta estrofa se destaca un aire de consuelo y fraternidad. Se siente el amor hacia la otra persona. Un consuelo que dice: no te detengas a llorar mucho tiempo. La Paz no durará para siempre. Hay que entender la oscuridad como la luz naciente de un amanecer o la primavera. Parafraseando este es el consejo que le da Spinetta a Starosta en el pasado, es decir, a él mismo en otra época, antes de estar frente al ardor, la fiebre o el mar; antes de tener que despertar.


Abruptamente volvemos al piano con acordes compuestos del inicio; regresamos al presente, como si la sección anterior hubiera sido un recuerdo o una vivencia onírica. El Starosta del inicio, exige ayuda. Este nuevo/viejo Starosta caerá al sol, a la luz y al sí mismo: “Altas mareas del sol llenen sus bocas con él: El idiota” De nuevo las imágenes fuertes: las mareas del sol son hipérboles de las ideas propias, contraponiéndose al aire y al agua. Atravesándolo todo como la luz. El cantautor se exige acabar con el pasado, con el sinremedio diciendo:“Ya nada puedo hacer por él” y luego con la condena: “Él se quemará mirando al sol”, anunciado que si no hay movimiento el candor del sí mismo lo consumirá sin haberlo tocado. Y para finalizar con casi la misma testificación del que aún no elige su camino: “Y esta es la historia del que espera para despertar” y por fin resituarse con: “Vámonos de aquí”. En conclusión, “Starosta, el idiota”, es una compleja composición poético/ musical de Luis Alberto Spinetta que habla de sí mismo enfrentándose a una de las crisis existenciales más grandes: Seguir a todos o luchar por lo que creemos y somos: el súperhombre para Nietzsche. La canción no se sitúa en un solo tiempo o realidad, sino que aborda dos temporalidades de dos realidades entrelazadas. En una Starosta será la luz o esta será consumida por el aire del mar. La respuesta es desconocida para el que escucha. Sólo nos queda saber sobre el ardor y la fiebre, sobre la luz entrando en las tinieblas y que las noches de invierno terminarán con una luz de primavera.§

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H

ablar, hablar todos al mismo tiempo ¿y entendernos? Aprender inglés, francés o mandarín. “Jeb’elïk chi kotz’i‘j”, me dice al pasar el vecino que lleva tres meses trabajando de maestro en San Pedro Sacatepéquez. Le respondo: “Matiox” y me sonrojo. Yo también quise aprender Kaqchikel y practicarlo con él y con la vecina de enfrente. No he podido. Ella está siempre ocupada y él casi nunca se encuentra en casa. Además, me dicen, dominan dialectos distintos al de los libros que compré en la capital. Lo mismo le pasa a la gente que aprende alemán y llega después a vivir a Baviera. D’Liab is a scheens Gfui, Spatzl. Por si acaso, lo mismo para ti, dicen los aprendices de alemán en voz baja y se persignan. O como la turista china que no conocía el uso común de la palabra alemana “geil” que lucía en letras rosa sobre su playera azul recién adquirida. “Geil” no solo significa “genial”, sino también connota un estado de exitación contraria a la expresión de aburrimiento que llevaba en el rostro. “Arrecha”, dirían en Perú, aunque en Venezuela signifique simplemente enojada y en Guatemala yo sea capaz de contar que mi abuelita era “bien arrecha”, fuerte, valiente, sin que nadie muera de risa. A mi padre no le gustaba la idea de que nos matáramos de la risa, como solíamos decir en mi juventud. “¿Por qué matarse?”, me preguntaba. “Doblarse de la risa” o “romper en carcajadas” sería quizás menos violento. Pero la violencia la heredamos en el lenguaje. La vivimos. La mamamos. Sí, ya sé, ya di pie a segundas interpretaciones. ¿Es violencia malentendernos? El político y el pastor nos prometen paz, amor, prosperidad o una patria mejor; y luego nos damos cuenta que quisieron decir “dinero”. O “yo primero”, lo cual, según su semántica, es sinónimo también de “prosperar”, siempre y cuando nos limitemos a pensar en ellos en su primera persona singular. Singularmente egoísta, eso sí. Nunca he encontrado mucha lógica en la prosperidad teológica. Peor aún, cuando alguien me amonesta con la biblia en la mano porque “su dios dice que…” algo, cualquier cosa.

