El niño en el posacuerdo Luisa María Parra Rodas1 Patricia Parra Moncada2 Juan Fernando Gómez Ramírez3
Probablemente, de todos nuestros sentimientos, el único que no es verdaderamente nuestro es la esperanza. La esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose
relación entre el conflicto armado y la pobreza afecta directamente los principales sistemas en los que se cimienta una sociedad: la familia, la salud y la educación (4).
Julio Cortázar
Finalizando el siglo XX, según un informe del Banco Mundial, el 80% de los países más pobres del mundo había experimentado algún tipo de conflicto armado interno y aproximadamente 1,8 billones de personas vivían en países afectados (5). En la década pasada, la guerra y los conflictos armados cobraron la vida de 2 millones de niños y, para el 2015, un estimado entre 300 000 y 500 000 niños, niñas y adolescentes (NNA) del mundo estuvieron involucrados en algún tipo de conflicto armado (6).
Introducción El conflicto se define como una confrontación entre individuos o entre grupos humanos que tienen objetivos incompatibles (1). A este concepto debe sumarse que el conflicto armado hace alusión a enfrentamientos que involucran armas y su uso (2). Los cambios sociales son una constante histórica responsable de propiciar conflictos de toda índole, que han impulsado a la humanidad hacia nuevas formas de socialización y organización, pero que también han dejado centenares de víctimas en el caso de los conflictos armados. Estos son facilitados y perpetuados por diferentes factores culturales, comportamentales y estructurales como la inequidad y la desigualdad (3). La estrecha
El conflicto armado en Colombia El conflicto armado en Colombia se ha extendido por más de 6 décadas, es el más antiguo de América Latina y uno de los más violentos que se haya vivido en el continente; el conflicto ha afectado la sociedad civil, la institucionalidad y la
1. Residente de pediatría, Universidad de Antioquia 2. Facultad de Educación y Ciencias Sociales. Institución Universitaria Tecnológica de Antioquia 3. Departamento de Pediatría. Facultad de Medicina, Universidad de Antioquia
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población en general. Se ha distinguido por una dinámica cambiante, con actores estatales y no estatales que, a su paso, ha dejado un sinnúmero de víctimas, cuya lista la encabezan los NNA. Además, ha logrado que los colombianos toleren y normalicen cualquier situación que atente contra la dignidad humana, lo que, posiblemente, es la herencia más lamentable que ha dejado la guerra (7). Según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en el 2014, Colombia hacía parte del grupo de países en situaciones más graves de violencia en el mundo (8). En el 2013, el Centro Nacional de Memoria Histórica realizó una recopilación de datos históricos de la violencia en Colombia durante los últimos 60 años, y se documentó que desde el acuerdo denominado Frente Nacional en 1958 entre los partidos políticos Liberal y Conservador, hubo una trasformación de la violencia en Colombia, pasando de ser una confrontación bipartidista a ser liderada por grupos subversivos. En 1964, se conformaron las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y a partir de la fecha se incrementó la expansión política, militar y territorial de esta y otras guerrillas. Desde entonces, ocurrieron importantes hechos históricos que enmarcaron la violencia en Colombia, como el crecimiento exponencial del narcotráfico y los múltiples intentos fallidos de diálogos de paz entre el Gobierno y diferentes grupos armados ilegales; cabe resaltar que el único exitoso fue el proceso llevado a cabo con el M-19 entre 1986 y 1990. Además, se dio la promulgación de la Constitución Política en 1991. Paralelamente, fueron surgiendo otros grupos subversivos promovidos inicialmente como un esquema legal de autodefensas civiles, que posteriormente se sumaron al conflicto. Uno de los períodos más representativos que superó el umbral de recrudecimiento del conflicto armado interno, a finales de los años 90 e inicios del siglo XXI, se caracterizó por el crecimiento simultáneo de las guerrillas y los grupos paramilitares, en medio de una tendencia radical de la
opinión política y pública hacia la solución militar del conflicto armado. Consecutivamente, entre el 2005 y 2012, se inició un período de negociación y desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) y simultáneamente ocurrió el máximo grado de ofensiva militar y debilitamiento de las FARC. Para esta época, los grupos armados ilegales estaban fuertemente permeados por el narcotráfico y fue hasta el 2012 que nuevamente se inició el más reciente diálogo de paz del Gobierno con las FARC (9).
