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Liturgia Urbana Pablo Sosa

LITURGIA URBANA

Pablo Sosa

En el correr de esos días hemos enfocado la ciudad desde distintos puntos de vista. Hoy nos toca verla desde el punto de vista de la liturgia.

Dónde está la liturgia en la ciudad? Dónde se ubica? Dónde la vemos?

A) Obviamente, en los templos (cristianos y de otras religiones), visitados, además de por fieles asiduos, por todos lo que qieren cumplir con los ritos de pasaje (bautismo, confirmación, casamiento, sepelio), por los que se acercan a ellos buscando asistencia (espiritual, material, etc), o los que los utilizan sólo como lugar apartado para momentos de reflexión personal. Por supuesto, hay también templos rurales y en pueblos o aldeas, pero en esos lugares tienen más función de lugar de culto (o tal vez, de peregrinación) mientras que en la ciudade la tendencia es hacia el “santuario” abierto, de atencion continua (“Open 24 hours”).

B) En otros locales, símil-templos (cines, locales comerciales), lugares públicos, plazas, etc., con actividad de animación permanente

C) En gestos litúrgicos de la religiosidad popular, como el persignarse (frente a una iglesia o antes de patear un penal), tocas la imagen de alguna Virgen o Santo en la entrada de la casa, en una plaza, una estación del subte; o rezar frente a ella, en tránsito. Encerder velas, dar limosna.

En las liturgias semi-paganas, semi-religiosas, como por ejemplo: el culto a

Gilda (“no es santa pero es milagrosa”); Difunta Correa; culto a las lágrimas de los muertos trágicamente.

En actos “oficiales”, como la bendición (aspersión) de alguna obra pública que se inaugura, o de las aguas al comienzo de la temporada estival en alguna playa.

D) En rituales laicos como los que estudia la fenomenología de la religión: 1. Familiares: cumpleaños, casamientos, inauguración de la casa. 2. Comunitarios: fiestas, bailes, graduaciones. 3. Masivos:

3.1. Políticos: manifestaciones. 3.2. Deportivos: fútbol. 3.3. Musicales: musicales de rock. 4. Cívicos: izar la bandera nacional, cantar “el himno”.

En esta enumeración incluimos sólo la participación “personal, en vivo” de la gente, sin tomar en cuenta los medios masivos de comunicación donde se concentra “la más importante de las liturgias laicas: el show”.

Todas estas manifestaciones corresponderían a distintos conceptos de la liturgia. Serían, según el apropiado título del libro de Severino Croatto sobre fenomenología de la religión, “Los lenguages de la esperiencia religiosa”.

Nos proponemos: a) Analizarlos, b) Observar cómo “funcionan” especificamente en la ciudad, c) Trazar algunas líneas para una pastoral litúrgica urbana.

Empecemos, entonces, mirando un poco más detenidamente el fascinante “panorama litúrgico” que tenemos por delante, que no es para nada parejo ni estable. Pongámoslo así: cuando hablamos de la liturgia, de qué estamos hablando?

A) La liturgia como un cuerpo “ordenado” y “reglamentado” de elementos y acciones, que constituyen la estructura “aprobada” (oficial) del culto de una iglesia determinada. Y eso no se aplica sólo a las iglesias obviamente litúrgicas (ortodoxas, católica, etc), sino a todas aquellas, incluyendo las más libres, que de alguna manera “establecen” que “esto nosotros lo hacemos así”.

En mi opinión esta posición tiene una solidez que es a la vez su fuerte y su debilidad. Su fuerte se resumiría de una manera muy simplista pero no menos válida, en la afirmación que se escucha a veces: “la liturgia es la liturgia”, todo lo demás son experimentos litúrgico-artístico-pastorales. La liturgia es lo que es, lo que ha sido y será. A esta liturgia se vuelve una o otra vez, como se vuelve a la casa paterna, con la seguridad de un terreno conocido donde los muebles están en el mismo lugar donde los dejamos. Nada ha cambiado.

En términos de la psicología social, este concepto de la liturgia la presenta como pertenciente a la matriz en la que se gesta nuestra identidad. Nuestra identidad personal (porque es la liturgia de nuestra infancia, de los momentos culminantes de nuestra vida (no sólo los universales ritos de pasaje, sino especialmente las circunstancias críticas, límites, etc.) y también nuestra identidad como Nación (como es el caso de los países donde existe un grupo religioso hegemónico – Suécia o Argentina), como un grupo que comparte una cultura o subcultura (como ocurre en las mismas circunstancias con los grupos minoritarios, católicos en Suecia y evangélicos en Argentina), como pueblo dentro de un ámbito geográfico, y a la vez parte de una comunidad universal.

