Violencia transgeneracional: la influencia de padres violentos en la crianza de los niños Germán Casas1
Rechazar la violencia hacia los niños es un reclamo universal. No hay necesidad de mencionar con detenimiento una verdad que salta a la vista. La niñez es una etapa de la vida que debe cuidarse, resguardarse, protegerse y permitir, en la medida de lo posible, un tránsito hacia la adolescencia y la vida adulta en las mejores condiciones. Esto, por supuesto, debe incluir alejar a los niños de todo tipo de violencia. Esta y otras premisas que buscan el bienestar de los niños y su sano crecimiento son, además, derechos consagrados por la humanidad y por la mayoría de las cartas magnas de los países que firmaron la Declaración Internacional de los Derechos de los Niños en 1989. Considerar a los niños como una población de riesgo cuando se enfrentan a situaciones de desastres, catástrofes naturales, emergencias complejas, guerras y conflictos hace
parte también de las recomendaciones más conocidas y extendidas de los organismos internacionales, humanitarios y de regulación de acciones preventivas y de intervención en emergencias. Estas incluyen al sector salud, el educativo y, por supuesto, al de protección de los menores. A pesar de lo anterior, resulta particularmente difícil entender cómo la gran mayoría de la violencia ejercida hacia los niños sucede al interior de los hogares o es perpetrada por familiares y personas cercanas a los niños. Pareciera que los mensajes de protección no llegan fácilmente a la intimidad de las familias y que estas, en muchos casos, no atendieran las recomendaciones de pautas de crianza saludable, amigable y no violenta, o simplemente no las consideran aplicables. Las cifras de violencia intrafamiliar, maltrato infantil, negligencia y abuso hablan por sí solas y, además, se incrementaron claramente durante la pandemia y el confinamiento.
1. Médico psiquiatra de niños y adolescentes. Profesor, facultad de Medicina, Universidad de Los Andes. 2. Médico, residente de Psiquiatría, Universidad de los Andes.
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INTRODUCCIÓN
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Carlos Orjuela2
Violencia transgeneracional: la influencia de padres violentos en la crianza de los niños
Según el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencia Forense, durante el confinamiento a consecuencia de la pandemia por COVID-19, en Colombia las llamadas de emergencia y de apoyo por violencia intrafamiliar se incrementaron 50 % y la atención de casos para valoración en 40 %.
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La violencia en todas sus formas en contra de niños y adolescentes se ha incrementado dentro y fuera de los hogares. Lamentablemente, la violencia hace parte de la cotidianidad de los niños en Colombia. Los hechos violentos desatados en contra de los niños únicamente son masivamente conocidos cuando los hechos sobrepasan la “normalidad” o cuando por su naturaleza, su impacto o su escandalosa propagación merecen ser reconocidos.
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Las desapariciones de niñas pequeñas, el maltrato a bebés y las masacres contra adolescentes son ejemplos de casos que han generado alarma en la opinión pública y han merecido los titulares de la prensa hablada, escrita y virtual; sin embargo, la más frecuente, la más conocida y la menos publicitada es la violencia cotidiana, que se encuentra inmersa en las pautas de crianza en muchos hogares de diferentes regiones del país. Es una conducta tan normalizada que a continuación expondremos los escenarios más frecuentes en los que se manifiesta esta violencia, para ello utilizaremos como título un refrán o dicho típico de la narrativa colombiana ampliamente conocido y que la materializa.
PORQUE TE QUIERO TE APORREO; UNA MUENDA AL AÑO NO HACE DAÑO Para los niños no es extraño aprender. El aprender y madurar es un fenómeno innato de los seres humanos y es en la infancia donde se manifiesta esta maravillosa competencia propia de los niños. Crecer es un proceso permanente de adaptarse a situaciones nuevas que obligan al cerebro del niño a desarrollar conexiones y
circuitos neuronales que terminan con estrategias adaptativas adecuadas, novedosas y sorprendentes. Los niños se adaptan, asimilan, imitan y desafían lo que ven de sus padres y cuidadores. No existe ninguna evidencia en las ciencias del comportamiento ni en la psicología infantil que sugiera que la violencia ejercida hacia los niños sea educativa, adaptativa y, por tanto, deba ser aplicada. Al contrario, existe suficiente evidencia científica y epidemiológica que argumenta, con razón, que la violencia ejercida como pauta de crianza genera problemas de conducta, trastornos psiquiátricos tempranos y es reconocida como un factor de riesgo en la salud pública. Sin embargo, es común escuchar entre padres de familia y algunos educadores que la crianza necesita “mano dura” y que los niños reaccionan positivamente a los castigos físicos