NNA del conflicto armado Desde el inicio de las FARC, en 1964, hasta el 2012, 220 000 personas murieron a causa de la violencia colectiva; de estas, el 80% habría sido población civil (9). Paradójicamente, mientras en Colombia se conformaban las FARC, en 1959, las Naciones Unidas aprobaron la Declaración de los Derechos del Niño, que posteriormente se convirtió en el tratado más ratificado de la historia: la Convención sobre los Derechos del Niño. Por una parte, aunque Colombia hace parte de la lista de 195 países que ratificaron el tratado, las cifras de la situación de violencia en las últimas décadas son desoladoras, como lo muestra el Informe de Justicia Transicional de la Defensoría del Pueblo del 2014, que reportó para el período de 1985 y 2014 que el 13,4% de la población infantil en el país ha sido víctima del conflicto armado, y del total de víctimas no mortales, el 30% corresponde a NNA; aproximadamente, 57 134 NNA fueron víctimas de amenazas, 8601 de desaparición forzada y 10 135 víctimas de terrorismo, combates, atentados u hostigamientos. Por otra parte, no menos alarmante, las personas desplazadas de su lugar de origen alcanzaron los 5,7 millones; de estos, 2,1 millones fueron NNA (7). Para febrero de 2017, la cifra ascendió a 7,3 millones según el informe más reciente del ACNUR (10). Aprenderás a no llorar, uno de los principales informes de Human Rights Watch para la situación de guerra en Colombia, en el 2004 advirtió
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las cifras más alarmantes, en las que al menos 13 000 niños actuaron como combatientes en diferentes grupos armados, cifra que supera cualquier cantidad reportada en otros países en América Latina que han sufrido conflictos similares como Ecuador, El Salvador, Guatemala, México, Nicaragua, Paraguay y Perú; y se encontró que 1 de cada 4 combatientes de grupos armados ilegales era un NNA. Para este mismo informe, dos tercios de excombatientes entrevistados ingresaron a las filas de las FARC cuando tenían 14 o menos años y, pese a que estos reclutamientos se realizaron después de la promulgación en 1999 de los reglamentos internos de este grupo guerrillero, en el que concertaban los 15 años como edad mínima de reclutamiento, se siguieron incluyendo NNA en las listas sin ninguna restricción (11). Según las cifras de la Unidad de Análisis de Contexto de la Fiscalía, más de 11 500 niños y niñas habrían sido enlistados en las filas de las FARC entre 1975 y 2014 (7). En el mismo informe presentado por Human Rights Watch, se registró que los niños eran tratados bajo las mismas normas de los guerrilleros adultos y recibían castigos que incluían sentencias de realizar asesinatos a compañeros, enemigos o de ser ellos mismos asesinados por incumplir alguna norma o por intentar escapar del campamento. Por otro lado, en las entrevistas a niñas se detectó que las causas para enlistarse en el grupo eran similares a las de los niños: buscaban escapar de la violencia en el hogar, abuso sexual y otros actos de violencia intrafamiliar. Aunque abiertamente en el grupo guerrillero no eran tolerados actos de violencia sexual, muchos de sus comandantes se aprovechaban de su cargo para sostener vínculos con niñas que, por demás, estaban obligadas a usar anticonceptivos y abortar si quedaban embarazadas. Muchos de los reclutados en las listas de la guerrilla, sorprendentemente incluidos de manera “voluntaria”, fueron una consecuencia de la falta de oportunidades para los sectores más pobres, ubicados principalmente en zonas rurales del país (11).
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Desde otra perspectiva, las Fuerzas Militares de Colombia los utilizaban como informantes para hacer seguimiento a guerrilleros y paramilitares, y otros grupos persuadían a los NNA para que transportaran armas, drogas y cobraran las llamadas vacunas, que no eran más que impuestos ilícitos.