Qué pasa en la ciudad? Esta es, evidentemente, la liturgia asociada proverbialmente con los templos. Ellos son su envase, ella es el contenido. La imagen clásica es de la liturgia colmando con la hermosura de sus sonidos, sus colores, sus olores, los atrios de la “Casa de Dios”. Y los esfuerzos de los arquitetos, escultores y pintores y liturgistas han ido en esa dirección. Es la liturgia que atrae hacia sí (centrípeta), a la cual “se va” como se va a un “santuario”, un refugio (pensemos en el templo como lugar tradicional de asilo) un lugar de encuentro con uno mismo.

Es fácilmente evidente el valor de todo esto en la ciudad. En un momento en que hay muy pocas cosas de las que se pueda decir que no cambian, “la” liturgia permanece. Cuando los valores (personas, principios, costumbres) pasan a ser “relativos”, esto es absoluto. Donde todo (desde los grandes carteles publicitarios hasta la charla del vendedor ambulante) es “trucho” (falso, superficial), esto es auténtico. Donde hay tantos lugares inaccesibles (caros, privados, exclusivos), este está abierto a todos, y aún el mendigo puede sentarse a pedir limosna a su puerta. En Europa, donde se cobra entrada para visitar templos famosos, el único momento cuando se puede ingresar gratis es la hora del culto: la liturgia vuelve gratuito el lugar. Donde todo es ruido, aquí se escucha el silêncio. Donde todo es apuro y histeria, aquí reina la calma. Donde todo es inmediato, se respira eternidad. En vez de conflicto hay armonía. En resumen, aquí “todo está bien”. Estas iglesias son como islas en un mar agitado; “A Bridge Over Troubled Waters…”

En los símil-templos se une a todo esto una liturgia de intensa interacción humana. Es decir, en medio de la indiferencia y el desamor de la ciudad, se encuentra la posibilidad de un trato cordial, amoroso. Si estoy desvalido se me ofrece un trato paternal, fuerte. En un medio que me inhibe, puedo expresarme libremente (en la ciudad todos hablamos bajo: en el colectivo, en la oficina, el departamento, etc.; aquí podemos cantar fuerte, gritar, movernos, bailar). En la ciudad que me ignora, donde soy sólo una abeja en la colmena, aquí soy reconocido, soy protagonista. Y si soy recién llegado, aquí se me da sentido de pertenencia (“somos todos hijos y hijas de Dios”). Si no sé qué hacer en este medio tan complicado, si no tengo claro mi futuro, aquí se me ofrece un plan cierto de arraigo en la ciudad y en la vida.

Estas iglesias son muy atractivas. Por eso es tan dificil salir de ellas. La liturgia es un corte en el tiempo ordinario para ingressar en otra dimensión. El templo es un corte en el espacio para trazar los límites de lo sagrado. Cuánto más fuerte ese corte en el tiempo y el espacio, más dificil es salir de ellos para ingresar en la realidad cotidiana. Por eso es que hay tantas hermanas y hermanos nuestros que no pueden, no quieren dejar de hablar el idioma de la iglesia, escuchan solamente música religiosa, leen solamente libros religiosos. Viven permanentemente “como si” estivieran en la iglesia.

Es que esa misma solidez inmutable, rígida, le dificulta es la liturgia “engancharse” en la contemporaneidad, en la cual toda liturgia tendría que estar implantada. Se le hace dificil aceptar el “Hic et Nunc” que le plantea la realidad. “En el

año que murió el rey Uzías…” dice Isaías como referencia histórica al describir su visión de Dios. La rigidez de la forma prácticamente le impide el “aggiornamiento”. En la ciudad eso parece más evidente. Los templos ya no son los edificios más altos, han sido humillados por los rascacielos. La pomposidad es patrimonio de los shopping centers. La exaltación de los sentidos está en los recitales multitudinarios, la interacción humana en las discotecas, las bailantas. Las campanas de la iglesia siguen sonando sobre la ciudad, difundiendo el llamado a acercarse a la “Casa de Dios”. Antes lo hacian sobre una población homogénea, “established”, en exclusividad (por eso las iglesias dicidientes no tenian derecho a usar campanas). Ahora siguen sonando, y qué reacción producen en la gente? (ver concierto de campanas en Buenos Aires el año pasado).

B) La liturgia como evento re-estructurado “libremente” en base a elementos y acciones litúrgicas.