porque regulan su comportamiento. En efecto, los niños reaccionan con temor y gran ansiedad a las pautas violentas ejercidas por sus padres, especialmente porque generan ambivalencia y pánico, y desarrollan mecanismos maladaptativos como consecuencia de la reacción al estrés, que incluyen la parálisis, la huida y la desesperanza, reacciones ampliamente conocidas como patológicas, pero que, en un primer paso, se entienden por los padres o cuidadores maltratadores como un triunfo del autoritarismo castigador en pro de la supresión de la conducta indeseada, pero que a la postre terminan con la imitación de la conducta violenta. El ser humano, cuando se somete a situaciones de estrés, promueve el ataque y el desafío como medio de supervivencia a la violencia. En muchas ocasiones, el ciclo violento de la crianza termina con un niño más violento y agresivo y, por tanto, con castigos más “ejemplares” y despiadados, en una cadena de violencia sin tregua ni final. Los perpetradores de esas mal llamadas pautas de crianza confunden la educación con el adiestramiento o condicionamiento propio de los animales. Los niños maltratados, con la disculpa torpe de ser “educados”, son
Germán Casas, Carlos Orjuela
LA LETRA CON SANGRE ENTRA La escuela debe ser un ambiente protector y facilitador de los procesos de desarrollo, un espacio continente en el cual los niños no solo aprenden contenidos académicos, sino destrezas y competencias para la vida, en especial, la convivencia colectiva, núcleo originario de la vida en comunidad. Pero el concepto de aprendizaje con violencia se asemeja al del adiestramiento explicado en el apartado anterior. El valor más importante del aprendizaje no está en la obligación de logro, tampoco en la competencia con el otro y mucho menos en el temor del castigo o el refuerzo negativo al no alcanzarlo. El valor fundamental del aprendizaje radica en la motivación, el descubrimiento, la satisfacción de la curiosidad y, por tanto, en la capacidad de sorprenderse. Como todos los seres humanos, los niños aprenden de lo que es atractivo, insospechado, sorprendente y, en especial, lo que sirve para solucionar un problema, adaptarse a una situación novedosa, satisfacer una curiosidad o encontrar una respuesta. Ese es el valor transformador del aprendizaje y en este no caben los castigos físicos, la amenaza, la vergüenza pública y la humillación. Un maestro que solo consiga que sus alumnos aprendan sus contenidos con amenazas, gritos o castigos se ve obligado a usar esos métodos anacrónicos por su propia incompetencia, su pobre capacidad de
EN BOCA CERRADA NO ENTRAN MOSCAS El principal aliado de la violencia contra los niños es el silencio, este alimenta la violencia en la medida en que perpetúa y consolida esos patrones de conducta. Por naturaleza, los niños no son silenciosos, no tienen porqué serlo. Desde muy temprano, los niños saben que la manifestación más profunda de la supervivencia es el grito, el llanto y, generalmente, son los dos. La especie humana no tiene la capacidad de vigilancia sigilosa, no percibimos los olores de los depredadores a distancia, no sabemos camuflarnos en la vegetación, ni nos acomodamos al interior de un caparazón o detrás de un escudo de escamas para sobrevivir. Esas competencias individuales las perdimos hace millones de años, las cambiamos por las competencias gregarias propias de las especies que sobreviven en grupo. Para esto nos tenemos que comunicar y la comunicación humana nace de ese llanto de la cría, de ese grito de auxilio, de ese pedido de abrazo que los bebés saben perfectamente manejar y las mamás (y los papás) sabiamente atender. Gracias a ese instinto, los niños son llorones y gritones, y así continúan un buen tiempo hasta que aprenden a modular esa expresión, pero no a callar. Por eso, por más adultos que seamos en nuestras vidas, en ciertos momentos lloramos, gemimos, gritamos o cantamos como niños.
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Además de lo anterior, hoy conocemos a profundidad el efecto neurotóxico del maltrato como pauta de crianza, sus afectaciones en el desarrollo del cerebro y sus consecuencias en la discapacidad temprana, relacionado con el metabolismo del cortisol y sus efectos en el cerebro y en el cuerpo de los niños.
sorprender y porque sus alumnos no buscan las respuestas a sus preguntas, ya las conocen, pero no les interesa escucharlas. La violencia como parte de la adquisición de conocimiento no es efectiva para tal fin, al contrario, genera repeticiones mecánicas de contenidos sin sentido que afortunadamente se olvidan con el tiempo porque no son necesarios. Si eso sucede con los maestros, el peor escenario es cuando los padres de familia pretenden ser maestros de sus hijos y aplicar con ellos métodos coercitivos y maltratantes para el aprendizaje.
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ansiosos, temerosos, poco activos y quietos en un primer término, pero en muchas ocasiones incorporan esas conductas violentas en sus comportamientos.