Consecuencias Este conflicto se ha perpetuado por múltiples factores, principalmente políticos y culturales, el gran problema agrario, la propagación del narcotráfico y la fragmentación institucional y territorial del Estado (9). Las consecuencias de la guerra en la infancia son devastadoras: la exposición a la privación de alimentos, al limitado acceso a los servicios de salud, al desplazamiento forzado, a la separación de sus familias, al abuso físico y sexual, al secuestro y muchas otras situaciones que entorpecen el desarrollo de todo su potencial (12). Un estudio realizado en el 2014 por el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF) sobre el impacto del conflicto armado en el estado psicosocial de niños y adolescentes caracterizó la magnitud de los hechos victimizantes a partir de análisis de registros previos y con la participación de NNA de poblaciones indígenas y afrodescendientes; se encontró que un porcentaje importante de los niños implicados en el conflicto estuvo expuesto a violencia sexual y reclutamiento forzado, presentando las mayores tasas en los departamentos Arauca, Caquetá, Casanare, Guainía, Guaviare, Meta, Putumayo y Vaupés. Hasta el 67% del total de víctimas de minas antipersonas correspondía a NNA; de estos, el 22% tuvo amputación de alguna extremidad y el 16% lesiones mayores en la cara como pérdida de la visión; también se reveló que la orfandad a consecuencia del conflicto sumó más víctimas, principalmente en los departamentos de Nariño, Casanare y Antioquia, con una distribución del 14% perteneciente a grupos indígenas y el 39% a grupos
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afrodescendientes. Este mismo estudio estableció unos indicadores emocionales más afectados y se encontró al afecto, el comportamiento y la capacidad de establecer vínculo con los demás como los más damnificados (13). En experiencias de otros conflictos armados, estudios internacionales han descrito el trastorno de estrés postraumático, depresión y ansiedad como las secuelas mentales más prevalentes en niños que han hecho parte de algún conflicto armado (6). Esto no se aleja de los reportes de cifras del ICBF en Colombia. Adicionalmente, rectifican que no solo los implicados directamente en el conflicto son víctimas. En un estudio cualitativo sobre trauma intergeneracional, Boothby y colaboradores documentaron que los hijos de adultos que fueron combatientes en su niñez tuvieron significativamente más problemas de conducta, pobres habilidades para superar situaciones críticas y problemas de convivencia con hermanos, familiares y personas externas a su grupo familiar (14).
El posacuerdo En Colombia, contadas leyes y decretos respaldan y protegen los derechos de los niños. El Artículo 44 de la Constitución Política de Colombia, referente a los derechos fundamentales de los niños, los protege contra toda forma de violación y garantiza la obligatoriedad de su cumplimiento por parte de la familia, la sociedad y el Estado (15). En otro contexto, la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras (Ley 1448 de 2011) (16) título VII hace mención de la protección integral de los derechos de los NNA víctimas del conflicto armado, de su goce preferente y de la verdad, justicia y reparación que merecen. El código de infancia y adolescencia (Ley 1098 de 2006) reconoce a los NNA como sujetos de derecho y establece en el artículo 20 de los derechos de protección que todos los NNA serán protegidos contra las guerras, conflictos armados internos y el reclutamiento por parte de grupos al margen de la ley, y el Estado y todas las autoridades
públicas son garantes de que esto se cumpla. En cuanto a los niños víctimas del conflicto, este mismo código en el artículo 60 determina la necesidad de su vinculación a programas de atención especializada para el restablecimiento de los derechos vulnerados (17). Pese a los fallidos intentos de diálogos, a las leyes y decretos escritos y promulgados, durante años se han violentado y vulnerado los derechos de los niños, y se ha olvidado el potencial de cada uno para promover la reconciliación de todo el país. Los niños del conflicto armado no son solo aquellos que han hecho parte de alguno de los bandos implicados, sino también quienes indirectamente han sufrido las consecuencias, los que han nacido y se han socializado en medio de la guerra. En noviembre del 2016, en el Teatro Colón de Bogotá se firmó el Acuerdo Final de Paz entre el Gobierno en cabeza del presidente Juan Manuel Santos y el comandante de las FARC, Rodrigo Londoño, en el que pactaron con respecto a los derechos de las víctimas, incluidos los NNA, su reconocimiento, participación, reparación integral y garantías de protección y seguridad, lo que significa para la historia de Colombia un punto que se quisiera que fuera de no retorno. A partir del posacuerdo, se ha creado un ambiente de reconstrucción paralelo a uno de incertidumbre, porque para un país donde lo habitual es la violencia, hacer la paz increíblemente se ha convertido en un reto. No obstante, aunque en Colombia se haya olvidado nuestra responsabilidad con la protección de los NNA, ellos son la única posibilidad de resolver los odios en la historia del país desde hace más de 60 años; son la presente oportunidad para sanar cicatrices y aliviar el dolor, y son los que tienen la capacidad de crecer sembrando paz.