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BABEL TANIA

HERNÁNDEZ

Y yo me pregunto: ¿En qué idioma les hablará dios? En la época de Babel dios era políglota. En el medioevo dictaba instrucciones de tortura en Latín. Una amiga mía, informática, bromea explicando que: “fue el traductor automático que estaba fallando y por eso todo lo dicho llegaba a la tierra con ruido e interferencias”. Pobres… los que murieron por ello. Conocí a un estudiante sudafricano que juraba que el idioma principal de dios(a) es el isiXhosa y por eso Miriam Makeba poseía la capacidad única de estremecernos y hacernos llorar. Ella, literalmente, “hacía click” con la divindad. Nosotros, en cambio, dice mi amiga informática parafraseando a Porfirio Díaz, estamos tan lejos de la divinidad y demasiado cerca de las redes sociales. Y es cierto. Lees los comentarios, mal escritos, bajo las noticias de los diarios en línea y te cuesta entender qué es lo que pretenden decir. Son más alrevesados que una discusión en un sketch de Monty Python. Escriben, por ejemplo, “Always look on the bright side of life” y no sabes si se refieren a la sátira o a un mensaje motivacional. Ni siquiera los nuevos gurús se logran poner de acuerdo en los nuevos significados. En lo que sí coinciden es que el idioma oficial de sus dioses es ahora el inglés. Y en que “emprendedurismo” es la mejor palabra que se haya inventado sobre la faz de la tierra. A mí más bien me arrecha, en el sentido venezolano de la palabra. ¡Mon dieu!§§


SOBRE LA ESPUMA DEL MAR H.

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FLORES

M.


D

espertó de su siesta, inquieto. Hacía tanto tiempo que el insomnio le dificultaba el descanso y la oscuridad por sí sola ya no bastaba para llenarlo de pereza; aunado a esto, como ocurría ahora, había desarrollado una persistente ansiedad que lo violentaba con vaporosas turbaciones a medio sueño y le congelaba las pestañas impidiéndole disiparse tras los párpados. Harto, caminó por las sombras, pateando sombras, arrastrando la mirada sobre las sombras: —¡Soy una sombra respirando sombras!— pensaba, cuando vio a lo lejos un diminuto destello que entre las sombras guiñaba. Cruzó hasta el encuentro con aquella luz que nunca antes había visto: era una gota de agua temblando en las tinieblas. —¿De quién es esta gota de agua?, lo desconozco—, él nunca había llorado, y qué importaba el origen de la gota de agua si nunca más estaría solo, si con él, la gota flotaba en la vasta oscuridad. Conversó entonces con su gota de agua, palabra a palabra, una conversación hasta entonces ahogada y cada palabra como un respiro inyectaba de volumen a su amiga. Al cabo de un rato, tenía frente a sí una burbuja enorme de agua. Aquella siesta bajo la burbuja durmió en paz, pues como nunca antes, ahora se sentía acompañado; y en el velo alegre de sus sueños, habrá hablado los sonidos, todos, de la nada… pues al despertar, tenía a sus ojos la espuma del mar.§

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GÉNESIS DEL DOLOR JUAN

ESTEBAN

PATARROYO

¡Vamos, respira, lucha, hijo mío! Dio una mirada de pavor a su hijo, su rostro se empezaba a tornar como una berenjena, sus labios se secaban. ¡Ayuda! Ella abrazó a su hijo y recordó sus clases de primeros auxilios, en ese entonces era un muñeco sin valor alguno, ahora se trataba de su más preciada divinidad, ella lo vio nacer y sopló en su nariz y le dio vida . Apoyó el puño con el pulgar sobre el abdomen, realizó presión hacía el centro del estómago, en un movimiento tosco y brusco que ascendía y descendía. Su hijo botó el trozo de carne de res que había engullido, su piel volvió a ser de color canela. -Mi canelita- pensó ella. Sus labios retomaron el furor de la esperanza. Se le escapó una lágrima espesa, la tenía guardada de todas sus penas y por un momento sintió que aquél acto era su redención, porque todo acto del corazón tiene una profunda huella. Se restregó el rostro con las manos y cuando se dio cuenta, no estaba en un restaurante sino en su casa, con los gatos asustados y su niño en brazos, como una mora azul. Le sopló con furor, una y otra vez, creía que al sentir el cuerpo aún caliente de su hijo, estaría vivo. Afuera llovía a cántaros, pensó que las gotas en el suelo se escuchaban como si la acera fuese una paila llena de aceite caliente. Su casa era la sartén que las calles calentaban y ella la carne que aún no cedía. Quizá la tormenta que recorría su corazón no le permitía darse cuenta que su hijo ya no vivía sino en los recuerdos, obstinadamente cerraba los ojos para salvarlo, deseando que por fin sus visiones se cumplieran y al despertar él le diera una sonrisa con dulce sabor. -Como de almíbar- añadía; pero cada vez que se atrevía a mirar se llevaba la desolación y la melancolía. Cada gota que chocaba con el asfalto era un recordatorio de que aquél momento sería para siempre el génesis de su dolor.§