Dice Max Thurian, el redactor de la Liturgia de Lima, que cuando en el CMI le solicitaron que preparara la celebración eucarística para ilustrar el acuerdo logrado sobre Bautismo, Eucaristía y Ministerio (BEM), “dudó antes de embarcarse en la aventura de la composición litúrgica, que no era de mi agrado: (porque) en mi opinión, una liturgia llega hasta nosotros desde la experiência de la tradición más que de la composición destinada a reflejar un conjunto determinado de ideas teológicas”. Termina diciendo: “Decidí aceptar el encargo y adoptar un método que tomara en cuenta la intención de ilustrar el documento BEM, y al mismo tiempo mostrara el debido respeto por la tradición litúrgica de la iglesia, la experiencia de oración del pueblo de Dios a través de las edades. Busqué documentos litúrgicos que correspondieran a los puntos principales del BEM (Eucharistic Worship in Ecumenical Contexts, WCC, Geneva, pg. 14).

Esta actitud frente a la liturgia indica una clara revalorización de la liturgia cristiana (incluyendo su estructura), junto con un claro propósito de reformulación a los efectos de cumplir con un nuevo objetivo. Este proceso de re-elaboración implica una re-lectura de los elementos que integran la liturgia. Entre otras cosas porque la estructura litúrgica, los elementos que la integran, los símbolos y etc., han quedado vacíos de contenido (Navidad), o han pasado a tener otros contenidos (estéticos, emotivos, atávicos). Por otra parte, corremos el riesgo de sacralizar la estructura, ser puristas con respecto al sentido y significado de las celebraciones y los símbolos, por ejemplo, olvidándonos de que son todas producto de situaciones históricas, desarrollos socio-políticos. Por lo tanto tenemos que estar dispuestos a re-significar todo eso, teniendo en mente a la gente. En otras palabras: PRIMERO LA GENTE. Respecto por lo que la gente cree, lo que la moviliza. Eso es más importante que nuestra corrección doctrinal, litúrgica. (Seguir ejemplo de la Navidad,Ceremonia con las velas, Festejos “puente”).

En un nivel práctico, doméstico, tomemos como ejemplo el primer momento de la estructura litúrgica básica del occidente: la misa. Se trata de la confesión de pecado. El lugar de “pasar por ella” para cumplir con la formalidad, como

generalmente ocurre, se podría elegir un tema relacionado con “la condición humana” y elaborar sobre él el momento litúrgico. Por ejemplo: el miedo. Qué miedos tenemos? A la soledad, al dolor, a los conflictos. Ahora bien, es improprio que sintamos miedo teniendo con nosotros el poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, pedimos perdón a Dios, y le rogamos que nos ayude a superar estas situaciones. Mientras tanto esa confesión tiene también un valor terapéutico, cosa por demás importante. Hemos “tematizado” el momento de confesión. Al hacierlo, es cierto, lo hemos restringido (aunque el uso de las palabras Kyrie eleison nos amplían la perspectiva a cualquier otro tema presente), pero le hemos dado un significado mucho más concreto y relevante a la reflexión litúrgica. Ejemplos de esta re-lectura los encontramos en las Misas compuestas en Suecia, con música de rock, en talleres donde jóvenes hacen su propia reflexión sobre cada una de las partes del ritual.

Ya que hemos mencionado la Misa, tomémosla como caso de estudio de una situación muy particular de re-significación de su contenido. (Descripción y elogio de la estructura “Kyrie-Gloria-Credo-Sanctus-Agnus Dei”).

Es natural que los músicos se sien-ten atraídos por ella. Musicalizan el texto, pero no con el propósito de que sea utilizado en el rito. La iglesia no sabe qué hacer, musicalmente hablando. Entonces se produce involuntariamente (?) en la ciudad, un desplazamiento significativo: esta estructura SALE DEL TEMPLO y pasa para la sala de conciertos. Se produce así la desubicación de la Misa. Porque cuál es la expectativa del compositor al llevar un texto litúrgico a un ámbito secular? Cuál sería la respuesta, la reacción del público? Aplaudir parece poco y aún impropio. Orar, parece demasiado y aun imprudente. Sin pretender dar soluciones a una situación que me atrae por lo paradojal, creo que una tarea que tenemos por delante es explorar y revalorizar los textos y la estructura de la Misa Musical con fines comunitarios, ya sea en la iglesia o en la sala de conciertos. Hay muchas versiones de la Misa Musical (desde de la Misa Luba hasta las más recientes). Falta Misa Tango, Misa Samba.