El reto en el posacuerdo Los retos que trae consigo el posacuerdo para la niñez implican un acucioso examen de todo lo
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que enmarcó el conflicto armado con las FARC y principalmente de los daños emocionales, sociales y psicológicos causados por tantos años de guerra y de vulneración de los derechos. John Paul Lederach, un experto en mediación y resolución de conflictos en el mundo, en una entrevista al diario El Espectador propuso que el conflicto debe afrontarse como una oportunidad de transformación, creando alternativas de solución pacífica y equitativa, a partir de la comprensión de las necesidades humanas imprescindibles para vivir; y resaltó que la paz no se trata de un acuerdo que se firma, sino que se logra cuando cada colombiano asuma su responsabilidad y deber de respetar la diferencia, y logre establecer relaciones constructivas con aquel que, según él, no ha podido escuchar en más de 50 años (18). Sumado a Lederach, Martha Nussbaum, en su libro “Human capabilities, female human beings” mencionó una crisis silenciosa al daño de las cualidades esenciales e hizo un enfoque sobre la preservación de las libertades y oportunidades de cada individuo, respetando estos como fines en sí y no como agentes promotores (19). Así mismo, Nussbaum propuso para Colombia una política de reconciliación basada en una forma de educación diferente en todos los niveles, desde la primaria hasta la educación superior, en la que se promueva el entendimiento de las diferentes perspectivas sociales e históricas y se resalte la necesidad de incluir la pedagogía como herramienta de reconciliación para que sea promotora de un pensamiento crítico y argumentativo en los niños y jóvenes (20). Elsa Castañeda, Directora del Instituto Iberoamericano de Primera Infancia y Derechos de la Niñez de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), referenció la crisis silenciosa de Nussbaum que, durante el conflicto, se perpetuó por la exclusión de las áreas del arte y humanismo en las aulas colombianas bajo el argumento de que tenía poca utilidad en la formación de individuos globalmente competentes, lo que sumó al conflicto
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la ausencia no solo de áreas indispensables en la educación, sino también herramientas que pueden ser usadas como terapias de inclusión. Ella propuso que las artes y la lúdica son puntos clave en la reparación y resignificación de los NNA víctimas del conflicto (21). Desde los medios de comunicación, la cátedra Ciro Angarita por la infancia de la Universidad de Los Andes propuso que se debe visibilizar la infancia y hacerla verdaderamente cierta, no como una falsa ilusión para generar su participación activa en la construcción de la sociedad, sino exigirle a los medios que se responsabilicen del rol que tienen sobre los derechos de los NNA para que, de este modo, dejen de formar imaginarios colectivos que distorsionan y vulneran los derechos, vendiéndoles mentiras fáciles de la guerra. Y desde la academia se propuso que es imperativo iniciar la búsqueda de las razones que expliquen determinados comportamientos o tendencias en los niños y jóvenes (22). Entonces es el momento en el que todos, no solo los actores ya mencionados, deben asumir la responsabilidad con la construcción de la paz. Algunos expertos en conflicto en América Latina, como Eduardo Vinyamata, han propuesto hablar de una cultura de paz que promueva la pacificación desde una intensa renovación individual y colectiva hacia una profunda comprensión del ser humano, su actuar en sociedad y de las diferentes dinámicas culturales; esto incluye estilos de vida, patrones culturales de creencias, valores y comportamientos que favorezcan la construcción de una paz duradera, además de un enérgico trabajo por la restitución y resignificación de las víctimas, la recuperación del autoestima, de la confianza y la seguridad. En este mismo sentido, es necesario procurar cambios institucionales que estén a favor del bienestar, la igualdad y la administración equitativa de recursos, y proteger activamente la identidad de grupos y el respeto por la diferencia y, de este modo, lograr la consciencia de que la única solución posible a los conflictos no es la violencia.