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EL PRINCIPIO

DEL CAOS MAURICIO

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OCAMPO

C.


C

uenta el libro viejo que en el principio sólo agua había y que los dioses habitaban los océanos contemplando el universo; que las estrellas parpadeaban en un canto de ballena azul y que un armadillo habitaba la luna provocando sus fases según la posición en que durmiera. También está escrito que los dioses primeros crearon de la nada a todo ser vivo: desde las hormiga hasta el elefante; que los dioses, al ver concluida su creación, les pidieron invocar al huracán Chipi/Calculhá, corazón del cielo, creador progenitor. Al darse cuenta de que los animales no tenían voz, los condenaron a matarse entre ellos, pero su nobleza los hizo respetar el todo. Entonces llegó la lluvia y el Huracán se regocijó en risas arrasando su creación, pero sin exterminarla. El agua del huracán que se mezcló con la tierra fue usada para darle forma a otro ser que pudiera adorar a los dioses, así usaron el barro, pero el ser construido de barro no podía hablar ni caminar, entonces los dioses primeros lo deshicieron y crearon otro ser de maíz, pero a éste lo devoraron los cuervos, hasta llegar a lo que hoy somos: una estirpe de triste melancolía. Cuando los Dioses vieron consumada su creación, se creyeron felices y victoriosos, porque al fin iban a ser consagrados. A aquel ser lo llamaron hombre. El hombre aprendió la lengua del viento y desarrolló con el tiempo la razón, y con ella, descubrió que había sido creado para adorar y no para ser libre, entonces inventó la guerra y volcó su ira sobre sus creadores, matándolos a todos, pero ésta ira se convirtió en odio. El odio lo ha llevado a aniquilar todo y ha dado como resultado el principio del caos.§


FA MU L II C II DA

L U I S LUNES

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Los maté, sí señor. A él, desde aquel mediodía de fuego en que me dejó columpiando la ilusión. A ella, desde que me destetó y me le escapé de esas rejas de tristeza a las que por miedo se aferraba. Con los otros cinco más cercanos, me costó mucho más trabajo mi performance de Caín. ¡Los amaba tanto! Pero recurrí a la frialdad que condicionan la distancia, el tiempo y la no presencia, para darles la estocada final. A los demás, homicidios en menor grado e importancia, los fui matando casi sin sentirlo, con esa naturalidad que brinda la indiferencia y la indolencia. Los más viejos se fueron muriendo solos, y con ellos, toda compasión y amor que compartimos. Ahora sólo me quedan sus retratos como añejas evidencias. Pensé que al matarlos a todos vagaría impune e independiente, que me sustraería a esa carga de conciencia que tarde o temprano aturde a los criminales que asesinan con toda alevosía. Pero no. Aparecen en mis sueños, en las memorias que comparto con extraños, en las arrugas y rasgos de mi rostro, en el revivir de mis traumas infantiles, en mis tardes de nostalgia, en automáticos “me gusta” o “me encanta” cada que me doy por vivo en mis posting de Facebook. Al volver al lugar donde nací durante las épocas navideñas, sus almas en fiesta me abruman y me abren sus abrazos, sus sonrisas y sus cálidas miradas, y me siento tan vulnerable que no puedo soportarlo más de siete días, y me da por