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Callar y no decir nada en contra de la violencia a veces es más violento que golpear o agredir. Un padre o una madre que no defiende a su hijo de patrones violentos de crianza, que no comparte, pero tolera, es doblemente agresivo. La agresión es cómplice de no defender y la de tolerar el sufrimiento en silencio. Lo mismo acontece cuando le enseñamos (obligamos) al niño a callar. No es parte de su naturaleza el silenciar el llanto o acallar el grito, porque inicialmente fueron parte de su supervivencia. Estamos obligando al niño a proceder en contra de su propia naturaleza. Lamentablemente, lo conseguimos, de nuevo, no por aprendizaje, sino por adiestramiento, pero el sufrimiento y el llanto interior jamás los vamos a callar.
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¡TOME! PA QUE LLORE POR ALGO
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No reconocer la expresión de sentimientos y no permitirla es un grave error que cometemos con nuestros hijos y que rápidamente se convierte en un patrón de comportamiento. A nivel psicológico no existe un mecanismo más generador de problemas que el reprimir, impedir u obligar a los niños a no expresar sus sentimientos. La no expresión no implica que los sentimientos se olviden o desaparezcan; por lo general, estos se quedan en el aparato psíquico de los niños buscando poder salir de otra manera. Las enfermedades psicosomáticas, los trastornos funcionales y algunos problemas de comportamiento son la vía que encuentran esos sentimientos reprimidos para manifestarse y salir.
Imponer la ley del silencio bajo la amenaza de que se sufrirán consecuencias genera un silencio temeroso e inconcluso, que es amenazado a permanencia por la necesidad de hablar, de decir o de denunciar. Cuesta mucho trabajo mantener ese secreto justamente porque lo natural es hablar, no callar, en especial, cuando lo que se esconde es doloroso, injusto y malintencionado. Los niños no logran silenciar su llanto del todo, muchas veces se desahogan en silencio, a veces maltratando su cuerpo con enfermedades psicosomáticas y otras, más adolescentes, con elementos cortopunzantes.
TODO EMPIEZA EN CASA Estos refranes que lastimosamente día a día se usan por los propios padres y cuidadores son el claro ejemplo de cómo se ha normalizado la violencia en los niños dentro de los hogares. Estas conductas van desde un comentario hasta el punto de aporrear y reprimir emociones con la finalidad inconsecuente de educar y criar a los niños, curiosamente transgrediendo su bienestar y su adecuado crecimiento. El hecho de que desde casa se comience a reconocer que estas conductas también son violencia puede ser un primer paso para fomentar ambientes de crianza óptimos, lugares donde los niños se sientan cuidados y protegidos por sus familiares, escenarios que promuevan el adecuado desarrollo y bienestar infantil, hogares donde la curiosidad, el descubrimiento y la expresión de sentimientos sean acogidos y premiados. Desde casa puede iniciar la violencia hacia los niños, pero también, desde esta se puede terminar.
LECTURAS RECOMENDADAS 1.
Organización de las Naciones Unidas. Convención
2.
Casas-Nieto G. Atención psicosocial a la infancia y la
Internacional de los Derechos de los Niños [Internet].
adolescencia. En: Rodríguez J, Zaccarelli M, Pérez DR
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(editores). Guía práctica en salud mental en emer-
nible en: https://www.un.org/es/events/childrenday/
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pdf/derechos.pdf
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3.
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5.
Unicef. Preventing and responding to violence against
ses. Informe comparativo de violencia en Colombia,
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marzo 25 a agosto 25, años 2019 y 2020. 2020. [acceso
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el 16 de mayo de 2022]. Disponible en: Disponible en: https://www.medicinalegal.gov.co/blog/-/blogs/violenciaintrafamiliar-durante-la-pandemia-por-covid-19
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Child Welfare Information Gateway. Understanding the effects of maltreatment on brain development. Washington, D.C.: U.S. Department of Health and
World Health Organization and Calouste Gulbenkian
Human Services, Children’s Bureau. 2015. p. 1-19.
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Geneva: World Health Organization, 2014.
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4.
EXAMEN CONSULTADO
11.Respecto a las recomendaciones en pautas de crianza: a. La autoridad de los padres debe ser impuesta hacia los niños. b. Los niños aceptan sin problema las órdenes fuertes. c. No se recomienda un castigo físico, pero sí verbal fuerte. d. Ningún tipo de violencia debe hacer parte de la crianza.
12.En el sector educativo, ¿cuál de las siguientes premisas es más recomendable? a. Motivar a los niños con órdenes claras y sencillas. b. Despertar la curiosidad y la sorpresa. c. Incluir temas de conducta y urbanidad. d. El trabajo en grupos por edades.
13.¿Cuál de los siguientes se constituye como el principal aliado de la violencia hacia los niños? a. La rabia. b. La frustración. c. El alcohol. d. El silencio. e. El mal comportamiento.
14.A nivel psicológico, ¿cuál de estos mecanismos generan más problemas en los niños? a. El castigo físico y “la mano dura”. b. La amenaza, la vergüenza pública y la humillación. c. Callar y no decir nada contra la violencia. d. Reprimir, impedir u obligar a los niños a no expresar sus sentimientos.