C) La liturgia como “lectura simbólica” (mítica?) de elementos y acciones propios de la cultura de los pueblos. Se trata, entonces, no de re-leer los elementos de la liturgia a la luz de la realidad, sino re-leer la realidad con ojos litúrgicos. Estar atentos a re-significar los gestos “seculares” del pueblo. Lo que llamariamos una lectura simbólica de la cultura o realidad. Y aún más que lectura: identificación, reubicación de nuestro punto de mira, nuestra perspectiva.

Todo lo cual implicaria el movimiento inverso al de la liturgia centrípeta que atrae. Aquí se trataria de un movimiento “centrífugo”, hacia afuera. Por lo cual la asociaríamos no tanto con los templos o símil-templos sino con la intemperie, el aire libre, o con lugares y situaciones no tradicionalmente cúlticos. Estaríamos reconociendo la religiosidad popular, en lugar de lo ritual en la vida cotidiano, lo sagrado de la condición humana en general. En esta época de privatizaciones, de aislamiento, de reserva de derecho de admisión, estaríamos impulsando una

contra-corriente evangélica en el sentido opuesto. Poniendo énfasis en la recuperación del carácter público, cellejero, de la liturgia. Estaríamos, por último, anticipando la visión final de la nueva ciudad, Jerusalén, donde “no hay templo porque el Señor Dios, Todopoderoso, es el templo de ella, y el Cordero”. Que es como decir: “todo es en ella templo, lugar sagrado” (Apocalipsis 21:22).

En otro sentido, igualmente importante, estaríamos también hablando de un movimiento paralelo al de la encarnación. De arriesgarnos a perder para ganar. A morir para resucitar.

Esta interpretación simbólica de la realidad implica por un lado sensibilización por lo mítico, lo trascendente, lo “espiritual”, y por el otro la profundización en el significado menos aparente de la realidad. Aquí es donde tenemos que ver qué aprendemos de los encuentros masivos en los estadios de fútbol, de los recitales de rock, de las manifestaciones socio-políticas y también de los juegos de los niños, de los cuentos y chistes tradicionales, las creencias y “supersticiones” populares. Con ojos litúrgicos tenemos que ver la televisión, escuchar la radio, leer el diario. La reflexión teológica, litúrgica, antropológica, social, artística, sobre los elementos de la cultura es imprescindible para llevar a cabo esa lectura de la realidad. Citar aquí los “Vellancitos de la Calle” (cantar “No es lo que parece”). Hablar de la experiencia con la murga.

FINAL

Creo que, en definitiva, hemos estado hablando de dos movimientos: entrar y salir.

Entrar en la iglesia, buscar refugio en el “santuario”, librarnos de una realidad exasperante, encontrarnos a nosotros mismos, restablecer el equilibrio con el divino.

Salir de la iglesia a la calle, espacio público, común, a proclamar el reinado de Dios en todos los ámbitos. Esos dos movimientos necesitarían ser acompañados, según creo, por una liturgia que acoja cálida y fraternalmente a quienes llegan hasta ella buscando aliento, y que los provea de las fuerzas para poder enviarlos luego a vivir en el laberinto ciudadano con el sentido de dirección restablecido.

Como podemos lograr esto? Quizá nos ayude en esta empresa acordarnos de Jacob, el que huyendo de su hermano indignado al que ha engañado, llega al anochecer a las ruinas de lo que había sido la esplendorosa ciudad de Beth-el, nada menos que la Casa de Dios. Cansado, apoya su cabeza sobre una piedra, se duerme y suena “con una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban”. Visión emblemática de la presencia de Dios. “Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: ‘en la verdad, el Señor está en este lugar y yó no sabia’. Tuvo mucho miedo y pensó: ‘Este lugar es muy sagrado. Aquí está la Casa de Dios, es puerta del cielo!’ ”. Tomó la misma piedra que se habia utilizado como almohada y, simplemente cambiándola de posición, la dedicó como altar al Señor.

El Señor está en la ciudad, oculto a nuestros ojos cansados, a nuestros espíritus atribulados. Entregándonos confiados a descansar en su visión, ayudando a otros a hacerlo, podremos llegar a transformar nuestra cotidianeidad en un altar, sobre el cual en Señor nos prometa, como a Jacob, su presencia constante en el camino que tenemos por delante.

ROLF SCHÜNEMANN

é pastor sinodal da Igreja Evangélica de Confissão Luterana no Brasil (IECLB) e Doutor em Teologia pela Pontifícia Universidade Católica do Rio de Janeiro na área Sistemático-Pastoral.

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