regresar a la cárcel de orfandad en la que vivo recluido desde hace 23 años . También caigo en cuenta que cada vez que vuelvo a mi terruño, funjo para los agonizantes como el pariente ausente que reaparece para prodigar los profanos óleos. No bien retorno a mi refugio citadino, cuando me llega la noticia de que han muerto y me asalta la culpa de que viajé hasta allá para rematarlos. A los recién que van naciendo, los voy dejando vivos para que a su vez ellos sean quienes a mi me maten. Y ya estando acá —en el confort de a quienes no se ve, no se aman, y en mi fantasía de que mi extenso cordón umbilical de mil 500 kilómetros imaginarios se deshace al fin— ella reaparece cada vez más anciana en el umbral de mi prisión y me observa compasiva como a un fallido matricida. Mi cueva obscura se ilumina toda y se inunda de evocaciones en cuanto empieza a hablar. ¿Cómo es que sigue viva, a pesar de mis múltiples intentos? ¿Cómo es que al tragarme mi saliva, se revive el sabor indefinible del calostro? ¿Cómo es que tras de ella, la estela de un pasado con todo y sus fantasmas, se empeña en permanecer en el presente? E irremediablemente caigo rendido ante sus pies como un Edipo y, a juicio de su gracia, peno en vida como un famulicida1 exonerado.§

1-Famulicida: Término inexistente en el Diccionario de la Lengua Española y acuñado por el autor para darle sentido a este texto. Del latín famulus ( familia) y -cida (el que extermina, el que mata): El que mata a la familia.


La Sajulcobu Y LA

Madre Naturaleza ROSA

ISELA

MEJĂ?A


S

e dice que al inicio de los tiempos, antes de la Sajulcobu, se encontraba la diosa Resaxije, hija de la diosa madre Sasejexi, caminando por sus jardines y contemplando la naturaleza que para ella habían creado. En él existían los árboles, las aguas y frutos de los que se alimentaba, sin embargo no habitaba otro ser vivo similar a ella o algún otro que le hiciera compañía, le llamaban Xijulcobu. Una tarde al quedarse dormida frente a una cascada, soñó con un ser semejante a ella, en un mundo poblado de criaturas salvajes tanto en el agua como terrestres, con extremidades y sin extremidades; otras más que parecían caer de los cielos y sin embargo danzaban en el aire. A lo lejos veía a ese ser y lo encontraba tan hermoso que inevitablemente se enamoró de él. Al despertar del sueño, decidió que al siguiente día iría al mismo lugar para reencontrarse con el ser mientras durmiera, y así lo hizo. Durante meses, Resaxije volvía al mismo lugar hasta que su padre, el dios Coabuje, extrañado por su actitud bajó de la cima donde lo mira todo y al encontrar a su hija dormida, sintió una fuerte energía que de ella emanaba. Las palabras proféticas de Sasejexi resonaron en sus oídos, algún día debía crear a otros seres que le hicieran compañía pues Resaxije sería la encargada de poblar un nuevo mundo. Entonces, Coabuje tomó un trozo del corazón de Resaxije; con una parte sumergió su mano en el agua dónde la cascada caía y agitándola fuertemente hizo emerger de ella los peces y demás seres acuáticos, con otra parte dio un gran exhalo del que surgieron las aves que gobernarían los cielos, y con otra más estrechó sus manos haciendo surgir de ellas pequeños animales terrestres que crecerían y se reproducirían. Al despertar, Resaxije encontró Xijulcobu poblado con los seres que había soñado, sin embargo faltaba uno, aquél que había despertado en ella el sentimiento inexplicable.