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Nosotros, desde la academia, desde el consultorio de cada pediatra, proponemos la promoción activa de la teoría de la no violencia, ampliamente estudiada y promovida por Mahatma Gandhi, Martin Luther King, entre muchos otros pacifistas en la historia del mundo, cuyo fundamento es no matar, no causar daño ni sufrimiento alguno al otro, mediante la práctica de la benevolencia y teniendo como eje una constante reverencia por la vida, en especial de los NNA, y por la humanidad. Se debe dejar plasmado en las casas, en las aulas y en las calles que los niños son sujetos de derechos y no objetos de derecho, que se les
debe la reconciliación y la solución a ese perverso círculo de violencia al que han estado expuestos, que es compromiso de todos reconocer al otro como sujeto porque hace parte del respeto por la diferencia y que cada niño y cada adulto debe ser garante de la paz y debe empoderarse de sí mismo y de su rol en la sociedad. Si vamos a enseñar la verdadera paz en este mundo, y si vamos a llevar a cabo una verdadera guerra contra la guerra, vamos a tener que empezar enseñándole a los niños. Mahatma Gandhi
Lecturas recomendadas 1. Gómez G. Conflicto en las organizaciones y mediación. España: Mediación familiar; 2012. 2. Comité Internacional de la Cruz Roja. Violencia y uso de la fuerza. Ginebra, Suiza: CICR; 2008. 3. Caireta M, Barbeito C. Introducción de conceptos: paz, violencia y conflictos. Barcelona: Escola de Cultura de Pau; 2002. 4. Bhutta ZA, Yousafzai AK, Zipursky A. Pediatrics, war, and children. Curr Probl Pediatr Adolesc Health Care. 2010;40(2):20-35.
8. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para Refugiados. Situación Colombia: Colombia, Ecuador y Venezuela. Disponible en: http://www.acnur.org/ donde-trabaja/america/colombia/. 9. Grupo de Memoria Histórica. ¡Basta ya! Colombia: Memorias de guerra y dignidad. Bogotá D. C.: Imprenta Nacional; 2013. 10. Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados. Situación Colombia: Colombia, Ecuador y Venezuela. ACNUR; 2017.
5. World Bank. World development indicators 2003. Washington D. C.: World Bank Group; 2003.
11. Human Rights Watch. Aprenderás a no llorar. Niños combatientes en Colombia. Bogotá D. C.: Gente Nueva; 2004.
6. Song SJ, de Jong J. Child soldiers: children associated with fighting forces. Child Adolesc Psychiatr Clin N Am. 2015;24(4):765-75.
12. Southall DP, O’Hare BA. Empty arms: the effect of the arms trade on mothers and children. BMJ. 2002 Dec 21;325(7378):1457-61.
7. Justicia transicional: Voces y oportunidades para los niños, niñas y adolescentes en la construcción de la paz en Colombia. Bogotá D. C.: Defensoría del Pueblo; 2014.
13. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar. Impacto del conflicto armado en el estado psicosocial de niños, niñas y adolescentes. Bogotá D. C.: ICBF; 2014.
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14. Boothby N, Crawford J, Halperin J. Mozambique child soldier life outcome study: lessons learned in rehabilitation and reintegration efforts. Glob Public Health. 2006;1(1):87-107.
19. Nussbaum M. Human capabilities, female human beings. En Nussbaum M, Glover J (editores). Women, culture and development: a study of human capabilities. Oxford: Clarendon; 1995. p. 61-104.
15. Constitución Política de Colombia. República de Colombia; 1991.
20. Nussbaum M. Una carta abierta a los colombianos. Arcadia [internet] 2016 [acceso el 27 de marzo de 2018]. Disponible en: https://www.revistaarcadia. com/noticias/articulo/martha-nussbaum-colombiaproceso-de-paz-posconflicto-historia-debatedialogo/53617.
16. Ley 1448 de 2011, por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras disposiciones. Congreso de la República (10 de junio de 2011). 17. Ley 1098 de 2006, por la cual se expide el código de la infancia y la adolescencia. Congreso de la República, Diario Oficial No. 46.446 (8 de noviembre de 2006). 18. Lederach J. La paz la construye cada colombiano. El Espectador [internet] 2016 [acceso el 26 de marzo de 2018]. Disponible en: https://colombia2020. elespectador.com/pais/la-paz-la-construye-cadacolombiano-john-paul-lederach.
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21. Castañeda E. Infancia, un tema clave para el posconflicto. El Tiempo [internet] 2015 [acceso el 27 de marzo de 2018]. Disponible en: http://www. eltiempo.com/archivo/documento/CMS-16072455. 22. Universidad de los Andes, Facultad de Derecho; Cátedra Ciro Angarita por la Infancia. Niñez y conflicto armado: desde la desmovilización hacia la garantía integral de los derechos de infancia. Memoria anual 2002. Bogotá D. C.: Uniandes; 2003.