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Coabuje, aún dolido por la pérdida de Sasejexi, quien se había dado para crear a Resaxije, se negaba a entregar a su única hija a un ser inferior, pues debía ser con un merensaju, llamados hombres en un mundo en el que les había dado vida sin otorgarles naturaleza divina. Así que embelleció aún más el paraíso creado para ella pensando que en eso encontraría su felicidad, sin embargo Resaxije aún con el amor y cuidado que daba a cada criatura, pues eran parte de ella, entristecía cada vez más al paso de los días. Una noche, decidió permanecer en el sueño dónde encontraría a su amor. En silencio huyó hacia la cascada, tomó tierra y dejando caer unas gotas de su saliva hizo una lanza de oro que empuñaría decididamente sobre su corazón, pues sólo de esa forma permanecería en la eternidad de aquél sueño sin dañar a los seres que de ella habían creado. Coabuje, al mirar una gran luminiscencia roja a la lejanía, salió en busca de Resaxije, quien yacía sobre una piedra a la orilla de la cascada. Al ver lo sucedido, desató una gran ira contra todo ser que habitaba en Xijulcobu, convirtiendo aquél paraíso en un gran desierto, pero aquello no le fue suficiente, entonces destruyó uno a uno los mundos que había creado con Sasejexi, dando así lugar al primer apocalipsis. Después de siglos de soledad, inmerso en una gran tristeza, el dios Coabuje se sintió arrepentido y tuvo a bien concebir un nuevo gran paraíso, así creó una tierra nueva llamada Sajulcobu. Ésta tierra estaría poblada por criaturas aún más perfectas que las anteriores; ríos, montañas, volcanes, una variedad infinita de vegetación y frutos; mares y tierras de gran longitud y pequeñas, juntas y separadas. Al mirar lo grandioso de su creación, supo que debía hacer surgir a los seres que la trabajaran y vivieran de ella, pues los seres a quienes había creado y destruido hace siglos eran inútiles por naturaleza. Así creó a los abucajus, los primeros hombres que pisaron nuestra tierra, pero al ver que entre ellos no se podían reproducir, hizo nacer a las xirasejus, las primeras mujeres que pisaron nuestra tierra, entonces la fertilidad de ésta especie permitió que la Sajulcobu fuera poblada en cada uno de sus extremos, desde las tierras más grandes hasta las últimas de sus confines.

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Todo era perfecto, sin embargo, Coabuje aún no estaba satisfecho con lo que había creado. Tomó el cuerpo de su hija Resaxije, el cual se encontraba inmune al paso del tiempo con la misma lanza de oro clavada en su corazón, y decidió entregar su amor por los seres que él había destruido a esa nueva tierra, encomendando así que su espíritu habitaría entre ellos. Entonces sumergió el cuerpo de Resaxije en las profundas aguas y una inmensa luz cegadora se esparció en cada ser y planta que existiera, en los ríos, montañas y volcanes, en la variedad infinita de vegetación y frutos; en los mares y tierras de gran longitud y pequeñas, juntas y separadas, y en los cielos gobernados por criaturas que los surcaban. Así, por fin dio libertad a su hija quién encontraría paz habitando en cada ser y molécula, redimiendo el amor por el que había perdido la vida en un amor aún más grande, fuerte y poderoso, esparcido en toda esa gran creación. Nuestros antepasados llamaron al espíritu de la naturaleza misma, “La Madre Naturaleza”, pues en todo habitaría la perfección y amor de la diosa Resaxije, que existiría en ellos hasta llegar el segundo apocalípsis, en el que la Sajulcobu regresará a la nada de dónde fue surgida. Finalmente, Coabuje brindó de libertad a cada especie animal y vegetal, se prometió así mismo que no los privaría como a su hija Resaxije quien ahora sería el espíritu cuidador de esa tierra, hasta que regresara a reclamar su espíritu y juzgar lo que en su libertad, nuestra especie habría hecho con la nueva tierra que nos había conferido. Así, la diosa Resaxije, “La Madre Naturaleza”, debía ser cuidada y respetada, pues en ella encierra un gran amor y poder esparcido en todo ser y elemento, que refleja en todo lo otorgado al hombre para contemplar, vivir y ser feliz, lo que una madre brinda al ser que en ella habita.§

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ADÁN DE PALMA RAMSÉS

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GUERRERO


—Hace tres días lo quemaron. ¿Para qué periódico dice que es esto? El presidente municipal me guió hasta el cuerpo achicharrado y ennegrecido. Mientras caminábamos a la parroquia del pueblo, me iba narrando estupideces sobre él y su familia. Estaba particularmente fastidiado por el calor, me parecía una tontería cubrir una nota de un linchamiento en un pueblo caluroso; no atendía la plática del señor, sin pena lo interrumpí para entender la gravedad del asunto. —¿Lo mataron y luego le prendieron fuego? —¿Cómo va a ser? No, vivito y coleando. Pero con un costal de tela en la cabeza, por aquello de que los niños no duermen si ven la cara del endemoniado en la hoguera. Es que hacen caras muy feas, a través de la cara de los endemoniados nos espanta el chamuco, cosas del diablo que no quiero ni pensar. —Ahora que dice lo de los niños, los restos se ven muy pequeños. ¿Cuántos años tenía? —Como doce, quizá más… o menos. Pero le aseguro que no pasaba de los quince. ¿Lo ve muy chico?... Igual y es que no crecen mucho, aquí los niños no comen bien. O simplemente es que como el diablo se les sale, pierden peso. Capturé la imagen del cuerpo empequeñecido por el calor de las llamas. Estaba intimidado por la escena de ver un chiquillo asado y empalado a la entrada de una iglesia. Me parecía muy extraño que se refirieran como El Endemoniado a un niño de doce años. —¿Cree usted en Dios? —cuestionó el Presidente. —Naturalmente —mentí. —Hace bien. Uno solo puede vivir bien y en paz cuando vive junto a Dios. Si no le pasa lo que a este chamaco, quedan quemados por las llamas de sus propios pecados… Todo es culpa de los padres. Nunca iban a misa.

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—¿Lo quemaron por eso? —No, no. No somos salvajes. Lo que pasa es que el niño tenía poderes hechiceros, hacía cosas de diablos y brujas. Nosotros advertimos a sus padres que detuvieran al hijo, pero no hicieron caso y pues el cura tuvo que actuar. Si no, imagínese, se nos arruinan las cosechas por el enojo de Dios. A los padres no los quemaron, ellos no son culpables de que el diablo haya poseído a su hijo como emisor de la maldad, pero son culpables por no acercarlo a Dios. —¿Qué hacía el niño o qué? Me encontraba realmente intrigado por la historia del niño. A pesar del calor saqué un cigarrillo y le di fuego, un papel en mi bolsillo y comencé a jugar distraídamente con la basura. —Pues hacía cosas del diablo, el cura es quién más sabe de eso. Él ordenó todo, organizó al pueblo para agarrarlo y darle fuego; no diga nada, pero yo ayude a empalar al chico. —Pero quiero saber qué cosas del diablo— insistí curioso mientras mecánicamente mis dedos jugaban. —Es una cuestión peligrosa que yo le diga, pero me agrada y se la contaré. Pero cállese porque no quiero espantar a mi pueblo. El niño este trabajaba haciendo sombreros, la verdad es que era bueno. La cosa es que el niño era hábil con las manos. A veces el sombrerero le regalaba palma, ahí es dónde nos dimos cuenta que era endemoniado, porque no hacía juguetillos, grillitos o babosadas de niño, empezó a hacer máscaras. Primero hizo una parecida a un hombre, hasta bigote le puso. Luego se dedicó a hacerle cuerpo, si viera que bonito le andaba quedando, tenía el muñeco ahí colgado cerca de la puerta de su casa.

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—¿Está mal construir figuras en el pueblo? —No, es que el cura nos dijo que estaba haciendo un Adán de palma, que había visto al niño hacer ritos oscuros de madrugada para darle vida al mono ese. Imagínese, un humano hecho de palma. En esa misma misa se organizó todo, lo sacamos a tirones de su casa, le clave el palo y le dimos fuego con su Adán. Hubiera escuchado, clarito sonaban dos voces que gritaban de dolor; la de su creación y la del niño endemoniado —suspiró y concluyó con la mirada resignada— la verdad fue culpa del niño por andar jugando a ser Dios, solo él puede dar la vida. —¿Y quitarla?— pregunté —Hey, sí… también. Ahora ya nomás queda andar atentos, no vaya a ser que se venga otro endemoniado a crear vida con sus manos. Me limité a sonreír por su propia contradicción. Mi cámara colgaba de mi cuello, así que para tomar una segunda foto del cadáver tuve que soltar la basura con la que jugaba entre mis dedos. Un escalofrío recorrió mi cuerpo cuando al bajar la mirada mis manos sostenían un muñequito en forma de hombre, un Adán de papel, levanté la vista y ahí estaba el presidente municipal con su mirada maliciosamente inquisitiva.§

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OMAR

MORENO


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